En su artículo «Europa: espacio de lucha» Toni Negri señalaba correctamente la imperiosa necesidad que tiene la izquierda europea de pensar en términos continentales. Sin embargo, en su planteamiento subyace una orientación errónea respecto a la relación que la izquierda debe mantener con la UE actual. El argumentario de Negri no es nuevo y entronca […]
En su artículo «Europa: espacio de lucha» Toni Negri señalaba correctamente la imperiosa necesidad que tiene la izquierda europea de pensar en términos continentales. Sin embargo, en su planteamiento subyace una orientación errónea respecto a la relación que la izquierda debe mantener con la UE actual. El argumentario de Negri no es nuevo y entronca con sus posiciones pasadas de apoyo crítico a la constitución europea. Su razonamiento confunde la necesidad de articular una estrategia continental por parte de la izquierda anticapitalista europea con la subalternización de ésta al proyecto de integración de las elites continentales. Asocia mecánicamente toda oposición abierta a la Europa del Capital con una estrategia carente de perspectiva internacional y de repliegue resistencialista en el marco del Estado-nación. Si bien dicha orientación existe entre algunas fuerzas progresistas, parece difícil de negar que el grueso de la izquierda social y política que ha estado impulsando iniciativas como el Foro Social Europeo (FSE) o la campaña francesa por el non a la Constitución Europea lo han hecho desde posiciones internacionalistas, solidarias, y de defensa de «Otra Europa». Negri descalifica a la «extrema izquierda» europea y a proyectos como el Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) de Besancenot en Francia y Die Linke en Alemania, a las que acusa del «abandono del proyecto de la unidad europea» y de defender «posiciones antieuropeas», sin aportar muchas evidencias. Conviene señalar, por cierto, que Die Linke y el NPA son, aunque Negri los meta en el mismo saco, proyectos dispares y con concepciones estratégicas diferenciadas. Esquematizando, Die Linke es una formación antineoliberal que no excluye colaborar con partidos y gobiernos social-liberales para intentar «influenciarlos», mientras que el NPA sitúa la lucha contra el neoliberalismo en una perspectiva anticapitalista y en base a la independencia clara respecto a partidos y gobiernos social-liberales.
Según Negri, «estos partidos y partidillos no han dejado de ser republicanos, corporativos y, cuando no lo son, consideran que sólo pueden reproducirse sobre una base nacional y que sólo dentro de esas dimensiones pueden construir un programa». La afirmación es sorprendente, referida en particular al NPA de Besancenot. Su organización promotora, la Ligue Communiste Révolutionnaire, ha estado desde el comienzo vinculada a las principales experiencias de articulación de los movimientos sociales europeos, como las ya lejanas «euromarchas» contra el paro, el FSE, o las «euromanifestaciones» durante las cumbres europeas. Ha estado implicada en proyectos como el de la Conferencia de la Izquierda Anticapitalista Europea, que agrupa a varias formaciones políticas europeas, o el encuentro Mayo 1968-Mayo 2008 celebrado este año en Paris, que reunió a unas 30 fuerzas europeas. En él, el propio Besancenot señalaba la necesidad de reforzar la coordinación de la izquierda radical europea y afirmaba que «avanzar en la construcción de un partido anticapitalista europeo» será uno de los objetivos estratégicos del NPA. No parece éste un horizonte propio de una organización que actúe sólo «sobre una base nacional» y que no tenga en cuenta la dimensión estratégica del ámbito europeo como un «espacio de lucha». Negri es muy libre de disentir del NPA de Besancenot, pero no es serio lanzarle acusaciones poco fundadas.
De forma certera, Negri afirma que «sólo en el terreno europeo la lucha puede tornarse eficaz. Negarlo es suicida. Y la unidad europea es una tarea que hay que llevar a cabo, una responsabilidad que hay que asumir». Pero ello no debe hacerse sobre la base de una postura subalterna, sino desde la independencia y la confrontación con éste. Ser incapaz de pensar una estrategia independiente respecto al proyecto del capital sólo va a conducirnos a graves desorientaciones, a tomar por amigos a los enemigos y a tirarnos piedras encima de nuestro propio tejado, apoyando (críticamente, ¡claro !) a políticas que van contra los intereses de los sectores populares. La izquierda anticapitalista tiene el reto de formular una estrategia continental, de articular un polo europeo diferenciado de la izquierda subalterna al social-liberalismo, y de reforzar la ‘europeización’ de las luchas y las resistencias. El proyecto que nos propone Besancenot va en esta dirección : la de una izquierda para la cual, como señalaba en el mencionado acto en Paris «el internacionalismo no es sólo una herencia. Es nuestra marca de fábrica. Nuestra práctica cotidiana». Más claro imposible.
*Josep Maria Antentas es Profesor de Sociología en la UAB y miembro de la redacción de Viento Sur