«En un mundo tan globalizado, la UE nunca ha sido tan necesaria y, sin embargo, tan cuestionada»«Agenda de los ciudadanos», Comisión Europea «Exclus, etudiants, chomeurs et salariés, c’est tous ensemble qu’on va gagner»(«Excluidos, estudiantes, parados y asalariados, es todos juntos como vamos a ganar»)Lema de las movilizaciones francesas contra el Contrato de Primer Empleo (CPE) […]
«En un mundo tan globalizado, la UE nunca ha sido tan necesaria y, sin embargo, tan cuestionada»
«Agenda de los ciudadanos», Comisión Europea
«Exclus, etudiants, chomeurs et salariés, c’est tous ensemble qu’on va gagner»
(«Excluidos, estudiantes, parados y asalariados, es todos juntos como vamos a ganar»)
Lema de las movilizaciones francesas contra el Contrato de Primer Empleo (CPE)
A pesar del rechazo popular, los poderes «europeos» (continentales) buscan cómo relanzar el proyecto de la UE superpotencia
La Constitución Europea ha estado en la nevera durante un año, para conservarla, aunque algunos grandes actores (Gran Bretaña, en especial) la hubiesen querido llevar directamente a la morgue, para sepultarla. Pero la cumbre de Viena la ha intentado sacar de ese estado de postración, en el que la había sumido el No francés y holandés. Era preciso rescatarla pues «Europa», como proyecto del capital y de poder, se enfrenta a un mundo crecientemente competitivo, convulso y en crisis, y necesita dicho instrumento para operar en él. A la Unión, le es perentorio tenerla para profundizar en su deriva neoliberal, para construirse como actor político-militar de primer orden mundial, y para gestionar una UE cada día más amplia y compleja. Los principales actores de la «Europa» continental se habían puesto por fin de acuerdo en que hacía falta resucitar esta especie de Frankestein. El problema es cómo hacerlo.
Después de haberse dado un año de plazo de reflexión para evaluar qué hacer tras el shock traumático de su rechazo popular en dos de los países fundadores, los grandes países del euro (Francia, Alemania, Italia y España), así como la Comisión y el Parlamento europeos, habían consensuado la voluntad de reactivar el proceso de ratificación. La posición a este respecto de la Alemania de Merkel (y de la «Gran Coalición» [2] ), el principal país de la Unión, había sido clave en este cambio de actitud, y la elección de Prodi en Italia en menor medida también. Son ya 15 los países que han aprobado la Constitución (dos por referéndum, España y Luxemburgo) [3] , entre ellos casi todos los del Eurogrupo, y alguno más lo hará en el próximo año, probablemente Finlandia (octubre 2006), Portugal (2007) y República Checa (sin fecha), aunque el resultado de las últimas elecciones en este país pone en peligro este deseo. A pesar de ello, cinco miembros de la Unión: Gran Bretaña, Dinamarca, Irlanda, Polonia y Suecia, se muestran claramente reticentes a aprobar la nueva Carta Magna. Algunos, porque han prometido referendos que saben que van a perder; otros, porque a pesar de no tener previstas consultas populares saben que existe un fuerte rechazo a la Constitución y a «Europa» en sus sociedades; y finalmente, otros también porque además a sus estructuras de poder les gustaría directamente que no se aprobase, caso principalmente del Reino Unido y, en la actualidad, Polonia (cuya nueva mayoría gubernamental es «eurofóbica», aparte de ferozmente católica y homofóbica).
Pues bien, la reciente cumbre de Viena ha parido por así decir un ratón, pero ha sentado ciertas bases para volver a reactivar la ratificación del proceso constitucional. Una vez más ha sido principalmente Gran Bretaña, seguida de Polonia, las que han aguado la fiesta, y han obligado a dilatar el proceso. Esto es, se ha prorrogado otro año más el periodo de reflexión. Y así, el embrollo de la parálisis constitucional no se empezará a despejar hasta el fin de la presidencia alemana de la UE (junio 2007), pues es preciso guardar unas mínimas formas «democráticas», para hacer tragable a la opinión pública europea, y en concreto a la francesa y holandesa, lo que sus sociedades han rechazado. Y todo ello, como si se tomara en consideración el resultado de esos plebiscitos, y pareciera que se tuvieran asimismo en cuenta las necesidades de la ciudadanía «europea», a pesar de que estos movimientos responden a otros condicionantes e intereses. De esta forma, se piensa en cambiar el nombre de la Constitución Europea (se habla de algo así como «Tratado Fundamental», como título del «nuevo» texto), y tal vez prescindir de alguna parte no sustancial de ella. El objetivo es facilitar su futura aprobación parlamentaria en Francia y Holanda, una vez celebradas las nuevas elecciones presidenciales y legislativas respectivas, así como en el resto de los países de la Unión que aún no han ratificado el texto. Pensamos que nunca más se volverá a convocar un referéndum en «Europa», sobre todo en relación con aspectos institucionales comunitarios. La presidencia alemana hará pues una propuesta al respecto al final de su mandato, pero no será hasta finales de 2008, a la conclusión de la presidencia de turno francesa, que se presentará el texto definitivo consensuado (en esta nueva edición de la pinza franco-alemana), con el fin de abordar su aprobación definitiva en 2009. Año de elecciones al Parlamento Europeo. Es decir, tres años después de lo previsto (2006), si es que llega a buen fin.
Mientras tanto, habrá que exprimir el Tratado de Niza, como dicen Chirac y Merkel, y explicar pacientemente a los ciudadanos de la Unión el coste de la «No Europa». Esta prevista una campaña al respecto (la cita de inicio del Epílogo es una muestra de ello). Asimismo, se intentará fomentar (aún más) la identidad europea a través de distintas medidas socioculturales: programa Erasmus, voluntariado europeo, currículum educativo común, etc. Esto es, pedagogía comunicativa y social, para hacer sexy a «Europa». Como parte de este proceso se piensa también celebrar por todo lo alto el próximo año el 50 aniversario del Tratado de Roma (marzo 2007), mediante una Declaración Solemne de compromiso de los Estados con los denominados principios de «Europa». Entre ellos la dimensión social del proyecto. Pero no está claro si los ciudadanos comunitarios lo comprenderán, sobre todo por las duras políticas neoliberales que emanan de la Unión (directiva Bolkestein y similares).
Igualmente, en Viena se ha contemplado el frenar el proceso de ampliación, una vez que se incorporen Bulgaria y Rumania el próximo año, al menos hasta que la ratificación «constitucional» no se termine. En nombre de la «capacidad de absorción» de la actual UE. Ello se justifica, por parte de Francia principalmente, como una forma de atender la «petición» de la sociedad francesa de frenar los «peligros de la ampliación» (el fantasma del «fontanero polaco»), con el fin de facilitar la aprobación del futuro texto «constitucional». Cuando en realidad, lo que está en juego para los poderes europeo-continentales (en especial para París) es que no se puede seguir ampliando «Europa», si antes no se profundiza en la estructura política (y militar) que define la Constitución. En este tema también hay una oposición de Gran Bretaña a que se frene la ampliación de la UE, que en la actualidad afectaría a Croacia y especialmente Turquía. Lo cual haría muy difícil que otros que esperan entrar en «Europa» lo puedan hacer: el resto de los países de la antigua Yugoslavia (con un nuevo Estado ya, Montenegro, y quizás otro en ciernes, Kosovo), o Ucrania y Moldavia, llegado el caso. La Comisión se ha comprometido a hacer un informe sobre la «capacidad de absorción» de la UE para otoño, que será debatido en la cumbre de la Unión de diciembre de este año. Todo indica, pues, que no habrá más ampliaciones hasta que la UE tenga «capacidad de absorción» (es decir, hasta que no se haya aprobado la Constitución, o el texto que la sustituya).
Sin embargo, en Viena se ha aprobado una cláusula (a instancias del Reino Unido) que diluye el compromiso de aprobar el futuro texto constitucional por parte de los países que hasta ahora no han ratificado el actual. Esto puede generar una situación compleja, y abrir la vía para una «Europa» (al menos) a dos velocidades [4] . Para esa fecha, en torno a finales de 2008, o principios de 2009, es muy probable que la totalidad de los miembros del Eurogrupo hayan aprobado ya la Constitución actual, o el futuro texto (incluida la próxima incorporada a la moneda única Eslovenia, que ya lo ha ratificado). Portugal piensa hacerlo durante su presidencia (segundo semestre 2007), e Irlanda aprovecharía seguramente el cambio formal de texto para sortear el referéndum prometido y aprobar el nuevo Tratado en el Parlamento. En ese caso, Dinamarca quizás procuraría hacer lo mismo, desembarazándose también, no sin problemas, de la promesa del referéndum. Y Suecia es probable que acudiese asimismo a la vía parlamentaria para su ratificación (no tenía previsto convocar referéndum, a pesar de la presión social al respecto). Los dos países nórdicos, que están fuera del euro (por rechazo popular), son demasiado pequeños y vulnerables para aguantar el tipo solos, pero tienen que vencer el rechazo ciudadano. El problema es cómo, pues el coste político será alto. Tan solo quedarían Reino Unido y Polonia (si es que continúa en sus trece) al margen de la aprobación. Ambos países tienen fuertes vínculos con EEUU. Y en estas circunstancias es muy factible que la futura Unión decida tirar para adelante sin ellos, estableciendo una estructura institucional a dos velocidades, como mínimo (pues no todos los que aprueben el nuevo texto formarán parte del euro, la bussiness class comunitaria). Sin embargo, es probable que Polonia no pueda resistir la presión de Alemania, su poderoso vecino, para que se sume al resto, pues son muchos también los lazos e intereses que la unen a la UE continental, pero intentará renegociar su peso en la toma de decisiones. Este escenario ha sido mencionado por Juncker, presidente de Luxemburgo, con ocasión de la cumbre de Viena: es decir, que la futura Unión se mueva adelante sin el Reino Unido.
De cualquier forma, esta «hoja de ruta» puede verse alterada por la extrema fluidez de los cambios en los escenarios noratlánticos y globales, por las más que posibles agudas crisis que se dibujan cada vez con más nitidez en el horizonte, y por el propio rechazo social a estos proyectos de poder. Lo cual puede provocar que «Europa» se vea obligada a construir su dimensión político-militar de forma brusca, y autoritaria, como ya hemos apuntado, o bien que el propio «proyecto europeo», y el euro, puedan saltar por los aires [5] . Nada está descartado.
Un mundo en profunda transformación y en crisis: todo lo que parece firme se desvanece en el aire
Pero el capital se mueve también con otras lógicas y ritmos, en muchos casos frenéticos, y a veces contradictorios. Sobre todo el capital financiero y especulativo. Recientemente ha saltado a la prensa la noticia de que Wall Street se iba a hacer con Euronext [6] , para crear un enorme mercado bursátil transatlántico, el mayor con mucho del mundo, en detrimento de una aproximación similar que intenta hacer la bolsa de Frankfurt. Chirac, Merkel y hasta el propio Trichet, presidente del Banco Central Europeo, han mostrado su descontento con esta operación, manifestando que preferían la consolidación de una gran bolsa europea continental. Por otro lado, la bolsa de la City de Londres, que hasta ahora cabalga por su cuenta, plantea fusionarse con el mercado Nasdaq de Nueva York. Estas posibles fusiones transatlánticas plantean serias dudas acerca de cuáles serían los órganos supervisores de las mismas, de qué poder político dependerían, y cuáles serían las normativas que se les aplicarían. ¿O es que el capital financiero (y especulativo) que operará en ellas busca independizarse aún más de cualquier control o regulación política? En este sentido, el propio Banco Central Europeo ya ha alertado de los tremendos riesgos a la estabilidad financiera que suponen el crecimiento imparable de los hedge funds, o fondos de alto riesgo, altamente desregulados y apalancados (con créditos), sobre todo si se produce una fuerte subida de los tipos de interés.
Igualmente, la nueva directiva de la Unión sobre los mercados financieros, cuyo objetivo es crear un verdadero espacio financiero único «europeo» para 2007, establece las condiciones no sólo para fomentar un gran mercado bursátil coordinado a escala de la Unión, sino que también da alas a la integración de las instituciones financieras privadas comunitarias. El objetivo es impulsar su proyección mundial, y poder competir mejor con las correspondientes angloestadounidenses, de mayor dimensión global y que dominan en general la banca privada y de inversión. Es decir, se pretende impulsar la creación de grandes bancos y aseguradoras transeuropeos, pues hasta ahora los existentes son en gran medida de base nacional, ya que ha habido pocas fusiones y adquisiciones transnacionales en el seno de la UE. Además, dicha nueva directiva propicia la desregulación de los mercados financieros, para hacer frente a la competencia creciente de los paraísos fiscales, y posibilita que las grandes instituciones bancarias privadas creen sus propias plataformas de negociación interna de activos financieros, compitiendo con los propios mercados bursátiles. Este nuevo marco (des)regulador, se suma a las posibilidades que abre a escala europea, y sobre todo mundial, la nueva normativa Basilea II, que entra también en funcionamiento pleno en 2007. Esta normativa diseñada por los principales actores financieros del «Norte», impulsará fusiones y adquisiciones sin precedentes a escala global, y sobre todo la apropiación por parte de los grandes actores financieros centrales de las instituciones bancarias del «Sur». El cierre de los acuerdos de la Ronda Doha de la OMC (si es que se alcanza), en el capítulo AGCS (Acuerdo General del Comercio de Servicios), en su apartado de servicios financieros, camina en la misma dirección. Todo lo cual va a propiciar la creación de gigantes financieros mundiales cada día más difícilmente regulables y controlables por parte de los poderes públicos, haciendo a éstos cada vez más dependientes de sus intereses y dinámicas. Esto es, supeditando cada vez más el interés publico a la avaricia privada, lo que generará con seguridad escenarios de riesgos sin precedentes.
Y a ello habría que añadir el que se pretende relanzar el proyecto de un gran mercado transatlántico, un área de libre comercio entre EEUU y la UE, que iría acompañado también con medidas institucionales. El Parlamento Europeo acaba de aprobar dos informes al respecto, impulsados por el PPE y el PSE respectivamente, el primero «político» (y securitario) y el segundo «económico», que se complementan entre sí. Y solo el grupo Izquierda Europea se ha opuesto a su aprobación. Importantes sectores del capital a ambos lados del Atlántico Norte presionan en ese sentido, con el fin de conseguir un mercado común de capitales para el 2010, y un mercado único sin barreras para bienes y servicios para el 2015. Lo cual supondría un alineamiento total con el sistema legal estadounidense, aún más des-regulado que el «europeo». De avanzarse por esta vía, eso significaría probablemente el triunfo de las tesis más atlantistas dentro de la UE, y una dificultad adicional para que «Europa» se configure como proyecto propio en el escenario mundial. Se afianzarían las tesis de una «Europa euro-americana», con una agenda común militar en cuanto al control global de recursos energéticos, probablemente a través de la OTAN, y en especial en relación con Oriente Medio [7] ; lo cual haría más difícil la consolidación de una «Europa» superpotencia con perfil autónomo, que defienda mejor los intereses del capital europeo más vinculado al continente, sobre todo en situaciones de crisis. ¿Responden las virulentas tensiones entre Villepin y Sarkozy a distintas visiones de las relaciones noratlánticas en el seno de la derecha francesa, más allá de rivalidades políticas en torno al futuro liderazgo presidencial? [8] Quizás. No en vano Francia es el principal motor potencial de una «Europa europea» (valga la redundancia). Son pues muchas las tensiones que se incuban en un proyecto de mayor confluencia noratlántica. Entre otras (aparte de las sociales internas en la Unión a un proyecto así, debido al colapso de la imagen de EEUU en gran parte de «Europa»), el hecho de la rivalidad en aumento entre el dólar y el euro a escala global, y la enorme dificultad de garantizar el acceso a los combustibles fósiles de forma conjunta, en especial cuando la finitud de éstos es cada día más evidente, y los espacios geográficos a asegurar el abastecimiento tan distantes. ¿Se pondrán de acuerdo los dos gigantes en cuestiones energéticas, o se disputarán (llegado el caso) unos recursos fósiles cada día más escasos?
Así, la crisis del dólar parece que se acentúa irremediablemente. La OPEP ha manifestado su intención de empezar a cambiar hacia el euro la venta del crudo. Irán acaba de crear una nueva bolsa para comerciar el crudo en euros (la tercera del mundo tras la de Nueva York y Londres, ambas en dólares). Y muchos grandes países empiezan a diversificar las reservas de sus bancos centrales en dólares hacia el euro y otras divisas (Rusia, China, y otros del sudeste asiático) [9] . Estas circunstancias, junto por supuesto la cada día mayor dificultad por parte de EEUU de financiar sus enormes déficits gemelos (fiscal y por cuenta corriente), pueden precipitar la crisis del dólar, y obligar a la Reserva Federal a elevar bruscamente los tipos de interés para intentar frenarla. Recientemente esta institución ha tomado la decisión de no publicar la cifra del MP3, la cantidad de dólares en circulación en el mundo. Ello es un claro intento de monetarizar la enorme deuda estadounidense, procurando ocultar (vanamente) a los mercados mundiales de divisas el conocimiento de esta variable. Y si el dólar se hunde, y los tipos de interés se disparan, está muy probablemente cantado el estallido de las diferentes burbujas financiero-especulativas que se han ido creando en estos últimos años (inmobiliaria, bursátil, capital riesgo, derivados, etc). Burbujas que se han originado como resultado de la loca huida hacia delante para escapar de los ciclos económicos capitalistas, y de la temida deflación-depresión global, mediante la creación sin restricción de dinero (en divisas fuertes) a todos los niveles; situación incentivada en los últimos años por unos tipos de interés excepcionalmente bajos, para hacer frente al colapso bursátil global activado por el estallido de la burbuja financiera de la new economy (2000-2003). La importante caída de los mercados bursátiles en las últimas semanas en todo el mundo, en especial en las bolsas de los mercados emergentes, es un buen síntoma de ello, y ha sido consecuencia del endurecimiento generalizado que se viene manifestando ya en la política monetaria a escala global, propiciada por la subida de tipos del dólar y las tensiones inflacionistas debido al alza del petróleo.
Si estos problemas se recrudecen, el incremento de tensiones entre el dólar y el euro está garantizado, y entre los poderes político-militares que los respaldan probablemente también; y como ya hemos apuntado en otras partes del texto, la dimensión política y militar es escasa en el caso del euro. De ahí, a lo mejor, la necesidad en un momento determinado de construcción abrupta de la «Europa superpotencia» para sostener al euro. Además, como ha mencionado Rodrigo Rato, presidente del FMI con ocasión de la reunión de primavera de esta institución, ya no estamos en el mundo de 1985 (año de los Acuerdos del Plaza, en Nueva York) cuando el G-5 tomó la decisión (impuesta por EEUU, y sufrida principalmente por Japón) de devaluar ordenadamente un dólar absolutamente hegemónico. Hoy el nuevo capitalismo global funciona de una forma muy distinta (entre otras cosas, está el euro que erosiona seriamente la hegemonía del dólar), y ni siquiera el G-8 puede plantearse impulsar una devaluación ordenada del dólar para corregir los brutales desequilibrios globales. Es decir, hace falta el concurso también de los nuevos poderes emergentes mundiales (principalmente China, pero también India y Arabia Saudi, además de otros países del sudeste asiático y Oriente Medio), pues son ellos los que garantizan la suerte del dólar. No EEUU. Ni el G-8 (aunque «Europa» y Japón cumplan un papel importante). Y es por eso que el FMI se ha ofrecido «graciosamente» (animado por EEUU, con el apoyo de sus socios occidentales) para ayudar a gestionar conjuntamente, con todos ellos, la corrección de los desmesurados desequilibrios del capitalismo global, en constante ascenso. Pero para ello necesita cambiar su propia estructura de decisión interna, y que los nuevos actores acepten y respalden su actuación. Parece una tarea hercúlea, y es más que probable que graves fluctuaciones económicas desordenadas, y posibles colapsos monetario-financieros, acontezcan antes que se logre afianzar un hipotético nuevo orden hegemónico mundial, que sustituya al actual en crisis. Si es que no entramos de lleno en un periodo de caos sistémico multipolar. El escenario más probable.
En este sentido, la fuerte subida del petróleo está cambiando los equilibrios de poder. Y ésta, entre otras razones, está dificultando muy seriamente la capacidad de imponer los intereses de Occidente, y en concreto de su núcleo duro: EEUU y UE, a través de las instituciones que controlan (o que creían que controlan): el FMI, el BM y sobre todo la OMC [10] ; lo cual está poniendo en primer plano del acontecer internacional la importancia del poder político (y militar), en esta nueva etapa de «globalización armada» en la que hemos entrado de lleno en los últimos tiempos. A este respecto, llama la atención cómo Rusia, p.e., ha podido, a causa de los enormes ingresos del petróleo y del gas en los últimos años, devolver la deuda contraída con el FMI, y con algunos Estados de la Unión (en concreto Alemania), y cómo ello le permite relacionarse en otras condiciones, menos dependientes, y más exigentes, con EEUU y la UE. Es más, Rusia ha visto cómo se revaluaba el rublo en los mercados de divisas, al tiempo que acumula abultadas reservas en divisas fuertes. Además, sabe que controla la llave del gas, y amenaza a «Europa» con la posibilidad de abastecer a China a medio plazo, y desatender sus demandas en ascenso si no atiende también sus peticiones. En concreto, el interés de la estatal Gazprom, una de las mayores empresas del mundo, de penetrar en el mercado europeo de la energía, y comprar parte de sus empresas en este campo, para participar en sus beneficios. Tiene dinero de sobra para ello, y lo puede hacer sin problemas.
De repente, la superpotencia postrada y en declive que dormitaba al Este de «Europa» se recobra con inusitada fuerza, y es capaz de poner en serios apuros a la UE, y al espacio de influencia exterior mutuo que se disputan (Ucrania, Moldavia, Bielorrusia), al que Rusia amenaza con cortar el abastecimiento energético, si es que no entra en razones. Es más, las amenazas de Rusia están uniendo a los propios socios «europeos», convirtiéndose en un factor forzado de cohesión interna, a pesar de las tensiones internas que también se manifiestan en este terreno [11] . Y al mismo tiempo Rusia se garantiza una negociación de un Acuerdo de Libre Comercio Plus con la Unión más acorde con sus intereses. Sabe que tiene una importante sartén por el mango, el control de la energía, aunque la UE tenga abundantes capitales y enormes empresas y bancos, así como tecnología. Y logra ese «Plus» que se añade a la denominación del acuerdo de libre comercio, pues éste contempla también aspectos político-militares, en los que Rusia es más fuerte (sobre todo en el plano nuclear) que los distintos Estados de la UE por separado. Es decir, se plantea como una relación privilegiada entre dos socios (en equilibrio desigual) condenados a entenderse, que intentan aprovecharse mutuamente.
La Unión está impulsando en los últimos años relaciones de libre comercio (e inversión) con las grandes regiones del mundo, de forma independiente y en paralelo con las que está planteando también EEUU, pero se está encontrando con más dificultades de las esperadas. Nuevamente observamos cómo el factor político, y el poder militar, se están convirtiendo en elementos decisivos en las negociaciones. El mercado funciona cada vez menos sin ellos, aunque éste quisiera (con la boca pequeña) independizarse en ocasiones de los mismos, en el mundo irreal en el que cree que opera. Recientemente la cumbre UE-ALyC (es decir, de la Unión con América Latina y el Caribe), se ha saldado con un sonoro fracaso. Los resultados que ha obtenido «Europa» han estado muy lejos de sus deseos [12] . Y aquí otra vez constatamos los límites que impone a la expansión de los intereses del mercado el ámbito de lo político. Por un lado, la «Europa» paralizada (y débil político-militarmente hablando) chocó con una América Latina dividida y levantisca, en proceso de importantes transformaciones políticas, debido a la irrupción en escena de fuertes movimientos populares de resistencia (indígenas, campesinos, urbanos) al orden global neoliberal imperante. Unos días antes de la cumbre Evo Morales anunciaba la nacionalización de los hidrocarburos de Bolivia, Chávez dinamitaba la Comunidad Andina al sacar a Venezuela de la misma, y ambos, junto con Castro, decidían impulsar previamente un proyecto propio: el Acuerdo de Comercio de los Pueblos. No es pues de extrañar el fracaso de la cumbre. Y por otra parte, desde el lado de los movimientos sociales, éstos han empezado a constituir, por primera vez, enlaces bi-regionales de las redes de resistencia a los acuerdos de libre comercio e inversión, a esta especie de «ALCA europeo» que quiere impulsar la Unión, y a la propia creación en suelo europeo de la UE que define la Constitución Europea. Un paso de gran importancia y trascendencia. Y hasta fueron capaces de atraer a su encuentro alternativo a dos de los presidentes de la cumbre oficial de Viena (Evo Morales y Hugo Chávez), denunciando y desbaratando el intento de «diálogo político» domesticado y acorde con sus intereses que intenta promover la Unión con América Latina.
Pero «Europa» intenta avanzar también en su construcción política a partir de la gestión común de su agenda securitaria interna, como ya hemos visto, y utiliza ésta para justificar y ayudar asimismo a su proyección mundial, si es preciso. La coordinación de la política «antiterrorista» común ha avanzado a gran velocidad, armonizando y endureciendo el marco penal, jurídico, policial y, en definitiva, represivo. En política migratoria común la convergencia está siendo más lenta, pero sustancial, en el objetivo de alcanzar la «Europa fortaleza». Con ocasión de la «crisis de los cayucos» (los nuevos flujos migratorios por mar desde países subsaharianos a Canarias), la Unión (a instancia española) está empezando a ejercitar una respuesta común (policial y militar) de varios de sus socios, como parte de la puesta en escena de la Agencia Europea de Fronteras (Frontex, con sede en Polonia). La creación de dicha Agencia se contempla en la Constitución Europea, pero ante la parálisis de ésta se ha decido acelerar su puesta en funcionamiento. En este sentido la dimensión política interior avanza más rápidamente, y con menos tensiones, que la dimensión política de cara al exterior. Y curiosamente, se utiliza también esta «crisis» para desarrollar e imponer objetivos económicos y financieros más amplios. La cumbre Europa-África que se desarrollará en 2007 en Portugal, pretende utilizar la palanca de las ayudas al «desarrollo» que la Unión da a los países africanos, no sólo para que éstos controlen in situ los flujos migratorios que parten o atraviesan sus territorios, sino para conseguir asimismo un acceso cada día más irrestricto a sus recursos y a sus mercados, y defender sus intereses manu militari, si es preciso. Los recursos y mercados de este continente rico en materias primas, se disputan cada vez más otros poderes globales: EEUU y China, principalmente.
Los retos de la sociedad civil frente a un gradiente enorme de poder
Asistimos pues a la expansión de un tremendo poder económico y sobre todo financiero, a escala europea y mundial, que manipula y utiliza un poder político en crisis, asentado en gran medida todavía en la estructura de un Estado-nación cada día más endurecido, a pesar de los intentos de crear aquí una «Europa» supraestatal (y militarista). Ello se da en paralelo con un poder ciudadano en general muy débil, debido a la existencia de una estructura social muy atomizada y estratificada, con tensiones interétnicas e interculturales, y colonizada y dividida desde las estructuras de poder. Todo ello configura un tremendo gradiente de poder, y plantea una enorme dificultad para reaccionar ante este estado de cosas, y en relación con los futuros escenarios de crisis previsibles, así como para abrir caminos de emancipación social. Los instrumentos de los que se había dotado la llamada izquierda para influir y transformar la sociedad en el siglo XX atraviesan una profunda crisis, esto es, los partidos y sindicatos progresistas que en general han sido cooptados por las estructuras de poder, y la vía institucional parece totalmente cerrada a cualquier tipo de cambio emancipador. Es más, es desde las propias instituciones de la «democracia», desde las que los distintos poderes actúan para imponer sus intereses, en detrimento de lo social y del entorno ambiental, local y mundial, en el que desarrollamos nuestra existencia.
Igualmente, se siguen promoviendo proyectos de gobernabilidad dura, «neocon», en muchos territorios de la UE. En las últimas elecciones en Italia ha surgido hasta un denominado Partido del Papa, que ha llegado a elaborar un Manifiesto por Occidente, para rescatar y defender las raíces cristianas de «Europa», con ánimos de proyectarse a toda la Unión. Y Blair se ha llegado a poner en manos de «Dios», pues es «Él» el único que verdaderamente pueda juzgar su papel en la Historia. La cadena Fox y el resto del grupo Murdoch (uno de los principales soportes mediáticos de Bush y Blair) planea un amplio desembarco en los países de la Unión (con el acompañamiento también de Aznar), que ya está siendo intenso en los nuevos socios del Este. Y es en éstos también donde se están imponiendo últimamente dinámicas neoconservadoras cada día más acusadas y claramente autoritarias. Murdoch pondrá también seguramente su grano de arena para que predomine la «Europa americana», que comentábamos antes, y seguramente para que fracase la aprobación de la «Constitución Europea» [13] . Por otro lado, en las elecciones italianas el desprestigio de la política, a través de los medios, ha llegado a alcanzar niveles inimaginables. El intento de convertir a la política en una verdadera chirigota, como ha hecho Berlusconi, es una estrategia también para llegar a imponer modelos autoritarios. Es preciso estar alerta ante todos estos intentos, como lo han hecho importantes sectores de la sociedad italiana, que se han movilizado contra Il Cavaliere, y adláteres, para abortar estas dinámicas, que de consolidarse harían aún mayor el gradiente de poder.
Pero, por otro lado, la debilidad de los movimientos sociales es a pesar de todo tan sólo aparente, como hemos señalado también en el texto, pues en el seno profundo de lo social bullen muchos más procesos moleculares de resistencia y transformación, no articulados, y por supuesto contradictorios, de lo que podemos percibir directamente en la superficie. Hay un profundo descontento social y un enorme hartazgo político, sobre todo con «Europa», desde donde principalmente se imponen las políticas neoliberales. Y sobre todo hay un gran rechazo social al desmantelamiento del Estado social y a la desregulación laboral salvaje. En ocasiones dichos procesos, en gran medida subterráneos, irrumpen con inusitada fuerza, de forma incontrolable, cristalizando súbitamente y sacudiendo todo el escenario político, aunque luego vuelvan a remitir, retirándose de la escena pública. Hasta el próximo estallido. Un caso paradigmático al respecto es lo que acontece en Francia, que podríamos decir que es el epicentro de estas dinámicas a escala de la Unión. El último episodio de la rebelión social gala ha sido quizás el más interesante, y el que ha tenido una mayor trascendencia al conseguir la retirada del CPE (Contrato del Primer Empleo) por parte del gobierno. La amplia y plural movilización social ha hecho recular al Estado. La cita que encabeza este Epílogo ilustra la gran diversidad social que ha sabido aglutinar la protesta, y nos marca quizás un camino a seguir en toda «Europa», aunque las situaciones socio-políticas en los distintos países de la Unión son muy diversas, y no existen ya recetas.
La última cita del Foro Social Europeo (FSE) en Atenas, en mayo de este año, nos ilustra también acerca de la vitalidad de las redes sociales más activas a escala europea, y espacios limítrofes. Y eso que mucho de lo que se mueve y resiste no acudió a la capital griega, tal vez lo más inserto en lo local. Pero aún así, la asistencia fue muy amplia, y hubo una nutrida presencia de representantes de países de la Europa del Este, incluido Rusia, así como de Turquía y, en menor medida, Palestina. El hecho de que a una cita así acuda una abundante representación de los países del Este tiene una gran trascendencia, pues indica que se están construyendo redes de resistencia social en unas sociedades enormemente desestructuradas y traumatizadas por el colapso de los regímenes de socialismo real, y la feroz transición hacia el capitalismo salvaje. Los abultados flujos migratorios Este-Oeste así lo indican, y la sangría poblacional (especialmente juvenil) que ello implica, hace aún más relevante la activación de lo social que se está generando en dichos países, sobre todo en un contexto político de gran dureza.
En Atenas el rechazo a la Constitución Europea fue rotundo, al contrario que en otros FSEs anteriores, en los que la presencia de la «eurofílica» CES (Confederación Europea de Sindicatos) fue más amplia, lo que condicionó la expresión pública de los mismos. El No francés y holandés ha sentenciado la partida en este espacio de confluencia plural. Y se manifiestan muchas iniciativas diversas acerca de cómo caminar hacia «otras Europas posibles», en las que el debate ecologista y antipatriarcal (hasta ahora en buena medida ausente) parece que cobra poco a poco fuerza. Pero había quizás un excesivo optimismo acerca de que la Constitución Europea estaba muerta, a consecuencia del rechazo social del No en Francia y Holanda. Para nada es así, como hemos intentado resaltar en este Epílogo. Y seguir articulando el rechazo social a esta «Europa» que se nos quiere imponer a toda costa, será una tarea muy importante para los movimientos sociales continentales en los próximos años. Es preciso también reforzar nuestra oposición a las políticas neoliberales de la Unión, y a los intentos de privatización de los servicios públicos ciudadanos, cada día más generalizados, al tiempo que intentamos también ir caminando hacia otras Europas y mundos posibles.
Y para ello es preciso tener presente la dimensión y el impacto mundial de «Europa», que se incrementará aún más con la consolidación de la «Europa» superpotencia que pretende sancionar el proceso constitucional. En este sentido, la ruta abierta por la cumbre alternativa de Viena: Enlazando Alternativas 2 [14] , de articulación de redes bi-regionales de resistencias y transformación (en ese caso entre Europa y América Latina), puede ser tal vez un modelo a promover en otros procesos de proyección global de la Unión, en África y Asia, p.e. Es decir, tanto en el próximo encuentro en Helsinki, en septiembre de este año, de la cumbre oficial UE-Asia, como en la ya mencionada cumbre Europa-Africa, en Lisboa en 2007, que se impulsan por la Unión con unos objetivos parecidos a los de la cumbre UE-ALyC, de Viena. Esto es, para mejor proyectar y defender sus intereses en esas regiones del globo. De hecho, se pretenden crear encuentros alternativos con la misma filosofía en ambos casos, que pueden ser buenos momentos de agregación, conocimiento mutuo y coordinación (no exclusivos, por supuesto) de las distintas redes regionales alternativas y antagonistas a los proyectos del poder. Y desde «Europa» debemos de tener en cuenta que caminar hacia otros mundos posibles, no se podrá hacer en ningún caso sin reducir nuestra huella ecológica, que impacta brutalmente en el mundo entero. Lo cual no será posible materializar sin un decrecimiento ordenado que permita caminar hacia sociedades más justas y sostenibles aquí en Europa, para que también ello sea posible en el mundo entero. El debate no ha hecho sino empezar. Y queda mucho hacer.
[1] Este texto saldrá publicado como epílogo de la edición en inglés del libro del autor: «La compleja construcción de la ‘Europa’ superpotencia», que saldrá en septiembre de este año publicado por Pluto Press y el Transnational Institute de Ámsterdam.
[2] Cabe recordar que los dos principales grupos del Parlamento Europeo, el PPE y PSE, están presididos por alemanes de la Gran Coalición, y que Alemania tiene un peso institucional decisivo en la UE.
[3] Recientemente la ha aprobado Estonia.
[4] Dentro de los que han aprobado la Constitución hay países que están en el euro (de la antigua «Europa de los Quince»), y países que están fuera, los nuevos miembros de la Unión. Y asimismo países que están en el espacio Schengen, y países que no, y que todavía tienen restricciones a la libre movilidad de sus ciudadanos (también los del Este de la Unión). Las tensiones entre estas dos «Europas» también han sido manifiestas en Viena.
[5] Recientemente se ha llegado a especular con la posibilidad de que Italia pudiera abandonar el euro si continuaba con sus fuertes desequilibrios económicos (entre los que destaca una deuda pública del 110% del PIB, la mayor de los países del Eurogrupo), solución que propugnaban sectores del gobierno de coalición de Berlusconi (la Liga Norte), para dinamizar la economía. La llegada de Prodi significa un claro espaldarazo al euro.
[6] Euronext agrupa a las bolsas de París, Bruselas, Ámsterdam y Lisboa, así como al mercado Liffe de Londres.
[7] En los últimos tiempos se asiste a una confluencia, no sin tensiones, de EEUU y la UE en este terreno, después de la ruptura de la guerra contra Irak, principalmente respecto a la actitud hacia Asia Central (Afganistán), y los países del Golfo, incluida una aproximación común en la forma de tratar el «problema» de Irán. Igualmente, el silencio de «Europa» está siendo atronador respecto a la agudización del terrorismo de Estado de Israel contra el pueblo palestino, que apoya claramente EEUU, al tiempo que se produce un acoso de ambos al gobierno de Hamas.
[8] De hecho, las conspiraciones han partido de directivos de la propia industria de armamento, y han estado involucrados representantes de los servicios secretos y el estamento militar. Un cóctel explosivo.
[9] De cualquier forma, existe dificultad para satisfacer un fuerte aumento de la demanda mundial de euros. El BCE no puede emitir tan «fácilmente» euros como hace la Reserva Federal con los dólares. Ello provocaría una caída en la confianza internacional en el euro.
[10] La OMC es la institución que menos controlan los poderes centrales, pues se ven obligados a actuar por consenso con los grandes actores emergentes para llegar a acuerdos. De hecho, están encontrando enormes dificultades para cerrar la Ronda de Doha, de acuerdo con sus intereses.
[11] Polonia evoca el pacto nazi-soviético ante el acuerdo de Merkel con Putin sobre energía, y a pesar del mercado energético des-regulado que la Unión propone crear para el 2007, el núcleo duro del euro (Francia, Alemania, y el Benelux) intenta establecer un mercado común propio que le permita asegurar su suministro, y sobre todo consolidar y blindar sus propios gigantes energéticos.
[12] Conseguir un Acuerdo de Libre Comercio con toda la región para el 2010 como objetivo a medio plazo, profundizar los acuerdos vigentes de libre comercio con Chile y México, establecer ya un acuerdo de libre comercio con MERCOSUR, e iniciar procesos similares desde ahora con la Comunidad Andina, y Centroamérica, como objetivos a corto plazo. Tan sólo ha conseguido esto último, pues Centroamérica es el único conjunto de países que ha mostrado una unidad y un interés claro al respecto.
[13] Recientemente ha saltado a la luz en Gran Bretaña el papel que cumplió Murdoch para que Blair tomase la decisión de convocar un referéndum sobre la Constitución Europea (luego se echó para atrás, tras el No francés y holandés), lo que indujo a Chirac a convocar el referéndum (hasta entonces se resistía), lo que ha tenido fatales consecuencias para la ratificación de la Carta Magna (EL PAÍS, 29-6-06)
[14] Enlazando Alternativas 1 se desarrolló en Guadalajara, México, en paralelo a la cumbre oficial de 2004.
Ramón Fernández Durán es miembro de Ecologistas en Acción.