El proyecto de Constitución europea representará, caso de aprobarse, el marco normativo más alto que regulará la convivencia de 400 millones de personas. Nos afecta mucho, y por tanto, es un proyecto que merece ser debatido, y apoyado o contestado según sea nuestra percepción del mismo. Conscientes de esta situación, el cerca de centenar de […]
El proyecto de Constitución europea representará, caso de aprobarse, el marco normativo más alto que regulará la convivencia de 400 millones de personas. Nos afecta mucho, y por tanto, es un proyecto que merece ser debatido, y apoyado o contestado según sea nuestra percepción del mismo.
Conscientes de esta situación, el cerca de centenar de personas «notables» que participaron en los trabajos de la Convención europea, presidida por el conservador Giscard d’Estaing, han producido un texto que busca ser acreedor de una legitimidad no cuestionable. Sin embargo, la gran retórica, que alude constantemente al deseo de paz y de bienestar (art. 3.1, parte I), tendrá su contrapeso en el desarrollo de una adecuada «letra pequeña», fundamentalmente la tercer parte del texto.
La estructura de esta Constitución procederá de esta manera con nuestros derechos y libertades más básicos: serán proclamados como principios, pero su desarrollo no podrá poner en cuestión que Europa ocupe «su lugar» en el mundo: «un mercado único en el que la competencia sea libre y no sea falseada» y «una economía social de mercado altamente competitiva» (art. 3.2 y 3.3, parte I). Así, cada vez que se enuncien principios éticos y deseables, éstos no se traducirán en prácticas concretas. Cada Estado podrá (o no) aplicarlos. La anterior estructura será muy visible en la proclamación «restringida» de nuestros derechos sociales (ver artículo 104, parte III) o en las políticas de cooperación al desarrollo, como seguidamente veremos.
Relaciones Norte-Sur
El capítulo IV (parte III) del proyecto de Constitución europea está consagrado al tema de la cooperación al desarrollo, y en él se detallan los objetivos y maneras de entender las relaciones Norte-Sur. Los principios de esa cooperación serán «la erradicación de la pobreza» (218.1, parte III), para lo que se «tendrán en cuenta los objetivos que se han acordado en el marco de las Naciones Unidas» (218.2-III). Se «tendrán en cuenta» no quiere decir, obviamente, que suponga una inconstitucionalidad la no aplicación de medidas como la dedicación del 0,7% del PIB para ayuda al desarrollo.
¿Bajo qué criterios se pondrá en marcha esta «erradicación de la pobreza»? Habrá de llevarse a cabo en «el marco de los principios y objetivos de la acción exterior de la Unión» (223.1-III). ¿Y cuáles son esos objetivos? Pues aparecen objetivos «loables» como la promoción de la democracia, de las libertades y de la solidaridad (193.1 y 193.2-III). Pero junto a ellos otros como: «evitar los conflictos y fortalecer la seguridad internacional» que abre las puertas a la doctrina de «ataques preventivos» observada en Irak; la defensa de «intereses fundamentales» de la Unión Europea, que nos remiten al tema del mercado único altamente competitivo; y por último, la necesidad de «estimular la integración de todos los países en la economía mundial, inclusive mediante la abolición progresiva de las restricciones al comercio internacional», es decir, vivan la OMC y el FMI.
El ajuste de Europa
A través de las renegociaciones de la deuda externa, los países y multinacionales del Norte se vienen asegurando «legalmente» desde los 80 la defensa de sus «intereses fundamentales». Faltaba ahora que las políticas que ya se vienen implementando en la Unión Europea, no fueran sólo políticas sino también obligaciones legales. La Constitución europea puede ser vista como el ajuste estructural (por todo lo alto y a la tremenda) de los 25 países que integran la UE.
Ya hemos visto que los objetivos de la acción exterior bendicen esta política. Pero de puertas adentro, no sólo la bendicen, sino que también la imponen. Con respecto a los principios de «liberalización» que promueve la OMC, el artículo 33 (parte III) establece que los países de la UE estarán «dispuestos a proceder a una liberalización de los servicios más amplia […] si su situación económica general y la del sector afectado se lo permiten». Las incipientes privatizaciones del agua o en materia de educación parecen atestiguar que sí lo permiten. Las políticas monetaristas están inscritas en letras de oro, pues el Banco Central Europeo será un organismo independiente cuyo objetivo es garantizar la estabilidad de precios (77.1-III). En definitiva se trata de seguir la máxima neoliberal: «todo ha de tener un precio y el mercado es, por tanto, el mejor regulador de todas nuestras interacciones; debemos crear, por ello, las condiciones para su reproducción». A esto se refiere la futura Constitución (si no lo impedimos) cuando habla que la misión del Banco Central es lograr una «eficiente asignación de recursos».
La Constitución europea no sólo promueve políticas neoliberales, sino que también prohíbe toda política alternativa. La Tasa Tobin es inconstitucional, pues se debe «alcanzar el objetivo de la libre circulación de capitales entre Estados miembros y terceros países» (46.3-III). Por supuesto, la abolición de la deuda externa no es un «interés fundamental» de la Unión Europea en su acción exterior. Tampoco tratados internacionales (desde Kyoto a los de la Organización Internacional del Trabajo) serán siquiera tenidos en cuenta. La lucha por los derechos de las personas inmigrantes sufre un revés: sus derechos no se regirán por la Constitución Europea o la Carta de Derechos Fundamentales sino por las leyes de extranjería de cada Estado. Vienen aquí buscando una vida digna, huyendo de la pobreza extrema o de conflictos políticos y militares. Pero la Constitución Europea los pone en su punto de mira. El artículo III-166 reclama «controles de las personas», «vigilancia eficaz en el cruce de las fronteras» y afirma que podrán estar por aquí, pero sólo «durante un período breve».
En este sentido, la Constitución no es sólo un ajuste interno, impide también todo desajuste externo, es decir, el desafío de la agenda neoliberal. Por lo tanto, rectifico. No se trata de un marco de convivencia, ya que no es posible el diálogo en ella. Nos vemos creando esos espacios de reflexión y de acción, en las calles, en las consultas alternativas, dirigiéndonos a la ciudadanía para construir otras Europas (www.consultaeuropea.org).