El 14 de junio el exprimer ministro italiano Silvio Berlusconi fue enterrado como gran estadista. La razón por la que este vulgar multimillonario entró en política fue para eludir la justicia. Que un personaje tan burlesco haya conseguido dominar durante años la política de un gran país europeo y que su ejemplo sea emulado en otros países occidentales demuestra demuestra hasta qué punto está podrido todo el sistema político y el funcionamiento de los medios de comunicación.
Silvio Berlusconi era un hombre emprendedor con pocos escrúpulos. En un país donde la corrupción es un deporte nacional, es una combinación fructífera. Hay serios indicios de que su capital inicial procedía de círculos mafiosos.
No solo en el ámbito económico operaba en la zona gris de la legalidad. Por ejemplo, fue miembro de la muy controvertida Propaganda Due (P2), una logia masónica que se sospecha está detrás de varios atentados terroristas de extrema derecha perpetrados por la red Il Gladio, fundada por la CIA.
A Berlusconi le iba muy bien. Fundó Fininvest, una empresa que se convirtió en un gran holding, activo sobre todo en el sector inmobiliario. También construyó un auténtico imperio mediático. Para ello, pudo contar con la ayuda de su amigo Bettino Craxi, el entonces primer ministro socialdemócrata italiano. También se convirtió en propietario del AC Milan.
Cuando en 1992 se lanzó en Italia una campaña a gran escala llamada «Mani pulite» (‘manos limpias’) sintió que la justicia se acercaba demasiado. Para evitar ser procesado y detenido, recurrió a la arena política, donde podía gozar de inmunidad. Es un truco muy utilizado en India, la llamada «mayor democracia del mundo»: en las elecciones de 2019 más del 40% de los diputados indios tenían causas penales pendientes ….
El panorama político con el que se encontró Berlusconi era de decadencia. Los numerosos escándalos mafiosos y las medidas antisociales de la ofensiva neoliberal provocaron el hundimiento de los partidos tradicionales. En la actualidad asistimos a un colapso similar de las familias políticas tradicionales en la mayoría de los países europeos, aunque algo menos dramático.
Berlusconi llenó el vacío que dejaron. Se presentó como «el salvador de la patria». Dirigió una campaña populista que giraba mucho en torno a su persona. Para ello hizo un uso muy hábil de su imperio mediático. La persona que controla la televisión, tiene una enorme ventaja sobre sus rivales políticos. Apareció constantemente en la tele y atrajo toda la atención. Su partido tiene el nombre de un eslogan futbolístico: Forza Italia («¡Vamos, Italia!»).
Funcionó. En las elecciones de 1994 se convirtió inmediatamente en primer ministro. Formó un gobierno con Alianza Nacional, sucesora del fascista Movimiento Social Italiano.
Siguió una línea de derecha dura. La inmigración ilegal se asoció a la delincuencia y los refugiados en los barcos interceptados fueron devueltos a Libia, donde las condiciones eran espantosas. En el ámbito socioeconómico mantuvo políticas neoliberales estrictas y antisociales.
En su larga carrera arremetió sistemáticamente contra la élite política, los jueces «comunistas» y los medios de comunicación. El hecho de que el pueblo italiano tenga hoy poca fe en las instituciones se debe en gran parte a él.
Otro gran «logro» de Berlusconi es haber normalizado y legitimado a la extrema derecha. Los partidos de extrema derecha participaron en casi todos los gobiernos que dirigió de 1994 a 2011. Un exministro de Forza Italia hizo el saludo fascista romano en el Parlamento .
Hace unos años proclamó con orgullo: «Llevamos a la Lega (1) y a los fascistas de vuelta al gobierno por primera vez en 1994″. En 2008 la actual primera ministra Giorgia Meloni se convirtió en ministra de Juventud en el gobierno Berlusconi. En aquel momento pertenecía a la ultraderechista Alianza Nacional y era la ministra italiana más joven de la historia.
Como Berlusconi controlaba gran parte de los medios de comunicación italianos, incluidos tres canales de televisión, tampoco es sorprendente que la extrema derecha recibiera y siga recibiendo un trato halagador en los principales medios de comunicación.
Berlusconi fue, en cierto sentido, el pionero del populismo contemporáneo. La erosión del Estado de derecho sirvió de inspiración a otros líderes occidentales. Basta pensar en Trump en Estados Unidos, Orban en Hungría o Morawiecki en Polonia. Sus alianzas con la extrema derecha se reprodujeron también en otros países, como Austria, Finlandia e Israel.
Como jefe de gobierno no logró gran cosa. No cumplió casi ninguna de sus promesas electorales. Bajo su reinado, la economía funcionó francamente mal y la deuda nacional se duplicó.
Pero, a pesar de sus desastrosas políticas de gobierno, sus numerosos escándalos sexuales, incluso con menores, las decenas de causas judiciales abiertas contra él y su pertenencia al P2, vinculado al terrorismo, fue el primer ministro que más tiempo ocupó el cargo en la Italia de la posguerra. Muchos italianos todavía lo veneran como un héroe.
Que una figura tan vulgar y burlesca como Berlusconi haya conseguido dominar durante años la política de un gran país europeo y que su ejemplo sea emulado en otros países occidentales demuestra hasta qué punto está podrido todo el sistema político y el funcionamiento de los medios de comunicación.
Nota:
(1) Se refiere de la Liga Norte, un partido separatista y de extrema derecha activo principalmente en el norte y el centro de Italia.
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y Rebelión como fuente de la traducción.