Durante los últimos días de enero y los primeros de febrero, los tractores se convirtieron en barricadas en varias ciudades europeas cuando miles de agricultores ganaron las calles y bloquearon carreteras.
La protesta se acentuó particularmente en Alemania y Francia, aunque también hubo manifestaciones de envergadura en Bélgica, Rumania y Polonia, así como en Italia, donde comenzaron en Sicilia y se fueron extendiendo hacia el norte. El martes 30 de enero las manifestaciones se dieron en los alrededores de Milán. El miércoles y jueves en otras ciudades. Para la segunda semana del mes anticipan el “sitio de Roma”, es decir una movilización masiva de agricultores hacia la capital italiana. El conflicto podría extenderse, también, a muy corto plazo, a España y otros países del continente, en esta primera quincena del mes en la que el campo vuelve a estar en pie de lucha en una buena parte del continente.
El lunes 29 de enero, organizaciones del sector rural francés convocaron al “sitio de París” y bloquearon ocho puntos estratégicos de algunas de las autopistas que acceden a la capital. Como informaba el cotidiano Le Monde, la autopista A4 fue cortada a primeras horas de la tarde y en ambos sentidos a unos 30 kilómetros al este de la capital. Los agricultores anunciaron que mantendrán la medida de lucha hasta que el Gobierno responda a sus reivindicaciones. El cotidiano francés citó a uno de los promotores de la protesta: “El asedio de París, una acción simbólica…Todo está organizado al milímetro y no aceptaremos ningún desborde. Sabemos cuándo empieza, pero no cuándo terminará”. En el transcurrir de la semana la medida continuaba, e incluso se amplió.
En momentos en que varias de las principales carreteras francesas se paralizaban, las protestas agrícolas retornaban con energía a diversas regiones de Alemania, donde los agricultores bloquearon las rutas que conducen a varios puertos. Entre ellos, el de Hamburgo, el más importante del país y en Baja Sajonia, el acceso a Jade-Weser-Port, cercano a la ciudad de Wilhelmshaven.
El jueves 1ro de febrero centenas de agricultores provenientes de diferentes países con sus tractores y medios de transporte se concentraron frente a las sedes de las instituciones europeas en Bruselas, en una jornada de gran tensión, no menos violencia y un descontrol total del tráfico capitalino. Los manifestantes lograron ser atendidos por las máximas autoridades continentales preocupadas por la movilización continental del campo, particularmente en un año electoral, en junio próximo, para el Parlamento Europeo.
La guerra en Europa, los agricultores pierden
Aunque las causas del malestar campesino europeo son múltiples –algunas de ellas resultado de políticas específicamente nacionales–, un común denominador que impacta la producción, distribución y venta de los productos agrícolas es consecuencia directa de la guerra en Ucrania. Como acaba de señalar la británica BBC: “El efecto dominó de la guerra en Ucrania ha provocado protestas en casi todos los rincones de Europa” (https://www.bbc.com/mundo/articles/c9w4kzgkxvlo).
En respuesta al bloqueo de las rutas comerciales a través de la región del Mar Negro, resultado inevitable de este conflicto bélico, la Unión Europea (UE) muy pronto levantó temporalmente las restricciones a las importaciones provenientes de Ucrania. Pero la medida significó que ciertos productos agrícolas ucranianos inundaran los mercados de la UE a precios mucho menores, principalmente a sus vecinos Hungría, Polonia y Rumania.
Las reglas de juego difícilmente pueden ser parejas: una granja orgánica ucraniana promedio tiene alrededor de 1.000 hectáreas. Sus equivalentes europeos, sólo 41. Una diferencia notable, que prácticamente impide que los agricultores de la UE puedan competir con la producción a gran escala y los precios menores de los productos procedentes de Ucrania. Tras la apertura inicial al mercado ucraniano, la UE no pudo ignorar el descontento de sus propios Estados miembros ni evitar una política inconsistente. Se dieron, así, y de forma cambiante, aperturas comunitarias, cierres temporales e incluso, en algunos casos, decisiones nacionales proteccionistas de parte de los países más afectados.
Por su parte, las naciones de Europa del Este exigen que la UE revise de forma definitiva sus medidas de liberalización comercial con Ucrania. En Rumania, por ejemplo, los agricultores y los transportistas han estado protestando contra el alto precio del diésel, las tasas de los seguros en aumento y las medidas “aperturistas” de la UE, así como la competencia desleal de Ucrania. Sus colegas polacos iniciaron el pasado 24 de enero una protesta a nivel nacional contra las importaciones agrícolas del país en guerra. Un dirigente polaco del sector denunció en pocas palabras lo que constituye el problema principal: «El grano ucraniano debería ir a donde corresponde: a los mercados asiáticos o africanos, no a Europa”. Como resume la BBC, sentimientos similares existen también en Eslovaquia y Hungría.
En otros países de la UE, como Alemania, el impacto de la guerra rusa-ucraniana ha repercutido directamente en el aumento del precio de los combustibles. En el caso específico del sector agrícola, la crisis se ha agravado debido a la propuesta del gobierno federal de descontinuar los subsidios al diésel para el campo.
Los gobiernos deben dar respuestas
Para la Coordinación Europea de Vía Campesina (CEVC), la principal red de pequeños y medianos productores agropecuarios a nivel internacional (https://viacampesina.org/es/), el rechazo de los acuerdos de libre comercio, así como la demanda de ingresos dignos, constituyen las causas principales de las recientes movilizaciones de los agricultores en Europa (https://www.eurovia.org/wp-content/uploads/2024/01/2024-01-25-final-Mobilizaciones-de-agricultores-en-Europa-ES.pdf).
En Alemania, Francia, Polonia, Rumania y Bélgica, entre otros países, “estamos viendo un número cada vez mayor de agricultores que salen a las calles”, señaló CEVC en un comunicado el 25 de enero. Y argumentó que “los bajos ingresos y la falta de perspectivas de futuro para la gran mayoría de los agricultores son la raíz de este descontento, el cual está vinculado en gran medida a las políticas neoliberales que la Unión Europea ha aplicado durante décadas”. CEVC además les exige a los gobiernos del continente que tomen en serio las protestas actuales y que se cambie la dirección de las políticas agrícolas y alimentarias europeas: «Es hora de poner fin a los acuerdos de libre comercio y emprender decididamente el camino hacia la soberanía alimentaria».
La Comisión Europea respondió que, entre 2014 y 2023, ante la crisis del sector agropecuario, ha tomado 63 medidas excepcionales a favor de agricultores y ganaderos(https://www.agrodigital.com/2024/01/24/bruselas-cree-que-ayuda-a-los-agricultores-en-momentos-de-crisis-63-medidas-excepcionales-adoptadas-en-10-anos/), pero las organizaciones de pequeños y medianos productores las consideran insuficientes.
Los manifestantes exigen precios justos. La deuda y la sobrecarga de trabajo se están disparando, mientras que los ingresos agrícolas se desploman. “Nuestros ingresos dependen de los precios agrícolas y es inaceptable que éstos estén sujetos a la especulación financiera”, sostiene Vía Campesina Europa, quien reclama políticas agrícolas “basadas en la regulación del mercado, con precios que cubran los costes de producción”.
Y que exige que se defina un presupuesto justo “que permita redistribuir los subsidios de la Política Agraria Común (PAC) para apoyar la transición a un modelo agrícola capaz de afrontar los desafíos de la crisis climática y de biodiversidad”. Según Vía Campesina, es inaceptable que en la actual PAC, una minoría de emprendimientos agrícolas muy grandes reciban cientos de miles de euros en ayuda pública, mientras que la mayoría de los agricultores europeos reciben poca o ninguna ayuda.
La tendencia de los últimos 15 años es particularmente preocupante: entre 2005 y 2020 se ha verificado una reducción masiva de un 37% del número de explotaciones agrícolas en la Unión Europea, especialmente entre las granjas más pequeñas (https://www.eurovia.org/es/comunicado-de-prensa/dialogo-estrategico-lxs-agricultorxs-necesitan-precios-justos-y-estables-y-una-vision-a-largo-plazo-para-afrontar-el-desafio-del-relevo-agricola/).
Ya en 2022, el estudio El Futuro del Modelo Económico Europeo, elaborado a iniciativa del Parlamento Europeo, anticipaba que hacia 2040 habría casi tres veces menos granjas en la Unión Europea. En otras palabras, una pérdida de 6,4 millones –de 10,3 millones en 2016 a 3,9 millones. Las principales víctimas de esta extinción masiva son y serán las pequeñas unidades productivas de menos de 4 hectáreas, en especial en los nuevos Estados miembros del este y del sur de Europa. La producción se concentra, de más en más, en grandes estructuras de producción intensiva.
Contra el Tratado Europa-Mercosur
En su reflexión de fines de enero, Vía Campesina Europa incorpora dos elementos analíticos para comprender, desde su perspectiva, la particular tensión que viven los pequeños y medianos productores rurales del continente, así como sus reivindicaciones actuales.
Por una parte, VCE exige la cancelación inmediata de las negociaciones del Tratado de Libre Comercio (TLC) con los países del Mercosur, así como una moratoria para todos los demás TLC en marcha porque considera que atentan contra los pequeños y medianos productores tanto europeos como de los países del Sur. “Los agricultores europeos necesitan respuestas reales a sus problemas, no humo y espejos”, enfatiza Vía Campesina.
Por otra parte, llama a desarmar los intentos de “la extrema derecha por explotar y utilizar esta ira [de los movimientos rurales] y las movilizaciones actuales para impulsar su propia agenda, la cual incluye la negación del cambio climático, la propuesta de estándares ambientales más bajos y la culpabilización de los trabajadores inmigrantes en las zonas rurales”. Ninguna de estas posiciones coincide con los intereses de los agricultores ni contribuye a mejorar sus perspectivas de futuro, agrega Vía Campesina.
La Coordinación de esta organización profundiza su lectura de la realidad agraria continental: “Negar la realidad de la crisis climática podría atrapar a los agricultores en una sucesión de desastres cada vez más intensos, desde olas de calor y sequías hasta inundaciones y tormentas”. CVCE sostiene que es necesario tomar medidas (y los agricultores están dispuestos a realizar los cambios necesarios) para abordar los problemas medioambientales, climáticos y alimentarios. Sin embargo, este cambio de timón “no será posible mientras nos veamos obligados a producir a precios bajos en un mercado globalizado y desregulado”.
Al mismo tiempo sostiene que los trabajadores inmigrantes desempeñan hoy un papel fundamental tanto en la producción agrícola como en la industria agroalimentaria: “Sin estos trabajadores, en Europa nos faltaría mano de obra para producir y procesar alimentos. Sus derechos deben respetarse plenamente”.
Y concluye exigiendo “a los responsables políticos del continente que actúen rápidamente para responder a la ira y las preocupaciones de los agricultores. Necesitamos un cambio real en la política agrícola que coloque a los agricultores en el centro de la formulación de políticas y nos brinde perspectivas para el futuro”.
El sector agrícola se ve amenazado por la dinámica estructural imperante, como lo ha demostrado el estudio comisionado por el Parlamento Europeo; de allí la urgencia de replanteos tan de fondo como decisivos. Esencialmente, evitar a toda costa que la hemorragia agraria se convierta en un boomerang contra el esfuerzo a favor del autoabastecimiento y la soberanía alimentaria europeos.
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