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Hace unos días escuchamos al analista estrella del Foro de Davos, Yuval Harari, vaticinar que la mayoría de los humanos se volverán “económicamente inútiles y políticamente impotentes”, con toda la potencia instituyente que le da la nueva aristocracia financiera y tecnológica a sus declaraciones. Se hace necesario criticar éticamente sus intenciones, superando la impotencia de la indignación que despierta la fatalidad contenida en sus afirmaciones.
Más allá del ordenamiento bajo los pabellones nacionales (hoy más complejo de esquematizar por el control financiero), lo que acontece en la actualidad está signado por el desarrollo de un nuevo régimen de acumulación, que amerita por lo tanto, un nuevo reparto del mundo.