Daniel Cohn-Bendit, el otrora líder estudiantil revolucionario, recaló el pasado jueves 13 de mayo en Barcelona, para explicar pasajes de su último libro, en los que redunda en la línea política que lleva tiempo adoptando desde el Partido Verde Europeo. De su intensa vida pública y política (sin duda, ser halagado permanentemente ayuda a subir […]
Daniel Cohn-Bendit, el otrora líder estudiantil revolucionario, recaló el pasado jueves 13 de mayo en Barcelona, para explicar pasajes de su último libro, en los que redunda en la línea política que lleva tiempo adoptando desde el Partido Verde Europeo. De su intensa vida pública y política (sin duda, ser halagado permanentemente ayuda a subir el ego) se deduce un tipo dominador de auditorios, que habla muy bien y con ideas, y que se aleja en éste sentido de políticos «chupa-reuniones» propios de las bancadas socialdemocráticas, eurocomunistas y verdes de otras partes de Europa.
Contento de haberse conocido a sí mismo, Bendit se saca de la chistera la idea de que la religión verde debe resultar de una «polinización» de ideas ecológicas por doquier. Y para ello, regó su argumento de ataques y burlas hacia el comunismo y la socialdemocracia (pese a que pacta con ellos) aunque terminó identificándose (al hablar de la crisis) con soluciones de tipo leninista, como subir impuestos a los más acaudalados (Iglesia incluida) o reconversiones enteras de sectores industriales.
Eso sí, en esa «polinización» a la que alude no existe ni la clase obrera, ni la planificación económica del Estado. Ideas superadas, dice, así como también está superado el mercado: su crítica al dogma neoliberal resulta demasiado fácil…y dogmática.
La industria del automóvil debe reconvertirse para dedicarse a elaborar tranvías o transportes colectivos, afirmó (se da por supuesto que en ésas fábricas no trabajan obreros; y que tampoco se necesita de una planificación económica para esa reconversión; la promoción del transporte colectivo tampoco es una idea comunista, debe ser la cumbre del capitalismo individualista).
Resultó interesante su conocimiento sobre Grecia, pues al parecer (dijo) es íntimo del Presidente Papandreu (Bendit: un anarquista amigo de un jefe de Estado, todo un «bakuninista en acción», en suma). Indicó que se trata de un país en dónde la Iglesia Ortodoxa es un todopoder (el primer propietario de tierras y edificios) que no paga impuestos. E indicó que el ejército es densísimo (tasa de soldado por habitante), con el consiguiente problema presupuestario que ello crea. Reconoció Bendit la necesidad de aplicar impuestos a esas rentas elevadas patrimoniales (no es comunismo esto, claro) y conminó a reducir el gasto militar griego. De nuevo, no hay un problema de clase social aquí, pero sorprende que quien se posicionara a favor de los bombardeos en los Balcanes, en los años 90, se oponga ahora a un ejército.
Dio la clave: el griego no cree en el Estado, pero es muy nacionalista. Y sin duda, la defensa de Bendit de un mundo con instituciones más internacionales choca con su realidad de partido circunscrito a las instituciones francesas y europeas, nada más. Fuera de este ámbito, no parece haber mucha vida…
Bendit recordó, no sin criticarlo de raíz, los breves pasajes ecologistas de Marx en los que el filósofo de Tréveris se avanzó 150 años a los problemas que el productivismo industrial descontrolado crearía en el entorno y en el ser humano.
Una simple lectura del libro de Wolfgang Harich ‘Comunismo sin crecimiento’ bastará para dar algo más de solidez a un discurso ecosocialista serio y que huya de los tópicos del márketing verde, que necesariamente tiene que ir de la mano de un mundo en dónde prime el nivel educativo masivo, y en dónde no existan clases sociales, ni explotación del hombre por el hombre, ni problemas derivados del paro y la marginación, ni productivismo ciego. Todo esto Cohn-Bendit lo sabe. Pero no lo predica. Cosas de un soixantehuitard (sesentayochesco).