El grito de la calle, el desabastecimiento parcial, las huelgas y los bloqueos no movieron la decisión del Ejecutivo: modificar el sistema de jubilaciones. Activó la célula de crisis para asegurar el abastecimiento de combustible.
En un escenario salpicado de violencia estudiantil, de bloqueo de rutas, de paros de trenes y de cientos de estaciones de servicio sin una gota de combustible, los sindicatos se preparan para la lutte finale en la última jornada de huelgas y manifestaciones contra la reforma del sistema de jubilaciones. «Sarkozy, estás perdido, la juventud está en la calle», coreaban ayer miles de bachilleres en la puertas de los secundarios. El grito de la calle, el desabastecimiento parcial, las huelgas y los bloqueos no movieron la decisión del Ejecutivo. Ayer, al margen de una cumbre entre Alemania, Rusia y Francia, celebrada en la romántica localidad de Deauville, Nicolas Sarkozy ratificó el rumbo: «La reforma es esencial, Francia se comprometió con ella y Francia la llevará adelante tal como lo hicieron nuestros amigos alemanes», dijo el presidente. La determinación de Sarkozy se refleja en un espejo no menos determinado, el de los sindicatos que hoy libran tal vez la última batalla contra la aprobación de la reforma por parte del Senado.
En la jornada previa a la huelga las calles de París y Lyon se encendieron con serios disturbios provocados por los estudiantes, al tiempo que el gobierno tuvo que activar la célula de crisis para asegurar el abastecimiento de combustible. De las 12.500 estaciones de servicio con que cuenta Francia, mil quinientas se quedaron secas. En París, a primera hora de la mañana, los autos hacían largas colas para cargar nafta y muchas estaciones de servicio ya estaban cerradas con el definitivo cartel de «no hay nafta». Por otra parte, las 12 refinerías nacionales permanecían ayer en huelga. Decenas de buques cargueros quedaron bloqueados en alta mar debido a la huelga de las refinerías en el puerto de Marsella y a un conflicto laboral que se plasmó antes de la confrontación por la reforma de la jubilación. Los camioneros se sumaron al movimiento de fondo y bloquearon rutas y depósitos de combustible en varias localidades del país. En los alrededores de París, los camioneros organizaron operativos tortuga que produjeron gigantescos embotellamientos.
La capital francesa y sus alrededores volvió a mostrar escenas de autos incendiados, vandalismos y enfrentamientos de estudiantes con la policía. Entre 260 y 800 bachilleratos fueron bloqueados ayer -las cifras son irreconciliables entre las proporcionadas por las autoridades y las asociaciones de estudiantes-. Al cabo de la jornada, 196 personas fueron arrestadas. Todos los ingredientes se fueron agregando al plato fuerte de la huelga y las manifestaciones. Francia es una olla a presión, con conflictos multisectoriales que hoy conocerán quizá su grado más alto. Los trabajadores saldrán por novena vez a la calle un día antes de que el Senado vote el proyecto de ley de reforma. Sin embargo, los senadores adelantaron ayer que la votación podría ocurrir recién el jueves o incluso el viernes.
Pocas veces el poder y el pueblo han estado en un esquema tan irreconciliable. Al cabo de cinco meses de huelgas y protestas, Sarkozy mantuvo en pie el eje más cuestionado de la reforma: el aumento de 60 a 62 años de la edad mínima para jubilarse y de 65 a 67 los años necesarios al cobro de la jubilación completa. Calificada de «injusta» por los sindicatos y la oposición socialista, la reforma llegó incluso a movilizar a los jóvenes de 16 y 20 años. Pero el Ejecutivo bloqueó las agujas del reloj a la hora decidida. Dos de los ocho sindicatos que componen el arco sindical anticiparon que, una vez que se vote la ley, el combate entrará en receso. El gobierno apuesta por esa opción para luego, con los ojos puestos en el calendario electoral -presidenciales de 2012-, recapitalizar lo que hoy es oposición. Sin embargo, el secretario general de la CGT, Bernard Thibault, advirtió que «una ley votada no pone término a la protesta». Ayer, las universidades organizaron muchas asambleas para decidir si tomaban la posta de los bachilleres. El sindicato estudiantil UNEF anunció que en once universidades los estudiantes fueron convocados a la huelga y que en otras cinco se los alentó a bloquear el ingreso. Las últimas encuestas aseguran que siete de cada diez franceses apoyan a los sindicatos en sus reclamos. Pero el gobierno vaticina la distensión después del voto y, sobre todo, una vez que empiecen las vacaciones de Todos los Santos y el consiguiente fin de los cursos durante 10 días. El calendario juega a su favor, aunque no el humor de la opinión pública.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-155301-2010-10-19.html
rCR