Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Hasta comienzos de la semana pasada, se suponía ampliamente que la Unión Europea (UE) sería suficientemente insensata, al escoger al primer presidente permanente de su consejo, como para ofrecer la tarea a Tony Blair. Luego, el viernes, después de una mini-cumbre en Bruselas, Suddeutsche Zeitung declaró que la probabilidad de que el ex primer ministro británico obtenga el puesto «es casi cero.»
¿Qué anduvo mal? O, para ser más exacto, ¿qué anduvo bien?
¿Fue la estridente propugnación de Gorden Brown y de su secretario de exteriores lo que cayó mal en el continente? Se informa que en Bruselas, un apopléjico Brown tuvo una discusión con Martin Schulz, el jefe del grupo socialista en el Parlamento Europeo, quien señaló con exactitud que Blair había mantenido a Gran Bretaña fuera de la zona euro y del acuerdo de fronteras abiertas de Schengen, y que se había mostrado divisivo respecto a Iraq.
Brown, cuya relación con Blair fue notoriamente espinosa durante su período como ministro de hacienda, argumentó que la UE arriesgaba una «irrelevancia permanente» si escogía a otro que no fuera Blair. Esto carece de sentido de un modo evidente: no sólo es poco probable que Europa sea ignorada bajo cualquier circunstancia, en realidad es más probable que sea tomada en serio si no es representada al máximo nivel por un personaje que se distingue sobre todo por su predilección por la mendacidad.
David Miliband mantuvo la misma línea cuando declaró un par de semanas antes que a la UE le costaría encontrar a otra persona con la capacidad de detener el tráfico en Washington, Beijing o Moscú. Tampoco fue demasiado convincente. Después de todo, un fugitivo de un manicomio que se desnudara en una calle frente a la Casa Blanca o al Kremlin – o en cualquier otro sitio – seguramente tendría el mismo éxito en la interrupción del tráfico.
Además, provoca inevitablemente la pregunta de si la UE preferiría ser representada por una interrupción del tráfico que por alguien que tenga un poco de credibilidad.
El propio Miliband ha sido mencionado como candidato para un puesto potencialmente más significativo: el de ministro de exteriores de la UE. La propuesta es obviamente incompatible con lo que el título de un periódico describió como el proyecto de discurso de venta de Blair, motivo por el cual probablemente Miliband señaló que no está disponible, pero dejó abierta la posibilidad de cambiar de opinión una vez que su antiguo jefe esté inequívocamente fuera de competencia.
Hace algunos meses, Miliband dejó razonablemente claro que si Brown fuera derribado, él estaría dispuesto a reemplazarlo como líder del Partido Laborista. Tal como están las cosas, es poco probable que haya un cambio de dirigencia antes de las elecciones parlamentarias del próximo año, en las cuales se espera que los laboristas sufran una buena paliza – sobre todo como resultado del legado de Blair.
Es probable que Brown se retire después, incluso si el castigo merecido recibido por los laboristas no sea de la misma escala como el fracaso de los conservadores en 1997. Pero la dirigencia será algo como un cáliz envenenado inmediatamente después de un desastre electoral, y Miliband tendría presumiblemente la oportunidad, después de un puesto bastante destacado en la UE, de establecerse a la punta del partido antes de que las perspectivas de un retorno al poder de los laboristas comiencen a mejorar.
A pesar de todos sus defectos – especialmente su disposición a asociarse con el legado de Blair en lugar del de su propio padre (el venerable erudito marxista y sociólogo Ralph Miliband, quien una vez denunció «la inmensa mentira» tras la «matanza generalizada» de EE.UU. en Vietnam y quien describió el apoyo de Harold Wilson a EE.UU. como «el capítulo más vergonzoso en la historia del Partido Laborista,» y quien sin duda se habría sentido más desanimado por los años de Blair) David Miliband sería decididamente una elección menos ofensiva que Blair como destacado británico en Bruselas.
Queda por ver si el próximo gobierno británico lo vería del mismo modo. Aunque Margaret Thatcher designó de modo perfectamente lógico hace mucho tiempo a Blair como su heredero ideológico ideal, el Partido Conservador ha dejado en claro últimamente a los jefes de gobierno europeos que se sentiría profundamente ofendido por su presidencia. Esta posición puede haber ayudado a enterrar las posibilidades de Blair.
Aunque un Nicolas Sarkozy profundamente equivocado fue quien – con gran probabilidad como resultado de intenso cabildeo – presentó a Blair como una excelente alternativa para presidente de la UE, nunca hubo la menor duda de que el voto crucial pertenecía a la canciller alemana. Angela Merkel no lo considera ostensiblemente desagradable, pero es obvio que ha sido persuadida de que no es adecuado para el puesto.
Puede que el exagerado entusiasmo en su apoyo a Blair de Silvio Berlusconi haya ayudado a inclinar la balanza, ya que la aversión de Merkel por el dirigente italiano no es un secreto de Estado. En realidad hay muy pocas razones para que alguien lo vea de otra manera, pero Blair encontró motivos para apasionarse por Berlusconi. Tal vez considere que los magnates mediáticos de extrema derecha son irresistibles: después de todo, siempre se mostró más dispuesto a ser influenciado por Rupert Murdoch que por el electorado británico.
Eso ayuda a explicar por qué, en un servicio conmemorativo del mes pasado para los británicos que perdieron sus vidas en Iraq, el padre de una víctima rechazó la mano extendida por Blair. «No estrecho su mano,» informó al ex primer ministro, «porque está ensangrentada.» Del mismo modo, en una comparecencia posterior ante la investigación Chilquot de la guerra de Iraq, varios otros padres de soldados británicos muertos dejaron en claro dónde reside la culpabilidad.
Tal vez el mejor argumento a favor de la candidatura a la UE de Blair provino de George Monbiot, quien argumentó en su columna en The Guardian de la semana pasada que la inevitable presencia de Blair en Europa continental aumentaría la probabilidad de que se encuentre en una celda junto a la de Radovan Karadzic.
Si fuera algo cercano a una certeza, es indudable que valdría la pena apoyar la posición de Monbiot. Por desgracia, no es así. Aún más desafortunado es que todavía existe una minúscula probabilidad de que Blair pueda llegar a la ansiada posición en Bruselas.
Esa probabilidad desaparecería si la UE se formulara la única pregunta relevante en este contexto: ¿desea estar representada por un codicioso fundamentalista religioso cuya irresponsable fidelidad a los neoconservadores en Washington lo califica como criminal de guerra digno de Nuremberg?
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