Me gustaría coincidir con Fede de los Ríos cuando en en estas mismas páginas hacía una reflexión en torno a la figura del primer ministro italiano con motivo de sus ya difundidos comentarios en terreno tras la tragedia de las regiones de Abruzzo y Lazio. El articulista, entre otras cuestiones, adjetivos y consideraciones, situaba el […]
Me gustaría coincidir con Fede de los Ríos cuando en en estas mismas páginas hacía una reflexión en torno a la figura del primer ministro italiano con motivo de sus ya difundidos comentarios en terreno tras la tragedia de las regiones de Abruzzo y Lazio. El articulista, entre otras cuestiones, adjetivos y consideraciones, situaba el «inexplicable éxito» de Silvio Berlusconi en variables como su presencia en el universo mediático y la lógica de la manipulación televisiva de conciencias y voluntades. Creo que es cierto. Pero me da la impresión de que el problema es mucho más complejo y atiende a un modelo de articulación política y a una realidad social que, más allá de la manifiesta idiosincrasia local, tiene mucho de extrapolable a otras geografías en estos tiempos difíciles y siempre contradictorios.
¿Cuáles son las razones que explicarían el triunfo de Silvio Berlusconi pese a sus conocidas vinculaciones con la mafia calabresa (Ndrànghetta) y la logia masónica Propaganda Due, sus turbios negocios empresariales desde sus inicios como promotor inmobiliario en Milán, sus manipulaciones políticas creando leyes ad personam para no ser juzgado por ningún delito no relacionado con su cargo mientras permanezca en el Gobierno, su poder económico con una fortuna reconocida de 12.500 millones de dólares o su control de la mayor empresa de publicidad italiana, televisiones, prensa escrita, cadenas de tiendas de vídeo, grupos editoriales, portales de acceso a Internet o equipos de fútbol? ¿Por qué este reconocido machista de 73 años obsesionado con su apariencia física apela ahora, tras su último divorcio, a una necesaria protección del espacio «privado» (negada siempre en sus cadenas televisivas) mientras defiende la iniciativa de proponer en sus listas comunitarias a veinticinco modelos, vedettes y frikis catódicas con el fin de (sic) «evitar a Europa la presencia de personajes malolientes y mal vestidos»?
Una tendencia innata nos llevaría a considerar el fenómeno como una peculiaridad más de esta Italia real, «inestablemente estable», en la que todo es posible. Es verdad, como señalaba anteriormente, que hay rasgos manifiestamente propios e intransferibles en un país desestructurado territorialmente, con una ignominiosa influencia en la vida cotidiana de la larga sombra del Vaticano o el seductor «modelo americano», con un marcado abismo entre las esferas social y política tras décadas de partitocracia (veintisiete gobiernos y centenares de escándalos sólo en los últimos treinta años) o con una izquierda históricamente atomizada y sin aggiornamento después de las oleadas represivas y criminalizadoras de los años setenta y ochenta del pasado siglo. Quizá no sea tan extraño, en este contexto, que un Berlusconi self made man convenza a amplios sectores de la ciudadanía estableciendo cierta empatía con la eficacia de su modelo. O que un elevado porcentaje de los italianos-as que ha logrado una cierta comodidad en la escala social (con métodos más o menos «formales») le conceda incluso la confianza de un «voto de estabilidad», por lo demás habitualmente oculto o negado en sus relaciones sociales. Pero aún hay más: en un país rico y diverso con índices de paro no superiores actualmente al 9% y con una arraigada cultura política, Berlusconi ha conseguido configurar una amplia coalición que asimila almas tan diversas como la social, la estatal, la liberal, la oligárquica, la católica, la masona, la pagana, la federalista, la centralista… Almas, sectores e intereses aparentemente contrapuestos que confluyen en un proyecto político seductor y sugestivo para un importante número del electorado: la «creativa» retórica de Berlusconi convence a amplios sectores de opinión en un debate que existe y está presente en lo cotidiano. En definitiva, los italianos-as tienen ante sí y sin las habituales ceremonias de la confusión, la representación directa de los poderes ocultos en estado puro. El maquillaje de otras «democracias representativas» europeas se dedica aquí directamente al cultivo del cuerpo y a la sugerencia posmoderna, perfectamente interiorizada por buena parte de la clase política y de la sociedad, de «gustar a los demás, gustarte a ti mismo-a».
Estamos pues ante un particular enfoque del hecho político sustentado en un populismo práctico con un «emperador desnudo» (bajo trajes de Dolce & Gabbana) que, como en el caso de Austria con el ya fallecido Jörg Haider, basa su estrategia discursiva en la construcción de una frontera entre un «nosotros» (los buenos italianos, trabajadores y defensores de los «valores nacionales») y un «ellos», cajón de sastre que incluye a los partidos, a los sindicatos, a la prensa y los intelectuales de izquierda, a los artistas… y, por supuesto, a los extranjeros. Recurso permanente. Ejemplo, la última propuesta de sus compañeros de coalición de la Liga Norte: reservar en los metros, autobuses y trenes, vagones o asientos para los milaneses (lombardos) «minoría a proteger» ante la masiva presencia de extracomunitarios («La Reppublica», 8-5-09). Cincuenta y cuatro años después de que Rosa Lee Parks mostrara la dignidad al mundo en un autobús de Alabama, en la Europa «democrática» los derechos civiles duermen su sueño entre el neón de los periféricos macrocentros comerciales…
Italia, 2009: el discurso «metapolítico» llega, penetra y consigue su objetivo. El «inexplicable éxito» del que habla Fede de los Ríos. En una reciente y sumamente interesante publicación titulada «Giovani e belli» («Jóvenes y bellos»), el periodista Concetto Vecchio cuenta sus impresiones tras recorrer el país durante el último triunfo electoral de Berlusconi. Entrevista a centenares de jóvenes en torno a los veinticinco-treinta años. De Verona a Venecia, de Roma a Catania. La mayoría de ellos-as viven con sus padres. Otros muchos han huido del país («adiós Italia»). No tienen ninguna pretensión de cumplir un papel de «relevo generacional». Postgrados masivos en desilusión. Viajan compulsivamente por el chat con sus significativos nicknames: chatta.it, la comunidad italiana con más afiliados-as, tiene 1.245.000 abonados-as. Modos de conducta y sociabilidad invisibles para la comunidad que les acoge. Dificultades de acceso al mundo laboral mientras crece el trabajo negro incluso entre los licenciados-as. En el Sur, las cosas son todavía mucho más difíciles para los jóvenes mientras los escándalos financieros mantienen su constancia. No creen en la política y sólo unos pocos-as militan en alguna formación. Aunque también los hay con éxito en el mundo de la res publica: como Elvira Savino, la diputada de 31 años del partido de Berlusconi elegida en mayo de 2008 «Miss Parlamento» con el apoyo de nombres significativos de la llamada «centro-izquierda» (Partido Democrático). La «segunda clasificada», Mara Carfagna, cuenta con el «prestigioso» aval de Santo Versace. Aspiró a miss Italia. Hoy es la ministra italiana para la Igualdad de Oportunidades. También hay belli ragazzi como Rafaele Fitto, responsable de las cuestiones regionales y autonomías locales. Berlusconi lo repite a menudo: «Nos hemos renovado, tenemos un bello equipo». No es verdad: en la nueva cámara baja italiana sólo cinco diputados-as tienen entre 25 y 29 años, y 71 (un 13%) entre 30 y 39 años. La edad media es de 50 años. Las mujeres representan únicamente el 17% del total. El divorcio entre la vida institucional y la calle continúa. Il Cavalieri hace de puente.
En el verano pasado, mientras buena parte del mundo seguía con ansiedad los datos de la crisis económica global más importante de las últimas décadas, los medios de comunicación italianos se preocupaban especialmente por la filtración de conversaciones telefónicas entre Silvio Berlusconi y alguna de las mujeres de su partido. Sociedad del espectáculo. Todo vale. Incluso un discurso con habituales boutades o scherzi e provocazioni. En Italia casi nadie se escandaliza, está dentro del guión. Los estrategas de la «red Gladio» se percataron muy pronto: tensión mantenida sin llegar nunca al punto de ebullición. Sólo hay que entrar en acción cuando las cosas se complican más de lo previsible, como en los años ochenta. Mientras tanto, buena cosecha de «inestable estabilidad». Quizá, querido Fede, estas sean algunas de las razones por la que los índices de «popularidad» de Silvio Berlusconi se mantengan pese a nuestra sorpresa y más de una alteración imprevista. Por eso el presidente muestra en plano detalle su dentadura perfecta… Opera bufa en proceso de traducción. Al tiempo.