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Cuba fue hasta 1898 la última colonia de España en América, su economía sustentada en la utilización masiva e intensiva de la fuerza de trabajo esclava producía y exportaba azúcar cruda, mieles, aguardiente, ron, tabaco en rama y torcido, café, cera, miel de abejas, cobre y maderas preciosas.
En Cuba se han aplicado diferentes modelos de gestión económica, que van desde una superlativa estatización y centralización administrativa de la producción, los servicios, el abastecimiento y el comercio durante las tres décadas posteriores al triunfo de la Revolución, hasta años recientes, en los que se aprobaron medidas para alcanzar mayor autonomía organizativa y financiera de las empresas estatales y el incremento de los actores no estatales en la economía.
Los más de cien años transcurridos desde la aparición de países de economía socialista han puesto en evidencia que para que ese modo de producción sea estable y duradero es necesario mantener un elevado ritmo de inversiones y de crecimiento de la producción que permita incrementar constantemente el nivel de vida de los ciudadanos, sostener los altos niveles de gastos sociales que le son inherentes y por otra parte, garantizar la distribución más equitativa posible de la riqueza.
A diferencia de las leyes que rigen la Naturaleza, las leyes económicas son el resultado de la interacción entre necesidades, intereses y capacidades de las personas que integran una sociedad.
En su discurso de autodefensa en el juicio por el ataque al cuartel Moncada, Fidel Castro esbozó los objetivos fundamentales a alcanzar de triunfar la insurrección: