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Elecciones en Guatemala

Corrupción 2.0 y la necesidad de la autocrítica

Fuentes: Rebelión

Leamos como leamos los resultados electorales, una conclusión es inevitable: casi el 80% de la población votó por candidaturas comprometidas con la continuidad, normalizadoras de la corrupción, de matriz conservadora en lo económico, lo social y lo político (fundamentalismo, homofobia y lesbofobia, autoritarismo, apoyo o falta de cuestionamiento del modelo económico de despojo). Esto nos […]

Leamos como leamos los resultados electorales, una conclusión es inevitable: casi el 80% de la población votó por candidaturas comprometidas con la continuidad, normalizadoras de la corrupción, de matriz conservadora en lo económico, lo social y lo político (fundamentalismo, homofobia y lesbofobia, autoritarismo, apoyo o falta de cuestionamiento del modelo económico de despojo). Esto nos tiene que dar miedo y debería hacernos reaccionar.

Esta conclusión abre un debate necesario, ya iniciado en redes sociales: ¿el pueblo está dormido, o los liderazgos y organizaciones no están a la altura de las circunstancias? (por ejemplo, no leyeron el imperativo de unidad que provenía tanto de la correlación de fuerzas como de las demandas de muchas organizaciones sociales y comunitarias). El debate es sobre los factores externos y las responsabilidades internas, parafraseando a Manuel Galich, de la derrota.

El pueblo guatemalteco es individualista en lo económico; tremendamente solidario y comunitarista en su visión de la comunidad, el territorio y las relaciones sociales; pragmático en la decisión sobre el poder estatal e institucional, como ha investigado con brillantez Diego Vásquez Monterroso (entre otros). Esta complejidad determina los espacios de acción. Entenderla es fundamental para ampliar los límites impuestos por el sistema en general, y su operador privilegiado, el sistema electoral. Para abordar esta complejidad no sirven las rutas tradicionales y lineales para la toma del poder.

En vez de responsabilizar al «pueblo» (o a «las otras» organizaciones) sobre los malos resultados y la normalización de la corrupción y la impunidad otros cuatros años, preguntémonos en clave interna:

  • ¿Las organizaciones partidarias y sociales, tanto las que participaron en las elecciones como las que no, estuvimos a la altura de las circunstancias?

  • ¿Por qué no pudimos aprovechar la fragmentación del voto de la derecha?

  • ¿Qué impacto en los resultados finales (inferiores a lo esperado: segunda vuelta con actores populares) tuvo la división partidaria y social (esta es más profunda incluso que la electoral, y previa a la misma)

  • ¿Seguimos desarrollando la canibalización entre organizaciones como estrategia central para fortalecer el proyecto propio, o apostamos por modelos políticos colaborativos y horizontales?

  • ¿Cuánto falta o qué tenemos que hacer para llevar nuestro proyecto más allá del 20% de la población votante de izquierda-a favor del cambio, hoy por hoy marginal?

  • ¿Cómo rompemos la dinámica del abstencionismo-desencanto, generando ilusión entre los que no militan?

  • ¿Cómo fortalecemos la conciencia política y la comunidad, y la disputa de proyectos de vida más allá de lo electoral y lo político-institucional-estatal, más allá de este sistema mercancía que individualiza y acarrea votos? La acción política como disputa de la visión del mundo, dice Tania Palencia.

Es sana la autocrítica: qué no estamos haciendo bien, en términos de proyectos que no conectan totalmente con las preocupaciones de la población, y en términos de organización: culturas organizativas cerradas, endogámicas, que no logran ampliar su base social, más allá de la población militante y convencida.

Algunos resultados, tomados a modo de ejemplo, nos tienen que hacer pensar. El territorio donde se han celebrado más consultas comunitarias, escenario de disputas históricas y ejemplares por el territorio y la vida (Barillas, San Mateo Ixtatán, Santa Eulalia, Colotenango), donde existen o existieron grandes esfuerzos de articulación (CPO, ADH, Mamá Maquín), no conecta ese sentir comunitario, territorial y de pueblos con la representación partidaria y política. ¿Defectos estructurales del sistema electoral o debilidades -egos, sectarismos, intransigencia, verticalismo- internas? Tal vez ambos. Si no analizamos autocríticamente, en cuatro años vamos a estar igual. Para mientras, sigue la militarización de las fronteras en función de la contención del narcotráfico y la imposición de nuevos megaproyectos.

Faltan más liderazgos plurales, más capacidad articuladora, más visión estratégica, de proyecto y no de partido o instrumento organizativo, más humildad, más autocrítica: ¿de verdad cumplimos, debemos sentirnos satisfechos? ¿Nos creemos que no cometimos errores y la culpa, siempre, la tienen los otros?

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.