En los últimos 15 años, China pasó de ser un socio económico relativamente menor de América Latina a ocupar la primera posición en la balanza comercial de algunas de las mayores economías de la región. En muchos casos, China desbancó a Estados Unidos de lo que Washington consideraba su propio patio trasero. En su conjunto, […]
En los últimos 15 años, China pasó de ser un socio económico relativamente menor de América Latina a ocupar la primera posición en la balanza comercial de algunas de las mayores economías de la región.
En muchos casos, China desbancó a Estados Unidos de lo que Washington consideraba su propio patio trasero. En su conjunto, las exportaciones latinoamericanas a China crecieron considerablemente a partir del año 2000, con una expansión anual promedio de 23 por ciento .
Sin embargo, este cuadro relativamente optimista oculta el hecho de que en los últimos años ese porcentaje se redujo precipitadamente. En 2012 el crecimiento de las exportaciones a China bajó a 7,2 por ciento.
Gran parte de la contracción se puede atribuir a la caída de los precios de las materias primas. Aunque las exportaciones latinoamericanas a China crecen en volumen, la volatilidad de los precios permitió el estancamiento de su valor, cuando no su caída.
América Latina tiene una fuerte dependencia de la exportación de sus materias primas a China y esto hizo que la región sea vulnerable a las fluctuaciones de precios. Más de 50 por ciento de sus envíos al exterior se limitan a tres sectores: el cobre, el hierro y la soja.
Esta falta de diversificación genera un conjunto de problemas, ya que los precios del cobre y del hierro cayeron en un porcentaje de dos dígitos en los últimos años, mientras los valores de la soja comenzaron a estancarse.
Además, estos tres principales productos de exportación se concentran en Argentina, Brasil y Chile, lo que revela también la falta de diversificación regional en las ventas a China.
Por el contrario, las exportaciones chinas a América Latina crecen tanto en volumen como en valor, sobre todo debido a la diversidad y a la naturaleza relativamente especializada de los productos exportados, en su mayoría provenientes del sector manufacturero, con un fuerte énfasis en la electrónica y los vehículos.
Estas industrias, en comparación con las materias primas, son mucho menos propensas a la volatilidad de los precios.
La consecuencia de esta tendencia es el déficit comercial que se abrió paso entre América Latina y China desde 2011. Aunque el volumen de las exportaciones latinoamericanas va en aumento, la naturaleza fundamental de sus productos socava el crecimiento y genera un problema en la balanza de pagos.
Mientras los precios de los productos básicos sigan a la baja, esta tendencia se mantendrá a lo largo de 2014.
A medida que China continúe superando a Estados Unidos como el principal socio comercial de América Latina, la influencia de Washington en la región podría menguar.
Es probable que la política exterior de la región se rija en el futuro próximo por la mayor dependencia de la demanda china por los productos básicos de exportación latinoamericanos.
China ya empleó su peso económico para disminuir la influencia política de Taiwán en América Latina.
Los nacionalistas chinos ven al pequeño estado insular como una extensión rebelde del territorio chino. Por eso los gobiernos chinos han procurado limitar todo apoyo internacional a la independencia de Taiwán.
Si la Organización de las Naciones Unidas (ONU) o la Corte Penal Internacional alguna vez tratan el asunto, Beijing ya tiene asegurado el respaldo de casi todos los países latinoamericanos.
Algunos de los países de tradición de izquierda en la región se arriman a China por razones políticas, ya que la ven como una alternativa a la hegemonía de Estados Unidos, pero quizás más significativamente es que lo hagan por razones económicas.
Naciones productoras de petróleo – como Venezuela, Brasil y Ecuador – son enormemente dependientes de la economía china, y Beijing ejerce gran influencia en ellos por este motivo. En consecuencia, tienden a seguir el liderazgo chino en el escenario diplomático internacional.
De hecho, un reciente estudio concluyó que cuanto mayor sea el comercio de un país con China, más propenso estará a votar a favor de Beijing en la ONU.
Eso limitará la capacidad internacional para indagar en la situación de derechos humanos china, y podría significar una gran ayuda para aquellos países en conflicto que reciben el apoyo de Beijing, pero no el de Washington.
En última instancia, a medida que China continúa la expansión de su influencia política y económica en América Latina, es posible que Washington se sienta cada vez más ajeno en lo que otrora calificaba como «el patio trasero de Estados Unidos».
Jill Richardson es investigadora en comunicaciones de la Iniciativa de Gobernanza Económica Mundial de la Universidad de Boston y colaboradora de Foreign Policy In Focus. Actualmente realiza una maestría en Relaciones Internacionales y Comunicación. Este artículo apareció por primera vez en Foreign Policy in Focus.