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Perú

Conga y la hora señalada

Fuentes: Rebelión

Pareciera que va llegando a su fin el tema de Conga en el Perú. Y es que, en efecto, asoman en la recta final las definiciones centrales, que permitirán saber, finalmente, si el proyecto minero se concreta, o se pasma. En algunos sectores, hoy se cruzan apuestas para saber quien acierta. Y es que está […]

Pareciera que va llegando a su fin el tema de Conga en el Perú. Y es que, en efecto, asoman en la recta final las definiciones centrales, que permitirán saber, finalmente, si el proyecto minero se concreta, o se pasma. En algunos sectores, hoy se cruzan apuestas para saber quien acierta. Y es que está de por medio la producción de 650 mil onzas de oro anuales. Una fortuna más que considerable.

Lo que ocurre, es que nunca se sabe cuántas vueltas da la tuerca. Cuando las organizaciones sociales de Cajamarca y su gobierno regional levantaron legítimas banderas de lucha en torno al tema, se pensó -en efecto- que el caso estaba claro y que el gobierno no cometería el grave error de conceder a la empresa Yanacocha la explotación del oro allí acumulado. No fue así. Cuando, por el contrario, el Presidente Humala dijo «Conga va», hubo quienes supusieron que todo estaba definido y que era cuestión de días apenas dado que, finalmente, el gobierno impondría su voluntad a sangre y fuego. En ese contexto, hubo quienes levantaron denuestos contra el Jefe del Estado asegurando que sus palabras constituían una alevosa traición.

Hoy, el ex ministro del ambiente, el señor Gisecke asegura que la declaración de Humala fue trasmitida por los medios de comunicación «cortada», porque la frase que pronunció en aquella circunstancia el mandatario, fue así. «Conga va si se adecúa a los requisitos que lo hagan viable». En ese contexto, lo que sí marchó fue la encomienda a un grupo de expertos para que hicieran un «estudio técnico» referido al tema, luego del cual el gobierno adoptaría una definición. La tarea se cumplió y los peritos contratados dieron su veredicto. Pero ahí tampoco acabó la cosa.

Y es que, bien mirada, la decisión de los «expertos» fue salomónica. No podemos decidir si el proyecto va, o no va – parecieran haber dicho- porque eso dependerá de tres factores que escapan a nuestra voluntad: a) la decisión del gobierno, b) la voluntad de la empresa de aceptar las recomendaciones que hacemos y c) la resolución de la población afectada que puede tolerar, o no, las condiciones de explotación de esos yacimientos. En definitiva, el partido volvió a comenzar solo que en otras condiciones y sin que nada se hubiera realmente definido.

La exposición del Presidente Humala hace ocho días pareció poner fin a todas las especulaciones. El mandatario aseguró que el proyecto tendría luz verde si la empresa aceptaba un conjunto de requerimientos que se desprendían, por cierto del Estudio de Impacto Ambiental y de la recomendación de los peritos encargados de revisar la causa. Hubo algunos que batieron palmas en ese momento y otros que tronaron reiterando acusaciones que ya habían formulado. La empresa no tuvo una reacción fresca. En forma inmediata aseguró que tenía disposición a «reformular sus estudios», pero eso no implicaba por cierto la voluntad de ceder pasivamente a las exigencias planteadas por el Presidente. Era, apenas, una expresión de cautelosa voluntad, con cargo a inventario. Ahora se puede percibir eso con mayor claridad.

Y es que, mientras la Yanacocha «reformula sus estudios», ya ha soltado sus galgos a fin que aboguen por ella. No de otro modo puede explicarse el editorial del diario «El Comercio» correspondiente al jueves 26 de abril. En él, el Decano de la Prensa Nacional «saca la cara» por la minera y cuestiona dos elementos claves del debate: el Estudio de Impacto Ambiental y las exigencia formuladas por el Presidente Humala. Para el diario de La Rifa, el EIA simplemente carece de valor y de sustento. No tiene razón de ser. Debe dejarse de lado. Y no tomarse en cuenta sus observaciones. Por lo demás, las condiciones del Presidente de la República, son equivocadas. Exigirle a la empresa que cree 10,000 puestos de trabajo cuando solo necesita 6,000 trabajadores es un error, asegura. De ese modo, los Miro Quesada dan una nueva vuelta a la tuerca y el puntapié inicial para una nueva campaña mediática, que se orientará a asegurar que las «condiciones» que se busca «imponer» para el proyecto Conga, son «inviables» y «absurdas».

En otras palabras, esa ofensiva se encamina a exigir que el proyecto minero Conga vaya «sí, o sí» y que la empresa Yanacocha no tenga obligación alguna, para poner en marcha «su inversión». Que Humala archive sus propuestas porque ellas «dañan» la iniciativa minera, que «no interfiera» en planes «técnicos» En otras palabras, que se calle la boca y no «ponga en peligro» la presencia del capital foráneo

Entre quienes asumen una actitud favorable al proyecto, hay ciertamente diferencias. Unos, responden a la campaña mediática. Y creen, en efecto, en las bondades de la inversión extranjera. Creen, de buena fe, que el Perú es realmente «un país minero», y que los recursos están allí «para ser explotados». Se trata de impedir -aseguran quienes así piensan- que el dogmatismo anti minero se imponga trabando las posibilidades de desarrollo del país. Quienes tienen este punto de vista parten por cierto de dos formulaciones erróneas. El Perú no es, necesariamente, un país minero. Podría ser perfectamente una potencia industrial, porque el perfil de su desarrollo no proviene solamente de los recursos con los que cuenta, sino también del sentido de la política de sus gobernantes. Y un gobierno que se precie de promover el desarrollo, no podría contentarse con alentar sólo las actividades extractivas que, finalmente, se agotan.

El segundo error es considerar que la minería «alienta el desarrollo». Creen ellos ingenuamente que gracias a la minería los pueblos prosperan, se Acumula riqueza y se genera el bienestar. Todo eso no es más que un conjunto de sofismas que no tienen sustento alguno. Se estrellan contra la realidad. Si la minería fuera progreso, entonces las regiones más prósperas del Perú habrían sido Huancavelica, Cerro de Pasco y Apurimac que -como se sabe- integran el «trapecio andino» la región más pobre, deprimida y olvidada del Perú. Si la minería equivaliera a «progreso», entonces La Oroya sería una de las ciudades más prósperas del Perú. Quizá como Montreux, en las orillas del Lago Leman, en la apacible Suiza francesa.

En otra lógica se sitúan los sicofantes de la burguesía, panegiristas de la inversión foránea y gonfaloneros de la empresa Yanacocha. Hablan del «incremento de la riqueza» que habrá de dejar el proyecto Conga, pero mirando los beneficios que a ellos les generará la acción de la empresa imperialista. Creen, con el novelista español Miguel Delibes que el dinero es muy amable. Que con dinero, se puede conseguir en este mundo, casi todo lo que uno se proponga. Y es verdad. Tendrán ellos, en efecto, nuevas inversiones en materia de publicidad, programas de ayuda y asistencia para sus proyectos, recursos para solventar sus iniciativas y -cómo no- beneficios de orden material en provecho de quienes aplaudan la política empresarial de Yanacocha. Pero ni el Perú ni el pueblo de Cajamarca recibirán nada. Al final, les quedarán los huecos de donde extrajeron el oro, el que no se pudieron llevar los conquistadores desde los años de Francisco Pizarro, y que esta vez irán a abarrotar los depósitos de los grandes consorcios mundiales y asegurar el futuro de unos cuantos, aquí y afuera.

Este editorial de «El Comercio» nos muestra, sin embargo, que aún nada está dicho. Falta todavía aclarar algunas interrogantes. En este «pulseo», en el que se perfila un claro «quién vence a quién», las cosas no están definidas. Y nade sabe, a ciencia cierta, cuántas vueltas da la tuerca.

Sería por cierto un grave error que el gobierno cediera ante la campaña mediática de la reacción, que capitulara ante la imposición que pretende arrancar la empresa Yanacocha, y que finalmente, aceptara un «acuerdo» francamente lesivo a los intereses del país. Pero, además de un error, sería una peligrosa concesión al Imperio en una coyuntura en la que éste renueva su idea de emprender una guerra de agresión contra países soberanos de otras latitudes. Actuar de ese modo sería dar la espalda no solamente a la voluntad de la ciudadanía, sino a un Perú integral en el que se entremezclan pasiones con historia, luchas con esperanza, anhelos con ilusiones; pero, sobre todo, una gran confianza en el futuro.

Por lo pronto, la empresa asegura que si la inversión «no le resulta rentable» se llevará su plata -4,800 millones de dólares- «a otra parte». Un modo de decir: si no me dejan llevarme sus riquezas, entonces me voy a robar a la otra esquina. Bien merecería que le respondieran con una célebre frase de Lourdes Flores, invitándola a meterse sus dólares en algún lugar oscuro.

Hay que decir, finalmente, que la lucha del pueblo de Cajamarca no tiene -no podría tener- un sabor local. No es una lucha que interese sólo a una región del país. Es -y debe ser- la lucha de todos los peruanos por una patria mejor. Hay que alentarla, entonces, y no hacer ostentación de mezquindad, ni de soberbia. Registrará, sin duda, errores y frustraciones, pero llevará en sus entrañas un mensaje de vida que se nutre de lo mejor de nuestra historia. Ella, más adelante, alumbrará cada uno de nuestros pasos.

Gustavo Espinoza M. Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.