Las disculpas de Mark Rutte sobre el pasado colonial de Países Bajos en América han sido puestas en tela de juicio pero se reconoce que han llegado un paso más de lo esperado. Sin embargo, el primer ministro no se ha referido aún a la esclavitud en los territorios de lo que hoy es Indonesia.
Recordando el tumultuoso camino, pocos lo hubieran creído. Lo que hace apenas un año el propio primer ministro consideraba indeseable y lo que en las últimas semanas parecía naufragar en un aluvión de críticas, ha tenido finalmente lugar. El Gobierno de los Países Bajos ha pedido disculpas formales en nombre del Estado por su papel en el comercio esclavista transatlántico y por el sistema esclavista mantenido en sus colonias americanas.
En un discurso en el Archivo Nacional en La Haya, el primer ministro Mark Rutte sorprendió a aliados y adversarios por la claridad de sus palabras: »Con toda franqueza reconocemos y juzgamos la esclavitud como un crimen contra la humanidad. Un sistema criminal, que ocasionó incontable sufrimiento en incontables vidas a lo largo del mundo, y que aún repercute en la realidad de muchos aquí y ahora».
Según la base de datos slavevoyages.org, cerca de 600.000 personas fueron forzosamente transportadas desde las costas del Golfo de Guinea a plantaciones americanas por barcos con bandera neerlandesa, entre los años 1600 y 1850, significando un 7% del comercio esclavista transatlántico. En el Caribe y en Surinam, además, se mantuvo el sistema esclavista para la producción de bienes como azúcar, café, cacao y algodón hasta su abolición en 1873. Aunque historiadores coinciden en que la esclavitud en las Indias Orientales —la actual Indonesia desde su independencia de los Países Bajos en 1949— fue de mayor envergadura, la presente disculpa concierne tan solo al hemisferio americano.
Parte de la desconfianza con que la comunidad afrodescendiente ha recibido el gesto tiene posiblemente que ver con que hace un año el primer ministro, al ser preguntado por el asunto, contestaba retóricamente »¿quién soy yo para juzgar moralmente a nuestros antepasados?» y aseguraba que las disculpas tan solo crearían más polarización en la sociedad. Ahora Rutte reconoce haber realizado un viaje de concienciación: »largo tiempo pensé que el pasado esclavista era historia y que había quedado atrás. Pero me equivocaba. Siglos de opresión y explotación tienen repercusión aquí y ahora».
Muchos descendientes han aceptado las palabras del discurso pero coinciden en que la conmoción de las últimas semanas aún resuena. »Los sentimientos son ambiguos» explica Linda Nooitmeer, presidenta del NiNsee, el instituto neerlandés sobre pasado esclavista. »El camino ha sido agitado. El Gobierno decidió unilateralmente la fecha y forma de estas disculpas sin involucrar a los implicados». Cuando hace unas semanas se filtró a la prensa que las disculpas iban a tener lugar y de modo unilateral, las reacciones desde las islas del Caribe pertenecientes a la Corona (Aruba, Curazao, Bonaire, San Martín, Saba y San Eustaquio), Surinam y la comunidad afrodescendiente fueron de recelo y, a menudo, enfado.
Parecía que el Gobierno, tras haberse dibujado una mayoría parlamentaria a favor de las disculpas, quisiera despacharlo con discreción y sin abrirse a dialogar con las excolonias y sus descendientes. La actitud resultó para muchos deshonesta y, de nuevo, colonial. Una de las sonadas críticas tuvo que ver con la fecha. ¿Por qué ese lunes cualquiera a la víspera de navidad? Las organizaciones involucradas tenían como objetivo el próximo 1 de julio, el Keti Koti —’cadenas rotas’ en sranantongo, una de las lenguas de Surinam—, el día en que la esclavitud fue abolida. En 2023 se conmemorarán los 150 años de la abolición y muchos aspiraban a incluir el reconocimiento en las festividades.
Las discusiones desatadas y la firmeza desde el otro lado del Atlántico donde anunciaban que no iban a aceptar tales disculpas, movió al Gobierno a dialogar en los días previos. Linda Nooitmeer fue una de los representantes que en la víspera fueron recibidos por el primer ministro. Y parece que la escucha ayudó al Gobierno a encontrar las palabras adecuadas. »Incluso entre los más críticos, el discurso ha resultado emotivo» describe Nooitmeer. Los implicados coinciden en que esto debe ser una apertura y no un punto y final. Rutte así lo ha dicho en su discurso.
La reparación pendiente
Todo niño holandés aprende sobre la llamada Edad de Oro, orgullo nacional, época que alumbró a grandes pintores, intrépidos marineros y visionarios comerciantes. El dolor y las sombras sobre los que aquella nación fue erigida, en cambio, apenas tienen cabida en el relato oficial. Verdades incómodas como que cuando se abolió legalmente el esclavismo, todo dueño recibió del estado una indemnización de 300 florines por esclavo liberado. La clase de inversores y pudientes, al abrigo de sus casas a orillas de los canales de Ámsterdam, contó con el estado para salvar sus negocios coloniales. Las personas esclavizadas, al contrario, no recibieron ninguna clase de amparo ni compensación tras la abolición por lo que a menudo no tuvieron más remedio que volver a las plantaciones y continuar haciendo como asalariados lo mismo que hasta entonces habían hecho como esclavos.
La falta de emancipación real creó las condiciones de atraso social y económico con que todavía carga la comunidad afrodescendiente. »Ahora lo que toca es acometer la corrección de este atraso», declara Nooitmeer. »Además de incluir la historia de exterminio y opresión de los pueblos nativos» que no ha sido reconocida en estas disculpas.
»El fruto de las disculpas debe llegar. El atraso en educación, el paro, la pobreza es grande en las excolonias y sus descendientes y debe reconocerse como producto del pasado. Mediante proyectos estructurales dirigidos a estas personas el estado neerlandés puede ayudar a mejorar sus estándares de vida», explica Nizaar Makdoembaks.
La vida de Makdoembaks, nacido en Paramaribo en 1948, ilustra la historia de lucha y diáspora surinamesa. Mediante una beca estudió medicina en Leiden donde se organizó con otros surinameses para fomentar la concienciación de su gente. Estos estudiantes redescubrieron y publicaron en versiones piratas el libro Wij slaven van Suriname (‘Nosotros, los esclavos de Surinam’), de Anton de Kom, escritor y activista perseguido por el estado neerlandés en los años 20 y 30 y apresado y muerto en un campo de concentración nazi en la Segunda Guerra Mundial por su participación en la resistencia. Este libro ha sido pieza fundamental en el camino hacia el reconocimiento oficial y Rutte se ha referido a él en su discurso.
Cuando finalizó los estudios de medicina, Makdoembaks se dio de bruces con el racismo imperante en esta disciplina. »Hasta tres consultas me dijeron, no, aquí no contratamos surinameses». Finalmente se asentó en Bijlmer, el barrio periférico de Amsterdam donde muchos descendientes de las colonias fueron a parar. Ahí ejerció de médico hasta el final de los 90 y documentó las desigualdades con que lidiaban sus pacientes. Denunció, por ejemplo, que la comunidad afrodescendiente sufría el doble de mortalidad infantil respecto al resto de la población.
Su devenir político le valió para que los servicios secretos infiltraran un agente entre sus pacientes. Desde aquellos años Makdoembaks se ha dedicado a la política local y a la investigación sobre racismo institucional. »Estas disculpas son una mera formalidad. Lo realmente importante es su contenido. Corregir el atraso y discriminación en educación, trabajo, salud que se remontan desde la institución esclavista», concluye.
Reconocimiento sin rodeos
Aunque el Gobierno no habla de reparaciones —algunos piden por ejemplo que se perdonen deudas contraídas por las excolonias— el valor simbólico de estas disculpas reside en su firmeza. »Al final ha sido un reconocimiento sin rodeos» apunta Nooitmeer, sin relativizar la responsabilidad histórica ni señalar a otras potencias coloniales.
Es gracias a ese lenguaje franco que las reacciones desde la extrema derecha han perdido lustre. El líder de la oposición, Geert Wilders, con su histeria habitual, ha calificado las disculpas de »absurdas» y una »majadería». Y no ha dejado pasar la oportunidad para lanzar su versión de la historia: »Fue el Sultanato de Marruecos quien comerció con millones de esclavos europeos. Todavía no hemos recibido sus disculpas. Y lo peor es que todavía siguen aterrorizando nuestras calles». Esta vez Rutte no ha hecho ningún guiño a la extrema derecha y el discurso xenófobo ha recuperado algo de la marginalidad que perdió hace muchos años en los Países Bajos.
Cuando en 2019, con motivo del 500 aniversario de la conquista de México, el presidente López Obrador envió una carta a Pedro Sánchez y otra a Felipe VI solicitando un »relato de agravios y violaciones de derechos» cometidos contra los pueblos originarios de México para avanzar hacia el reconocimiento, el mensaje desató una oleada de asombro y escarnio. Moncloa respondió que el Gobierno »lamenta profundamente» la carta y »rechaza con toda rotundidad su contenido». La indignación enterró cualquier atisbo de revisión histórica.
El filósofo Paul van Tongeren recurría recientemente a una metáfora para aclarar la confusión en torno a las disculpas: »de tu pareja te puedes separar pero tu ex será siempre tu ex». Así con la historia: »la construcción de nuestra identidad nacional está marcada por el colonialismo y el esclavismo y debemos elegir cómo relacionarnos con ello».
Junto a las disculpas, el Gobierno neerlandés ha anunciado un fondo de 200 millones de euros para proyectos de concienciación, la creación de un museo y la inclusión del pasado esclavista y colonial en el currículo escolar. Nooitmeer espera que esto ayude a crear un nuevo relato en el que tomen protagonismo »los héroes de la resistencia indígena y africana», aquellos que no aceptaron el yugo colonial y de los que en las clases de historia nunca oímos hablar.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/esclavitud/paises-bajos-pedir-perdon-300-anos-esclavismo