Todo gran avance de la izquierda en el plano político fue antecedido de conquistas en el plano de las ideas. El precepto gramsciano, retomado con fuerza por Álvaro García Linera, permite entender cómo fue posible el periodo de gobiernos posneoliberales en América Latina, así como su crisis actual. Los gobiernos neoliberales han logrado imponerse, […]
Todo gran avance de la izquierda en el plano político fue antecedido de conquistas en el plano de las ideas. El precepto gramsciano, retomado con fuerza por Álvaro García Linera, permite entender cómo fue posible el periodo de gobiernos posneoliberales en América Latina, así como su crisis actual.
Los gobiernos neoliberales han logrado imponerse, después de promover como sentido común la idea de que el centro de la crisis económica residía en los gastos excesivos del Estado, preparando el terreno para los gobiernos de ajustes fiscales. Se trataba de hacer del Estado el blanco sobre el cual tirar la ira de la gente y las acciones de los gobiernos.
El fracaso de los gobiernos neoliberales ha dejado el campo libre para que las reacciones a esos gobiernos impusieran un nuevo consenso nacional: en el continente más desigual del mundo la prioridad tiene que ser si los gobiernos reflejan las necesidades de la sociedad, el ataque a las desigualdades y no el ajuste fiscal. Por tanto, se necesita de más y no de menos Estado, para implementar políticas sociales como su actividad fundamental. Aquí también la lucha de las ideas generó las condiciones de un nuevo avance político progresista en los país que se han adherido a la visión posneoliberal.
La derecha ha logrado frenar esos avances en algunos de esos países y amenaza con hacerlo en otros, cuando logró, mediante campañas sistemática llevadas a cabo por los monopolios de los medios, reimponer la criminalización de la acción del Estado, así como diseminar la idea de que el problema central de nuestras sociedades es la corrupción y el combate a ella. Esta es la base de la contraofensiva de la derecha, que busca reimponer el fracasado modelo neoliberal, intentando borrar todos los avances de este siglo en esos países, así como el fracaso en la aplicación de ese mismo modelo en los años 1990.
Superar esa ofensiva requiere, de parte de la izquierda, reconstruir su proyecto de sociedad, de país, de Estado; desarrollar una extensa lucha de ideas en todos los rincones de la sociedad, para recomponer el bloque social y político que pueda reconquistar la hegemonía ideológica, retomar la ofensiva política, con base en nuevas ideas y valores.
Para ello la izquierda necesita, además de balance de las experiencias, avances y problemas acumulados, la participación del pensamiento crítico latinoamericano, que más que nunca está llamado a colaborar con la izquierda en la intensa disputa hegemónica que se desarrolla en nuestras sociedades.
Los avances políticos no se dan ni por la práctica pura y simple, ni por la elaboración teórica por sí sola. Se dan como resultado de la combinación concreta entre las experiencias de prácticas políticas y sociales y de la construcción intelectual. Es un movimiento que no se da en las entidades que congregan a la intelectualidad, como universidad y centros de investigación, pero que tienen que volver a contar con esos eslabones, articulados con los balances llevados a la práctica por los partidos, movimientos sociales, sindicatos, para que la acción no se pierda en su dimensión singular, y la elaboración teórica no quede en su intranscendencia, alejada de la praxis política.
Temas como el nuevo rol del Estado, las formas concretas de participación política de las fuerzas sociales, la refundación del Estado, las formas de asamblea constituyente por las cuales se debe luchar, el tipo de sociedad radicalmente democrática que se ambiciona, los grandes temas de la juventud, de las mujeres, de los distintos sectores oprimidos en la sociedad actual, tienen que formar nuevos objetivos de lucha, de busca de futuro, de construcción de nuevos consensos de transformación radical de nuestras sociedades.
La intelectualidad latinoamericana tiene deudas en el periodo histórico actual, con las grandes disputas de ideas que tienen que ver directamente con las durísimas luchas políticas que el continente enfrenta en esta segunda década del nuevo siglo. Se deben recuperar los espacios que antes fungían como lugares de elaboraciones teóricas vinculadas directamente a los grandes dilemas contemporáneos, para movilizar y promover el trabajo teórico articulado con las necesidades y las prácticas de las fuerzas sociales y políticas que más directamente organizan la decisiva lucha hegemónica en nuestros países.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2016/10/11/opinion/018a2pol