Existe un debate a veces soterrado y a veces a gritos entre dos tendencias de la izquierda latinoamericana respecto a cómo establecer una política revolucionaria para la actual crisis que vive la hermana república de Venezuela. La mayoría de la izquierda ve con claridad la existencia de una política intervencionista del imperialismo norteamericano para derrotar […]
Existe un debate a veces soterrado y a veces a gritos entre dos tendencias de la izquierda latinoamericana respecto a cómo establecer una política revolucionaria para la actual crisis que vive la hermana república de Venezuela.
La mayoría de la izquierda ve con claridad la existencia de una política intervencionista del imperialismo norteamericano para derrotar al gobierno de Nicolás Maduro como sea (golpe de estado militar o invasión extranjera), y pone el énfasis en la denuncia de esa agresión de Estados Unidos.
Para otros sectores, lo que hay es la confrontación entre dos sectores de la burguesía venezolana, siendo Maduro uno de ellos, la oposición encabezada por Guaidó el otro, por ende, su eje político sería una fórmula como «ni Maduro, ni Guaidó por una salida independiente de la clase trabajadora».
Marea Socialista habla de nuevas elecciones o referéndum consultivo, aunque algunos de sus dirigentes exigen la renuncia de Maduro que, en los hechos, es lo mismo que exige CNN y el imperio. La denuncia intervención imperialista aparece en esta política en segundo plano, si es que aparece. Incluso a algún vocero de otra corriente hermana de Marea le he escuchado llamar a Maduro «dictador», igual que hace CNN.
Creemos que para evitar errores en medio de una situación tan compleja debemos guiarnos por los siguientes criterios metodológicos:
1. Cuidado con el reduccionismo que todo lo visualiza como confrontación burguesía/proletariado, porque un aspecto de la realidad que hay que tomar en cuenta es la confrontación imperialismo/naciones oprimidas.
2. La existencia del capitalismo imperialista, es la característica fundamental de la realidad mundial que influye de una u otra manera sobre los estados nacionales. Ese hecho es el que explica la existencia de regímenes «populistas» o «nacionalistas» en América Latina, en particular chavismo en Venezuela, y por extensión los movimientos de liberación nacional que han existido desde el siglo pasado, que expresan deformada o directamente las contradicciones imperio/naciones oprimidas.
3. Esa contradicción es real. Históricamente ha producido conflictos muchos de los cuales se han saldado con la vida de miles de víctimas. Es un hecho de la realidad que no se puede soslayar y frente al cual hay que posicionarse. Pero cierto ultraizquierdismo tiende a menospreciar esta contradicción sacando de contexto la tesis trotskista de que la burguesía de los países oprimidos ha dejado de ser revolucionaria. Haciendo un silogismo barato se pretende que si los dos son sectores son facciones de la burguesía no se pueden confrontar. Por ejemplo, un editorial del Partido Socialista de los Trabajadores de Panamá, de los años 80, alegando que Omar Torrijos no pudo ser asesinado por el imperialismo yanqui, «porque era un líder de la burguesía». Lógica absurda.
4. Una variante de esa lógica, es el concepto de «Frente Contrarrevolucionario Mundial», elaborado por el argentino Nahuel Moreno, según el cual, desde la socialdemocracia hasta la extrema derecha, pasando por el stalinismo y los liberales, además de las iglesias y los medios de comunicación, constituyen un frente contrarrevolucionario. De ahí se colige que actúan en común y no tienen contradicciones entre sí. Pero una cosa es que no sean revolucionarios, otra si constituyen un «frente». Esta idea bastante ingenua borra las diferencias, matices y confrontaciones entre las diversas facciones políticas y fracciones de la burguesía, y de los otros sectores sociales, incluyendo la clase trabajadora, que tienen o no ideas socialistas. Al borrar las diferencias se deduce que «todos son iguales» y, peor aún, actúan en común acuerdo (puesto que son un «frente»). Craso error.
5. Según esa idea no hubo golpe en Brasil, y según esa idea, para Marea Socialista hay un frente «Maduro-MUD-Guaidó-militares» cuyas confrontaciones son una pantomima.
6. Toda elaboración política debe empezar por preguntarse cuál es la política del imperialismo yanqui, demarcarse y denunciarla. Solo a partir de eso se puede criticar la política de Maduro porque no sirve para enfrentar la ofensiva de la derecha y el imperio, porque hace demagogia pero no toma medidas realmente socialistas y revolucionarias, como: la movilización consecuente e independiente de la clase obrera, combate a la corrupción de la boliburguesía, nacionalización de la banca y del comercio exterior, expropiación de los burgueses acaparadores y saboteadores, empezando con la familia Mendoza (principales importadores). Pero no se aprecian estas consignas socialistas, del «programa de transición», en los planteamientos de esos sectores, los cuales se quedan en exigencias democráticas que, al final son muy cómodas para la oposición burguesa venezolana.
7. La campaña de los medios, de la OEA y de los yanquis es real: su política es tumbar a Maduro y acabar con lo que ha sido el Proceso Bolivariano. Cualquier revolucionario que combata prioritariamente a Maduro, sin levantar una alternativa de la clase obrera real y concreta, en estas circunstancias, queda colocado del lado de la política de la derecha y el imperialismo que es sacar a Maduro como sea.
8. Ojo con la interpretación equivocada de la «teoría de los campos». Hay que sostener la independencia de clase, en el sentido político. Por eso, hay que combatir la trampa de una alianza policlasista o «campo progresivo», como pretendía el stalinismo soviético. Pero en lo conflictos, cuando escalan hacia la guerra civil, se forman dos bandos casi o esencialmente militares. En circunstancias de aguda lucha de clases, hay que saber que el triunfo del sector más reaccionario conlleva el aplastamiento de todos los sectores obreros y populares, no solo de los reformistas. Por eso, en el modelo histórico de la Revolución Rusa, cuando el general Kornilov se sublevó contra el gobierno reformista de Kerensky, los bolcheviques se movilizaron junto a estos últimos hasta derrotar el golpe militar. El ejemplo es extensivo a cualquier guerra civil, como la española de 1936-39. Siempre se pelea contra el bando de la reacción como eje fundamental.
9. Hay que elaborar una política de independencia de clases para Venezuela, en pro de una salida favorable al movimiento obrero, que sea independiente del gobierno de Maduro y de Guaidó. Pero esa política debe partir por reivindicar el proceso bolivariano, el chavismo, el antiimperialismo, las conquistas obreras y formular algún tipo de referente propio de la clase. En 2018, Altamira, el dirigente del Partido Obrero de Argentina sugirió un llamado a un congreso obrero. La propuesta concreta sólo puede salir de los propios sectores sindicales y populares bolivarianos consecuentes.
10. Lo que no puede ser es una política «democrática» simplista que facilite a la derecha acceder al poder y que legitime su accionar golpista.
En Panamá ya vivimos todo esto bajo el régimen del general Manuel A. Noriega, por eso estas ideas nacen de una experiencia. Aquí hubo las mismas opiniones divididas que en Venezuela hoy. Acá ya se sabe el final de la historia, el imperialismo mediante una invasión impuso a su Guaidó panameño, Guillermo Endara, y un régimen oligárquico neoliberal títere de Estados Unidos, en el que la clase trabajadora perdió sus conquistas y a la izquierda le han tocado 30 años cuesta arriba. No solo perdieron los «norieguistas».
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.