Se dice que la celebración de la Independencia Nacional es la fiesta de todos los peruanos. Unidos -nos dicen- hacemos un alto en las diferencias, y nos sumamos a una sola voz para celebrar a la Patria, que nos representa a todos.
Ese es el deseo de quienes creen en algo superior que “nos hermana”. Por cierto, eso, no necesariamente es así.
Para tener una idea clara del asunto, basta leer el editorial del diario “Expreso” del mismo jueves 28, día central de la festividad nacional. Nos revela cómo hay quienes reptan con todo el odio desenvainado.
Bajo un expresivo título –¡Esperamos vehementemente su vacancia!- alude al Jefe del Estado valiéndose de términos procaces, usuales en la pluma de Luis García Miró Elguera, el Director del rotativo de Orejuelas. Veamos:
Sostiene que éste es “uno de los más desgraciados aniversarios de la Independencia”. Y es éste, es el que le genera ira y dolor. No tolera un día más con Pedro Castillo de Presidente, Por eso le endilga todos los insultos posibles. Nos dice -para aludir al drama que lo agobia- que el Perú vive “un alucinante desgobierno”, una “monumental crisis” y un “gravísimo trance”. No aguanta ya. Está a punto de desaparecer. Está desahuciado.
Todo esto se debe al Jefe de Estado, al que considera como un fulano aventurero, farsante, plagiador, sin escrúpulos, tirano, ladrón, improvisado, analfabeto y demagogo. Zurdo y sudamericano. Evoca la idea del “fraude electoral” y asegura que todo se sabía desde el primer día de este gobierno.
Acusa al Presidente del JNE “el tal Salas Arenas” al que califican de “tipejo” y a Martin Vizcarra, al que llaman “miserable”, Y por supuesto subraya que lo sabía, y lo dijo desde el primer día condenando a este “izquierdista sudaca”.
De todos estos adjetivos dos seguramente son para ellos los que juzgan más denigrantes, algo así como el extremo de la humillación: le dicen “sudamericano” y luego reiteran: “izquierdista sudaca”. Si fuera norteamericano, pasaba, pero sudamericano, ya no ya.
Y “sudaca” como dicen los racistas españoles para desacreditar a quienes proceden de América Latina; es más gráfico. El espíritu hispanófilo se subleva doblemente: porque celebramos los peruanos la ruptura del yugo español y porque encuentra a Castillo, un “despreciable sudaca”.
Algo de eso quiso decir María del Carmen Alva cuando aseguró que el Congreso legislaba “para los blancos y para los indios” (blancos como ella, e indios como Castillo, claro). Y claro, Aldo M. piensa igual. Y Beto ni se diga.
Fue en ese marco, que el Presidente presentó su Mensaje desde el Congreso de la República. Ratificó allí su voluntad de perseverar en la tarea de impulsar cambio y reflejó cifras que nadie conocía, pero tuvo vacíos y fallas. No tuvo rumbo. No hizo autocrítica, ni reconoció errores. Tampoco expuso la voluntad de superarlos confiando en las masas, y no en consejos subalternos.
Afincó una política exterior ambigua, y se hizo ilusiones con la OEA; pero no esbozó medidas concretas para aplicar sus planes. Eludió la necesidad de recuperar las riquezas básicas, defender la soberanía, desprenderse del Neoliberalismo y sus recetas económicas, alejarse de Washington y su política de guerra.
Pero claro, no habló de ello porque le habrían dicho “terruco”, además de “sudaca”, Pero también, por cierto, por sus limitaciones de orden estratégico, ya conocidas. Alguien ha definido bien el tema: Castillo no ganó con ese discurso; la oposición, tampoco.
En el Congreso se esperaba un escenario peor. Desde la “Prensa Grande” se había anunciado: se presentará una moción previa para que se rechace la presencia del Mandatario. Y luego, en masa, la mayoría parlamentaria abandonará el hemiciclo. Pero no se atrevieron. Susurraron cuando llegó, y vociferaron cuando se iba. Mientras habló, unos cuantos se escabulleron, y enviaron Twuit para la tele. Ahí quedó todo. La fiesta terminó casi en paz.
El Presidente afronta ahora 5 acusaciones procedentes de la Fiscalía. Y se ve amenazado por declaraciones de “colaboradores eficaces”. Ellas tienen sus bemoles. Las han publicado medios de comunicación sin respetar la reserva de la investigación procesal, pero no son prueba. Son versiones que deben ser corroboradas, para tener valor. Pero además, pueden responder a intereses propios.
Si les garantizan que no irán a la cárcel ni serán condenados, si declaran contra Castillo; y si, por el contrario, afirman que es inocente, tendrán cárcel, y condena segura ¿Dudarán?. Y no necesitan pedirles expresamente que declaren contra el Presidente. Bastará pedirles que secunden las denuncias de la Fiscalía. El camino, quedará abierto.
Pero hay más: contra Castillo hablan tarde mañana y noche todos los programas de la Tele, los presentadores, comentaristas o invitados que concurren a programas políticos culturales o sociales. Abogados, periodistas, parlamentarios, opinólogos; todos repiten a una sola voz lo mismo: es culpable, que renuncie, o que lo vaquen. No hay otra. ¿Tienen pruebas? Tampoco.
Ellos mismos dicen que “se deduce” de “todo lo que se sabe”, que Castillo “es culpable”. Pero todo lo que se sabe, es lo que ellos mismos dicen, o no?. Y si alguien se mostrara dubitativo o renuente a la condena y exigiera pruebas; vendría la re pregunta de rigor: ¿y si fuera culpable, usted lo vacaría? ¿A cuántos años de prisión lo condenaría? Sigmo claro que esta guerra no termino hoy. Seguirá, sin duda. En otras palabras, la “oposición” podría parodiarse imaginando a un asesino que pretende enterrar el cadáver de un difunto sin haberlo matado antes. Siniestro, verdad?
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