Hoy, en Suiza, un hombre está a punto de morir en prisión. Su nombre es Bernard Rappaz. Lleva ya 96 días de huelga de hambre para pedir, en un inicio, la revisión de su proceso, y ahora la simple reducción de unos cuantos meses de su condena con el fin de poder ocuparse de la liquidación […]
Hoy, en Suiza, un hombre está a punto de morir en prisión. Su nombre es Bernard Rappaz. Lleva ya 96 días de huelga de hambre para pedir, en un inicio, la revisión de su proceso, y ahora la simple reducción de unos cuantos meses de su condena con el fin de poder ocuparse de la liquidación de su granja, recientemente rematada.
Las autoridades judiciales han pedido su alimentación forzada, pero las organizaciones médicas han expresado su rechazo porque, según ellas, es asimilable a la tortura.
En ese contexto las autoridades han decidido, el martes 30 de noviembre, mantener en prisión a Bernard Rappaz, a riesgo de verlo morir.
«El proceso de re-alimentación consecutivo a una huelga de hambre no necesita de una interrupción de pena», dice su comunicado, rechazando reconocer el problema verdadero: si no hay interrupción de pena, el detenido en huelga de hambre puede morir en cualquier momento.
Si la Suiza democrática deja morir un preso en tales condiciones, eso será no solamente la peor falta de humanidad, sino también una regresión brutal para los presos de todo el mundo. Normalmente la huelga de hambre es el último recurso.
En cualquier situación en que los detenidos defiendan sus derechos desesperadamente, el silogismo cínicamente presentado para Bernard Rappaz servirá también de alegato: Para resolver el problema expuesto por la huelga de hambre, la solución será simple, bastará con parar la huelga de hambre.
Este ejemplo siniestro que Suiza da al mundo será una mancha indeleble sobre su bandera.
Bernard Rappaz es un militante ecologista dedicado a defender y a promover la causa del cáñamo/cannabis, por sus múltiples usos industriales, terapéuticos u otros. Luego de años de evolución, en los cuales se ha desarrollado públicamente la actividad del campesino Rappaz, la política suiza en la materia ha sufrido un retroceso. Y así, el episodio de tolerancia se ha cerrado sobre Rappaz.
Víctima a la vez de la hipocresía, de las fluctuaciones del derecho y de una verdadera negación de la justicia, en la medida en que los hechos por los cuales está condenado a cinco años y ocho meses de prisión corresponden a un período en el que su práctica estaba tolerada, es comprensible que este prisionero proteste.
Hay que poner fin al ensañamiento judicial del cual es objeto Bernard Rappaz, que le ha costado incluso perder su granja, sin hablar de los procesos que todavía le esperan.
Sin embargo, en todo caso, hoy no podemos más que reconocer, acercándose el día 100 de su huelga de hambre, que el detenido está en un estado grave que impone su liberación inmediata.
Pedimos insistentemente a las autoridades suizas que ordenen, sin más plazos, la liberación de Bernard Rappaz.
Jean Ziegler, vicepresidente del Comité Consultativo de Derechos Humanos de la ONU
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
rCR