La presencia de 9.000 agentes da lugar a denuncias de los ciudadanos
Bases de defensa para prevenir posibles ataques aéreos, más de 50.000 vallas de seguridad y un despliegue policial sin precedentes (9.000 agentes). La ciudad de Estrasburgo se convertirá entre hoy y el domingo en algo muy parecido a un fortín con motivo de la celebración de la cumbre de la OTAN. Si bien los más de 272.900 habitantes de esta ciudad francesa fronteriza con Alemania están acostumbrados a que su vida cotidiana se vea marcada por las continuas visitas de jefes de Estado y personalidades que acuden a las sedes de las instituciones europeas, nunca antes sus rutinas se habían visto tan perturbadas como ahora. La visita del presidente de EEUU, Barack Obama, ha obligado a redoblar la seguridad. Grupos anti-OTAN han denunciado el supuesto «acoso policial» y las «excesivas restricciones». El Tribunal Administrativo de Estrasburgo está examinando si las denuncias tienen fundamento.
Sin precedentes
En la calle, está claro que sí. «Jamás había visto tanto revuelo, ni cuando vino el Papa, y llevo viviendo aquí 60 años», sostiene Gerard Goert, un ciudadano de 67 años. Para asegurar que la cita, a la que acudirán 6.000 representantes de 26 delegaciones, se desarrolle sin incidentes, se han establecido unas medidas de seguridad muy estrictas y complejas. Son unas restricciones que la mayoría de los habitantes de la ciudad y de los pueblos vecinos, que acuden diariamente a trabajar o a estudiar a Estrasburgo, juzgan excesivas, por lo que se ha levantado una ola de protestas por la «presión policial».
Alrededor de cada edifico donde tendrá lugar la cumbre se han establecido dos perímetros de seguridad. En la primera zona –un área llamada roja que rodea los alrededores más inmediatos de esos puntos–, solo podrán circular, a pie o en bicicleta, vecinos de ese barrio siempre que lleven puesta una chapa que da fe de su domicilio, y aquellas personas que tengan un permiso excepcional por motivo de trabajo. En ningún caso se permitirá el acceso de coches.
La segunda zona de seguridad, la naranja, rodea de manera mucho más amplia los lugares donde se celebran las reuniones. Aunque sometidos a los mismos requisitos que en el área roja, sí podrán circular vehículos de emergencias y los de los residentes que hayan acreditado sus coches previamente. «Yo no podré salir de casa el próximo fin de semana porque, al trabajar, no me ha dado tiempo a hacer cola para pedir mi permiso de circulación», explica indignada Marie Decker, de 34 años, que vive en el centro de la ciudad.
Vida alterada
Mientras que, en la mayoría de las cumbres precedentes, los encuentros entre jefes de Estado acontecían en las afueras de las áreas más transitadas, en Estrasburgo se da el caso de que las zonas donde se reunirán son céntricas, motivo por el que la vida cotidiana de los habitantes se verá seriamente afectada. Además, también como medida cautelar, la mayoría de las autopistas que permiten el acceso a la localidad alsaciana estarán cortadas, gran parte de la red de transportes públicos estará suspendida y Entzheim, el aeropuerto internacional de la región, paralizará su actividad, asegurando solo el puente aéreo con el Charles de Gaulle de París para permitir la llegada de las delegaciones internacionales.
Esta cumbre, en contra de todos los pronósticos, también perjudicará a los comercios. De momento, muchas escuelas han tenido que cerrar, así como la mitad de los restaurantes. El propietario de un conocido establecimiento de la ciudad, que no quiso revelar su identidad, explicó apesadumbrado: «Yo no puedo acceder a mi negocio y nadie me compensará las perdidas, ni Obama, ni Sarkozy».