Este 6 de enero terminan las vacaciones escolares de fin de año y empieza una nueva fase de movilizaciones contra la reforma de las jubilaciones y pensiones de Macron: una movilización excepcional por la amplitud y por el número de manifestaciones, y excepcional también por su duración, con la huelga reprogramable desde el 5 de […]
Este 6 de enero terminan las vacaciones escolares de fin de año y empieza una nueva fase de movilizaciones contra la reforma de las jubilaciones y pensiones de Macron: una movilización excepcional por la amplitud y por el número de manifestaciones, y excepcional también por su duración, con la huelga reprogramable desde el 5 de diciembre en el sector ferroviario y en el transporte parisino.
Durante las cuatro primeras semanas de lucha, los trabajadores han mostrado una gran tenacidad. Pero el gobierno mantiene su proyecto de reforma, apostando al agotamiento de los huelguistas y buscando dividir los sindicatos, enfrentar a los trabajadores entre sí: una guerra de desgaste y también una guerra de maniobras. Y para esta guerra, el gobierno tiene armas pesadas que los trabajadores, los militantes, deben neutralizar.
Un movimiento polimorfo
Una de las características del movimiento de huelga y manifestaciones que comenzó el 5 de diciembre es su carácter polimorfo. Ha sido claro desde el primer día. Desde el principio, el movimiento se desarrolló bajo tres formas:
– Para los trabajadores de la SNCF (Compañía ferroviaria pública) y los del transporte público parisino (RATP), el 5 de diciembre fue el inicio de la huelga indefinida;
– para la mayoría, fue un día de acción destinado a repetirse, un primer «punto fuerte»;
– Para algunos (sobre todo en el sector de la educación), se trataba de transformar un «día de acción» en huelga continua mediante una huelga reprogramable.
Las tres formas distintas se combinan de alguna manera entre sí. Por ejemplo, en la RATP, la huelga se inició con un llamamiento intersindical a una huelga por tiempo indeterminado, pero se renueva mediante reuniones celebradas en los depósitos de autobuses. Lo mismo ocurre en la SNCF. Sin embargo, en estos dos sectores, la huelga permanece «encuadrada» por las posiciones nacionales de los sindicatos. Estas posiciones nacionales pueden, a su vez, ser impugnadas por las bases.
Asimismo, las huelgas se renuevan entre dos «puntos fuertes»: para algunos militantes, el objetivo es superar un mecanismo considerado ineficaz de «puntos fuertes», intentar generalizar la huelga y darle continuidad. Pero la mayoría de las veces se trata de «mantener la presión» entre dos días de paro. Este objetivo de darle continuidad a la huelga no es en absoluto un obstáculo para los dirigentes de la intersindical (CGT, FO, FSU, Solidaires): cada vez que la intersindical llama a un nuevo punto fuerte (5 de diciembre, 10 de diciembre, 17 de diciembre…), aclara que «apoya» a las asambleas generales que renuevan la huelga, considerando que estas huelgas reprogramadas son complementarias de los días «pico» con huelgas perladas («Saute-mouton» en francés: salta carnero o salto de rana).
Lo mismo sucede con otras acciones que han venido surgiendo desde el 5 de diciembre, destinadas a acosar al gobierno: cortes de energía eléctrica, bloqueo de depósitos de petróleo e, inicialmente, huelgas parciales en dos refinerías. Estas acciones «consolidaron» la táctica de «puntos fuertes» (acciones a menudo impulsadas por sectores del aparato sindical con discursos más «combativos»).
El producto de una lucha entre trabajadores y aparatos sindicales
Este carácter polimorfo y complejo de la movilización debe ser entendido como el resultado de un equilibrio de poderes fluctuante e inestable, de una lucha entre la masa de trabajadores y las direcciones de los sindicatos.
El hecho mismo de que la huelga masiva haya tenido lugar, y de que el 5 de diciembre haya sido el punto inicial de la misma, es una primera ilustración de lo dicho.
Hay que recordar que fue la fuerza de la huelga en defensa de las jubilaciones en la RATP, el 13 de septiembre, la que obligó a los sindicatos de esta empresa a convocar una huelga ilimitada a partir del 5 de diciembre, convocatoria que fue retomada posteriormente por varios sindicatos de la SNCF. La huelga del 13 de septiembre y los llamados subsiguientes se produjeron en un momento en que se estaban llevando a cabo concertaciones sobre el proyecto de reforma jubilatoria, durante más de 18 meses, entre los sindicatos y Delevoye, el representante del gobierno. El propósito de esta concertación era precisamente… evitar que estallara la huelga.
Con el mismo objetivo de «pacificar» las relaciones sociales, las consultas se reanudaron durante el otoño francés. Pero por segunda vez, las concertaciones no alcanzaron su objetivo: aunque las confederaciones sindicales, en particular la CGT, arrastraron los pies en un primer momento, la presión de la base las obligó a sumarse al paro y a las manifestaciones del 5 de diciembre. Pero a su manera, negándose a llamar a una huelga indefinida hasta que se retirara el proyecto de Macron y adoptando una táctica de días alternados de «acción».
La presión de los trabajadores sobre los aparatos sindicales fue también decisiva entre el 17 y el 20 de diciembre, cuando Macron y varios dirigentes sindicales trataron de obtener una «tregua de la huelga» para las fiestas de fin de año.
No hay tregua para la huelga en la SNCF y en la RATP
Después de los «puntos culminantes» del 5 y el 10 de diciembre, el gobierno entabló la batalla: el 11 de diciembre, esbozó la arquitectura de su proyecto e indicó su calendario (1). Siguieron tres nuevos «puntos fuertes» (12, 17 y 19 de diciembre), de magnitud desigual, siendo el más fuerte el del 17 de diciembre.
Al mismo tiempo, y con ciertas dificultades, continuaron las huelgas reprogramables, particularmente en la enseñanza. Sin embargo, con el inicio de las vacaciones escolares el 20 de diciembre, el peso y la continuidad de la movilización estuvo a cargo de los empleados de la SNCF y de la RATP. Para el gobierno, el objetivo era entonces simple y esencial: en nombre de los intereses de las familias en período de fiestas, obtener una tregua (y de hecho, un probable fin definitivo) de la huelga de trenes y metros.
Ya antes del «punto fuerte» del 17, el gobierno había dado a conocer sus exigencias. Varios dirigentes sindicales se hicieron eco de la misma, empezando por Laurent Berger, el secretario general de la CFDT (Confederación Françes Democrática de Trabajadores). En la mañana del lunes 16 declaró: «Sí, necesitamos hacer una tregua en Navidad».
Asimismo, Laurent Escure, el principal dirigente de la UNSA (Unión Nacional de Sindicatos Autónomos, otra central sindical conciliadora), declaró el 16 de diciembre, hablando a propósito del transporte parisino y del transporte ferroviario,: «nadie quiere que haya perturbaciones en Navidad». Esta posición tenía aún más peso ya que este sindicato ultra conciliador con el gobierno y de poca importancia a nivel nacional, ocupa sin embargo el primer lugar en cantidad de afiliados en la RATP, y el segundo en la SNCF.
Pero la esperanza de una tregua se vio frustrada por la presión de la base. Y todo se jugó entre el 17 y el 20 de diciembre.
Del 17 al 20 diciembre: un momento decisivo
El 17 había empezado mal para el gobierno ya que, la víspera, había tenido que registrar la dimisión de su ministro Jean-Paul Delevoye, encargado de la reforma jubilatoria y organizador de las consultas realizadas durante casi dos años con los sindicatos. Este señor se había «olvidado» simplemente de declarar una docena de cargos o funciones, algunos de ellos remunerados, incompatibles con su función como ministro.
La movilización del 17 fue de una magnitud excepcional, lo que reforzó la voluntad de los trabajadores de continuar la lucha contra Macron.
Hubo 1,8 millones de manifestantes según la CGT, y 260 manifestaciones en todo el país, una movilización al menos del nivel de la del 5 de diciembre, con manifestaciones más dinámicas y con más profesores que en la anterior: 30.000 manifestantes en Nantes por ejemplo, 10.000 en Saint-Nazaire, 40.000 en Lyon, 15.000 en Saint-Etienne, 4.000 en Bourg, etc. En París, hubo un aumento notable: los sindicatos anunciaron 350.000 manifestantes (en lugar de los 250.000 del 5 de diciembre).
Hubo también manifestaciones en ciudades y pueblos pequeños y medianos. Así, en el Finistère, además de Brest (15 a 20.000 manifestantes), hubo desfiles en Quimper (7.000), Morlaix (3.500), Carhaix (800) y Quimperlé (1.500).
Pero recién en la noche siguiente, la intersindical (2) publicó un comunicado titulado «¡No hay tregua hasta que retiren el proyecto de reforma jubilatoria!». El texto pretende ser firme: las organizaciones firmantes piden «continuar y reforzar la huelga, incluyendo la reprogramación de la huelga cuando los trabajadores lo decidan (…)». Pero el texto tiene dos peculiaridades: no fija ningún nuevo plazo nacional real, salvo el día después del «19 de diciembre con movilizaciones locales». Y no dice nada, absolutamente nada, sobre el hecho de que el 18 y el 19 de diciembre había de nuevo negociaciones entre los sindicatos y el gobierno. Y todas las organizaciones invitadas respondieron «¡presente!» durante las consultas bilaterales del miércoles 18 y las multilaterales del jueves 19.
El objetivo de estas dos nuevas jornadas de consulta en vísperas de las fiestas era bien clara: dividir a los sindicatos y asestar un golpe brutal a la huelga consiguiendo que varios sindicatos (la CFDT-Ferrocarriles y la UNSA, por lo menos) pidieran la suspensión de la huelga durante las fiestas navideñas. Con esta finalidad, durante esas negociaciones, el Primer Ministro concedió algunas migajas a los dirigentes sindicales conciliadores. Así, sobre el trabajo insalubre, otorgó una ligera modificación de los umbrales de trabajo nocturno (110 noches al año en lugar de las 120 actuales).
Inmediatamente, la dirección de UNSA-Ferroviarios, resaltó los «progresos significativos» y pidió «una pausa durante las vacaciones escolares», «con el objetivo de mantener el diálogo social y la continuidad del servicio público».
Un golpe a los más decididos en el 15º día de la huelga.
Al mismo tiempo, un nuevo comunicado de la Intersindical (con, además, la firma de la CFE-CGC -sindicato de ejecutivos intermediarios.) establecía una futura jornada nacional: un día de manifestaciones y huelga el 9 de enero, es decir, ¡21 días después! Incluso para aquellos que estaban dispuestos a parar durante la temporada de fiestas, este anuncio fue visto como un mazazo. Laurent Djebali, dirigente de la UNSA-RATP, dijo: esta fecha «nos deja maniatados y desamparados».
Pero después, nada ocurrió como lo habían previsto.
Las bases se rebelan
Como era de esperar, SUD-Rail y la CGT-Ferrrviarios (que representa a un tercio de los maquinistas) llamaron el 19 a mantener la huelga.
Pero el día 20, cuando nadie lo esperaba, la CFDT-Ferroviarios también rechazó la tregua porque «los avances obtenidos no son suficientes».
Y en la UNSA-Ferroviarios, una gran parte de la base rechazó la tregua decidida por la dirección del sindicato. En las asambleas generales, muchos miembros votaron para continuar la huelga. El aparato sindical se resquebrajó: muchas secciones regionales de la UNSA votaron en contra de la tregua. La sección de París Sudeste declaró: «nosotros, militantes y miembros de base en el terreno, nos negamos a inclinarnos ante los dirigentes, cualquiera que sea su sindicato, que intentan imponernos sus opciones».
La UNSA-RATP, no llamó tampoco a una tregua. La UNSA-Tracción de París sudeste tuiteó «la huelga pertenece a los huelguistas y a las asambleas generales». La tregua es una derrota. Sólo nos detendremos cuando hayamos ganado».
21 de diciembre – 5 de enero: un largo túnel y mucho coraje
A partir del 21 de enero, los huelguistas de la RATP y de la SNCF empezaron a atravesar un largo túnel: estaban casi solos en la continuación de la huelga, junto con los huelguistas de la Ópera de París y una nueva huelga en algunas refinerías.
El gobierno trataba de hacer creer que la huelga viene debilitándose. En realidad, si la frecuencia de los trenes y de los metros variaba de un día para otro, se debía a que las direcciones de las dos compañías concentran los medios disponibles en determinados días y horas. Pero, en general, la huelga «aguantaba».
En la SNCF, la situación más común es que uno de cada dos TGV (trenes de alta velocidad) circule, y el 20 a 30% para las otras categorías de trenes. A veces menos, otros días un poco más.
En la RATP, la red de autobuses permanece totalmente bloqueada en determinados días. Otros días, la dirección anuncia que la mitad de las líneas funcionan, pero sólo a determinadas horas, en determinados tramos y con baja frecuencia.
De hecho, según la UNSA-RATP, el 29 de diciembre, la dirección sólo contaba con «240 conductores de metro de los 2700» (incluyendo la reserva general) y «un centenar de conductores de RER (trenes de cercanías, de corta distancia) disponibles de los 870».
Y frente a un gobierno que apuesta al agotamiento, los trabajadores se organizan para una guerra de desgaste.
Cajas de solidaridad, piquetes de huelga, manifestaciones
La apertura de cajas de solidaridad durante las huelgas es una vieja tradición del movimiento obrero (las hubo, por ejemplo, en 1831 y 1834 durante la revuelta de los Canuts, obreros de la seda, en Lyon).
En la movilización actual, y también gracias a Internet, han vuelto a utilizarse. Los fondos recaudados son a veces importantes, tienen una función política (mostrar la solidaridad de los trabajadores) y una función financiera: evitar la asfixia económica de los huelguistas.
Se han abierto en muchas escuelas, para ayudar a interinos, a personal de mantenimiento, etc. Esta es una forma de asistencia entre pares. Hay también cajas destinadas a los huelguistas de la RATP y de la SNCF: una ayuda interprofesional que expresa el apoyo político a dos categorías de trabajadores que están en la vanguardia de la lucha contra Macron y sus políticas. También existen colectas «en línea» o colectas directas de militantes frente a una librería, un centro comercial, etc.
Otra expresión de esta solidaridad durante sus vacaciones ha sido el número importante de profesores y de trabajadores de otros sectores que participaron, junto con los trabajadores del ferrocarril, en diversas acciones (volanteadas, piquetes, reuniones, mítines, etc.).
El 28 de diciembre, en particular, hubo manifestaciones multisectoriales en unos 40 pueblos y ciudades de Francia.
Maniobras de división y doble discurso
Mientras los huelguistas se organizaban para «aguantar» hasta principios de enero, con la esperanza de volver a dinamizar el movimiento, el gobierno no perdió ninguna ocasión para tratar de neutralizar ciertas profesiones.
Por ejemplo, le garantizó a los policías y a los guardias penitenciarios que no perderán nada con la reforma, y les aseguró a los militares que sus jubilaciones se mantendrán por fuera del nuevo sistema. Es cierto que sin estos dos sectores la capacidad de Macron para imponer su reforma se vería más que limitada.
Otro sector de peso es el del transporte aéreo. En primer lugar los auxiliares de vuelo, azafatas y pilotos, que decidieron hacer huelga a partir del 3 de enero. Tras dos días de negociaciones llegaron a un acuerdo: se les mantendrá la edad de jubilación anticipada conservando su fondo de pensiones complementario de 5.000 millones de euros. El principal sindicato de pilotos, el SNPL (Sindicato Nacional de Pilotos de Línea), levantó entonces su llamado a la huelga, así como (el 24 de diciembre) los sindicatos de azafatas, incluidos el UNSA (conciliador), pero también FO (Fuerza Obrera). Sin embargo, la confederación de FO nacional declaró que mantenía el reclamo de que se retirara el proyecto de reforma basado en puntos…
Pero este acuerdo parece bastante problemático ya que, el 2 de enero, dos sindicatos de Air France (el SPAF para los pilotos y el SNGAF para la tripulación de cabina) convocaron una huelga para la semana del 6 de enero en defensa de su fondo de pensiones complementarias, considerando que sigue siendo amenazado por la reforma jubilatoria del gobierno.
En cuanto a los controladores aéreos, el SNCTA (Sindicato Nacional de Controladores Aéreos), principal sindicato de esta categoría, anunció el 23 de diciembre que es probable que se llegue a un acuerdo: bajo el nuevo sistema de puntos, los controladores conservarían el derecho a jubilarse a los 52 años de edad y la reducción prevista de su jubilación bajo el sistema de puntos sería compensada en su totalidad (el SNCTA no apoya la huelga contra el proyecto de reforma).
Así, contrariamente a lo que han explicado ministros y otros portavoces, estos acuerdos no garantizan el mantenimiento de los «regímenes especiales»; simplemente prometen que, en el marco del nuevo sistema universal por puntos, ciertas categorías profesionales podrán beneficiar de acuerdos especiales. Pero estos acuerdos especiales implican la aceptación del proyecto por puntos que defiende el gobierno de Macron.
Las declaraciones de Philippe Martinez, principal dirigente de la CGT, aparecen entonces contradictorias:
Por un lado, Philippe Martínez afirma que «el retiro del proyecto» es una condición para volver al trabajo y critica a la UNSA y a la CFDT: «¿Qué se puede conseguir al planificar un sistema en el que todos saldrán perdiendo? (JDD – Journal du Dimanche – del 29 de diciembre, periódico francés). Pero por otro lado, cuando el periodista le preguntó sobre el fracaso que sería la adopción de la reforma, él respondió: «Sabe, con la huelga, siempre se consigue algo. Durante las últimas dos semanas, cada día, se nos ha dicho que este o aquel régimen especial será finalmente mantenido.» Ahora bien, como hemos podido ver, no sólo no es cierto, sino que esta apreciación del conflicto conduce a la idea de que el sistema de puntos de Macron podría ser modificado y mejorado. Es otra lógica: la de una huelga en episodios sucesivos para «presionar» al gobierno y mejorar su proyecto en lugar de una huelga que se mantenga hasta que la reforma sea retirada por completo.
Este tipo de declaraciones, al igual que los acuerdos sectoriales, facilita el trabajo al gobierno y lo alienta a perseverar.
Nueva serie de concertaciones
De esta manera, el Primer ministro puede seguir aplicando el calendario de discusiones con los sindicatos previsto a partir del 7 de enero, calendario anunciado el lunes 23 de diciembre: una serie de «reuniones temáticas» sobre elementos específicos del proyecto de gobierno (trabajo insalubre, gestión de fin de carrera, evolución de la pensión mínima, transiciones pre jubilatorias). Se trata de temas que son especialmente importantes para los sindicatos conciliadores que están a favor del sistema de puntos (CFDT, CFTC, UNSA, etc.).
Además, para responder a estas organizaciones sindicales, el Primer ministro propondrá, durante la semana del 6 al 13 de enero, un «método de trabajo» para abordar la cuestión del equilibrio financiero del sistema jubilatorio y la «edad bisagra» (A partir de 62 años, se conserva el derecho a jubilarse, pero con una jubilación reducida hasta alcanzar los 64). Hará la propuesta después de «las consultas que seguirá llevando a cabo hasta el 13 de enero».
Por último, en varios ministerios habrá negociaciones sectoriales, como en el caso de la salud (que lleva 10 meses de lucha) o de la educación. En este último sector, la bronca es tanto más fuerte cuanto que los docentes se ven amenazados con una doble sanción: no sólo perderán masivamente con la reducción de las jubilaciones (al menos el 30%), sino que el ministro Blanquer (de la Educación) les propone un acuerdo absurdo e inaceptable: El acuerdo consistiría en «mejorar» sus salarios (bloqueados desde 2010) para preservar el nivel de las jubilaciones. Pero aparte de que las sumas anunciadas son irrisorias, la supuesta revalorización «implicaría una redefinición de la profesión docente». En resumen: una destrucción de su estatus actual y un empeoramiento de sus condiciones de trabajo (nuevas tareas, vacaciones reducidas, traslados no negociados…). Así «compensaría» un ataque… con un segundo ataque. El Ministro Blanquer prevé seis meses de consultas.
Incluso un niño con sentido común diría: «Sé que me están dando gato por liebre. No quiero sentarme a la mesa, no quiero probarlo. No, no lo hago.» Pero los dirigentes sindicales son adultos «responsables» que quieren mantener un diálogo con el ministro. Benoît Teste, el nuevo Secretario General de la FSU (Federación Sindical Unitaria), se muestra por una parte preocupado: «Aprovechar estas negociaciones sobre las jubilaciones para redefinir la profesión docente, no nos parece razonable» porque el Ministro «está volviendo a plantear un tema conflictivo que exaspera a los docentes». Pero, por otra parte, la FSU, el principal sindicato docente, participará en estas «negociaciones».
En cuanto a Philippe Martinez, justifica de manera bastante curiosa la participación en los debates previstos (sobre la revalorización de los docentes, sobre el trabajo insalubre…): «La estrategia del gobierno es hacernos creer que los temas de estos debates están vinculados con la jubilación (…). ¡No veo por qué no deberíamos ir, cuando llevamos años pidiéndolo! Pero no debe ser una trampa para hacer creer a los franceses que estamos cediendo». El problema es que estas «negociaciones» están efectivamente «vinculadas a la jubilación», ya que se llevan a cabo oficialmente en el marco del diálogo que prepara la reforma…
«No es hora de negociar con este gobierno»
En las últimas semanas, algunas Asambleas Generales en colegios (Liceo Champollion en Grenoble y otros), algunos sindicatos departamentales (Departamento de Val-de-Marne, cerca de París), etc., ya habían declarado que el proyecto Macron no era negociable. En la SNCF, la CGT y SUD-Rail se habían negado a negociar sobre la reforma. Esta posición, aunque no haya sido expresada muy a menudo, siguió manifestándose, especialmente entre los profesores amenazados con la doble pérdida prevista.
En este sentido, el consejo de profesores de la escuela primaria Jules Ferry des Mureaux (Departamento de Yvelines) decidió el viernes 13 de diciembre de 2019 lo siguiente:
«Los 15 docentes de esta escuela denuncian en particular el hecho de que el gobierno «busca una salida de emergencia con los aparatos sindicales para dividir la movilización». El llamado enumera todas las organizaciones sindicales que «están de acuerdo en negociar con este gobierno» y afirma: «No es el momento de negociar con este gobierno». La educación y el aumento de los salarios del personal educativo son una prioridad. Pero esta realidad no debe utilizarse como garantía para la implementación del proyecto de jubilación por puntos.»
«Hay que profundizar la huelga (…) Exhortamos a las direcciones sindicales departamentales y nacionales (…): Que detengan todos los llamados a negociar o modificar esta reforma. Que exijan la supresión pura y simple del proyecto de jubilaciones por puntos».
Los trabajadores de la Ópera de París no aceptan la «cláusula del abuelo»
Otra expresión de esta resistencia es la posición adoptada por los bailarines y el personal de la Ópera de París, que están en huelga desde el 5 de diciembre. El régimen especial para los bailarines en particular, vigente desde el siglo XVII, tiene en cuenta el hecho de que a partir de una cierta edad ya no pueden seguir bailando. Para intentar poner fin a la huelga, la Ministra de Cultura acabó proponiéndoles la llamada «cláusula del abuelo», es decir, que sólo los futuros bailarines se verían afectados por la reforma. Esta cláusula había sido introducida por Alain Minc, un «asesor político» con el objetivo de que Macron no se empantanara en la crisis, y fue retomada por varios dirigentes sindicales preocupados en desactivar la huelga.
Pero esta propuesta fue rechazada en un comunicado del 29 de diciembre en el que los bailarines decían: «Somos sólo un pequeño eslabón de una cadena de 350 años de antigüedad». Esta cadena debe proyectarse hacia el futuro: no podemos ser la generación responsable de haber sacrificado a la siguiente». Además, esta propuesta fue presentada sólo a los bailarines, no al conjunto de los 1800 empleados (músicos, técnicos). Sin embargo, «nuestros espectáculos son el fruto de los esfuerzos conjuntos de todas nuestras profesiones».
Tal posición constituye un verdadero punto de apoyo para el conflicto.
«La lucha es severa»
Desde los primeros días de enero, cada uno vuelve a su lugar en la lucha:
Macron afirma que no dará marcha atrás.
Por su parte, el Primer ministro se encarga de encontrar rápidamente un acuerdo con los sindicatos más conciliadores (UNSA, CFDT, CFTC…) sobre el punto, en particular, de la edad «bisagra» y del equilibrio financiero del sistema.
Casi todos los dirigentes sindicales (CGT, FO, FSU incluidos…) van a participar en la nueva fase de consultas, negándose a romper el diálogo con el poder.
Pero casi todos los dirigentes deben hacer frente a la resistencia de las bases que abre brechas en los aparatos sindicales.
Y – lo que es más importante- la determinación de los trabajadores, de una gran parte de la población, para infligir una derrota política a Macron es mayor que nunca. A partir de esta aspiración, los militantes formulan consignas claras: unidad para retirar el proyecto de reforma jubilatoria por puntos, rompiendo toda consulta con el gobierno.
Al mismo tiempo, otras categorías profesionales rechazan el proyecto de Macron; el 30 de diciembre, el CNB (Consejo Nacional del Colegio de Abogados) convocó a una huelga de una semana a partir del 6 de enero, la que podría ser reprogramada.
Así, a pesar de las maniobras y de las declaraciones, el lugar que cada persona ocupa en el conflicto es cada vez más claro, y esta claridad es necesaria para permitir una mejor organización de los trabajadores, de manera independiente, a partir de sus propios objetivos, en una batalla tan decisiva como difícil.
Parafraseando a Bertolt Brecht: «La lucha es severa. Sin embargo, de ahora en más nuestra época se ilumina.» (3)
* Serge Goudard : militante sindical, miembro del colectivo que edita el boletín L’insurgé.
Notas
1) Sobre el sistema jubilatorio por puntos, ver: L’arnaque des retraites par points, https://www.insurge.fr/
2) La Intersindical está compuesta por la CGT (Confederación General de Trabajadores), FO (Fuerza Obrera), la FSU (Federación Sindical Unitaria), Solidaires (Union Sindical Solidaires), la UNEF (Estudiantes, Union Nationale des Étudiants de France), el MNL (Liceales, Mouvement National des Lycéens), la FIDL (Liceales, Fédération Indépendante et Démocratique Lycéenne) y la UNL (Liceales, Union Nationale Lycéenne). Otros sindicatos de lucha de clases, presentes y activos en la lucha contra la reforma jubilatoria: la CNT (Confederación Nacional de Trabajadores) y la CNT-SO (Confederación Nacional de Trabajadores – Solidaridad Obrera)
3) Bertolt Brecht, Maître Puntila et son valet Matti. Prólogo.
Referencias sobre el sistema de jubilaciones
-Artículo de Michel Husson, «Jubilaciones, las ‘bellezas’ del modelo sueco https://
-Artículo de Christian Mahieux, «Contrarreforma jubilatoria. Huelga general a partir del 5 de diciembre«. https://
-Artículo de Léon Crémieux, «Francia, el malestar social coagula». https://
http://linsurge-blog.blogspot.
A l´encontre, 4-1-2020
Traducción Ruben Navarro – Correspondencia de Prensa