Recomiendo:
0

Declaración sobre la victoria del brexit

Fuentes: Rebelión

Después de una campaña no exenta de los miedos y amenazas que ejercitan los poderes políticos y económicos ante los ciudadanos cuando sienten que sus objetivos corren peligro, el pueblo británico ha decidido con holgura recuperar su plena soberanía y tener en sus manos su destino y su futuro apostando por el brexit. No es […]

Después de una campaña no exenta de los miedos y amenazas que ejercitan los poderes políticos y económicos ante los ciudadanos cuando sienten que sus objetivos corren peligro, el pueblo británico ha decidido con holgura recuperar su plena soberanía y tener en sus manos su destino y su futuro apostando por el brexit.

No es sorprendente que la consulta democrática sea ahora una recriminación a David Cameron por haber convocado el referéndum, algo justificadamente temido por los dirigentes europeos pues, en casi todas las ocasiones, cada vez que los ciudadanos han sido llamados a las urnas para opinar sobre las cuestiones del proyecto europeo les han dado la espalda a los proyectos de integración, dominados, no por los valores de la democracia, la igualdad, la cooperación y la solidaridad, sino por los intereses del capitalismo crudo y duro, tal como lo expresan los criterios neoliberales. Satisfacción, pues, por la decisión del pueblo británico.

Son inocultables las múltiples consecuencias que tendrá el resultado del referéndum. Desde aspectos geopolíticos -Obama ha participado en la campaña-, hasta los problemas cotidianos que pueden surgir para muchas personas. Pero, sin duda, el impacto más decisivo del brexit lo ha de sufrir la propia Unión Europea, paralizada, desgarrada, y en un estado caótico en aumento, derivado de un proyecto de construcción mal concebido y desarrollado.

Siempre hemos sostenido que esta Unión Europea, con su principal vínculo, el de la unión monetaria, no podrá sobrevivir. Tampoco, contra muchas ilusiones vacías y elusivas, nunca hemos creído que la Europa de Maastricht sea reformable. Crisis tras crisis, con turbulencias continuas y con los pueblos víctimas de las exigencias de las instituciones europeas y de los mercados financieros, las amenazas de descomposición de la Unión Europea están siempre latentes. La gran aportación de la decisión del pueblo británico es que ahora la hiere de muerte e inicia su desmoronamiento.

La situación de crisis, la desesperanza que se ha instalado en amplios sectores sociales, los sufrimientos que han acarreado las políticas de austeridad y el desapego creciente de los pueblos europeos a un proceso de integración manifiestamente fracasado, hacen que el ejemplo británico pueda generalizarse y repetirse a otros países, con lo cual el rechazo y la condena a esta Europa puede extenderse rápidamente como un fuego con el viento soplando a favor. El llamado efecto contagio es inevitable, cuando además ya existen en algunos países, desde posiciones inequívocamente de izquierdas, núcleos de rechazo importantes y coordinados a escala continental.

La izquierda «europeísta», al abandonar sus objetivos de transformación históricos, entre ellos, la defensa de la soberanía económica, ha creado un vacío político sobre el cual avanza la extrema derecha populista. Si la izquierda hubiera sido consecuente, oponiéndose a la construcción de la Europa de Maastricht, ahora podría contar con un gran respaldo ciudadano, ejercería su influencia en el desarrollo de los acontecimientos y habría construido un proyecto europeo sólido basado en una moneda única pero también en la homologación de las condiciones y derechos sociales con una fiscalidad común capaz de redistribuir la renta y corregir los desequilibrios económicos entre los estados miembros.

En nuestro país, todas las fuerzas políticas siguen sin tomarse en serio el tema europeo, y elección tras elección eluden la cuestión, como si no existiera el caso de Grecia y no estuvieran sobre el tapete las exigencias de la Troika, lo cual puede convenir a la derecha pero es un abandono imperdonable en las candidaturas de la izquierda.

Si estamos acertados en la previsión del destino de la Unión Europea, o como un ejercicio de responsabilidad ante la mera hipótesis de la desaparición de la unión monetaria y europea, el deber de las fuerzas regeneradoras y progresistas sería estudiar y proponer alternativas en cada uno de los países y, al mismo tiempo, tratar de impulsar un proyecto común para el conjunto de los pueblos europeos asentado en los valores históricos de la izquierda y la protección de los intereses de los trabajadores y las capas sociales desfavorecidas. No cabe ponerse orejeras, eludir la realidad, hacer caso omiso de los eventos previsibles y fantasear campaña electoral tras campaña electoral sobre cambios y mejoras económicas y sociales, ignorando el tema esencial de cómo sobrevivir y como construir una alternativa económica y social viable fuera del marco de la Unión Europea.

En suma, en lugar de lamentar el brexit, hay que tomarlo como un serio aviso de lo que puede acontecer.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.