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En el sistema capitalista la lógica de producción no se mide por la satisfacción de las necesidades básicas de la sociedad (comida, vivienda salud, educación etc.) sino por los parámetros de optimización de la rentabilidad capitalista privada. Por lo tanto, y siguiendo el estricto orden capitalista vigente, quien no pueda pagar por su comida tampoco podrá consumirla. Es la nueva teoría de la «selección natural de las especies», no ya formulada por Darwin sino por las corporaciones trasnacionales y las potencias imperialistas centrales que han convertido al planeta en un gran mercado. Con una lógica imperante: La supervivencia sólo está reservada a los que tienen dinero para pagarla.
La información viene cruzada: Salida débil de la recesión (con potencias que siguen desaceleradas), mercados financieros volátiles (vuelta a la desconfianza del sube y baja), contracción del crédito internacional orientado a la producción, consumo social sin recuperación, bajas de recaudación y subas siderales del déficit, desempleo masivo (y recortes salariales) en ascenso en las diez primeras potencias económicas mundiales. La bomba laboral (emergente de la crisis social con desocupación) ya asoma como el desenlace más lógico de este proceso.
De una forma brutal (y todavía sin resistencia social) el sistema capitalista (Estado y empresas privadas) descarga el costo del colapso recesivo económico (la crisis) sobre el sector asalariado (fuerza laboral masiva) y la masa más desprotegida y mayoritaria de la sociedad (población pobre con limitados recursos de supervivencia), por medio de los despidos laborales y la reducción del gasto social («ajustes»), que incrementan los niveles sociales de precariedad económica y de exclusión masiva del mercado laboral.
El punto central para la preservación del sistema capitalista -tal cual lo expresan y admiten todos los analistas oficiales- es la preservación de la «gobernabilidad» que las crisis cíclicas y periódicas ponen en riesgo, tal como está sucediendo ahora con el proceso recesivo con desocupación a escala mundial. En este escenario, los «enemigos de paja» […]
En el sistema capitalista (nivelado como «civilización única») la producción y comercialización de bienes y servicios (esenciales para la supervivencia humana) se encuentran en manos de corporaciones empresariales privadas que controlan desde recursos naturales hasta sistemas económicos productivos por encima de la voluntad de gobiernos y países. Quien se interese en la investigación de sistemas […]
Sin alteración en la agenda electoral, se cumplió la profecía de campaña: Con guerra ganaba McCain, con crisis financiera ganó Obama. Ahora puede cumplirse otra profecía: Bush y los halcones tienen 77 días para construirle a Obama un «campo minado» que estalle antes de que asuma y lo conviertan en un presidente debilitado y sin […]
Proyectado en secuencia: El «lunes negro» de los mercados globales, que registró el mayor derrumbe de Wall Street desde el 11-S, trasformó la crisis hipotecaria en crisis crediticia e instaló oficialmente la crisis financiera con recesión proyectada de las economías centrales a los países emergentes y periféricos del sistema capitalista a escala global. Bienvenidos al Apocalipsis económico.
Mientras la escalada de los precios del petróleo y su impacto en la suba de los alimentos ya desencadena marchas de protestas, huelgas y rebeliones sociales por todo el planeta, incluso en el mundo desarrollado, los productores y las corporaciones petroleras, a los que se les suman los pulpos de la especulación financiera, embolsan cifras multimillonarias con el aumento de la demanda que no se alcanza a cubrir con los actuales estándares de producción. Obviamente, y de acuerdo con la lógica capitalista, a mayor demanda suben los precios y las acciones petroleras en los mercados energéticos, produciéndose un «circulo vicioso» donde la especulación y la sobredemanda retroalimentan, a su vez, la escalada de los precios. En consecuencia los primeros grandes beneficiarios son los productores y las corporaciones petroleras que facturan (favorecidos por el aumento descomunal) sumas siderales sin alterar los niveles de producción. Es que, mientras la demanda crece, los pulpos del sector petrolero, en vez de aumentar la producción para que bajen los precios, optan por la lógica capitalista «ganar más vendiendo la misma cantidad», generando desabastecimiento e inflación que termina impactando en los alimentos básicos que consumen miles de millones de personas en las áreas más pobres y desprotegidas del planeta. De esta manera, lo lógica de la rentabilidad capitalista se superpone al colapso económico que amenaza al conjunto de la humanidad.
En la relación crisis financiera-dólar débil-petróleo y su interacción con una escalada mundial del precio de los alimentos se conforman las líneas matrices y las variables claves de una crisis recesiva mundial en gestación que ya configura -según los propios analistas y organismos del sistema- la mayor «amenaza histórica» para el sistema capitalista globalizado que tiene como potencia imperial regente a EEUU.