Semanas atrás compartí unas reflexiones sobre cómo hay gobiernos e intelectuales progresistas que toman algunas ideas propias de la izquierda global, y aprovechan sus limitaciones o las deforman. Sería un «colonialismo simpático» porque les permite mantener una retórica de izquierda mientras dejan en segundo plano sus contradicciones (1). Se presentó como ejemplo los usos de […]
Semanas atrás compartí unas reflexiones sobre cómo hay gobiernos e intelectuales progresistas que toman algunas ideas propias de la izquierda global, y aprovechan sus limitaciones o las deforman. Sería un «colonialismo simpático» porque les permite mantener una retórica de izquierda mientras dejan en segundo plano sus contradicciones (1).
Se presentó como ejemplo los usos de ciertos conceptos del geógrafo británico David Harvey, muy promovidos en Ecuador, Bolivia y otros países sudamericanos. Mi preocupación no estaba centrada en la persona, sino en cómo utilizan sus ideas los progresismos sudamericanos. Es un autor muy conocido por sus críticas al capitalismo, pero los progresismos aprovechan algunas limitaciones en sus conceptos para legitimarse.
Se destacaron cuatro problemas destacados. El primero es el alto nivel de abstracción, enfocado criticar al capitalismo globalizado, lo que permite esquivar las contradicciones locales bajo nuestros gobiernos. El segundo es una minimización de la dimensión ecológica local, que es aprovechada para cuestionar al capitalismo pero tolerando la destrucción de la propia Naturaleza. La tercera es la limitada atención a las ideas indígenas, lo que permite decirse anticapitalista mientras se alejan de esas cosmovisiones y hostigan a sus organizaciones. Finalmente, las alternativas al capitalismo son acotadas al enfocarse en el valor de uso sobre valores de cambio, lo que no tiene nada de malo pero es insuficiente, ya que nos deja sin mucho lugar para los derechos de la Naturaleza.
Mi nota despertó unas cuantas respuestas. Agradezco esos aportes al ser muy útiles para mejorar mis argumentos (2). De todos modos creo necesarias algunas precisiones.
En primer lugar, me cuestionaron que señalara que el concepto de Harvey de «acumulación por desposesión» en «sus ideas básicas no es una novedad». Esto es bastante sorpresivo y pido al lector un poco de paciencia con los detalles. Es que el propio Harvey reconoce que está basado en la idea de Marx de la acumulación primitiva u originaria, y propuso un nuevo término no tanto por diferencias sustanciales sino porque no es ni «primitiva», ni «originaria», sino que está actualmente en marcha (3). Harvey dice que se deben «sustituir» aquellos términos de Marx por el vocablo desposesión.
Hay unos cuantos autores que plantean posiciones similares a las de mi artículo. Por ejemplo, Giovanni Arrighi (junto a N. Aschoff y B. Scully), al abordar la situación en Africa del Sur, señalaron que la «acumulación por desposesión» de Harvey es en buena medida un «sinónimo» con el concepto de Marx, y agregan que los procesos a los que se refieren los dos conceptos son los mismos (4). Entonces mis dichos no son muy originales y no deberían llamar a sorpresa.
También entiendo que todos aceptamos que hay una larga lista de autores y militantes latinoamericanos que han denunciado las prácticas predatorias de apropiación de los recursos naturales de América Latina, de la usurpación de sus tierras y sus vidas, y de imponerles condiciones de opresión. Esas son las problemática a las que alude la «acumulación por desposesión», y no tiene nada de malo reivindicar y privilegiar esos aportes desde nuestro sur (5).
En segundo lugar, el problema del «colonialismo simpático» no es un ataque a Harvey, ni tampoco implica un rechazo a todos los autores del norte, una negación del marxismo o cosas por el estilo. En cambio, mi interés era señalar los usos deformados de ideas del norte académico cuando son aprovechadas por los progresismos del sur para legitimarse. Mi artículo original dice: «No estamos frente a un problema con Harvey, sino ante una limitación en nosotros mismos, latinoamericanos.»
A pesar de todas esas advertencias pasó lo que tenía que pasar: recibí críticas donde insisten en que el foco estaba en cuestionar a Harvey. Y con ello queda por detrás, otra vez, el desempeño de los progresismos. Nuevamente estamos frente a un clásico problema de «comprensión lectora», donde uno dice «A», pero recibe críticas como si hubiera dicho «Z». Señalo esta dinámica porque es muy propia de posturas dogmáticas, y es usada tanto desde tiendas neoliberales como desde el progresismo fanático. Entonces regreso a los dichos de mi artículo: «insisto en que muchas de sus tesis (de Harvey) son compartibles al ofrecer un valioso instrumental para entender el capitalismo global». Si queda alguna duda, ahora agrego que no tengo ningún interés en un enfrentamiento personalizado.
En tercer lugar, ahora sí podemos abordar mi preocupación: el aprovecharse de las insuficiencias o limitaciones de las ideas de Harvey, como las de otros autores (por ejemplo Toni Negri), para entender la actual América Latina. En esto, el cuestionamiento más duro vino desde un centro de investigación sobre temas de territorio (CENEDET), dentro del Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN), en Quito (6).
Ellos entienden que mi nota fue una crítica a Harvey, pero una buena parte de su reacción no se enfoca en el problema central de mi artículo, o sea, en cómo los progresismos usan algunas ideas para construir discursos anticapitalistas sin asumir las propias contradicciones ni intentar cambiarlas. Apuntan, en cambio, en defender a Harvey. Aunque tienen esa intensión, su argumento principal no descansa tanto en las cualidades de las ideas de Harvey, sino en denunciar que las posiciones sobre los extractivismos están equivocadas en general (y asumo que sobre todo mis aportes en particular), y que incluso son parte de una mirada burguesa. Sorpresivamente se mezcla en el debate el papel de los «extractivismos», tales como la explotación minera, petrolera o agrícola, en grandes volúmenes que serán exportados.
Les propongo analizar la cuestión con calma y en dos pasos. El primero es asumir, por un minuto, que los cuestionamientos desde el CENEDET-IAEN acertaron y que todo lo dicho sobre los extractivismos, por ejemplo las alertas ante la megaminería o la explotación petrolera en la Amazonia, son una enorme equivocación o fruto del pensamiento burgués. Si ese fuese el caso, ¿esto convierte al uso que hace ese grupo de las ideas de Harvey en una verdad? ¿Eso convierte a la megaminería en una estrategia anticapitalista? Ciertamente que no. Estamos hablando de cuestiones muy distintas, la acumulación por desposesión y los extractivismos. Son muy diferentes en sus contenidos, propósitos, alcances y marcos conceptuales.
Claramente estamos frente a un error metodológico que se ha vuelto muy común, donde se intenta anular una perspectiva, sin analizarla en sí misma, sino que se critican cuestiones colaterales. Es el mismo error que ocurre cuando las advertencias y alertas sobre los extractivismos no son sopesadas en sí mismas, sino que son tildadas de ser expresiones conservadoras, burguesas o infantiles.
El segundo paso consiste en examinar la validez o rigurosidad de los cuestionamientos de CENEDET-IAEN. Apelaré a un par de ejemplos. Comencemos por el primero. CENEDET-IAEN afirma muy enfáticamente que en mi artículo original digo que el «concepto de valor de uso no tiene aplicación en América Latina». En ningún lugar de mi artículo se dice eso. Otra vez aparece ese problema de la comprensión lectora.
Lo que en realidad dice mi texto es que las alternativas que desandan la primacía del valor de cambio (como ocurre con la economía financiarizada), hacia los valores de uso, tienen limitaciones. Una vez más aclaro: no es que eso esté mal, y por cierto son aportes muy importantes y necesarios, pero son insuficientes. Eso se debe a que en América Latina hay reflexiones y prácticas ciudadanas que van más allá del valor de uso y de cambio, y entre ellas se destaca al reconocimiento de los derechos de la Naturaleza en Ecuador. Si no se reconocen esas otras pluralidades de valoración, notables avances como los derechos de la Naturaleza incluidos en la Constitución de Ecuador, quedan relegados.
Entiendo que la formulación del asunto sobre los valores, tal como lo hace el CENEDET-IAEN, mostraría que no logran ver o jerarquizar la importancia de valores que no son antropocéntricos, como los derechos de la Naturaleza. Y eso puede ser entendible; no todo el mundo está obligado a aceptar los derechos de la Naturaleza. Pero la cuestión sobre la que llamaba la atención es que poder saltearse esos derechos es algo muy apetecible para los progresismos que quieran, por ejemplo promover la megaminería o la explotación petrolera en zonas de alta biodiversidad. Esa es una de las razones por las cuales los progresismos aprovechan esa limitación o debilidad en ese tipo de perspectivas. Y ese era justamente el punto central de mi artículo.
El segundo asunto son los cuestionamientos contra las alertas sobre los extractivismos. Precisemos que un análisis de los extractivismos es esencialmente una crítica a las raíces de modos de desarrollo incompatibles con la justicia social, ambiental y ecológica. En esas advertencias participan muchos académicos y militantes sobre todo sudamericanos. Se abordan muchas dimensiones, de donde sostener que no se atienden las dinámicas globales o el papel del capital tan sólo revela que no se ha leído, o si se leyó fue de manera muy superficial (7). Como ese no ese no el asunto central, basta con indicar que, al menos en mi caso, esas cuestiones ocupan al menos tres capítulos en mi reciente libro «Extractivismos» (8).
En cambio, el equipo del CENEDET-IAEN afirma que un abordaje basado en Harvey es superior al vincular lo local con lo global. Ofrecen como ejemplo el despojo violento de indígenas amazónicos debido a la sobreacumulación de capital en China. Eso está muy bien, puede ser muy útil. Pero es insuficiente, y eso era parte del problema central abordado en mi nota.
La insuficiencia se debe a que entre la Amazonia y Pekín existe un amplio abanico de actores y acciones intermedias. En el despojo también actúan, por ejemplo, nuestros Estados, los gobiernos centrales y municipales, grupos empresariales nacionales, académicos criollos, y muchos más. Hay veces en que los gobiernos progresistas se convierten en uno de los principales factores de la desposesión (siguiendo la terminología de Harvey). Y esa problemática se minimiza bajo la perspectiva que preconiza CENEDET-IAEN.
Me pregunto si, por ejemplo, ¿los cambios normativos para abrir las áreas protegidas a las petroleras o la criminalización de la resistencia indígena, se deben a las necesidades de acumulación de capital de China o Estados Unidos, o no responden también a dinámicas dentro del propio país? Cuestiones recientes, como la clausura de una ONG para que no interfiera con concesiones petroleras en un país, o el megaplan de apoyo financiero de más de 3 500 millones de dólares que otro país otorgará a la exploración de hidrocarburos, ¿fueron decididas en Pekín?
Claro que es importante analizar el papel de Pekín o de Wall Street, pero no alcanza. Y ese era el punto de mi artículo. Esas cuestiones locales y nacionales quedan relegadas bajo el tipo de perspectiva propuesta por el CENEDET-IAEN. Precisamente por esos motivos ese tipo de miradas son alentadas por los progresismos, ya que así esquivan la urticaria de sus propias contradicciones. Paradojalmente la crítica desde el equipo de CENEDET-IAEN deja toda esa limitación en cristalina evidencia.
A mi modo de ver, revelar y discutir esas contradicciones son hoy la cuestión más urgente. Por todas estas razones insisto en que es necesario romper ese tipo de colonialidades y construir una mirada crítica latinoamericana bajo una izquierda independiente, la que siempre debe atender las reales situaciones nacionales y locales (crítica enraizada), considerar las implicancias para nuestras Naturalezas (crítica ecológica), que dialogue y aprenda de los pueblos originarios (critica intercultural), para desde allí promover vías de salida a las variedades de desarrollo (crítica a la Modernidad).
Notas
(1) La necesidad de romper con un «colonialismo simpático», por Eduardo Gudynas. Rebelión 30 setiembre 2015. El texto se basa a su vez en artículos publicados en Animal Político, La Razón (Bolivia) y Plan V (Ecuador).
(2) Como ejemplo, estoy agradecido a Tania Herrera, coincido con muchos de sus puntos, mientras que otros sirvieron para pulir mis posicions. Espíritu crítico universal y alternativas locales: sobre la polémica Gudynas – Harvey. La Mula (Perú), 19 octubre.
(3) «El «nuevo» imperialismo: acumulación por desposesión», por D. Harvey, Socialist Register, 2004.
(4) «Accumulation by Dispossession and Its Limits: The Southern Africa Paradigm Revisited», por G. Arrighi, N. Aschoff y B. Scully. St Comp Int Dev 45: 410-438, 2010.
(5) Malfred Gerig está muy en desacuerdo con mi señalamiento de la directa analogía entre la acumulación original de Marx y la desposesiva de Harvey, pero como se explicó arriba esa «sustitución» de palabras es reconocida por el propio Harvey. En cuanto a su otra crítica, la de una «decolonialidad naif», me parece que es abrumadora la evidencia de las trabas, barreras y segregaciones que se hace en el mundo académico sobre los saberes del sur. Y no deja de ser llamativo que se me acuse de «ingenuidad» sobre la colonialidad del saber apelando justamente a un término derivado del francés. Cf. «La disputa por los conceptos adecuados: ¿Colonialismo simpático o decolonialidad naif?», Rebelión, 20 octubre 2015.
(6) «Ni colonialistas, ni simpáticos: una respuesta a Eduardo Gudynas», por E. Martínez, V. Morales, C. Simbaña, J. Wilson, N. Fernández, T. Purcell y J. Rayner, Rebelión, 16 octubre 2015.
(7) Aprovecho para comentar otro cuestionamiento, en este caso de L. Gallardo, una estudiante en la Universidad de Barcelona. Ella señala lo que serían ausencias en mi abordaje y brinda una lista de reclamos. Sin embargo, casi todos sus puntos en realidad han sido tratados en los estudios sobre extractivismos. Por ejemplo, reclama entender la función social de la renta, discernir el papel de la derecha y del empresariado (nacional y transnacional), o la configuración y organización (del agro dice ella, pero yo agregaría a otros sectores). Como todo eso ha sido considerado en los estudios sobre extractivismos, su crítica mostraría que no está al tanto de los debates aquí en el sur. Pero además, muchas de las evaluaciones que ella presenta, son muy cercanas, y en algunos casos casi iguales, a las conclusiones de la literatura extractivista. O sea que se cae en la paradoja de criticar una aproximación que en varios casos hace apreciaciones similares. Hay, de todos modos, una diferencia básica explícita: Gallardo afirma que pensar desde la economía es el «único lugar para la viabilidad de cualquier proyecto político», una idea común entre unos cuantos progresistas. Esta es una afirmación que estimo difícil de sostener (¿el único? ¿la viabilidad política es sólo económica?, etc.).Cf. «¿Puede Gudynas salvarse del colonialismo simpático?», La Línea de Fuego (Ecuador), 5 noviembre 2015.
(8) «Extractivismos. Ecología, economía y política de un modo de entender el desarrollo y la Naturaleza», por E. Gudynas. 1a edición CEDIB y CLAES (Bolivia), 2a edición RedGE, CooperAcción y PDTG (Perú). 2015.
Distintas versiones de estas ideas se adelantaron en artículos en Animal Político de La Razón (Bolivia) y en Plan V (Ecuador), está versión fue redactada en exclusiva para Rebelión. El autor es investigador en el Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES); twitter: @EGudynas
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.