Traducido por Gorka Larrabeiti
Una vez más dejan sola a la CGIL. El nuevo secretario del Partido Democrático, Franceschini, tiene problemas mucho más serios de los que ocuparse, por lo que el ministro del Welfare Sacconi puede decir tranquilamente que un acuerdo más por separado no le quitará el sueño.
¿Pero es verdad de la buena que los trabajadores de los tranvías nos impiden circular? No se diría, dado el continuo descenso de los porcentajes de huelgas. Tampoco se puede decir que se violen continuamente las férreas reglas ya existentes para embridar y dificultar la movilización sindical en los servicios de pública utilidad: las protestas del comité de garantía se refieren al 0,7% de las huelgas proclamadas en el sector del transporte.
Entonces, ¿de qué estamos hablando? Del hecho de que cada vez que se quieren eliminar derechos sociales, sindicales, civiles, de ciudadanía se inventan emergencias en palazzo Chigi [sede del gobierno] y se refuerzan con la colaboración activa de la mayoría de los medios de comunicación. Da igual que se trate de apalear a los inmigrantes y los gitanos, de especular con las violaciones o con el derecho a morir cuando ya no hay vida. La emergencia es una forma precisa -lúcida por autoritaria y populista que sea- de nuestro gobierno.
Es ladino Berlusconi, como ladinos son sus ministros de pro. Parten de los peores sentimientos de una población afectada por la única emergencia no reconocida: la social. Hablan a la tripa, a los intestinos del país. ¿Quién hay que no se enfade con los chóferes de los autobuses que no llegan? Se empieza a atacar a donde más fácil resulta recoger consenso para luego proseguir la gran caza contra todo el resto de trabajadores. El derecho de circulación no es sino una ganzúa para desquiciar lo que queda en Italia de derecho del trabajo. Tiene razón uno de los líderes sindicales de mayor prestigio de la etapa anterior, Pierre Carniti, quien en una entrevista a Il Manifesto denuncia: hay que dejar de decir que este es un gobierno malo, » es un gobierno de derecha, es el gobierno de la patronal».
Se está convirtiendo en norma lanzar la policía contra los obreros que están en huelga o que defienden sus fábricas y sus coches, en la Alfa de Pomigliano como en la Innse de Milán. Ley y porrazos son dos buenos sistemas de persuasión. Dos raíles para conducir el trenecito italiano hacia un futuro más clasista, más clasista, más autoritario. La democracia, el derecho de quien trabaja para decir la última palabra en los acuerdos que les afectan, sólo son un freno en la carrera del trenecito.
¿Estamos locos nosotros o es que peligra la democracia de todos?
Fuente: http://www.ilmanifesto.it/il-manifesto/in-edicola/numero/20090227/pagina/01/pezzo/243291/
Gorka Larrabeiti es miembro de Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística.