En gran número de análisis de las posturas mostradas por los distintos dirigentes que participaron en la última reunión del G-20 se han resaltado las diferencias existentes entre las propuestas realizadas por el Presidente Obama de EE.UU., favorables a las políticas expansivas de gasto público, y las realizadas por el eje Alemania-Francia, representadas por la […]
En gran número de análisis de las posturas mostradas por los distintos dirigentes que participaron en la última reunión del G-20 se han resaltado las diferencias existentes entre las propuestas realizadas por el Presidente Obama de EE.UU., favorables a las políticas expansivas de gasto público, y las realizadas por el eje Alemania-Francia, representadas por la Canciller Merkel de Alemania, y el Presidente Sarkozy de Francia, que se opusieron a la propuesta de expansión de tal gasto. Uno de los argumentos aducidos por estos dos últimos gobernantes es que tal expansión incrementaría el déficit público de la mayoría de países de la Unión Europea, que según ordena el Pacto de Estabilidad, no debe sobrepasar el 3% de PIB. Esta postura ha regido el consenso de Bruselas que ha dictado las políticas económicas y fiscales durante estos años de construcción de la Unión Europea.
Este consenso es la versión europea del consenso liberal de Washington, que era hasta hace poco, el acuerdo existente en los establishments políticos, económicos y financieros del gobierno federal de EE.UU. ( y de las instituciones afines a tal gobierno, como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial) sobre la necesidad de promover políticas liberales (como la desregulación de los mercados laborales y financieros, la reducción del gasto público, la disminución de los impuestos y aumento de su regresividad), con el objetivo de disminuir el papel del Estado en las esferas económicas y financieras.
Había , sin embargo, una diferencia notable entre EE.UU. y la UE. Y es que los gobiernos federales promovían el liberalismo fuera pero no dentro de EE.UU. Como bien dijo con tono aprobatorio el guru del consenso de Washington, el Sr. Williamson, «EE.UU. predica fuera lo que no hace en casa«. El gobierno federal de EE.UU. ha sido siempre (desde tiempos del presidente Roosevelt) profundamente keynesiano, es decir, el Estado ha sido profundamente intervencionista. Incluso Reagan, en contra de lo que creen sus muchos admiradores en España, incrementó enormemente el gasto público a costa del aumento más notable de impuestos conocido en EE.UU. en tiempo de paz (los impuestos que subieron fueron los de las clases populares, reduciendo espectacularmente los del 10% de renta superior del país) y a costa también de los incrementos de los déficits del estado federal más elevados desde la II Guerra Mundial. El gasto público, por cierto, fue militar (en EE.UU. un mecanismo de estímulo de la economía de uso frecuente).
En Europa, sin embargo, cuyos gobiernos habían sido también intervencionistas, dejaron de serlo a partir del establecimiento de la Unión Europea, la cual aplicó aquel consenso liberal con dureza. Políticas expansionistas de gasto público fueron desalentadas por el Pacto de Estabilidad, y el desarrollo de políticas monetarias por el Banco Central Europeo se convirtió en dogma en la UE. Los intereses bancarios del Banco Central Europeo fueron más altos que los del Banco Central Estadounidense (The Federal Reserve Board). A partir del desarrollo de estas políticas del consenso de Bruselas el desempleo en la UE aumentó notablemente pasando a ser más elevado que el de EE.UU. La masa salarial (como porcentaje del PIB) bajó considerablemente en la UE. Y los derechos laborales y sociales se debilitaron en gran parte de los países de la UE. De ahí la oposición de las clases trabajadoras a este proyecto de construcción de esta Europa, que se tradujo en el voto negativo a la Constitución Europea en Francia, Holanda e Irlanda. Las encuestas en los países que no tuvieron referéndums (Alemania, Grecia, Suecia y Dinamarca) mostraron también un rechazo por parte de sus clases trabajadoras a la Constitución Europea, rechazo que el establishment europeo atribuyó erróneamente al provincialismo, localismo o chauvinismo de las clases populares.
El consenso de Bruselas en España
Este consenso liberal se reprodujo también en los mayores círculos políticos y económicos del país incluyendo amplios sectores de las izquierdas. Así, en una reflexión sobre el futuro del socialismo español, el economista más conocido de la sensibilidad llamada Nueva Vía escribía: «¿Alguien puede defender a estas alturas del siglo que un programa socialdemócrata deba estar a favor de más impuestos y más gasto público?», dicho en el país de Europa que, cuando tal filosofía económica y política se expresaba por escrito (en el año 2002) tenía el gasto público social más bajo de la UE-15 y la regresividad fiscal mayor. Ahora bien, tales políticas del consenso de Bruselas comenzaron antes. Las políticas de austeridad tienen fecha concreta, 1993, cuando el nuevo Ministro de Economía y Hacienda, el Sr. Solbes, comenzó a dirigir las políticas económicas y fiscales del país, con una reducción muy notable del gasto público, a fin de reducir el déficit del Estado durante el periodo 1993-1996. Mas tarde, el Sr. Solbes fue el guardián de la ortodoxia del consenso de Bruselas cuando fue el Comisario Europeo de Asuntos Económicos y Monetarios. En España tal austeridad fue continuada por el Sr. Rato, siendo responsables de que el gasto público y social en el año 2004 (cuando terminó aquel largo periodo de austeridad) fuera el más bajo de la UE-15. Durante el periodo conservador 1996-2004, el incremento del gasto público social por habitante fue mayor en el promedio de la UE-15 que en España, incrementándose el déficit social de nuestro país con respecto a la UE.15. Tal situación cambió del 2004 al 2008 cuando hubo una alianza de los partidos de izquierda, PSOE, IU-ICV y ERC, con una expansión notable del gasto público social. Ahora bien, tal expansión no fue suficiente para que el gasto público social por habitante alcanzara las cifras que le corresponden por el nivel de desarrollo económico que tiene, convergiendo con el promedio de la UE-15 (como el programa electoral del PSOE había prometido en 2004) debido a la resistencia del mismo Sr. Solbes, que declaró en una entrevista a El País (22.07.07) que «la política de la cual estaba más orgulloso durante su mandato era la de no haber incrementado el gasto público«. Los sindicatos atemorizados de que ganara el PP le apoyaron porque la alternativa a Solbes era Pizarro que pedía entonces, como continúa el PP haciéndolo ahora, la reducción del gasto público, políticas que si eran ya erróneas entonces en 2004, serían catastróficas ahora. Las propuestas económicas y fiscales del Sr. Rajoy, basadas en una reducción de impuestos y disminución de gasto público, son una nota de suicidio para la economía española.
El declive del consenso de Washington y la continuidad del consenso de Bruselas
En Estados Unidos la elección del Presidente Obama y un Partido Demócrata menos liberal, ha significado el entierro de importantes elementos del consenso de Washington. Pero el cambio más significativo ha sido el cambio de dirección del keynesianismo, pasando del keynesianismo militar al keynesianismo social y verde, un cambio de gran calado, aún cuando, como bien han señalado Stiglitz, Baker, Krugman, y otros, las cantidades que la Administración Obama propone para estimular la economía son todavía insuficientes. Este estímulo económico y el incremento de impuestos a los ricos para financiar la sanidad, educación e inversión verde explica la enorme popularidad (el 65% aprueba sus políticas, un porcentaje sin precedentes). Los súper ricos, hoy, en EE.UU. son muy impopulares.
¿Por qué el Presidente Zapatero, un admirador de Obama, no hace algo semejante? El gobierno del PSOE se merece un notable (con incluso algunos sobresalientes) en muchas políticas sociales desarrolladas desde 2004. Pero las políticas fiscales y presupuestarias dependientes del Ministerio de Economía y Hacienda han dificultado el desarrollo de tales políticas sociales. Un ejemplo de ello es la Ley de la Dependencia, y otro es la reforma de la financiación autonómica. En ambos casos, las cantidades de dinero que se han asignado a tales políticas son claramente insuficientes. ¿Por qué Zapatero no sube los impuestos de aquellos grupos y aquellas entidades, como los bancos, que consiguieron unos beneficios tan exuberantes durante los años anteriores, tal como hace el Presidente Obama? ¿Por qué no estimula la economía con una inversión de gasto público mucho mayor de lo que está haciendo? ¿Por qué no anula las reformas fiscales regresivas que hizo el gobierno Aznar, tal como ha hecho el Presidente Obama con algunas de las reformas regresivas del Presidente Bush? ¿Y por qué no toma el liderazgo en la UE y critica abiertamente tal consenso de Bruselas terminando con el mismo? Como bien ha señalado el Sr. Rasmussen, el dirigente del Partido Socialista Europeo en su crítica a las políticas apoyadas por el Sr. Barroso, Presidente de la Comisión Europea, el estímulo económico en Europa se ha basado más en ayudas a la banca y en la reducción de impuestos, que en medidas de creación de empleo (ver mi artículo «La respuesta insuficiente de la UE», en El Público, 16.04.09). Sería bueno para España y para Europa si el Gobierno Zapatero tomara estas medidas.
Vicenç Navarro es catedrático de Políticas Públicas en la Universidad Pompeu Fabra. Y Profesor de Políticas Públicas de The Johns Hopkins University, U.S.A.
(www.vnavarro.org)