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¿La cuestión del euro podrá escaparse algún día a la maldición FN? Sin duda, todo está destinado a caer en ella, sobre todo en una época que combina las confusiones y la histeria, haciendo prácticamente imposible cualquier debate racional. Pero ¿qué pasa cuando algunos de los identificados como de izquierdas, que abogan por la salida […]

¿La cuestión del euro podrá escaparse algún día a la maldición FN? Sin duda, todo está destinado a caer en ella, sobre todo en una época que combina las confusiones y la histeria, haciendo prácticamente imposible cualquier debate racional. Pero ¿qué pasa cuando algunos de los identificados como de izquierdas, que abogan por la salida del euro se suman a este debate intelectual, llegando a formular alianzas contra natura con la extrema derecha?

El FN, ese terrible azote, esa bendición

Excepto para vivir en el mundo de los sueños habermassian, la experiencia elemental muestra la imposibilidad de un debate ordenado – que exige previas hipótesis básicas muy específicas, como las bases científicas, para tener esta oportunidad. Pero la desfiguración que sufre el debate sobre el euro probablemente se mantendrá en la historia contemporánea como un caso extremo de alteración, e incluso de aberración, ofreciendo el espectáculo de un mundo político en el que toda racionalidad argumentativa parece haber desertado. Ciertamente, desesperados por defender el orden social que ellos desean, los dominantes están predispuestos al travestismo más desvergonzado para descartar cualquier alternativa, siempre presentando este debate como una monstruosidad. Por eso, el orden dominante tiene la imperiosa necesidad de crear sus monstruos si quiere sobrevivir – devolviendo de forma sistemática – el carácter monstruoso de todo lo que no sea él mismo. Por ejemplo, Corea del Norte es la menos implicada en el proceso de globalización siendo secreta su bendición, su monstruosa, su necesaria alteridad: en este caso la mejor manera de defender la irresponsabilidad de la desmundialización, es encerrándola en la única figura posible de la Corea del Norte para golpear el argumento supuestamente prohibitivo: «¿Es eso lo que Ustedes quieren? «.

Mutatis mutandis, el FN es, para el debate del euro, el equivalente funcional de Corea del Norte a la de des-globalización. Porque, ciertamente, no vamos a tener la torpeza de decir que no hay otra alternativa: diremos que solamente existe tal… El resto se deducirá por sí mismo. Su oposición «radical» y superficial esconde entonces la profunda solidaridad estructural de dos términos supuestamente en conflicto – el FN y el gran partido único euro-liberal- que son, todavía, una bendición el uno para al otro, hasta el punto de hacerlo vivir en una perfecta relación simbiótica funcional: la próspera singularidad del FN que abandona el partido único que tiene enfrente, el cual, desgastado hasta la cuerda, solo se sostiene devolviendo al monstruo un proyecto para hacer lo contrario.

Porque una cosa es cierta, es que aparte del terrorismo en el FN, el partido euro-liberal – comprendiendo que el PS y UMP son dos perfectos sustitutos – no hay nada que decir. Se lava en seco, liofilizado con pensamiento granular y discurso en polvo. En verdad, ¿cómo podríamos encontrar algo que decir cuando el abrumador espectáculo dado desde 2010 solo nos lleva a la nada, o a un escándalo adicional, la defensa de un orden europeo que se ha vuelto odioso en todos los aspectos: la catástrofe económica es alarmante, los requisitos más elementales de la democracia son todos pisoteados, varios países han sido llevados a la crisis humanitaria – en Europa !Para Europa!

Afortunadamente, cuando ya no queda nada, todavía existe el FN. Y he aquí porque el euro se mantiene. Para que el monstruo ejerza su función, sin embargo, es importante hacerle absorber cualquier posible otredad, y de fundir todas las alternativas en una sola, la suya propia-monstruosidad. Por eso es por lo que los ideólogos euro-liberales, periodistas a la cabeza, no han tenido nada más urgente que asimilar de esta manera toda idea de la salida del euro al nacionalismo xenófobo del Frente Nacional, igualar estrictamente los dos términos, oportunamente unidos en la misma indignidad. Qué importan los proyectos de la izquierda en este ámbito: si son rojos es que son rojo-marrón – en una experiencia de pensamiento Oulipian, hay que imaginar la confusión, tal vez incluso el sentimiento de imposibilidad radical, de Jean-Marie Colombani y Jean Quatremer invitados a oponerse a la salida del euro sin decir ni una sola una vez «rojomarrón» (o «reacción nacionalista» o «tentación xenófoba»).

Conceptos en disputa

El drama político se enreda verdaderamente cuando la confusión no es solamente alimentada por la denominada derecha general – donde el PS está obviamente incluido -, sino también desde la izquierda, y en dos formas diametralmente opuestas: la terquedad de la izquierda alterEuropea, para «cambiar el euro», y la perdición de la otra izquierda con la tentación, por una vez, sí, temible de una alianza con el Frente Nacional.

De esta forma, ella, la izquierda alter-Europea habrá dado credibilidad al discurso euro-liberal de la derecha arrebatando el concepto, exactamente como esta última, de que todo proyecto de salir del euro está incluido en el azote del «nacionalismo». En esta época de vacilación intelectual, el debate ideológico está condenado a girar alrededor de dos conceptos en disputa «nación» y «soberanía». De hecho, visto desde cada uno de estos términos, la unidad nominal enmascara una dualidad de posibles lecturas que apoyan opciones políticas radicalmente contradictorias. Entre la nación sustancial, su identidad llena de mitos y tópicos, y la nación política, que reúne a los individuos en la adhesión a los principios, independientemente de sus orígenes, en definitiva, entre la nación de Maurras y la de Robespierre , no hay ningún abismo: hay una lucha inexplicable. Y justo entre la soberanía entendida como patrimonio exclusivo de las élites gubernamentales y la soberanía concebida como ideal de autogobierno del pueblo. «Nación» y «soberanía» no dicen nada por sí mismos, son solo puntos de bifurcación. Ellos hablan solamente de estar debidamente cualificados, y solo entonces vemos hacia donde nos llevan

En estas condiciones, la falta intelectual de alter-europeísmo es triple: no se supo ver la dualidad de lo que significa «nación soberana», permitiendo a la derecha imponer su interpretación, y parte de este abandono incluso traicionó su propio legado histórico: porque en Francia la nación soberana nació en 1789, ella se constituye como universalidad ciudadana, expresa el deseo de autonomía política, el deseo de un pueblo que se hace dueño de su destino, éstos escasamente son de izquierdas.

Y por efecto de una incomprensible renuncia intelectual, ahora es justo más de derechas… Es cierto que un internacionalismo mal pensado no puede contribuir a ignorarlo [1], en realidad hacer olvidar que la soberanía como autogobierno implica necesariamente el cierre relativo – relativo, como siempre abierto en algunos grados en su exterior – de una comunidad sin competencia. La raza humana unificada no existe, no sustenta ninguna política común posible, o en un plazo (hipotético) bien delimitado para aplazar para siempre la vuelta de la política esencia de jacquattalismo y sus mensajes tranquilizadores: la globalización es nuestro horizonte insuperable aunque sin duda un poco abrumador, pero el gobierno mundial nos permitirá recuperar el control… en cuanto sea anulado; mientras tanto: Paciencia… y coraje.

Decimos que Europa se presenta precisamente como una solución asequible para la regulación de la globalización neoliberal. Sin siquiera hablar de que en este sentido, la UE no tiene la intención de regular, pero para transmitir y amplificar, uno debe tener la estrechez de miras del europeísmo más complaciente, el alter-europeísmo más ansioso, por no ver esta paradoja básica de que el proyecto europeo es la soberanía nacional en su esencia. No se propone basarse en un perímetro limitado – para «Europa» se detendrá en algún lugar así – una comunidad política soberana, y por lo tanto una ciudadanía de pertenencia-Europea? O bien, no es en absoluto la «superación del Estado-nación», como balbucean Habermas y sus epígonos franceses, pero la mera redistribución, posiblemente bajo otra forma, de sus principios a una gran escala… y los Estados Unidos de Europa solamente serán el reflejo transatlántico de los Estados Unidos de América, de la que será difícil decir que superan cualquier cosa en este sentido: no se conocen como uno de los logros más agresivos de la soberanía estado-nacional? – No se mide por el grado de confusión conceptual que, de todas las tendencias, aflige a la cuestión europea.

La miseria del pensamiento-único

La falta Intelectual de la alter-europeísmo es considerable, pero en sus divagaciones, tiene su parte de dignidad, y a cuenta de que erró no ha merecido nunca el respeto. La izquierda como señal de socorro es inexcusable. Porque si no podemos excusar a la izquierda de convertirse en derecha – la imagen de «partido socialista» – todavía lo podemos derivar al menos a la derecha de la derecha, y hasta acercarse a la extrema derecha. Es inútil disimularlo porque la evidencia está ahí: dentro de ciertos sectores de la izquierda, y desde hace mucho tiempo, una disposición real a esta desviación. La unión de los «republicanos de ambas partes» llamados por Chevènement en 2002 fue la primera manifestación visible en el campo político. Lógicamente, el endurecimiento de la crisis ha acelerado todas las tendencias, aflojando todas las reticencias, y ha promovido el paso de todas las líneas rojas. 

Hay muchas líneas torcidas para perderse en la extrema derecha, pero una de ellas vale la pena un poco de atención, es la menos «política» pero la más perniciosa, y por lo tanto la más peligrosa: la ceguera del pensamiento-único. El pensamiento-único es el imperio de la idea única, el despotismo mental de la Causa en su singularidad absoluta, libre de cualquier idea contradictoria, es decir de cualquier control intelectual, impondrá su primacía y desplegará sin resistencia sus consecuencias hasta la aberración. Todo por una idea única, y se dirige a lo peor, si es necesario, he aquí la deriva implícita del pensamiento-único

Ferozmente aplicado a las partes más opuestas. Ya que hay obviamente un pensamiento-único europeísta. La Causa es Europa, cualquier que sea su forma y cualquiera que sea el contenido – sea, literalmente Europa a cualquier precio. Cualquiera que sea el movimiento, se dice que es bueno si hace avanzar Europa, y absolutamente no importa en qué dirección. Europa hace reinar la libre competencia y real? Poco importa, ya que el derecho de la competencia es un derecho europeo, y que un derecho europeo en mismo significa un progreso en Europa. Europa somete las economías a la omnipotencia de los mercados financieros? Poco importa ya que esta es la manera de construir una moneda europea, por lo tanto, se justifica a sí misma. Europa no es más que una pila de tratados austeros? Pero esa no es la cuestión: lo esencial es que Europa avance – y la dirección del avance es totalmente secundaria. La Europa intransitiva, Europa para Europa, independientemente de cualquier otra cosa, he aquí la figura del pensamiento-único europeo. Los socialistas y ecologistas franceses votan el TSCG: porque «es necesario seguir construyendo Europa». Y uno se pregunta inevitablemente hasta donde tendremos que ir en lo innoble para finalmente desencadenar un reflejo de reanudación, una grieta en el pensamientoúnico, el regreso de otra idea. Que sea Europa que restablece el derecho del trabajo infantil – formalmente un nuevo avance de ley europea, por lo tanto un progreso de «la Europa»-: paramos o más aún?

En frente, el pensamiento-único simétrico: salir del euro cualesquiera que sean las vías. Si la salida del euro tiene que ver con la restauración de la soberanía, qué más da de qué soberanía se habla, en pro del frente no diferenciado de «todos los soberanistas». Nicolás Dupont-Aignan es «soberanista»: entonces es de los nuestros. Y después de todo, Marine Le Pen también, ya lo dice ella bastante bien. ¿Entonces, lógicamente, porque no? Ya que he aquí la tara principal del pensamiento-único: es proseguir sin obstáculos. Seguirá su única lógica hasta donde lo llevará por el despliegue necesario de las consecuencias que surgen de la única premisa. Qué más da donde puesto que, fijada la idea, no se puede sino tener confianza en la lógica que, aséptica y neutra, viene simplemente hacerle volver al punto deseado.

Lo hemos comprendido puesto que el asunto entra en su propio concepto: el pensamientoúnico supone borrar radicalmente todas las consideraciones laterales – de todo lo que no pertenece a su propia idea. Que, por ejemplo, el Frente Nacional – sus vagabundeos ideológicos en cuanto a su doctrina económica y social lo certifican bastante – puede por sí sólo poner los verdaderos cimientos de un partido racista, que la xenofobia sea el único resorte de su vitalidad, esto no será tenido en cuenta por el soberanismo de la salida del euro cuando se hace desde el pensamiento-único. Puesto que la Causa, es la salida del euro y nada más existe realmente. Así se contemplará pues el ánimo claro para hacer causa común con un partido racista porque «racista» es una cualidad que no es apercibida y que no cuenta, desde el punto de vista de la Causa. Así es como, de la «unión de los republicanos en ambos lados,» al pasar por «el frente de todos los soberanistas», nos queda considerar el compañerismo con el Frente Nacional: por lógica – pero en una lógica que se vuelve loca cuando ya no tiene que trabajar con el material de la idea única.

El juicio de la historia

Se tiene que haber cedido a una idea despótica para que alguien como Jacques Sapir, que conoce la historia, que en este punto haya perdido todo el sentido de la historia. Pues el periodo es desde luego histórico, y la historia nos juzgará. Si se reconocen las crisis históricas, su potencia de interferencia y su poder de desestabilización – de las creencias y las disensiones establecidas – no hay duda de que ya estamos aquí. Vivimos el tiempo de todas las confusiones: el de la socialdemocracia reducida al estado de ruina liberal, está tan grave como la de las rebeliones de izquierdas en las que se encuentran las voces de la extrema derecha. Ahora bien no se sobrevive al desorden capcioso de la confusión solamente estando seguro de lo que pensamos, sabiendo dónde estamos, y manteniendo la línea con un rigor de hierro. Ya que en cuanto a la desviación política como en cualquier otra, solo es el primer paso el que cuesta – y quien, lo cruza, llama irresistiblemente a todos los siguientes. Esta es la razón por la que la «unión de todos los soberanistas» conduce inevitablemente a la alianza con la extrema derecha.

Esto es una fatalidad resistible: basta con no poner el dedo en la llaga- de lo contrario, lo sabemos ahora al haber numerosos testimonios, es por lo que el hombre pasa inevitablemente. Aquí el rigor de «no poner el dedo» no tiene mejores armas que la solidez de algunos reflejos – entonces donde estamos es en la cuestión del racismo – y la mínima descentralización que, no cede completamente al pensamiento-único, permite identificar los peligros. La firmeza de los conceptos también: es decir, aquellos por los que damos sentido a los conceptos «nación» y «soberanía», sin los cuales estamos en las arenas movedizas de la confusión ya que aquí es la derecha y la extrema derecha las que sustentan la lectura dominante, a la cual vamos a sucumbir necesariamente si no tenemos otra lectura para oponernos con firmeza.

Pero nunca mantenemos bien la línea sólo que rememoremos las lecciones de la historia, en particular los recuerdos de algunas trágicas aberraciones del pasado. ¿Es que no superamos los retos del presente y la dificultad de saber lo que queremos hacer realmente , es decir, la ausencia de una visión retrospectiva para juzgarnos nosotros mismos hacia un sentido de la historia que aún no ha llegado, superamos todos estos obstáculos, por lo tanto, en relación a su actuación ante los dilemas que otros antes que nosotros tuvieron que solucionar – algunos bien, otros mal. No es que su situación haya sido similar en todos los aspectos a la nuestra – no puede serlo – pero para evitar un mayor peligro, la auto-crítica, y la anticipación a una historia que entregará sus veredictos.

Es necesario ser inconsciente para no medir el peligro: si el período actual no es la réplica exacta de la década de 1930, le toma prestado lo suficiente como para temer que causas similares conllevan efectos similares. Sabemos bastante que la extrema derecha aprovecha lo peor. Y, aparte de la nave de los locos editoriales, que repiten constantemente «la reforma», no terminando de pedir más de lo mismo, también sabemos que el período genera más de lo peor – pero sin decir que, como brazo armado «intelectual» del único partido euro-liberal, el aparato mediático [2] está decisivamente involucrado en la simbiosis funcional que hace prosperar al FN. De esta terrible secuencia, que no crea otro deber que el de oponerse – aunque veamos cada vez menos lo que podría contrariarlo… -, cada uno deberá saber cómo actuó ahí, y en qué lugar ha estado.

Es bien cierto que la polémica suministra su cuota de cuestionamiento: para el altereuropeísmo, en eso confundido con el europeísmo muy corto, es contemplar solamente la salida del euro apoyada en un caso de acusación… Podríamos bien argumentar que esto es negar la posibilidad que, dejando la cuestión al FN y poniendo a los pueblos ante una catástrofe euroliberal realmente imperdonable, suministrar a la extrema derecha un recurso político sin igual. La pelea sin embargo no sufre ningún equivoco cuando se trata explícitamente de una cuestión para hacer causa común, al final del camino, o cualquier otra cosa, con el FN – e importan poco los codicilos totalmente secundarios de los que se cubre la idea: lo esencial se ha dicho.

Extraviados para nada

Pero no hay peor que el extravío, el extravío para nada. Porque aquí está la trágica ironía que acecha a los errantes: el FN, llegado al poder, no va a salir del euro. No lo hará porque, tan pronto como la perspectiva de su éxito electoral tomara una seria consistencia, el capital, que no conoce a ningún enemigo a la derecha por lo más a la derecha que vaya, el capital, por lo tanto, irá a su encuentro. No vendrá con las manos vacías – como siempre que tiene alguna cosa seriamente que reclamar o conservar. Por ello, contra algunas futuras financiaciones electorales y especialmente contra su colaboración de clases – ya que, como se advierte, para su derrota, el actual poder con el pacto de responsabilidad en bandolera, el capital tiene definitivamente el poder de hundir la economía con mala voluntad [3] – en contra todo esto, por lo tanto, el capital exigirá el mantenimiento del euro, su verdadero tesoro, su amada máquina para llevar a cabo la destrucción del trabajo asalariado. ¿Alguien cree que el FN pondrá alguna resistencia? No le preocupa el euro como tampoco su primera doctrina económica – ni tampoco las siguientes. El corazón de su pensamiento, si es que existe, está en otra parte: está en una especie de neo corporativismo vagamente renovado para no hacer demasiado evidente los años treinta, y si hay una sola cosa en la cual cree de verdad, es sin duda la que se sitúa al lado derecho del pequeño empresario a ser «el amo de su casa», (opcionalmente complementado de un odio al comerciante por el impuesto que los ahoga).

Trágico destino para todos aquellos que habrán creído ver en él la última iglesia de los verdaderos creyentes, terminarán siendo reclutados cienciológicamente, absorbidos y reconstruidos, citados por ser partícipes, aunque desde el lado opuesto, la misma creencia de los propagandistas euro-liberales, la creencia de FN que lo remueve todo, cuando está claro que nunca remueve nada (aparte de la vida de los inmigrantes o de los hijos de inmigrantes, que viven en paz en nuestro suelo y serán bastante oprimidos): de hecho, alguien ha visto a un partido del orden perturbar el orden? Alguien se cree que el partido de las jerarquías pretende perturbar el corazón de las jerarquías – en este caso el del capitalismo? Al menos los euroliberales tienen, para lo que les conviene, sus intereses les obliga a mantener esta terrible estupidez: lo que es necesario es que el FN se asemeje a una especie de revolución para alejar el espectro de toda revolución – sigue siendo el trabajo de la simbiosis funcional y editorialista, deseosos de conceder al FN su reivindicación lo más centrada y fraudulenta («hay que sacudirlo todo!»), lo hace sin darse cuenta de otros objetivos más importantes.

A la izquierda, y solamente a la izquierda

Esto por otra parte y de todas las formas posibles. Ya que no hay retorno de la unión perfectamente heterogénea de visionarios en piel de cordero ocupados a declarar como caduca la división de la derecha y la izquierda – la concentración de la pésima profecía donde se encuentra nuevamente la extrema derecha (pero este es uno de los cuentos de siempre) que la extrema-centro, de Bayrou a Valls, para quien la razón gestora permite por fin ahorrar disputas inútiles («ideológica», dicen los perfectos ideólogos del «fin de las ideologías»). Desgraciadamente para ellos, la negación de la realidad está inevitablemente acompañada por la vuelta del rechazado. «Esto» siempre vuelve. Esto mismo ya se ha visto: en Grecia, bajo el nombre de Syriza – antes de que un incomprensible Tsipras se hundiera en una trágica renuncia. El tsiprasisme es solamente una estrella muerta, pero ciertamente no la izquierda en Grecia – y por lo tanto en Europa.

Ahora bien esta perseverancia es suficiente para arruinar las consignaciones inmundas del europeísmo y las desviaciones de una «izquierda» que cree que puede pasar por la derecha de la derecha. Así como nunca, se demuestra que el movimiento se hace andando, no se demuestra de forma concluyente la posibilidad de una salida de la izquierda del euro… por el espectáculo de la insuficiencia intelectual: para algunos, debe empezar la travesía a lo concreto, para empezar a creer realmente en una posibilidad que su mente no puede abarcar mientras siga siendo meramente abstracto.

Dios sabe que era necesario tener mala fe o bien ser intelectualmente limitado por no diseñar una salida de izquierda del euro – es decir, una visión de izquierda de la soberanía. Pero ahora estamos aquí: una gran minoría de Syriza, derrotada por la traición de Tsipras pero decididos a seguir luchando con los colores de la nueva Izquierda unida, situados en definitiva in concreto a la «salida de la izquierda»: una salida que nada empaña a la derecha o «repliegue nacionalista», porque aquí tenemos que tratar con la gente cuyas disposiciones son internacionalistas, sin «deriva xenófoba», ya que por una vez el único punto de acuerdo, pero absoluto, en Syriza, la cuestión clave es la inmigración, su acogimiento y su regularización. Sólo las dos neuronas de Jean-Marie Colombani, el odio incontenible de Quatremer por todo lo que es la izquierda, sino también las prevenciones del enloquecido alter-europeísmo, pueden encontrar justificación para exclamar el repliegue identitario.

La izquierda está ahí. Incluso reducida al grado más bajo de la minoría institucional, pero ella no morirá, Vive en Grecia y va a vivir de nuevo en Europa, especialmente en Francia, por poco que uno se dé cuenta, el fracaso de Tsipras, por fin, meditado, que solamente tiene salvación fuera del euro – y por supuesto para dejarlo de lado. Pero no hay que ser víctimas del fetichismo de la salida, del salir por salir, es por esto por lo que debemos prepararnos para salir acompañados no importa cómo. Hacerse seriamente una pregunta que valga la pena, la pregunta de saber qué hacer, y por consiguiente con quién – La única pregunta que conlleva algo de luz y obviar ciertas improbables alianzas por lo que son: aberrantes, corruptos, y propensos a la perdición, de ambos sentidos de pérdida moral y un fracaso garantizado.

Notas

[1] Véase sobre este tema «Lecciones de Grecia para el uso de un internacionalismo imaginario (y por un internacionalismo real)», 06 de abril 2015.

[2] Salvo algunas excepciones minoritarias, diferenciaciones internas son totalmente secundarios.

[3] Para un desarrollo un poco más sustancial a propósito a este tema, ver «Las empresas no crean puestos de trabajo», 26 de febrero de 2014.

 

Traducción Clara Rivas