Traducido para Rebelión por Susana Merino
El Gobierno del primer ministro francés Ayrault juega con un coctel explosivo, el de la doble política de la oferta y la austeridad: más dinero para producir no importa qué, ni importa cómo y con desprecio del medio ambiente, menos dinero para la justicia social y para los servicios públicos necesarios para el bienestar de la sociedad. Todo con el pretexto de la reducción del déficit público bajo las órdenes de la Comisión Europea.
Sin embargo, si se mira bien, la austeridad responde a una variable geometría. El Gobierno no duda en invertir millones en una política catastrófica para el ambiene: el insensato aeropuerto de Notre Dame des Landes, son 150 millones para el Estado: la dudosa línea de gran velocidad Lyon-Turín como también el EPR de Flamanville de 8,5 mil millones; el entierro de residuos nucleares en Bure, 35.000 y según el IRSN un accidente nuclear le costaría a Francia entre 0,78 y 5,8 billones de eruos, es decir, ¡El equivalente a tres años de PIB! Esta lógica productivista, que sobrepasa y va a contramano de los desafíos, especialmente climáticos, ya nos está costando muy cara y nos costará todavía mucho más en el futuro.
Desde el punto de vista social tampoco es muy brillante. Después de haberse negado a salvar a Florange [1] como se había comprometido y de haber presionado para lograr el Acuerdo Nacional Interprofesional (ANI) los resultados tanto en lo relativo a desempleos y a despidos son desastrosos: 43.981 empresas han cerrado en un año, 62.431 están en proceso de quiebra. Con la desaparición de 17.000 empleos en Francia en el tercer trimestre de 2013 la tasa de desempleo que fue de 9,8% en 2012 pasará al 10,6% según la OCDE en 2013 y al 10,8% en 2014
Rehabilitar el impuesto ciudadano
Lejos de obtener enseñanzas en lo relativo al presupuesto, a la reorientación de las inversiones públicas o a la reducción de los horarios de trabajo el Gobierno de Ayrault se aferra a una lógica mortífera. Ya sabíamos que había abandonado toda intención de plantear una bifurcación ecológica, y he aquí que se prepara a reincidir en la fiscalidad anunciando especialmente una suba del IVA o declarando la intención, que no será sin duda suficiente para calmar el movimiento de ira que ha provocado la mal nombrada «ecotasa» sobre la que surfean placenteramente la derecha y los patrones.
Los ciudadanos no entienden cual es el objeto de este impuesto. El hartazgo no procede del hecho de que los franceses hayan abandonado la idea del reparto solidario de «de cada uno según sus capacidades y a cada uno según sus necesidades» lo que aún continúa siendo una vital utopía. Procede del hecho de que el impuesto no juega ya su función de justicia social. Entre las manos de Nicolas Sarkozy y luego de François Hollande se ha convertido en un medio para mejor financiar el MEDEF [2] y el CAC40 [3] . ¿Cómo aceptar de buen grado cuando ese aumento del IVA, el más injusto de los impuestos, va a estar orientado directamente a financiar el «crédito para la competitividad» de 20.000 millones ofrecido por el Gobierno a los patrones, sin ninguna contraprestación social ni ambiental? ¿Cómo aceptar volcarlo al pozo común cuando se ven desaparecer diariamente los servicios públicos de las zonas rurales aplastadas por la austeridad? ¿Cómo destinar sin pestañear una parte de los ingresos cuando se dedican en primer lugar a los yates y a los jets privados de una oligarquía dorada arma principal del lobbiying que maneja las fuerzas destructivas del planeta?
Las riquezas existen y los ricos contaminan
A la cabeza de las empresas más desigualitarias encontramos la publicidad y el lujo: el PDG [4] de Publicis ha ganado 1091 años de Smic [5] en 2012. En LVMH [6] , Bernard Arnault ha percibido 9,5 millones de euros en el 2012. La publicidad tiene como único objetivo crear necesidades artificiales para permitir al mercado colocar su sobreproducción más allá de las reales necesidades de los ciudadanos. Consiste en una verdadera matraca visual en el espacio público para influir sobre la tendencia a la compra y se convierte en un temible impulso al crimen del consumo y del endeudamiento. La ilusión de felicidad mediante el consumismo y la promoción del ideal del lujo genera mayores presiones sobre los recursos naturales y un deletéreo dumping social.
Este modelo de vida impuesto por la publicidad y vehiculado por el lujo, además de impulsar en cada uno el deseo de una abundancia bien distante de la sobriedad y del buen vivir, tiene gran incidencia en el mundo: como dice Hervé Kempf, ¡son los ricos los que destruyen el planeta! De acuerdo con un informe del INSEE [7] de 2010, el 20% de los hogares más acomodados emiten 2,7 veces más GES [8] que el 20% de los hogares más pobres.
Propuestas concretas para una revolución fiscal
Para rehabilitar la función del impuesto como instrumento de solidaridad y hacer que constituya un útil para la justicia social y la bifurcación ecológica, resulta urgente encarar una verdadera revolución fiscal sobre los siguientes fundamentos:
– Para hacer frente a las desigualdades conviene aumentar los tramos impositivos sobre los ingresos con el objeto de que sea más progresivo, con un último tramo del 100% que permita establecer un ingreso máximo autorizado.
– Para detener la impunidad de los accionistas y de los grandes dirigentes y poner en marcha otro tipo de organización del trabajo es urgente limitar las diferencias de salario en una misma empresa, luchar contra el fraude fiscal y establecer principalmente impuestos al capital y a las transacciones financieras.
– Para obtener ingresos suplementarios que permitan financiar los servicios públicos esenciales al bienestar e invertir masivamente en la transición ecológica, es necesario aumentar el IVA sobre los productos de gran lujo y sobre la publicidad, suprimir los nichos fiscales socialmente inútiles y perjudiciales desde el punto de vista ambiental.
– Finalmente para dejar la precariedad y desalentar el supuso es necesario establecer una verdadera progresión impositiva al agua y a la energía y asegurar la gratuidad de los primeros metros cúbicos y los primeros kilowatios con el objeto de garantizar su acceso universal.
El régimen fiscal está en el centro de la ecología política. Convertido en instrumento de redistribución de la riqueza, permite mostrar que los bienes comunes como también el dinero existen y que nos es necesario esperar un hipotético regreso del crecimiento para que una sobriedad compartida aseguro el bienestar de todos. Porque como señalan numerosos estudios como los del economista Jany Catrice al comparar los indicadores de salud social y del PBI en Francia, el crecimiento no es sinónimo de bienestar. No resuelve las desigualdades más allá de un cierto umbral del PBI y prospera sobre la base de un extractivismo que pone en peligro a la biósfera. Ha llegado el tiempo de cambiar de modelo, una revolución fiscal sería el decisivo primer paso.
Notas:
[1] Florange: Fábrica de acero francesa
[2] El Movimiento de Empresas de Francia (en francés Mouvement des entreprises de France o Medef) es una organización patronal de Francia creada el 27 de octubre de 1998 en sustitución del Conseil national du patronat français (CNPF).
[3] El CAC 40 (Cotation Assistée en Continu), que toma su nombre del primer sistema de automatización de la Bolsa de París , es un índice bursátil francés,
[4] La traducción más aproximada de PDG es CEO. ( Chief Executive Officer)
[5] Salario Mínimo Interprofesional
[6] LVMH Moët Hennessy • Louis Vuitton mejor conocido como LVMH , es un conglomerado multinacional francés dueño de más de 60 marcas de renombre
[7] Instituto Nacional de Estadística y Estudios económicos
[8] Gases contaminantes
Corinne Morel Sarleux es secretaria nacional de ecosocialismo del Partido de Izquierda (PG)
Pierre Lucot es consejero federal de Europa-Ecologia los Verdes (EELV), mandatario de la mocion Objetivo Tierra
Fuente: http://m.marianne.net/Appel-a-une-revolution-fiscale-rouge-et-verte_a234115.html