Traducción de Ruben Navarro – Correspondencia de Prensa
El balance de este desastroso mes de agosto, en el que las temperaturas y la sequía alcanzaron niveles récord, incluso para un país cálido y seco como Grecia, es literalmente trágico: incendios enormes e incontrolables en la isla de Eubea [Evia] (donde las llamas comenzaron de nuevo en la parte sur de la isla el lunes 23 de agosto), en el Ática, en el Peloponeso y en otras regiones arrasaron con alrededor de 600.000 hectáreas de bosques.
Esta pérdida masiva es aún más importante para un país como Grecia, donde la distancia entre los espacios verdes abiertos y la población es la más baja de todos los países europeos.
Las consecuencias visibles ya son graves: miles de personas perdieron sus hogares, mientras que un número aún mayor perdió su trabajo (ganaderos, agricultores, apicultores, pequeñas empresas turísticas familiares, etc.). Pero las consecuencias invisibles son aún más preocupantes: a las olas de calor del verano les siguen las lluvias del otoño, y cuando éstas caen sobre montañas despojadas de sus bosques, amenazan a los pueblos y pequeñas ciudades con inundaciones y corrimientos de tierra.
En el paisaje mediterráneo, la desaparición de los bosques va generalmente acompañada de la pérdida de tierras fértiles, ya que la erosión provocada por el viento y la lluvia las convierte en rocas. Las grandes ciudades, especialmente Atenas, se verán también confrontadas a graves problemas. En los incendios de este año se quemaron los últimos «pulmones verdes» del Ática y las difíciles condiciones de vida en esta capital desordenada de 5 millones de habitantes van a volverse aún más rudas, especialmente para los pobres hacinados en el centro denso de la ciudad y en los suburbios del oeste. No es casualidad que, desde hace ya cierto tiempo, los ricos abandonen sus residencias tradicionales en el centro de la ciudad y se trasladen a zonas residenciales construidas recientemente en el norte y en la costa sur.
Hay que decir que la catástrofe está lejos de haberse terminado. Las últimas semanas del verano (que en Grecia dura hasta septiembre) se caracterizan por los fuertes vientos y las altas temperaturas. Por lo tanto, la amenaza de incendios forestales sigue siendo alta en muchas partes del país
.
***
La respuesta del gobierno de Kyriakos Mitsotakis ante este desastre estuvo marcada por el pánico, abandonó todos los esfuerzos por contener los incendios (en la isla de Eubea, las llamas sólo se detuvieron al llegar al mar) y envió sucesivas órdenes de evacuación inmediata a la población de los pueblos y pequeñas ciudades amenazados. Esta «bandera blanca» de rendición de la maquinaria estatal fue tan manifiesta que gran parte de la población no acató las órdenes de evacuación, pese al riesgo evidente.
Los pobres, y sobre todo los jóvenes, sin la formación adecuada ni los medios necesarios, se quedaron para luchar por salvar sus pueblos, sus prójimos, sus animales y sus campos. Todo lo que pudo salvarse -incluidas grandes partes de los bosques- lo fue gracias a su abnegación, al trabajo tenaz de los contados bomberos y a los grupos de voluntarios que los ayudaron.
Al día siguiente, Kyriakos Mitsotakis trató de disipar la responsabilidad de su gobierno haciendo hincapié en la amenaza de la crisis climática. Este reconocimiento público de la amenaza, aunque muy tardío, es correcto: la prolongada ola de calor y la sequía de este año fueron una experiencia sin precedentes, incluso comparada con los calurosos y secos veranos griegos. Pero en boca de Kyriakos Mitsotakis y de los funcionarios del gobierno, no es más que pura hipocresía. La crisis climática no es un fenómeno nuevo. Muchos informes del Servicio Forestal y del Servicio de Bomberos ya habían advertido al gobierno de que las condiciones meteorológicas previstas iban a convertir los bosques de pinos del centro y el sur de Grecia en material inflamable. En realidad, cuando los políticos de derecha empiezan a referirse a la crisis climática, van más allá de la tradicional (y previsible) hipocresía gubernamental. Están preparando el terreno ideológico para que los proyectos de «reconstrucción» tras la catástrofe se ajusten a la orientación neoliberal del partido Nueva Democracia.
La «política verde» de Mitsotakis consiste en entregar la gestión de los bosques, la gestión del espacio público, e incluso la gestión de las catástrofes naturales, al sector privado y al empresariado.
***
Hace veinte o treinta años, sostenían que la única respuesta viable a la austeridad y el desempleo era la de «liberar el mercado». En la misma línea, ahora afirman que la única respuesta viable a la crisis climática es «liberar» los esfuerzos del capital para realizar actividades comerciales en los bosques, las montañas, las aguas, el aire. En la isla de Eubea, los buitres del mercado ya están siendo llamados por el gobierno a desempeñar un papel de primer orden en la reconstrucción de la región destruida. Entre esos buitres se encuentran las grandes empresas constructoras que antes de los incendios forestales habían declarado su interés por construir enormes «parques eólicos» en los densos bosques del norte de la isla. Sus ofertas anteriores habían sido rechazadas por el servicio forestal y las municipalidades (incluso las controladas por el partido en el poder), lo que ha alimentado las sospechas de los habitantes del norte de Eubea sobre la posibilidad de un incendio criminal premeditado.
No hace falta recurrir a las teorías conspirativas para comprender que las políticas aplicadas tuvieron un efecto incendiario. Los nefastos incendios de este verano alcanzaron tales proporciones porque a la crisis climática se sumaron años de severa austeridad y de recortes presupuestarios en el sector público, sobre todo en los sectores que se encargan de las condiciones de vida de los más pobres.
¡El servicio de bomberos acabó teniendo sólo 250 (!) bomberos en sus unidades motorizadas y 1200 en las de «infantería», para cubrir las necesidades de todo el país! Hasta el año pasado, estos cuerpos se complementaban con bomberos «de temporada» que no estaban realmente formados. Eran contratados para el verano y luego despedidos. Este año el gobierno se negó a renovar la contratación de 5.000 bomberos «de temporada», a pesar de las advertencias sobre los peligros extremos existentes.
En cuanto a los aviones de extinción de incendios, que son absolutamente necesarios dado el relieve particular de Grecia, sólo hay 15 aviones Canadair obsoletos (de los cuales sólo 8 demostraron estar en condiciones de volar), y apenas 250 bomberos capaces de cubrir todas sus exigencias, tanto en tierra como en el aire.
La reducción de personal y de los equipos de lucha contra los incendios ocasionó un aumento espectacular de los efectos anuales de cada «megaincendio» (individual) en los años posteriores a la gran crisis económica: de las 2.430 hectáreas de terreno quemadas en promedio por cada «megaincendio» en 2008, llegamos a las 8.100 hectáreas por cada uno de ellos en 2020. Los incendios forestales se han vuelto más devastadores debido a la reducción de los medios y del personal con que cuenta la sociedad para combatirlos.
Es una verdad escandalosa que se agudiza aún más si tenemos en cuenta los peligros que se desprenden de los recortes de gastos en otros ámbitos relevantes: por ejemplo, en el ámbito de la limpieza de los bosques y de las zonas limítrofes, o en el mantenimiento de la red eléctrica, que en muchos casos es responsable del origen de los incendios.
La conclusión es que, en la «prueba extrema» de este año, el desastre griego fue comparativamente mayor que en cualquier otro país de la región. La cantidad de tierras devoradas por el fuego sólo puede compararse con la de la vecina Turquía (600.000 ha), un país seis veces más extenso que Grecia.
***
La clase dominante sabe que en el próximo período tendrá que combinar la gestión de la crisis climática con la gestión de la crisis socioeconómica. El movimiento obrero y la izquierda deben hacer lo mismo.
Desgraciadamente, en este tema crucial, las noticias no son buenas. SYRIZA optó (¡en este momento!) por mostrar su «responsabilidad» como oposición «creativa». Alexis Tsipras, más allá de la retórica barata, le pidió a Mitsotakis que promoviera iniciativas tendientes a lograr un «consenso nacional» ante el esfuerzo de «reconstrucción». De hecho, se quedó detrás de Fofi Genimata, actual dirigente del PASOK, el que al menos pidió la renuncia de algunos ministros. El representante de SYRIZA en el Parlamento Europeo, Stelios Kouloglou, dijo que la dirección política de Tsipras es «la oposición más tibia desde la caída de la junta militar».
Es una dirección que no está en sintonía con el estado de ánimo popular. Los gritos de las víctimas del incendio «¡nos dejaron solos!» fueron retomados en todos los hogares. En las redes sociales, un hashtag que se puede traducir aproximadamente como «Mitsotakis a la mierda» [o aún más violento] se hizo viral. En la isla de Eubea, el sindicato de trabajadores forestales y de viñedos y los comités de víctimas de incendios organizó la primera manifestación masiva -más de 3000 participantes- contra el gobierno el 21 de agosto, cerca del pueblo de Strofilia.
Es muy común leer o escuchar la frase «Sólo el pueblo puede salvar al pueblo»: la izquierda radical y anticapitalista organizó la primera manifestación contra el gobierno en Atenas el 9 de agosto, con una participación apreciable pese a las dificultades del verano.
Cualquier lector más o menos informado de la prensa es capaz de distinguir que, por primera vez desde la victoria electoral de Nueva Democracia en 2019, la confianza y la arrogancia de los políticos de derechas es cosa del pasado. Kyriakos Mitsotakis se enfrenta hoy a una situación de indignación popular. Es el «combustible» perfecto para la evolución política. El «tiempo político» se hace más pesado. Después de los desastrosos incendios forestales, el gobierno no tiene tiempo por delante: la pandemia de Covid vuelve a hacer estragos, los científicos advierten que la 4ª ola será aún más intensa, y la apertura de las escuelas está prevista para el 13 de septiembre… Es posible derrocar a este gobierno, a condición de que haya un polo de atracción importante capaz de tomar la iniciativa para derribarlo.