Nos reunimos en un momento de profunda ofensiva del capital contra la vida, en el marco de las acciones que los pueblos organizamos en respuesta a la COP 30.
Nos reunimos en un momento de profunda ofensiva del capital contra la vida, en el marco de las acciones que los pueblos organizamos en respuesta a la COP 30.
No basta con dejar que la transición avance; hay que impulsarla deliberadamente, con estrategia y velocidad. Además, eso únicamente se puede lograr con política industrial y planificación del Estado
Durante la Cumbre de los Pueblos, evento paralelo y crítico a la COP30, se puntualizó en los agrotóxicos, quiénes lucran y quiénes padecen: producidos en Europa, prohibidos en ese continente, se venden y aplican en América Latina. El caso puntual de Brasil, primer importador mundial, la denuncia del uso de drones y la agroecología como forma de vida.
La periodista argentina Tais Gadea Lara hace un cierre de la COP30, que se celebra en Belém (Brasil).
La gravedad de la crisis ecológica no admite matices: estamos al borde de un desastre climático irreversible. Durante las tres últimas décadas, las emisiones mundiales de CO₂ no han dejado de aumentar. A pesar de decenas de acuerdos y cumbres internacionales, las actuales políticas nos conducen a un calentamiento global de 2,8 °C. Muy por encima del límite seguro.
La influyente revista económica The Economist llega a una conclusión llamativa: mientras EE. UU. titubea y Europa duda, China avanza a toda velocidad hacia el futuro verde con parques solares, baterías y coches eléctricos. Si la cumbre del clima en Belém demuestra algo, es esto: sin hardware chino el mundo no alcanzará sus objetivos climáticos.
Con el lema «La respuesta somos nosotros», los pueblos originarios y tradicionales plantean otra forma de enfocar la justicia climática.