Cuando la cacofonía se conjura para arrastrar por el barro a un puñado de jóvenes que han sido encarcelados, es muy difícil encontrar el tono adecuado para hacer callar el estrépito y abrir paso a la verdad. Algunos medios de comunicación se apresuraron a dar crédito a la tesis proclamada por la ministra de Interior […]
Cuando la cacofonía se conjura para arrastrar por el barro a un puñado de jóvenes que han sido encarcelados, es muy difícil encontrar el tono adecuado para hacer callar el estrépito y abrir paso a la verdad.
Algunos medios de comunicación se apresuraron a dar crédito a la tesis proclamada por la ministra de Interior en su rueda de prensa, mientras que se estaban llevando a cabo los registros. Las personas detenidas eran condenadas de antemano.
Nadie habrá podido perderse el episodio de «policía-realidad» que hemos sufrido durante la semana pasada. La angustia, el miedo y las lágrimas nos han invadido y siguen haciéndolo. Pero lo que más nos ha herido y anonadado han sido las oleadas de mentiras que han sido vertidas.
Hoy han sido nuestros hijos, mañana podrían ser los tuyos. Aún estamos aturdidos, pero no paralizados. Las pruebas que exponemos a continuación intentan restablecer la verdad y hacer callar a la venganza.
Los detenidos han recibido un trato especial, confinados durante 96 horas, lo que debía presentarles como personas anómalas. La policía sospecha de ellos por estar demasiado organizados, por intentar atender sus necesidades básicas a partir de lo local, por haber recuperado en una aldea una tienda de comestibles que iba a cerrar, por organizar el suministro de alimentos para las personas mayores de los alrededores.
Nuestros hijos han sido llamados radicales . Radical, en el diccionario, significa tomar el problema desde su raíz. En Tarnac, plantaron zanahorias sin jefe ni líder. Piensan que la vida, la inteligencia y las decisiones son más alegres cuando son colectivas.
Tenemos la obligación de decirle a Michelle Alliot Marie que si la simple lectura del libro «La insurrección que llega», del Comité Invisible, hace de una persona un terrorista, ella corre el riesgo de que, a fuerza de tanto hablar de ello, cuente pronto con miles de terroristas en su territorio. Este libro, para quien se tome el tiempo preciso para leerlo, no es un «breviario terrorista», sino un ensayo político que intenta abrir nuevas perspectivas.
Hoy en día, los financieros responsables de la mayor crisis económica mundial de los últimos 80 años mantienen su libertad de movimiento a la vez que sumen en la miseria a millones de personas, mientras que nuestros hijos, que sólo son sospechosos de haber desenganchado algunos trenes, están encerrados y se enfrentan a posibles penas de hasta 20 años de prisión.
Lo más impresionante de esta operación policial no es el haber apuntado con un arma y encapuchado a un bebé de nueve meses dormido, sino el intentar hacer creer que la voluntad de cambiar un mundo tan perfecto sólo podía emanar de la cabeza de trastornados mentales, de asesinos en potencia.
Cuando las puertas se cierran, tenemos miedo que de ellas surjan los encapuchados. Cuando las puertas se abren, soñamos con que son nuestros hijos que vuelven.
¿Qué pasa con la presunción de inocencia? Pedimos que sean puestos en libertad durante la investigación y, evidentemente, que sea retirada cualquier acusación de terrorismo.
PS: Queremos saludar y dar las gracias al pueblo de Tarnac, donde prefieren creen en lo que han vivido que en lo que ven en la televisión.
Domingo, 23 de noviembre de 2008