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La crisis financiera debería haber fulminado a los republicanos pero no ha sido así. Volvemos a estar en el punto de partida. La crisis fue una oportunidad perdida.
Los empresarios estadounidenses están dispuesto a culpar a cualquiera y a hacer lo que haga falta para no tener que pagar más a los trabajadores. La economía de Estados Unidos se ha ido recuperando desde 2009 y los salarios apenas han subido.
Hasta no hace tanto, Barack Obama seguía tragándose el cuento de Mark Zuckerberg sobre unir al mundo
¿Por qué debemos elegir entre el peor presidente de nuestras vidas y una de las corporaciones más codiciosas del país?
Todo lo que hacen los periodistas, lo hacen con mentalidad de rebaño. Esa es una de las claves detrás de todos los gigantescos errores del periodismo en las últimas décadas: la burbuja de las puntocom, enérgicamente celebrada por la prensa económica; la guerra de Irak, en la que fueron cómplices los gurús más importantes del periodismo; la ausencia total de visión para percibir la epidemia de falta de ética que permitió la crisis financiera de 2008; y el ascenso de Donald Trump.
El consejero de Trump se aprovechó del avance demócrata con argumentos económicos. Pero su solución, una vuelta a las costumbres sociales anteriores a 1960, es un tanto extraña
Hillary Clinton no era la candidata adecuada: una tecnócrata que ofrecía pequeños ajustes cuando lo que quería la gente era darle con un mazo a la maquinaria. Escoger a Clinton fue un signo de que los demócratas no hablaban en serio sobre el riesgo Trump, que el oportunismo del partido tenía prioridad sobre el bienestar del país, o las dos cosas. Los partidarios de Clinton en los medios de comunicación tampoco ayudaron demasiado.
Esta es mi última columna semanal para el Wall Street Journal, y al escribirla me he transportado en el tiempo a mis primeros textos para este periódico, en el verano de 2008. En aquellos días comenzaba a tomar forma el desastre económico que nos esperaba; en septiembre de ese año alcanzó su clímax, cuando Wall […]
Traducido por Michel Rodríguez, del Equipo de Traductores de Cubadebate y Rebelión