En el orden (o desorden) mundial tenemos tres ámbitos que articulan la geoestrategia: el militar, el económico y el político. Un somero análisis de los tres ayudará a entender dónde se debería poner el acento en las próximas elecciones europeas. El poder militar a nivel mundial lo continúa ejerciendo Estados Unidos con escasas oposiciones. Recordemos […]
En el orden (o desorden) mundial tenemos tres ámbitos que articulan la geoestrategia: el militar, el económico y el político. Un somero análisis de los tres ayudará a entender dónde se debería poner el acento en las próximas elecciones europeas.
El poder militar a nivel mundial lo continúa ejerciendo Estados Unidos con escasas oposiciones. Recordemos que tiene más de cien bases e instalaciones militares junto a 340.000 efectivos repartidos en 140 países; y el poder de destrucción de sus fuerzas armadas es hasta el momento insuperable por ninguna otra potencia. Hoy EEUU, sigue dedicando un 43% del total de gasto militar mundial, más que las diez potencias juntas que le siguen. En ese ámbito, las fuerzas políticas comprometidas con la paz mundial deberían de alejarse de la OTAN y cualquier veleidad militar y trabajar para convertir los cañones en mantequilla.
El poder económico mundial, al contrario del militar, no es unipolar. Está mucho más repartido, aunque EEUU continúa teniendo el mayor PIB, tiene fuertes competidores, la UE, Japón, pero sobre todo los denominados BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), y otras potencias emergentes (Turquía, Irán, Vietnam…) que ejercen una enorme presión sobre la economía mundial, tanta, que EEUU ya no puede hacer a su antojo lo que le plazca. Ante eso, una Europa renovada debería abandonar el bloque occidental/capitalista liderado por EEUU y tejer lazos con aquellas potencias emergentes que buscan reordenar la economía en beneficio de la sostenibilidad (otros lo llaman decrecimiento) en el desarrollo, puesto que éstos son el único contrapeso a la hegemonía de las grandes Corporaciones capitalistas que son las causantes de la crisis que azota la Europa deprimida (es decir, nosotros) y de tantos otros lugares.
En tercer lugar el poder político. Este es el más repartido, mejor dicho difuminado, pues hoy existen múltiples agentes que han arrebatado el poder a los estados y a los organismos internacionales que intentan poner orden en la política, tanto regional como mundial. Esos agentes llegaron de la mano de la globalización y se llaman corporaciones, transnacionales y crimen organizado. Este último, se dice que mueve dos billones de dólares al año, a través del narcotráfico, tráfico de inmigrantes, mujeres, infancia, órganos y armas. Unos y otros disponen de paraísos fiscales para blanquear el dinero que escapa al control fiscal de los estados que se calcula en más 12 billones de dólares.
En este tercer punto, los estados han perdido buena parte del control sobre la seguridad de sus ciudadanos. Y los organismos internacionales, en nuestro caso, la UE, se preocupan más de dar satisfacción a las grandes corporaciones de los estados fuertes (Alemania…), que no en mostrarse solidaria con los estados débiles del sur. Respecto al resto, OMC, BM y FMI, como no se rigen por criterios democráticos y dictan normas que no favorecen el desarrollo a los países, la mejor política sería abandonarlas para crear organizaciones paralelas que respondan a intereses democráticos y de sostenibilidad. Las fuerzas democráticas en este punto se deben mostrar radicales y buscar una profunda reforma (que no reformista) de los organismos que rigen la economía.
El resultado de este corto análisis no puede ser más desesperanzador. O las fuerzas democráticas de raíz radical intentan unirse para hacer cambiar la orientación de la UE y facilitar la reforma de las instituciones o seguiremos con el declive actual.
Las próximas elecciones para el Parlamento europeo, deberían abrir el camino para esa recuperación y servir para reorientar las políticas de ajuste insolidario para con los países del sur (Grecia, Portugal y España). Es desde éstos países de donde debe surgir el bloque democrático para liderar un cambio de raíz republicana. En aquel sentido que movió a nuestros antepasados a crear organizaciones que salvaguardaran los intereses de los ciudadanos en contra de la oligarquía del absolutismo.
Desde luego que es una tarea de titanes. Pero la miseria actual que arroja ese nuevo absolutismo sobre los empobrecidos debería hacer brotar la esperanza del «Si podemos».
Fuente: http://blogs.publico.es/cronicas-insumisas/2014/02/10/democratizar-europa/