La Huelga General salió a la calle. La calle fue el espacio de la lucha que en los restantes días se hace dentro de las empresas, fábricas, oficinas, servicios, escuelas, hospitales… En esos momentos es de fuera para dentro cuando se dice que juntos somos muchos más y la relación de fuerzas se altera. Así […]
La Huelga General salió a la calle. La calle fue el espacio de la lucha que en los restantes días se hace dentro de las empresas, fábricas, oficinas, servicios, escuelas, hospitales… En esos momentos es de fuera para dentro cuando se dice que juntos somos muchos más y la relación de fuerzas se altera. Así fue.
La huelga no es el fin de un camino. Es cierto que hay mucha preparación, que el momento es intenso y la jornada rompe de principio a fin el transcurso del día. Pero no cierra puertas, sino que refuerza voluntades: no es un suspiro, es un respirar profundo para avanzar con más determinación.
La huelga es de todos los que salieron a la calle. Pero no se mide solo por el número de manifestantes, de piquetes, de fábricas cerradas o de servicios clausurados. La huelga es de quien participa y de quien quería haber participado. Es de los trabajadores que luchan por sus derechos; es de los precarios que el día de huelga perciben aún más cuanto les retiran derechos; es de los estudiantes que se unen a la huelga porque luchando por el presente, están defendiendo su futuro; es de los pensionistas que salieron a la calle en defensa del respeto por quien tuvo una vida entera de trabajo. Es fiesta pues ya no se hace sin manifestaciones. Es el sentimiento de quien no se resigna y, luchando, lo hace por sí mismo y por los otros. Sirve tanto de lucha como de ejemplo, pues si es el hoy de unos, podrá ser el mañana de muchos más. Por eso sus resultados están mucho más allá de cualquier suma matemática, ni se miden en porcentaje del PIB.
La huelga es también relaciones, lazos, confianzas. Tanto se crean, como se pierden o se refuerzan. Y aún hay muros a destruir, para que juntos seamos más fuertes. Porque la división entre trabajadores y precarios es apenas una construcción mental. No puede eistir en un momento en que los derechos en el trabajo están bajo un ataque sin precedentes del capital, pues nuestra división será siempre la fuerza de ellos. Y no corrió del todo bien, cuando podría haber sido ejemplar. Si algún error vale la pena, será siempre aquél por el que se habrá aprendido con él. Esperemos que así sea y lo que pasó no se repita más.
La huelga es Democracia, por la libertad que ha de existir para que todas las voces puedan ser oídas. Porque algunos dicen respetar la forma, pero desprecian el contenido, en la huelga existe la fuerza de recordar Abril: en el combate a la represión, porque la huelga es un derecho y no será callada por las porras policiales; en el combate a la reacción, porque es la demostración de fuerza de quien no se deja llevar por el discurso conservador de aquellos que tratan de buscar disculpas a sus responsabilidades, en las culpas que atribuyen a la huelga por la degradación de la economía. Los derechos no nos convierten en más pobres, bien al contrario, nos enriquecen.
La huelga es la proyección en el presente de un reflejo del futuro. Y aquellos que no quieren que tengamos futuro, procuraron disminuirla, ridiculizarla. Pero hay muchos más que con ella quieren aprender. En los caminos que se trillaron, nuevos horizontes se vislumbran, tanto de alianzas, como de modelos o de refuerzo en la relación de fuerzas. Algunos dirán que después de la huelga todo quedó como estaba. Yo pienso que nada quedó igual.
esquerda.net
Pedro Filipe Soares es programador informático, diputado y dirigente del Bloco de Esquerda.
Traducción de Adrián Sánchez para anticapitalistas.org
Fuente: http://www.vientosur.info/articulosweb/noticia/?x=5015