La idea de diseñar y construir una «Asociación Estratégica» entre la Unión Europea (UE) y los diferentes actores de América Latina y el Caribe (ALC), constituyó el resultado más importante de la I Cumbre de los 47 Jefes de Estado y de Gobierno de ambas regiones, celebrada en 1999 en Río de Janeiro, Brasil; evento […]
La idea de diseñar y construir una «Asociación Estratégica» entre la Unión Europea (UE) y los diferentes actores de América Latina y el Caribe (ALC), constituyó el resultado más importante de la I Cumbre de los 47 Jefes de Estado y de Gobierno de ambas regiones, celebrada en 1999 en Río de Janeiro, Brasil; evento que persiguió el objetivo declarado de «…fortalecer los vínculos de un entendimiento político, económico y cultural» [i] entre uno y otro espacio geopolítico.
Pero no se trató de un hecho coyuntural, sino el corolario del proceso de institucionalización de relaciones del bloque comunitario con la región, que tuvo su momento de inflexión en diciembre de 1995 cuando el Consejo aprobara el documento, «Unión Europea-América Latina: actualidad y perspectivas del fortalecimiento de la asociación 1996-2000», cuyo objetivo expreso consistió en ampliar y profundizar los vínculos con nuestro espacio geopolítico.
Por otra parte, la iniciativa devino parte orgánica de otro importante proceso que desarrollaba el bloque luego de los sucesos que dieron al traste con el proyecto socialista en Europa del Este: su reposicionamiento estratégico -junto a EEUU y otras potencias imperiales-, a través del diseño y construcción de una Política Exterior y de Seguridad Común (PESC) dirigida sobre todo a potenciar y consolidar su papel como relevante actor global.
Así, según el Informe «Las relaciones entre la Unión Europea América Latina y el Caribe. El diálogo socioeconómico interregional» de la s ección de relaciones exteriores del Comité Económico Social (CES) de la propia Unión -mayo 1999-, para ésta, «el estrechamiento de las relaciones con América Latina y el Caribe en general, y la celebración de la Cumbre» respondía a varios intereses estratégicos, entre ellos, «…consolidar y expandir los vínculos con una región con un gran potencial económico y creciente peso en la política internacional». Una acción ciertamente trascendental, pues se reconocía que «los desafíos a los que se enfrentan las sociedades europeas sólo pueden ser resueltos mediante relaciones estables y cooperativas con el resto del mundo» [ii] .
Pero además, se precisaba que «…podría ser una demostración del potencial de la PESC (…) cumpliendo con el objetivo básico de afirmar la identidad de la Unión en el ámbito internacional» [iii] . Como se ve, salvaguarda de los intereses estratégicos del bloque, más allá de toda retórica.
¿Resultado?: la UE propuso a sus contrapartes latinoamericanas y caribeñas, la idea de crear una «Asociación Estratégica Biregional», cuyas bases y objetivos cardinales quedaron refrendados en el comunicado conjunto subscrito por los mandatarios reunidos en la Cumbre, la «Declaración de Río de Janeiro».
Los mega-objetivos de la «Asociación»
Fue acordado que en el ámbito político la «Asociación Estratégica» habría de contribuir al fomento de «…objetivos comunes tales como el fortalecimiento de la democracia representativa y participativa y las libertades individuales, el Estado de derecho, la gobernabilidad, el pluralismo, la paz y seguridad internacionales, la estabilidad política y el fomento de la confianza entre las naciones» [iv] . Para lograrlo, se fundamentaría en valores como el pleno respeto al derecho internacional y a los principios contenidos en la Carta de las Naciones Unidas, entre ellos los de no intervención, soberanía, igualdad entre los Estados y autodeterminación; todo lo cual constituiría la base de las relaciones entre ambas regiones.
Formulación esta última que abría espacio a la coexistencia en el foro de naciones con diferentes regímenes sociopolíticos, siempre y cuando fueran respetuosos de los valores democráticos y las normas del Derecho Internacional. En consecuencia, Cuba fue firmante de la «Declaración».
Asimismo, la «Asociación» se propuso el fortalecimiento de una «educación para la paz en todos los países», rechazando «toda forma de intolerancia, incluyendo la xenofobia y el racismo». Para ello, se planteó promover estrategias de desarrollo sostenible, dirigidas a «…la superación de la pobreza, la marginalidad y la exclusión social», modificando los patrones de producción y consumo, a fin de contribuir a la «conservación de la diversidad biológica y del ecosistema global»,
Respecto a los ámbitos cultural, educativo, científico, tecnológico, social y humano , los líderes reunidos asumieron el compromiso de crear una «alianza sólida» [v] entre América Latina, el Caribe y la UE, a fin de impulsar políticas «…cimentadas en el reconocimiento de la importancia que tiene la educación para lograr la igualdad y la justicia social, (…), así como el impulso al progreso científico y tecnológico». Se trataba de fundar sociedades «abiertas, tolerantes e incluyentes», en la cuales «…el derecho del individuo a la libertad y el respeto mutuo se traduce en un acceso equitativo a la capacidad productiva, salud, educación, y protección civil» [vi] .
En el ámbito económico, la «Declaración» defendía con mucha fuerza todo lo relacionado con la necesidad de promover la liberalización comercial, solo que de manera «integral y mutuamente beneficiosa», tomando en consideración las asimetrías en el nivel de desarrollo, y concibiéndola como «…una manera de aumentar la prosperidad y combatir los efectos desestabilizadores de la volatilidad de los flujos financieros».
Un contexto en el que, quedó implícita una condena al bloqueo de EEUU contra Cuba, cuando se reiteró el «…firme rechazo de todas las medidas de carácter unilateral y con efecto extraterritorial que son contrarias al Derecho Internacional y a las reglas de libre comercio comúnmente aceptadas», y una seria amenaza contra el multilateralismo.
Todo esto, otorgando «especial atención», «apoyo», así como «tratamiento justo y adecuado» a países con economías más pequeñas, o a los más pobres -entiéndase empobrecidos- «altamente endeudados», incluso por medio de incentivos para la inversión productiva [vii] .
En consecuencia, planteado de ese modo, la construcción de una «Asociación Estratégica» con el bloque europeo constituía una significativa oportunidad para América Latina y el Caribe, mucho más si era el propio bloque quien destacaba la compleja situación económico-social que enfrentaban estas regiones. Así, el mencionado Informe del CES descubría que «La existencia de una pobreza generalizada es probablemente el mayor reto al que tienen que enfrentarse los países latinoamericanos en el umbral del siglo XXI (…), más de 200 millones personas, o casi la mitad de la población» vivían entonces en estas condiciones, como «…consecuencia de la crisis económica y de los programas de ajuste estructural adoptados para restablecer la estabilidad macroeconómica», los que «aumentaron el desempleo y afectaron los salarios reales» [viii] .
Una situación paradójica, si se toma en consideración que ya para esta época la mayor parte de los países latinoamericanos y caribeños había logrado niveles aceptables de recuperación económica, luego de la devastadora década del 80, «la década perdida», como la llamara la Comisión Económica para América Latina, CEPAL. Sin embargo, el Informe indicaba que la disminución de los índices de pobreza resultaba «escasa», pues el crecimiento macroeconómico no estuvo acompañado de una distribución equitativa de los ingresos, con lo que los costos de la crisis y de las políticas de ajuste recayeron sobre la parte mayoritaria de la población, que se encontraba en una situación muy semejante a la que enfrentaba a fines del decenio de los 80 o quizás peor [ix] .
De igual modo, el CES reconocía la importancia de las relaciones comerciales bilaterales para los actores de ambos lados del Atlántico. Así, apuntaba que la UE constituía el segundo socio comercial global de América Latina -después de EEUU-, al cubrir el 15% de su comercio total en 1997; un intercambio que resultaba altamente significativo en el caso de los países miembros del MERCOSUR -Mercado Común del Sur-, los que en ese mismo año, recibieron el 52% de las exportaciones comunitarias, y produjeron el 49% de las importaciones desde ese bloque.
Llama la atención la evaluación negativa que se hace de los vínculos que sostenía éste con México, al reconocer que «Desde la perspectiva mexicana, la UE no es un socio comercial de gran importancia relativa, representando alrededor de un 6% de su comercio global», lo que permite comprender con mayor claridad las acciones que posteriormente emprendería con esa nación.
A lo anterior se suma otra valoración altamente reveladora: se reconocía abiertamente que «Desde la perspectiva europea, existe cierta preocupación por la disminución significativa de la participación relativa de la UE en el comercio de América Latina y la consiguiente pérdida de cuotas de mercado«. Se apuntaba que si bien el intercambio entre la UE y ALC había crecido 75%, los otros dos otros socios comerciales principales de Latinoamérica, EEUU y Japón, lo habían logrado a mayor velocidad. Asimismo, se señalaba que el comercio intraregional latinoamericano había experimentado un ascenso del 200% entre 1990 y 1997. Nótese como en aquel momento, el bloque identificaba a Japón como el principal competidor asiático en estas regiones [x] .
Igualmente, se revelaba que «desde la perspectiva latinoamericana, una preocupación importante» residía en el «sucesivo y creciente déficit» de su balance comercial con el bloque, lo que en opinión de los latinoamericanos -de acuerdo con el CES- se relacionaba esencialmente con dos cuestiones: la «protección europea a sectores en los cuales la región tiene claras ventajas comparativas, particularmente la agricultura», y los «desequilibrios en la composición sectorial del comercio«, pues mientras las ventas de América Latina a la UE se concentraban en productos primarios -agrícolas, minerales y combustibles-, en las exportaciones comunitarias a la región prevalecían los manufacturados, estructura que en 20 años solo había logrado cambios marginales.
Para los líderes del bloque, la «Asociación» contribuiría a revertir esta negativa situación. Justamente, el Informe sentenciaba, «…las relaciones de comercio y de inversión con la UE son de fundamental importancia para asegurar el crecimiento y la diversificación necesaria de las economías latinoamericanas y caribeñas», y devendrán «contrapeso a la influencia económica y política de EEUU» [xi] en la región. En consecuencia, la «Asociación» inició su camino.
Lo que relevó la primera evaluación…
En el año 2005 la Comisión Europea emitió el documento, «Una Asociación reforzada entre la UE y América Latina», con el objetivo de evaluar el estado de las relaciones dirigido a la IV Cumbre de Jefes de Estado de Gobierno de ambas regiones, que debía celebrarse el siguiente año en la ciudad de Viena, precisamente bajo el lema «Fortalecer la Asociación Estratégica Biregional».
La evaluación resultó negativa . Así, diez años después de que el bloque se propusiera fortalecer los vínculos [xii] , institucionalizándolos, y a los siete de haber creado la «Asociación Estratégica Birregional», poco era lo logrado, según afirmara el Parlamento Europeo (PE). De acuerdo con éste, las relaciones seguían «sin plasmarse en acciones concretas», y «sin estar a la altura de las expectativas de una genuina Asociación», tanto en los «aspectos políticos y de seguridad, como en los comerciales, sociales y presupuestarios» [xiii] , reconociendo con ello la gran ambigüedad que caracterizaba a dicho proceso, rasgo de esencia que lamentablemente aún conserva.
En su nueva Comunicación, la propia Comisión Europea (CE) reconocía que América Latina y el Caribe continuaban atravesando una muy difícil situación social. En 1999, el bloque apuntaba que más de 200 millones personas, o casi la mitad de la población de estas regiones vivían en medio una «pobreza generalizada«. En el 2003 poco había cambiado, 227 millones, el 44,4% de los latinoamericanos y caribeños se mantenía en esta condición , lo cual según la CE, reflejaba una «desigualdad flagrante entre ricos y pobres», «vidas precarias y marginación», siendo «las poblaciones indígenas y de origen africano, las mujeres y los niños» los más afectados, lo que «puede generar conflictos sociales e inestabilidad política y favorecer el desarrollo de la delincuencia y la inseguridad». Así, de acuerdo con el documento, «…la exclusión, la pobreza, el limitado acceso a la educación y a la salud y la falta de perspectivas limitan el ejercicio de los derechos cívicos y políticos, socavando la confianza en las instituciones e impidiendo una participación plena en el proceso democrático» [xiv] .
En resumen, la «Asociación» había fallado en lo que se había planteado como uno sus objetivos políticos, el de contribuir a «la superación de la pobreza, la marginalidad y la exclusión social» en las regiones latinoamericanas y caribeñas.
Para el bloque europeo la situación no resultaba más halagüeña , solo que por otras razones: se llamaba la atención sobre el hecho de que aunque la Unión se mantenía como el primer inversor extranjero en América Latina, EEUU y Asia, en particular, China ocupaban un lugar cada vez más relevante y creciente en la región: urgía ampliar los intercambios «considerablemente». Nótese como ya para entonces, el «gigante asiático» había desplazado a Japón en calidad de competidor [xv] .
De acuerdo con la valoración de la CE, el comercio entre América Latina (AL) y China experimentaba un vertiginoso auge: en 2003 se había logrado un ascenso del 50% con respecto a 2002, junto a las importaciones procedentes de AL que habían crecido el 79,1% en igual período. Mientras, era perceptible una pérdida relativa de celeridad en el intercambio del bloque con la región, lo que contrastaba con el dinamismo experimentado a principios de los 90. Así, el volumen de las exportaciones comunitarias hacia AL había disminuido desde el año 2000 al 2004, si bien se mantenía como » el principal socio comercial de numerosos países», en contraste la cuota de mercado latinoamericana en el comercio total de la UE se permanecía estable en el 5%, » todavía demasiado exiguo», según la propia Comisión, que sentenciaba, «las relaciones se siguen caracterizando por una marcada asimetría» [xvi] .
Además, la Comisión hacía notar que a pesar de que la UE había logrado en 2003 un volumen acumulado de Inversión Extranjera Directa (IED) en AL y sobre todo en el Caribe, ascendente a 90 mil millones de euros, ésta había descendido con respecto a 2000, llamando nuevamente la atención sobre el papel creciente que ocupan en la región EEUU y Asia, en particular China.
Se argumentaba además que el mercado latinoamericano, en «fase de expansión», ofrecía un «potencial importante para la UE», y se explicitaban una serie de «razones para reforzar» la Asociación: «Los vínculos crecientes con Asia y en particular con China, la influencia cada vez mayor de Brasil y México, la riqueza de la región en recursos humanos y materias primas, y el lugar cada vez más importante que AL ocupa en el abastecimiento de la UE en productos agrícolas [xvii] «, como se ve, razones que respondían totalmente a los intereses estratégicos del propio bloque.
Razones además, que fundamentaron una idea trillada: la «Asociación Estratégica», tenía «forzosamente que contribuir a crear un entorno favorable a los intercambios económicos entre ambas regiones». Para ello, entre otros aspectos, se propuso trabajar en función de consolidar el sistema comercial multilateral, continuar las negociaciones de acuerdos de asociación y de libre cambio birregionales; supuestamente facilitando el acceso de las empresas latinoamericanas al mercado europeo y «dialogando» sobre los obstáculos al mega propósito de «estimular el comercio y la inversión». Nuevamente, todo en función de las grandes oligarquías económicas y financieras del bloque.
En conclusión, para la estrategia de reposicionamiento global de la Unión Europea, la importancia de América Latina y el Caribe como regiones y de algunos Estados dentro de ellas se fortalecía de manera creciente, sin embargo lejos de consolidar sus posiciones en estas regiones, el bloque experimentaba un debilitamiento, agravado por el empuje ascendente de otros actores: urgía un nuevo «plan de acción». ¿La respuesta? la aprobación «por primera vez» en una década, de » una comunicación estratégica para ayudar a comprender las causas, invertir la tendencia y potenciar las relaciones entre la UE y AL» [xviii] .
¿Corolario? Se iniciaría una nueva etapa en las relaciones, ambiciosa y abarcadora la estrategia propuesta por la Unión Europea en el 2005, prometía algo así como un «futuro luminoso» para todas las partes, solo que como fue demostrado, una vez más, los resultados se quedaron muy por debajo de las expectativas, sobre todo para las partes latinoamericanas y caribeñas. Todo parece indicar que, en verdad, en lo del «futuro luminoso» no estaban incluidas.
La Habana, noviembre de 2009
«Año del 50 Aniversario del Triunfo de la Revolución
MCs. Gloria Teresita Almaguer G.
Centro de Estudios Europeos
Para la leer la primera parte.
[i] «Declaración de Río de Janeiro». Documentos. En, FASOC. , Año 14, N 1 2, abril-junio, 1999, y Celare. «Documentación de Base 1999». Sitio WEB: celare.org
[ii] CES. Informe «Las relaciones entre la Unión Europea America Latina y el Caribe. El Diálogo socioeconómico interregional». Bruselas, 3 de Mayo de 1999 En: Celare: Opus Cit.
[iii] Ibidem
[iv] «Declaración de Río de Janeiro». Opus Cit.
[v] Expresión altamente ambigua: todo parece indicar que todavía no se tiene una idea clara acerca de lo que significa.
[vi] Ibidem
[vii] Ibidem
[viii] CES. Informe «Las relaciones entre la Unión Europea America Latina y el Caribe. El Diálogo socioeconómico interregional». Bruselas, 3 de Mayo de 1999 En: Celare: Opus Cit.
[ix] Ibidem
[x] Ibidem
[xi] Ibidem
[xii] Recuérdese que en el 2005, el bloque había aprobado el documento, «Unión Europea-América Latina: actualidad y perspectivas 1996-2000», que planteaba una nueva y reforzada estrategia de relaciones con la región.
[xiii] PE. Resolución del PE, » Una Asociación reforzada UE – A. Latina»; Bruselas, 27 de abril de 2006. Sitio WEB: europa.eu.int
[xiv] Comisión Europea. «Una Asociación reforzada entre la UE y América Latina», COM(2005) 636 final, 2005.
Sitio WEB: europa.eu.int
[xv] Ibidem
[xvi] Ibidem
[xvii] Ibidem
[xviii] PE. Resolución del PE. Opus Cit.