Las asambleas exigen democracia en Bosnia y consiguen algunos logros de los políticos locales, como suprimir los sueldos vitalicios. La miseria y los atropellos llevan a muchos a echar de menos al mariscal Tito.
Se repiten las imágenes de manifestaciones multitudinarias contra la falta de democracia en todo el mundo. En medio del estallido actual ucraniano no quedan márgenes en la prensa ni en las cabezas saturadas de información para analizar la situación de Bosnia Herzegovina tras el levantamiento que hace unas semanas hizo arder varios edificios y que por ello, copó las portadas de la prensa internacional. Apagado el fuego, desaparecen las portadas. Pero lo cierto es que aquello solo fue el principio.
El viernes 7 de febrero miles de bosnias y bosnios se manifestaron en distintas ciudades contra la privatización y cierre de varias empresas, contra el clientelismo y la corrupción política, contra los despidos masivos y la ausencia de garantías, contra veinte años de secuestro democrático y de miseria. Desde esas multitudinarias manifestaciones se han producido otras diariamente, pero pacíficas, y por ello menos interesantes para los medios de información masiva que se abalanzan sobre un acontecimiento del modo que el periodista Pascual Serrano llama «la manada».
Muchas de las pancartas que enseñan los ciudadanos en Sarajevo son más que evidentes: «Juzgado, Fiscalía, Gobierno, Mafia» o «Ladrones, ¡marchaos!». Son lemas que nos suenan y nos tocan de cerca a todos en cualquier país europeo, pero cada caso alberga diferencias abismales, como es el caso de Bosnia Herzegovina, donde tras la desintegración de Yugoslavia sobrevino una guerra civil desde 1992 hasta 1995, a pesar de los acuerdos de Dayton, que proclamaron el inicio de la andadura democrática que a día de hoy se ha desvelado inexistente o muy deficitaria.
En primer lugar, después de esas manifestaciones de fuego y destrucción, la represión y las detenciones en las ciudades bosnias no han dejado de aumentar. Según informa la prensa local, los medios de comunicación son llamados a entregar sus videos para identificar a los asistentes que aparecen en ellos; los manifestantes son abordados por la noche o en zonas alejadas de las manifestaciones para ser detenidos en el silencio y la arbitrariedad de la noche, y ahora, además, se anuncia que podrían enfrentarse a acusaciones por terrorismo. Son imágenes que nos suenan demasiado, salvando las distancias y las circunstancias de cada lugar.
Tras casi veinte años de silencio, como bien han remarcado distintos medios de comunicación, los ciudadanos acuden a manifestaciones diarias y se organizan en asambleas en cada ciudad. Hay días que solo acude un centenar de personas, y días que se puede contar el millar. Estos «plenos» o asambleas se comunican entre sí a través de varios grupos. Como cuenta a Canarias Ahora Jasna, una de las asistentes a las asambleas que trabaja en una empresa de seguros en Sarajevo, «está el grupo de comunicación con los medios, el grupo para la comunicación con el gobierno, con los ciudadanos y por último con los Plenums de otras ciudades.»
Hay que recordar que próximamente serán las elecciones en Bosnia por lo que, de momento, a los dirigentes les interesa ganarse el favor de estos manifestantes, y varios puntos de los acordados en las asambleas ya han sido aceptados por los partidos políticos mayoritarios.
Como comenta Jasna, «los Gobiernos locales de cada ciudad aceptaron varios de nuestros requisitos, como que los políticos no puedan seguir recibiendo un salario después de renunciar o tras agotar su mandato. También aceptaron que se forme una auditoría para investigar el origen de los bienes adquiridos ilegalmente y otra investigación sobre la privatización de las grandes empresas que se vendieron por un euro». Aunque afirma que aún queda mucho camino, ya que el gobierno tacha muchas de estas reivindicaciones de «confusas y sin sentido».
La gente no solo quiere gritar su malestar, plasmado en las revueltas de las pasadas semanas, sino que exige democracia y por ello practica la democracia desde abajo, elaborando propuestas y exigiendo soluciones. En un país con una brecha social abismal (cerca de un 65% de paro juvenil, una tasa de desempleo del 28%, salarios medios de 400 euros y un coste de la vivienda de 200 euros de renta mensual) existe un claro sesgo a la hora de participar en el mundo de la política institucional y de los partidos, una gran mayoría se encuentra totalmente fuera de los mecanismos institucionales, salvo en jornada electoral.
Este fin de semana las manifestaciones y cortes de tráfico se han repetido en varias ciudades. Ya son más de tres semanas de protestas y asambleas casi diarias. Con una afluencia importante aunque escasa para merecer ocupar las portadas de la prensa. Como dice Jasna, «los partidos políticos últimamente juegan a meter miedo a la gente. En las universidades prohibieron a los estudiantes salir a la calle y a algunos trabajadores también. Hay rumores de que los profesores aconsejan no salir a la calle, lo mismo en las iglesias y mezquitas. Lo que puede ser porque muchos son parte de los partidos que gobiernan este país. Aunque estoy segura de que más adelante la situación va a cambiar».
Varias estudiantes que se encontraban de Erasmus Mundus en el momento de las protestas y manifestaciones cuentan que la mayoría de la gente que está saliendo a la calle son adultos y gente mayor, «los jóvenes se mueven muy poco en la política aunque están hartos de la situación y la corrupción». Y es que como informan varios medios locales, muchos de los asistentes son veteranos de la guerra de Bosnia, hombres y mujeres que vivieron el horror y la muerte de la guerra y que hoy se sienten estafados por esta supuesta democracia en la que cada vez más gente pasa hambre mientras políticos y empresarios se enriquecen a costa de privatizar empresas.
Echan de menos a Tito
Hay que tener en cuenta la magnitud de la brecha social que se puede observar en las diferencias entre el centro de Sarajevo y la periferia. El centro, con enormes y elegantes edificios, cuenta con tres grandes centros comerciales con hasta nueve plantas, pantallas luminosas gigantescas y todo el atrezzo propio de las mega-construcciones modernas cuya arquitectura debiera reflejar el progreso y la riqueza de la ciudad. En la otra cara de la moneda, las afueras de la ciudad desvelan la hipocresía de esa supuesta modernización. «Todas las casas tienen su huerto y sus gallinas para subsistir, su madera, su comida… En toda Bosnia hemos visto la misma imagen, hemos ido a varios pueblos y todos tienen huertos, gallinas, vacas y ovejas dando vueltas por la carretera». Y es que como comentaba Adysa, joven estudiante de Goražde, cada vez es más necesario el autocultivo para poder alimentarse.
Muchas personas mayores recuerdan, en estos días en que se celebra el aniversario de la independencia de Bosnia, que en los tiempos de Tito «a pesar de la pobreza no te faltaba que comer, y hoy con toda la riqueza cada vez más no tienen ni para alimentarse», y es que como comenta a este periódico Alba, «hay mucha gente que es yugonostálgica, fue morirse Tito y empezar la guerra y el capitalismo».