Cuando el próximo 28 de julio culmine el mandato del presidente Ollanta Humala concluirá para Perú un período gris, con muchas penas y escasas glorias, pero se iniciará a la vez otro bien sombrío con la asunción al poder del derechista electo jefe de Estado, Pedro Pablo Kuczynski. Si bien Ollanta hizo poco o casi […]
Cuando el próximo 28 de julio culmine el mandato del presidente Ollanta Humala concluirá para Perú un período gris, con muchas penas y escasas glorias, pero se iniciará a la vez otro bien sombrío con la asunción al poder del derechista electo jefe de Estado, Pedro Pablo Kuczynski.
Si bien Ollanta hizo poco o casi nada en beneficio de sus compatriotas y dividió a la izquierda, que lo tilda de traidor, débil, además de acorraladoy entregado a los poderes fácticos, Kuczynski conducirá a esa nación sudamericana por un sendero quebrado, como lo hace con Argentina el actual ocupante de la Casa Rosada, Mauricio Macri.
De hecho al nuevo mandatario, un «gringo» casi octogenario, nacionalizado peruano y quien ni siquiera habla bien el español, le denominan el Macri andino porque terminará por vender todo el país a las grandes multinacionales, como lo hace su similar argentino.
Perú, una nación extremadamente rica en recursos naturales y minerales, y estratégica por su posición geográfica, tendrá un ejecutivo neoliberal hasta la médula, mientras el poder legislativo unicameral (Congreso) lo dominará el «fujimorismo», una combinación tétrica para los destinos de su pueblo.
Humala entregará la banda presidencial a su sucesor pocos días después de dar luz verde a un rechazado proyecto de ley para privatizar hasta las cárceles, lo que entendidos auguran se convertirá en otro seguro nido de corrupción.
Por supuesto que la corrupción, el narcotráfico y la inseguridad ciudadana, males ya endémicos que azotan a Perú desde hace varias décadas, junto a la extrema pobreza, las inmensas desigualdades, la irregularidad laboral y la contaminación ambiental, no tendrán freno, sino todo lo contrario.
En contraste, Estados Unidos continuará con las puertas bien abiertas para que los militares de su ejército y del Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés) se paseen por territorio peruano cuando les plazca.
Otro los beneficiarios de Kuczynski será la Agencia de Cooperación para el Desarrollo Internacional (USAID), un comprobado apéndice de la norteamericana Agencia Central de Inteligencia (CIA), que tiene en Perú uno de sus centros principales de operaciones en Latinoamérica, para no decir el mayor.
La USAID estará a su libre albedrío para mantener desparramados y fraccionados a los movimientos sociales y los partidos progresistas peruanos, yaccionará al mismo tiempo contra países vecinos como Bolivia y Ecuador, donde se desarrollan procesos revolucionarios en defensa del bienestar de todos sus ciudadanos, y de la soberanía y la independencia de nuestra región.
Kuczynski y quienes están detrás de él apuestan por el «fortalecimiento» de la neoliberal Alianza del Pacífico, una organización creada e incitada por Washington, en menoscabo de otras autóctonas, y verdaderamente integradoras y solidarias como la Unión de Naciones del Sur (UNASUR), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA).
Solo con la real unidad del pueblo peruano, dividido y fracturado durante años por los gobernantes de turno, los poderes fácticos y la USAID, se podrá atenuar el oscuro futuro que le viene encima en los próximos años a esa rica y hermosa nación andina de más de 30 millones de habitantes.
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