Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
En 1983, la cadena de televisión ABC transmitió una película llamada El día después sobre cómo un enfrentamiento nuclear de superpotencias devastó las vidas de estadounidenses típicos en dos ciudades de la región central de EE.UU. El conflicto comenzó con una concentración de tropas rusas en Europa Oriental (que Moscú afirmó inicialmente que era un ejercicio militar), y luego gradualmente escaló a un punto en el que ambas partes lanzaron sus misiles nucleares por temor de perderlos en un ataque preventivo. Como tuvo lugar durante un período de tensiones entre EE.UU. y la URSS y controversia sobre las políticas nucleares del gobierno de Reagan, la emisión atrajo una inmensa audiencia de más de 100 millones de televidentes; es todavía la cinta hecha para televisión más apreciada en la historia de EE.UU.
Los estadounidenses no han pensado mucho en escenarios semejantes desde el fin de la Guerra Fría, porque la Unión Soviética se disolvió y la rivalidad ideológica entre Washington y Moscú terminó. Sin embargo, la crisis de este año por Ucrania es un recuerdo de que Rusia sigue siendo una superpotencia nuclear, y que las fuentes geopolíticas de sus preocupaciones de seguridad no han desaparecido. De hecho, Moscú tiene mayores motivos para preocuparse actualmente, porque ha perdido la barrera de aliados que la aislaba de un ataque occidental durante la Guerra Fría, y ahora tiene su capital a solo unos pocos minutos de la frontera oriental de Ucrania en jet (menos por misil). Si se conoce la historia de la región, es fácil ver por qué Moscú podría temer una agresión.
Aunque el gobierno de Obama responde cautelosamente a la anexión por Moscú de la provincia de Crimea de Ucrania en marzo, su credibilidad está en tela de juicio ante sus aliados regionales y el dirigente ruso Vladimir Putin no ha ayudado a mitigar los temores de sus vecinos. Después de fomentar la revuelta en Ucrania oriental, Moscú ahora dice que puede verse obligada a ayudar a rusos étnicos en esa zona (ha reunido 40.000 soldados al otro lado de la frontera, en lo que fue calificado primero de ejercicio). Mientras tanto, EE.UU. ha aumentado su propia presencia militar en la zona, reiterando garantías de seguridad a los miembros locales de la OTAN. De modo que poco a poco, las tensiones se intensifican.
Una faceta del equilibrio militar regional que debe ser objeto de atención es la presencia de así llamadas armas nucleares no estratégicas en ambos lados. Llamados otrora armas nucleares tácticas, esos misiles, bombas y otros artefactos fueron comprados durante la Guerra Fría para compensar cualquier déficit en poder de fuego convencional durante un conflicto. Según Amy Woolf del Servicio de Investigación del Congreso, EE.UU. tiene unas 200 armas de ese tipo en Europa, algunas de las cuales están disponibles para ser utilizadas por aliados locales en una guerra. Woolf dice que Rusia tiene unas 2.000 ojivas nucleares no estratégicas en su arsenal activo -muchas de ellas a una distancia de ataque de Ucrania- y que sucesivas revisiones de la estrategia militar rusa parecen «depender más de armas nucleares» como contrapeso para la ventaja de EE.UU. en armas convencionales de alta tecnología.
Un estudio hecho en 2011 por la respetada RAND Corporation llegó a la misma conclusión, señalando que la doctrina rusa reconoce explícitamente la posibilidad de usar armas nucleares en respuesta a una agresión convencional. Moscú no solo ve el uso nuclear como una potencial opción de escalada en una guerra regional, sino también prevé el uso de armas nucleares para des-escalar un conflicto. No se trata solo de ruido de sables ruso. EE.UU. y sus socios de la OTAN también prevén la posibilidad de usar armas nucleares en una guerra europea. El gobierno de Obama tuvo la oportunidad de apartarse de una idea semejante en un Estudio de Postura Nuclear de 2010, y en su lugar decidió que conservaría armas nucleares desplegadas al frente en Europa bajo una doctrina conocida como disuasión extendida. Naciones europeas orientales que se unieron a la OTAN después del colapso soviético han apoyado especialmente el que haya armas nucleares de EE.UU. próximas a ellas.
Por improbable que parezca, a ambos lados existen doctrinas y capacidades que podrían conducir al uso nuclear en una confrontación con Ucrania. A continuación menciono cuatro caminos para que algo que comenzó como una crisis local se convierta en algo mucho peor.
Inteligencia deficiente. Mientras EE.UU. ha trastabillado de una desventura a otra durante las últimas décadas, ha quedado en claro que a Washington le cuesta interpretar inteligencia. Incluso cuando existe información vital, es filtrada por ideas preconcebidas y procesos burocráticos de modo que se extraen conclusiones erróneas. Problemas similares existen en Moscú. Por ejemplo, la crisis de los misiles en Cuba de 1962 se originó parcialmente por la evaluación del líder ruso Jruschov de que el presidente Kennedy era más débil de lo que resultó ser, y la Armada de EE.UU. casi provocó el uso de un torpedo nuclear por un submarino ruso durante el bloqueo porque malinterpretó la probable reacción del enemigo al ser amenazado. Es fácil imaginar malinterpretaciones semejantes en Ucrania, que Washington y Moscú enfocan desde perspectivas muy diferentes. Cualquier despliegue de importancia de fuerzas estadounidenses en la región podría provocar una escalada rusa.
Señales defectuosas. Cuando las tensiones aumentan, los dirigentes rivales tratan a menudo de enviar señales sobre sus intenciones como una manera de conformar los resultados. Pero el significado de semejantes señales puede ser fácilmente confundido por la necesidad de los dirigentes de dirigirse a múltiples audiencias al mismo tiempo, y por los diferentes marcos de referencia que cada lado aplica. Incluso el proceso de traducción puede cambiar el significado aparente de mensajes de maneras sutiles. Por lo tanto cuando el ministro de Exteriores ruso Lavrov habló esta semana (en inglés) sobre la posible necesidad de ayudar a los rusos étnicos en Ucrania oriental, Washington tuvo que adivinar si estaba presentando la justificación pública para una invasión, enviando una señal de advertencia sobre su campaña interna de contraterrorismo, o tratando de lograr algún otro propósito. La malinterpretación de semejantes señales puede convertirse en un proceso recíproco que envía a ambos lados rápidamente por el «camino de la escalada», a un punto en el cual el uso nuclear parece ser el siguiente paso lógico.
Inminente derrota. Si la confrontación militar entre Rusia y la OTAN llevara a un conflicto convencional, un lado o el otro podría llegar a enfrentar la derrota. Rusia tiene una clara ventaja numérica en el área alrededor de Ucrania, pero sus fuerzas armadas consisten sobre todo de conscriptos y es mediocremente equipada en comparación con sus contrapartes occidentales. Sea cual sea el lado que estuviera perdiendo tendría que sopesar las desventajas de perder en comparación con las de escalar al uso de armas nucleares tácticas. Moscú tendría que considerar la posibilidad de una permanente presencia enemiga cerca del corazón de su territorio, mientras que Washington podría enfrentar el colapso de la OTAN, su alianza más importante. En semejantes circunstancias, el uso de «solo» una o dos ojivas tácticas nucleares para prevenir un resultado con consecuencias tan trascendentales podría parece razonable – especialmente en vista de la existencia de capacidades relevantes y doctrinas de apoyo moral en ambos lados.
Falla del comando. Armas nucleares estratégicas como misiles balísticos intercontinentales son estrechamente controladas por altos dirigentes militares en Rusia y EE.UU., lo que hace que su uso no autorizado o accidental sea casi imposible. Es menos el caso cuando se trata de armas nucleares no estratégicas, que en algún punto en el curso de un proceso de escalada tienen que ser dejadas bajo el control de comandantes locales si han de ser de utilidad militar. La política de EE.UU. incluso prevé que se deje que aliados utilicen ojivas tácticas contra objetivos enemigos. Moscú probablemente no confía en sus aliados hasta ese punto, pero con más armas nucleares tácticas en más sitios, existe una mayor probabilidad de que comandantes rusos locales puedan tener la libertad de iniciar el uso de armas nucleares en el caos de la batalla. La doctrina rusa apoya el uso de armas nucleares como reacción ante una agresión convencional que amenace el territorio nacional, y los obstáculos a la iniciativa local frecuentemente desaparecen una vez que las hostilidades comienzan.
Cuando se consideran todos los procesos que actúan en la degradación de una política de moderación en tiempos de guerra -inteligencia mediocre, comunicaciones perturbadas, reveses en el campo de batalla, fallas del comando, y una multitud de otras influencias- parece razonable considerar que una confrontación entre la OTAN y Rusia podría escalar de alguna manera fuera de control, incluso hasta el punto de utilizar armas nucleares. Y porque Ucrania está tan cerca del territorio nacional ruso (unos 400 kilómetros de Moscú) no hay manera de prever lo que podría ocurrir una vez que se cruce la «línea de fuego» nuclear. Toda esta terminología -líneas de fuego, caminos de escalada, disuasión extendida- fue imaginada durante la Guerra Fría para encarar posibles escenarios bélicos en Europa. Por lo tanto si hay una nueva posibilidad de que haya tensiones que conduzcan a la guerra por Ucrania (o alguna otra antigua posesión soviética), tal vez haya llegado el momento de resucitar pensamientos semejantes.
Loren Thompson: Me concentro en las implicaciones estratégicas, económicas y empresariales de gastos de defensa en mi calidad de jefa de operaciones del
Lexington Institute sin fines de lucro, y Directora Ejecutiva de Source Associates.
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Fuente: http://www.informationclearinghouse.info/article38355.htm