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La muerte en Londres del ex-espía ruso Alexandre Litvinenko contaminado con polonium 210 es la ocasión propicia para la prensa atlantista para lanzar una nueva campaña de denunciación contra Rusia. Su lógica simplona que quiere imponer a la opinión pública se resume así: cómo Litvinenko era un opositor al Kremlin, Vladimir Putin ha seguramente ordenado su asesinato. Sin embargo, en pocos días, antiguos agentes del espionaje, salen repentinamente de la obscuridad de su medio para sentarse enfrente de los reflectores de las cámaras de televisión, entregando sus versiones de los hechos, unas más novelezcas que las otras. El periodista ruso Vladimir Simonov hace un balance de estas acusaciones y su credibilidad
En Rusia aumenta el número de capitalistas que pueden comprarse a un mismo tiempo avión personal, club de fútbol británico y la, ya no tan fantástica, esperanza de ser inmortal. En la otra punta, una tercera parte de sociedad rusa vive por debajo del nivel de la pobreza.