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Cuando medidas populares exigen acciones unilaterales

Fuentes: La Izquierda Obrera

Según las últimas informaciones publicadas tras la reunión entre Alexis Tsipras y Angela Merkel, «Grecia presentará una lista de reformas al Eurogrupo antes de la próxima semana», ha declarado el martes el portavoz del gobierno de Alexis Tsipras. «Estará hecho para el lunes como muy tarde» ha anunciado Gabriel Sakellaridis en la televisión Mega TV. […]

Según las últimas informaciones publicadas tras la reunión entre Alexis Tsipras y Angela Merkel, «Grecia presentará una lista de reformas al Eurogrupo antes de la próxima semana», ha declarado el martes el portavoz del gobierno de Alexis Tsipras. «Estará hecho para el lunes como muy tarde» ha anunciado Gabriel Sakellaridis en la televisión Mega TV. Ha precisado que esta lista no contendría medidas de austeridad sino cambios estructurales. Con problemas de liquidez, Atenas debe presentar al grupo de los ministros de finanzas de la zona euro una lista detallada de reformas estructurales, conforme al acuerdo del 20 de febrero en Bruselas sobre la prolongación por cuatro meses de la ayuda internacional. Evocando la reunión, la víspera, entre el primer ministro griego, Alexis Tsipras, y la canciller alemana Angela Merkel en Berlín, el portavoz del gobierno ha declarado que los dos dirigentes habían discutido sobre las grandes líneas de las reformas, sin entrar en los detalles. «Estoy seguro de que han encontrado puntos de convergencia», ha dicho. En una entrevista al diario italiano La Repubblica, el presidente del Parlamento europeo, Martin Schulz, dice esperar para esta semana «la conclusión de un acuerdo entre Atenas y sus socios de la zona euro». El diario económico francés La Tribune, el 24 de marzo, precisa: «Este lunes 23 de marzo, Angela Merkel no se ha movido ni un milímetro». Ha llegado a precisar explícitamente (pero con la sonrisa de circunstancias) que no podía hacer en realidad nada por Grecia. Según el Bild Zeitung, citando a «participantes» en las discusiones, «no se ha discutido nada en concreto sobre este problema». Dicho de otra forma, Angela Merkel ha remitido a Alexis Tsipras ante el Eurogrupo y la Troika. Volvemos pues al punto de partida.

Durante estos últimos 15 a 20 años, los economistas y sociólogos de la corriente socialista revolucionaria (y no solo ellos) han subrayado que el capitalismo ha alcanzado un estadio tal de desarrollo que para mantener o subir su tasa de ganancia debía asegurar una compresión fuerte del salario social. Lo que significa el estancamiento (o la bajada) del salario social, utilizando el paro de masas y debilitando las organizaciones sindicales, y por tanto el llamado Estado providencia (…).

Estos teóricos eran conscientes de que, en tales circunstancias, las fuerzas políticas llamadas reformistas -las que quieren sencillamente obtener mejoras para el pueblo (ciertamente necesarias)- no pueden desarrollar cambios favorables a las masas trabajadoras sin poner en cuestión el sistema. Tendrán por tanto menos espacio para actuar.

Esto es debido a que las clases dirigentes no solo no están dispuestas a ceder migajas, sino que quieren recuperar lo que estuvieron obligadas a ceder durante el llamado período del «boom» económico. La socialdemocracia representaba la principal fuerza calificada de reformista y por tanto se ha encontrado en un callejón sin salida. El reformismo sin corazón y sin propuestas concretas atractivas para las masas trabajadoras no podía sobrevivir como tal por mucho tiempo. Así, los partidos socialdemócratas, que hasta entonces tenían un pié en cada orilla, se han visto obligados a elegir. Y han elegido como estaba previsto, debido a sus numerosos lazos económicos y sociales, el campo de la clase dirigente. Las políticas desarrolladas por el Labour en Gran Bretaña, el SPD en Alemania, el Partido Socialista en Francia y en España, el Partido Demócrata en Italia, y el PASOK en Grecia, son testimonios irrefutables de esta opción. Una opción que hace convierte esas formaciones políticas en partidos burgueses que no difieren, en el fondo, de los demás partidos burgueses. Así, han podido hacer coaliciones con la derecha, de forma muy confortable, tanto en Alemania y en Italia como en Grecia. Este ejercicio no era circunstancial. Ha conducido incluso a una coalición con fuerzas políticas de derecha extrema, como en el seno del gobierno de Samaras. En numerosos casos, esta identidad política ha conducido, o conducirá, a su desaparición, a su debilitamiento en la medida en que esos partidos han dejado de ser útiles tanto a «los de arriba» como a «los de abajo».

Memorándum

En el caso griego, la clase dirigente local, en respuesta a la cuestión de la deuda, ha coorganizado con los acreedores una ofensiva extrema para aplastar las conquistas de los asalariados y asalariadas. Esta ofensiva tiene un nombre clave: memorándum. Esta ofensiva extrema tiene un campo de aplicación: Europa. Es por tanto importante para las clases dominantes tener éxito en su primera experiencia más avanzada, la hecha en Grecia.

Por supuesto, esta política produce daños colaterales. Así, algunos sectores de las clases dirigentes han sufrido sus consecuencias. Al mismo tiempo, el principal reformador, el PASOK, creado en 1974, ha sido aplastado. Simultáneamente, existe el riesgo de que partidos fascistas aumenten sus fuerzas e incluso puedan alcanzar posiciones gubernamentales en ciertos países. Pero los capitalistas, por el momento, no están inquietos por esas formaciones. Lo que les preocupa es asegurar, en una estabilidad social relativa, el mantenimiento y la expansión de sus ganancias. Los nazis no son sus enemigos. Los enemigos son los que se oponen a los objetivos de los dominantes.

Syriza es un frente político que, con éxito, ha conducido una resistencia frente a los memorándum. En esta orientación general de resistencia han confluido diversos elementos de la izquierda: una izquierda democrática, una izquierda reformista con tonalidad socialdemócrata histórica, reformistas provenientes del eurocomunismo, fuerzas centristas (entre reformistas y revolucionarias), fuerzas de la izquierda radical con referencias históricas en aspectos del estalinismo o del maoísmo, y fuerzas rebeldes que se inscriben en una continuidad razonada con el leninismo y el trotskysmo.

El punto de vista político que ha dominado en el seno de la dirección de Syriza es una versión de reformas, situándose en el seno del capitalismo. Y esto implica inscribirse en la opción estratégica del capital griego que sigue siendo la integración en la Unión Europea neoliberal y la zona euro. Las reformas a las que apunta la estrategia de Syriza y sus objetivos proclamados, si fueran aplicados, aportarían ciertamente un enorme alivio a las masas populares. No son «migajas» como afirman el Partido Comunista (KKE) y otras fuerzas. Sería una inversión sin precedentes de la austeridad (y del autoritarismo antidemocrático que le acompaña), y realizada ante los ojos de lo esencial de los habitantes de los países capitalistas.

Pero el gobierno estima que el adversario no está dispuesto a negociar nada en absoluto. El gobierno estima que, en el terreno de la política interna, no puede hacer nada sin la aprobación de la troika que se ha transformado ahora en un cuarteto (BCE, FMI, UE, más el Eurogrupo). Incluso el proyecto de respuesta a la crisis humanitaria, reducido a su sexta parte, ha sido juzgado por Schäuble como una acción unilateral.

Y desgraciadamente no solo esto. En una reciente reunión plenaria de Syriza, a la que pertenezco, un compañero se meha quejado porque en mi intervención he pedido un cambio inmediato de las direcciones de los bancos. Mi compañero me ha dicho que «el cambio de Stournaras (presidente del Banco Nacional Griego) no es posible porque tiene el apoyo del BCE. Si hiciéramos eso, no sería simplemente una acción unilateral. Sería un acto revolucionario». Tenía razón. Incluso la menor reforma en el sistema actual, mucho más que el reemplazo del administrador del Banco de Grecia por una persona que no estuviera asociada a los medios bancarios ligados al Estado, sería una acción casi revolucionaria. Acciones revolucionarias podrían ser también: tomar el control de todos los bancos sistémicos; adquirir el control del sistema jurídico; conceder gratuitamente electricidad a todas las personas que tienen verdaderamente necesidad de ella; poner impuestos a la riqueza real; quizá incluso abolir los 5 euros que hay que pagar para acceder a la atención sanitaria en los hospitales; asegurar el restablecimiento de los 751 euros como salario mínimo… y, más en general, las reivindicaciones de Tesalónica anunciadas por Tsipras el 14 de septiembre de 2014. Todo esto sería considerado como una declaración de guerra por los acreedores y la clase dirigente griega.

Una encrucijada

La dirección de Syriza y el gobierno de Tsipras descubren lo que los reformadores clásicos, mencionados más arriba, han descubierto: la mayor parte de las reformas contempladas necesitan cambios con dinámica revolucionaria. Por consiguiente, Syriza y el gobierno deben decidir qué vía seguir. Si insisten en las reivindicaciones planteadas, se verán obligados a entrar en conflicto con los acreedores y sus aliados locales. Si esto se hace a tiempo -y es la única opción- tendrán un amplio apoyo popular, suficiente para volverse hacia el pueblo y reclamar un apoyo mayoritario. Tendrán igualmente el apoyo de millones de personas en Europa y más allá. Solo entonces, podrán poner en valor el tiempo pretendidamente ganado gracias a los acuerdos con el Eurogrupo en febrero. De ahí la posibilidad de una convergencia con otras fuerzas radicales en Europa. Todo esto no implica una revolución, sino una especie de invitación realista para tal perspectiva.

Si el gobierno no insiste en aplicar el núcleo, con carácter de clase, de las reivindicaciones de Tesalónica y retrasa este programa a un futuro indeterminado o, peor, lo abandona definitivamente, aunque ganara un poco de tiempo, no tendría efectos pues la decepción minaría la perspectiva de victoria de las demás fuerzas radicales en Europa.

Si Syriza participa en un gobierno de unidad nacional, habrá perdido el corazón de su perspectiva reformista. Como han probado las experiencias dolorosas tanto del PASOK como de DIMARE (Izquierda Democrática proveniente de Syriza), el sistema económico, social y político no acepta las reformas populares, ni siquiera las reformas limitadas prometidas gracias a una participación en un gobierno de unidad nacional. No existe una zona gris intermedia. O Syriza se compromete en decisiones unilaterales, es decir toma medidas de facto revolucionarias, o se encaminará al suicidio.

Fuente original: http://alencontre.org/

Traducción de Faustino Eguberri – Viento Sur