La solicitud de una votación secreta entre los diputados del Partido Laborista británico efectuada por dos ex ministros de ese partido es una clara muestra de las desavenencias que el liderazgo del actual primer ministro, Gordon Brown, provoca en las filas laboristas. Los propios ex ministros que piden la votación, Geoff Hoon y Patricia […]
La solicitud de una votación secreta entre los diputados del Partido Laborista británico efectuada por dos ex ministros de ese partido es una clara muestra de las desavenencias que el liderazgo del actual primer ministro, Gordon Brown, provoca en las filas laboristas. Los propios ex ministros que piden la votación, Geoff Hoon y Patricia Hewitt, manifiestan abiertamente que el grupo parlamentario laborista se encuentra «profundamente dividido» en torno al liderazgo de Brown. Entre otros, no es un elemento menor el hecho de que el primer ministro no lo es por haber ganado elección alguna, sino por herencia de su predecesor, Tony Blair.
Sin embargo, la petición de Hoon y Hewitt, además de ser un nuevo síntoma de una crisis de liderazgo, parece revelar algo más, y se manifiesta como el último episodio, por el momento, de la deriva de un partido que perdió su identidad y, tras un periodo de éxito, habiendo exhibido su etiqueta de renovador y moderno, demostró que sus políticas en todos los campos no han sido ni renovadoras ni modernas. La crisis económica y las numerosas bajas de soldados británicos en Afganistán hicieron aflorar la crisis derivada de la falta de rumbo propio del Partido Laborista, que ve cómo la cohesión virtual de los «buenos tiempos» y el apoyo de los ciudadanos se disipan. Por tanto, si bien cabe hablar de Gordon Brown al referirse a la crisis de liderazgo, es más apropiado citar la herencia de Tony Blair, que es mucho más que Brown, al referirse a la crisis del laborismo, la herencia de unas políticas económica y exterior alineadas sin fisuras con el modelo neoliberal y los Estados Unidos de George W. Bush.
Después de 13 años de gobiernos laboristas, los conservadores de David Cameron son favoritos para ganar las elecciones que se celebrarán la próxima primavera, y lo son, más que por mérito propio, por demérito del laborismo. Un laborismo que, habiendo llevado a cabo políticas propias de la derecha en los últimos años, ha terminado por perder el apoyo de sectores de izquierda y también de quienes prefieren el original.
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