El acuerdo para instalar una estación de radar norteamericana, primera fase del escudo antimisiles, provocó la ira de Moscú. Pero el futuro del proyecto es incierto, porque en Polonia crece la oposición por razones económicas.
En el marco de su doctrina exterior de guerra preventiva, Estados Unidos firmó un acuerdo de defensa con la República Checa. El pacto permite la instalación de una estación de radar norteamericana en suelo checo, como parte del escudo antimisiles que la administración Bush planea montar en la parte oriental de Europa. La firma del tratado provocó una firme reacción de Rusia. «Si cerca de nuestras fronteras se inicia un despliegue real del sistema de defensa antimisiles estratégico estadounidense, nos veremos obligados a reaccionar no de forma diplomática, sino mediante técnicas militares», indicaron desde el Kremlin.
Para el gobierno estadounidense, el acuerdo firmado ayer constituye un progreso para la seguridad mundial y es un avance para prevenirse de potenciales ataques de países como Irán. «Este acuerdo de defensa antimisiles es importante como la piedra angular no sólo de la seguridad de Estados Unidos y de la República Checa, sino también de la seguridad de la OTAN y de toda la comunidad internacional», declaró la secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice. «Este acuerdo pone en evidencia un deseo conjunto de proteger al mundo libre», coincidió el primer ministro checo, Mirek Topolanek. De todas formas, el acuerdo deberá ser ratificado en el Parlamento bohemio donde, según encuestas publicadas en la prensa europea, la medida podría ser rechazada.
El objetivo de los Estados Unidos es que el radar esté conectado con un sistema de diez cohetes interceptores de misiles, que debería emplazarse en Polonia. Pero las negociaciones entre Washington y Varsovia están empantanadas. El gobierno polaco considera insuficientes las compensaciones militares que el gobierno estadounidense le ofrece a cambio de instalar el escudo. La tensión generada entre ambos países hizo que el gobierno de George Bush comenzara a tantear la posibilidad de instalar los lanzadores en Lituania. Para Washington, el tiempo apremia e intenta concretar su plan cuanto antes. «La proliferación de misiles balísticos no es una amenaza imaginaria», sostuvo Rice.
Más allá de las sonrisas y los brindis de la ceremonia de la firma, la concreción del acuerdo cayó mal en Moscú. En el gobierno ruso consideran que el pacto no aumenta la seguridad de la República Checa ni de Europa en general, y que el sistema antimisiles es capaz de dinamitar la estabilidad y la seguridad a escala global. Además, para el Kremlin, el acercamiento de elementos del arsenal estratégico norteamericano a su territorio puede ser empleado para debilitar su propio potencial de disuasión. «Cualquiera que sea el desarrollo de la situación, partiremos ante todo de la necesidad de garantizar debidamente la seguridad de nuestro estado. Está claro que en esta situación la parte rusa tomará medidas adecuadas para compensar las amenazas potenciales a su seguridad nacional. Pero no somos nosotros los que elegimos», sostiene un comunicado difundido por la Cancillería rusa.
En el texto, Moscú lamenta que en los hechos Estados Unidos hayan ignorado la propuesta alternativa que efectuó Rusia de crear juntos un sistema colectivo de seguridad para las amenazas de ataques con misiles. También denuncia que Washington retiró sus propuestas de medidas de transparencia y control que le había ofrecido con anterioridad para convencerla de que el escudo antimisiles no estará dirigido contra ella. Y advirtió que apuntará con sus misiles nucleares a los países que alberguen las instalaciones estadounidenses.