Los esfuerzos para reducir el déficit fiscal en Portugal y la obediencia del gobierno socialista a los dictados del conservador ejecutivo alemán no calman a los mercados, pero sí generan una crisis política interna y una reacción social inédita.
El primer ministro, José Sócrates, viajó a Berlín el día 3 para garantizar en persona a la canciller (jefa de gobierno) alemana, Angela Merkel, que Portugal impondría nuevas restricciones al gasto público desde abril, que «está en el buen camino» y que no necesita un plan de rescate europeo para enfrentar su crisis de deuda.
Una actitud que provocó una lluvia de críticas desde la derecha y la izquierda para Sócrates, quien gobierna en minoría parlamentaria, a lo que ayudó también la actitud de Merkel, quien apoyó las medidas pero demandó que «hay que ir más allá».
La izquierda parlamentaria acusó al gobierno de «servilismo» ante Alemania. En ella se suman el Partido Comunista, el Partido Ecologista Verde y el Bloque de Izquierda.
La derecha criticó que Sócrates actuó por su cuenta, sin consultar al legislativo y al presidente, Aníbal Cavaco Silva, cuando las medidas adicionales ofrecidas comprometen el futuro del país. El sector lo integran el Partido Socialdemócrata (PSD) y el Centro Democrático Social (CDS).
La noche del martes 15, el gobierno admitió que aún no sabe cuándo podrá entregar a la Asamblea legislativa el proyecto del nuevo Plan de Estabilidad y Crecimiento (PEC), que debe incluir las medidas adicionales de austeridad dialogadas con Merkel y debatidas el día 11 en una cumbre extraordinaria de la Unión Europea (UE) en Bruselas.
La oposición fue unánime al condenar «la falta de respeto institucional» hacia el parlamento y calificar de «inaceptable» la actitud del ejecutivo, en un frente que dejo solo al gobernante Partido Socialista (PS).
Sócrates no descartó elecciones legislativas anticipadas si la crisis se agrava, durante una entrevista nocturna el mismo martes por televisión.
«Si el parlamento vota contra el PEC, estará diciéndole al gobierno que no tiene condiciones para presentarse en una cumbre europea con medidas para lograr la consolidación del presupuesto, lo que significa que no tiene condiciones para continuar y en tal caso, deberá ser devuelta la palabra al pueblo», afirmó.
Este miércoles 16 el ministro de Finanzas, Fernando Teixeira dos Santos, advirtió que hacer inviable la actualización del PEC es empujar a Portugal a la asistencia externa, en especial luego que la agencia calificadora Moody’s bajó dos niveles la clasificación de la deuda del país.
Tras la reunión extraordinaria del Consejo Europeo del día 11, el órgano de los 27 jefes de gobierno de la UE se reunirá en forma ordinaria los días 24 y 25, cuando la situación de Portugal será sometida a otro examen.
El ataque por todos los flancos contra el gobierno se produce cuando soporta una vertiginosa pérdida de credibilidad, tras destacar los medios de comunicación lusos las relaciones privilegiadas que Sócrates y su ministro de Exteriores (canciller), Luís Amado, han sostenido con el líder libio Muammar Gadafi.
Las denuncias periodísticas incluyen fotografías de las visitas de los dos dirigentes a la tienda del dictador libio.
El gobierno respondió corto y pragmático: «si excluimos a las dictaduras de nuestras relaciones, no podríamos comerciar con más de la mitad de la humanidad». Sus portavoces recordaron que, además, 15 por ciento del petróleo consumido en el país proviene de Libia.
Las derivaciones políticas de la inestable situación económico-financiera de Portugal no solo afectan al PS, sino también al PSD y al CDS, los partidos que han ocupado el poder desde la elección del primer parlamento democrático en 1976, dos años después del golpe militar izquierdista del 25 de Abril que dio paso a la democracia.
La situación generó también una reacción social inédita en este país europeo de 10,2 millones de habitantes, que los principales columnistas analizan en forma común: desde el día 12 «ya nada será como antes» en Portugal.
Esa jornada, entre 350.000 y 400.000 manifestantes tomaron las calles de 11 ciudades, para protestar contra el manejo de la crisis financiera del país, convocados por cuatro jovenes a través de la red social Facebook.
Unas 200.000 personas, en especial jóvenes, repletaron las principales plazas y avenidas de Lisboa, 80.000 salieron en la norteña ciudad de Oporto, y entre ocho y 10.000 más en otras nueve urbes.
La iniciativa fue de cuatro amigos, que convocaron a los jóvenes de la autodenominada «geração à rasca», una expresión popular portuguesa cuya traducción más aproximada sería «generación en aprietos».
Pero la protesta, inicialmente de jóvenes enfrentados a la falta de futuro profesional y la precariedad de los trabajos existentes, inesperadamente se vio apoyada por personas de todas las edades.
Pensionados a los cuales se les comenzó a aplicar impuestos sobre modestas jubilaciones y personas de mediana edad que perdieron su trabajo por las drásticas medidas económico-financieras del gobierno, se sumaron a la protesta.
Se pedía la participación de «desempleados, ‘quinientos-euristas’ (por el 22 por ciento de la población con un salario de no más de 500 euros, unos 650 dólares), otros mal remunerados, esclavos disfrazados, subcontratados, contratados a plazo, falsos trabajadores independientes, trabajadores temporales intermitentes, becados, trabajadores-estudiantes, estudiantes, madres, padres e hijos de Portugal.»
Bajo la consigna de «A Rua é Nossa» (la calle es nuestra), la protesta no registró ningún incidente y con humor y alegría se destacaban carteles tales como «aquí nadie votó por Merkel», «políticos gordos, pueblo flaco», «revolución precaria», «éste país no es para jóvenes» y «mi crisis es la precariedad».
Algunas cifras explican el éxito de la protesta espontánea, que tomó a partidos, sindicatos y otras organizaciones por sorpresa. En Portugal, la desocupación oficial afecta a 11,8 por ciento de la población activa, pero los sindicatos elevan la tasa a 13,8 por ciento.
Los trabajadores temporales llegan a 14 por ciento, un nivel solo superados por Polonia en la UE, mientras en 30 por ciento de las empresas no existe vínculo contractual con sus empleados, de acuerdo a datos de la Fundación Europea para la Mejora de las Condiciones de Vida y Trabajo.
La cesantía de egresados universitarios menores de 35 años es de 40,5 por ciento, lo que explica que 25 por ciento de estos jóvenes con estudios superiores continúa viviendo en casa de sus padres.
Los analistas criticaron que detrás del movimiento promotor de la jornada haya la demanda de una reforma estructural del sistema sino solo la petición de menos precariedad y más trabajo. Una protesta basada en la desesperación ante un futuro incierto.
El columnista José Vítor Malheiros apuntó en el diario Público de Lisboa que el movimiento ataca más al Estado y a los partidos y en cambio revela «una actitud singularmente acrítica sobre el funcionamiento del capital, de los mercados financieros y de las empresas en general», y sin aportar propuestas.
Paula Gil, una de las convocantes, puntualizó que el futuro del movimiento se inició la tarde del martes con la apertura de un espacio de debate en Facebook, «Fórum de las Generaciones», que al final de la jornada contaba con 3.000 adhesiones y en el que se pretende reunir «ideas para una democracia más participativa».