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El giro autoritario del neoliberalismo

Deuda y austeridad: el modelo alemán del pleno empleo precario[1]

Fuentes: nemoniente's blog / Uninomade

[Prefacio a la edición italiana de La Fabbrica dell’uomo indebitato, Derive Approdi, marzo 2012]

l endeudamiento del Estado era, al contrario, el interés directo de la fracción de la burguesía que gobernaba y legislaba en el Parlamento. El déficit del Estado era realmente el verdadero objetivo de su especulación y la fuente principal de su enriquecimiento. Cada año un nuevo déficit. Tras cuatro o cinco años un nuevo préstamo ofrecía a la aristocracia financiera una nueva ocasión de estafar al Estado que, mantenido artificialmente al borde de la bancarrota, estaba obligado a negociar con los banqueros en las condiciones más desfavorables. Cada nuevo préstamo era una nueva ocasión para saquear lo público, que invierte su capital en bonos del Estado.

K. Marx, La lucha de clases en Francia

La salida de la crisis no está en los planes trazados por el FMI. Esta institución sigue proponiendo el mismo tipo de modelo de ajuste fiscal, consistente en reducir el dinero a la gente -los salarios, las pensiones, los fondos públicos, también las grandes obras públicas que generan trabajo- para destinar el dinero ahorrado al pago de los acreedores. Es absurdo. Después de cuatro años de crisis no se puede seguir recortando siempre a los mismos. ¡Esto es exactamente lo que se quiere imponer a Grecia! Recortar todo para dárselo a los bancos. El FMI se ha convertido en una institución cuyo fin es proteger únicamente los intereses de financieros. Cuando se está en una situación desesperada, como la de Argentina en el 2001, es necesario buscar otras soluciones. [2]

Roberto Lavagna, ministro argentino de Economía entre el 2002 y el 2005

Cerca de veinte años después de la «definitiva victoria sobre el comunismo» y a quince años del «fin de la historia», el capitalismo ha entrado en un impasse histórico. Desde 2007 sobrevive gracias a las transfusiones de sumas astronómicas de dinero público. Sin embargo, ha perdido el rumbo. En el mejor de los casos, consigue reproducirse, pero dando un golpe de gracia, con violencia, a lo que queda de las conquistas sociales de los últimos dos siglos.

Desde que estalló la «crisis de la deuda soberana» ofrece un espectáculo delirante. Las reglas económicas de «racionalidad» que los «mercados», las agencias de rating y los expertos imponen a los Estados para salir de de la crisis de la deuda pública son las mismas que provocaron la crisis de la deuda privada (por otra parte el origen de la primera). Los bancos, los fondos de pensiones y los inversores institucionales exigen a los Estados la reorganización de los presupuestos públicos, cuando todavía mantienen miles de millones de títulos basura, que son el resultado de una política consistente en sustituir salarios y rentas por un sistema de crédito. Las agencias de rating, después de haber dado una valoración de triple A a títulos que hoy no valen nada (un análisis de las valoraciones de Standard & Poor’s con una muestra de 2679 títulos de 17.000, relativos a préstamos inmobiliarios arroja que el 99% tenía una triple A en el momento de su emisión, sin embargo actualmente el 90% tiene valoraciones que desaconsejan la inversión: non-investment grade), pretenden, contra todo sentido común, mantener la valoración exacta y su buena expectativa económica. Los expertos (profesores de economía, consultores, banqueros, funcionarios estatales, etc… ) -cuya ceguera sobre los desastres que la presunta autoregulación de los mercados y la competencia han producido en la sociedad y en el planeta es directamente proporcional a su servidumbre intelectual- han sido catapultados a los gobiernos «técnicos», que recuerdan irresistiblemente las «juntas de negocios de la burguesía». Más que de «gobiernos técnicos» se trata de «técnicas de gobierno» autoritarias y represivas que marcan una ruptura incluso con el «liberalismo» clásico.

Pero en el colmo del ridículo están probablemente los media. La «información» de los telediarios y los talk-show nos dicen «la crisis es culpa vuestra, porque buscáis la jubilación, porque gastáis demasiado en atención médica, porque no trabajáis tanto y tan bien como deberíais, porque no sois lo bastante flexibles, porque consumís demasiado. En definitiva, tenéis la culpa por vivir por encima de vuestras posibilidades».

Sin embargo la publicidad tapa la boca puntualmente a los discursos culpabilizadores de economistas, expertos, periodistas y políticos, afirmando todo lo contrario: «¡Sois totalmente inocentes, no tenéis responsabilidad alguna! Ningún error ni ninguna culpa manchan vuestra alma. Todos, sin excepción, merecéis los paraísos de nuestros productos. Tenéis que consumir compulsivamente».

Las «ordenes» y los requerimientos transmitidos por los significantes semióticos de la culpabilidad y por los iconos y símbolos semióticos de la inocencia se enfrentan, abriéndose una contradicción insoluble entre la moral ascética del trabajo y la deuda y la moral hedonista del consumo de masas.

Más que una salida a la crisis, toda esta agitación se asemeja a un círculo vicioso en el que el capitalismo está empantanado. La visión de nuestras clases dirigentes no va más allá de su cartera, así que cabe esperarse lo peor. La tenacidad con que los gobiernos persiguen el pago de la deuda y la defensa de la propiedad privada (según el «New York Times», los representantes de los bancos europeos y de los fondos de acreedores han intentado llevar al Estado griego ante la Corte Europea de los Derechos Humanos por violar derechos fundamentales, «property rights are human rights«) no retrocede ante nada. Incluso la recesión y la depresión (Grecia) son males menores ante la posibilidad de incumplir la promesa de pagar la deuda. En una reciente entrevista, el presidente del BCE propone, con un cinismo algo tatcheriano, soluciones que no solo están en el origen de la crisis sino que no harán más que agravarla: disminución de impuestos para enriquecer a los ricos y reducción del gasto social para empobrecer a los pobres. Los políticos se limitan a ser los contables y los «fiscales» (Marx) del capital. Sarkozy ha propuesto que los ingresos para pagar «los intereses de la deuda griega se depositen en una cuenta bloqueada como garantía para que las deudas de nuestros amigos griegos sean saldadas». Angela Merkel, «favorable» a la idea, considera que nos permitiría estar «seguros de que este dinero esté disponible en todo momento».

Si hay una constante en el capitalismo, es precisamente el estado de guerra permanente al que el liberalismo parece conducir de forma casi «automática». La guerra inter-capitalista aparece hoy menos intensa que la que cada capital nacional establece contra su propio enemigo interno. Los distintos capitalismos, en desacuerdo sobre cómo repartirse el pastel de la explotación mundial, coinciden sobre cómo intensificarla dentro de sus propios estados.

Son los tiempos de las «reformas» estructurales para salir de la crisis: ¿regulación de las finanzas? ¿redistribución de la riqueza? ¿reducción de las desigualdades, de la precariedad, del paro? ¿fin de la escandalosa «asistencia» del Estado social y de los regalos fiscales a los ricos y a las empresas? Las únicas «reformas estructurales» planteadas son dos: restructuración del mercado de trabajo acompañada de la reducción de los salarios y drásticos recortes en el gasto social, empezando, como siempre, por los subsidios de desempleo. El modelo de referencia es el alemán. En una de sus comparecencias televisivas, Sarkozy ha citato a Alemania nueve veces y al gobierno técnico de Mario Monti le seduce la «dama de hierro», de la que recibe «consejos» directos.

El modelo alemán

Durante diez años Alemania ha llevado adelante políticas de flexibilización y precarización del mercado de trabajo y rigurosos recortes del Estado de bienestar. En el parlamento europeo, Daniel Cohn-Bendit ha cuestionado directamente a Angela Merkel: «¿Cómo es posible que un país rico como Alemania tenga un 20% de pobres?» [3] . ¿El ex sesentayochista es muy ingenuo o sufre de amnesia? Más bien un cínico hipócrita, puesto que fue el gobierno «rojiverde» de Schröder quien introdujo, entre el 2000 y el 2005, la mayoría de las leyes que han originado la situación actual: un «pleno empleo precario» que ha transformado parados e inactivos en una masa impresionante de working poors. Basta un poco de historia y algunos datos para descubrir las miserias del modelo alemán que la troika (Europa, FMI, BCE) está imponiendo a todos los países europeos.

Entre 1999 y 2005 el gobierno «rojiverde», bajo el slogan «Fördern und fordern» (promover y exigir), llevó a cabo cuatro reformas de la ayuda social y el mercado de trabajo, a cada cual más desastrosa (leyes Harzt).

En enero de 2003 la ley Harzt II introdujo los contratos «mini-job», una especie de contrato de trabajo en negro legalizado que exime a los empresarios de las contribuciones sociales y no garantiza ni cobertura de desempleo ni la jubilación, y contratos «midi-job» (salarios entre 400 y 800 €), empujando a todos a hacerse empresarios de su propia miseria.

En enero de 2004, la ley Harzt III restructura las agencias de empleo nacionales y federales con el objetivo de intensificar el control sobre los trabajadores pobres. Una vez dispuestos los dispositivos de la «governance» de los trabajadores pobres, el gobierno rojiverde aprueba una serie sorprendente de leyes para «implementarlos». La ley Hartz IV [4] , entrada en vigor el primero de enero de 2005, prevé:

– Reducción del periodo de indemnización, de tres a un año; endurecimiento de las condiciones de acceso y obligación de aceptar cualquier trabajo. Para tener derecho al subsidio de desempleo hay que haber estado empleado al menos doce meses durante los dos años precedentes a la pérdida del empleo. Después de un año de subsidio, el desempleado percibe una ayuda social de 359 € (el equivalente a una renta de solidaridad), actualizada a 374 €. Una relación de la Agencia Federal de Empleo indica que uno de cada cuatro trabajadores que pierde su empleo recibe directamente la ayuda social (Arbeitslosengeld II: ALG II) y no el subsidio de desempleo (ALG I). La razón está en el tipo de empleo que el trabajador haya perdido: precario o mal pagado.

– Reducción del subsidio a los desempleados de larga duración que rechacen aceptar trabajos de baja cualificación.

– Los desempleados deben aceptar empleos por un salario de 1 € la hora (adicional al subsidio que perciben).

– Posibilidad de reducir los subsidios a los desempleados que tengan ahorros y por tanto posibilidad de acceso a las cuentas bancarias de los «asistidos». Posibilidad de valorar los gastos de la vivienda del «asistido» y solicitar, si es necesario, una transferencia.

Se estima que los beneficiarios de la ayuda social Hartz IV son 6,6 millones, de los cuales 1,7 son jóvenes. Los restantes 4,9 millones de adultos son en realidad trabajadores pobres empleados menos de 15 horas semanales. En mayo de 2011, las estadísticas oficiales declaraban cinco millones de contratos mini-job, con un aumento del 47,7%, precedido solo por el boom del temporal (+134%). Se trata de formas de contrato muy difusas incluso entre los jubilados, entre los cuales 660.000 acumulan las pensiones en un mini-job [5] . Una parte importante de la población en el 2010, el 21,7%, fue contratada a tiempo parcial.

El Instituto Alemán de Estadística ha medido el aumento de la precariedad y de las formas que asume. Entre 1999 y el 2009, todas las formas de trabajo atípico han crecido un 20% [6] . Los más golpeados son las familias monoparentales (las mujeres) y los ancianos. En el marco del pleno empleo precario, ¡la tasa de desempleo oficial exhibida como un signo del «milagro económico alemán» no significa nada! El ejército de trabajadores pobres en continua expansión no está formado solo por precarios, sino también por trabajadores con contrato indefinido. En agosto de 2010, una relación del Instituto de Trabajo de la universidad de Duisburg-Essen estableció que más de 6,55 millones de personas en Alemania reciben menos de 10 € brutos a la hora, un aumento de 2,26 millones en diez años. En su mayor parte son antiguos desempleados que el sistema Hartz ha logrado «activar»: los que tienen menos de 25 años, los extranjeros y las mujeres (69% del total). Por otra parte, dos millones de empleados ganan menos de 6 € a la hora, mientras en la ex Republica Democrática Alemana muchos salen adelante con menos de 4 €, esto es 720 € al mes a jornada completa. Resultado: los trabajadores pobres representan el 20% de los empleados alemanes. [7]

Durante la crisis financiera, el gobierno ha recurrido masivamente al desempleo parcial, que permite a la empresa pagar solo el 60% del salario normal y solo la mitad de las contribuciones sociales. Otro resultado del giro iniciado por Schröder: respecto al PIB, desde 2002 la cuota de los salarios ha caído un 5% más allá del Rin. Los cambios conseguidos por los «rojiverdes» son significativos: después de años de proliferación caótica y salvaje de la precariedad, de subempleo y bajos salarios, ha llegado el momento de introducir una regulación y una racionalización de la pobreza y la precariedad, constituyendo un «verdadero» y «coherente» mercado de trabajo de «indigentes», que impulse a la flexibilidad y a la adaptación a la razón económica también a los empleados fijos. La totalidad de la población -precarios, trabajadores pobres, trabajadores cualificados- deviene fluctuante, disponibile a la flexibilidad permanente. Los diversos componentes de la «fuerza de trabajo» social son hoy una simple variable de ajuste de la conyuntura económica.

El programa «rojiverde» se ha ganado su nombre de «Agenda 2010» [8] . Diez años después de la primera ley Hertz los resultados son, sin metáfora alguna, mortales. En Alemania, la expectativa de vida de los más pobres -los que llegan solo al 75% del salario medio- disminuye. Para las personas con bajos ingresos, según cifras oficiales, se ha reducido de unos 77,5 años en el 2001 a 75,5 en el 2011. En los Länder del este del país es todavía peor: la expectativa ha pasado de 77,9 a 74,1 años.

Alemania es el primer país europeo en seguir a los EE.UU. en la vía del progreso liberal. Otros dos decenios de esfuerzos para «salvar el sistema de pensiones» y la muerte coincidirá con la edad de jubilación. La guerra interna también tiene sus «bombardeos quirúrgicos» previstos. Si nada cambia, en la ex Alemania del Este la expectativa de vida caerá a 66 años, solo un año antes del derecho a la jubilación. Mors tua, vita mea! Poco importa: la economia está a salvo, las «agencias» dan valoraciones positivas, los acreedores se ponen las botas y la expectativa de vida de los ricos no para de aumentar.

Una breve digresión sobre Peter Hartz, promotor de las leyes sobre el régimen de desempleo y la reforma de las ayudas sociales: Su condena a dos años de prisión condicional y al pago de una multa de 576.000 € es un ejemplo de la «corrupción» consustancial al modelo neoliberal. Peter Hartz, ex responsable de los recursos humanos de Volkswagen y gran moralizador de los «especuladores del sistema», ha admitido haber pagado a Klaus Volkert, sindicalista del IG Metall y ex presidente del comité de empresa de Volkswagen, varios sobornos, prostitutas y viajes de placer. Klaus Volkert ha sido llevado a juicio por incitación al abuso de confianza, junto con el ex director de personal, Klaus-Joachim Gebauer, acusado de complicidad.

Hacer de la pobreza y la precariedad una variable estratégica de la flexibilidad del mercado de trabajo es lo que está ocurriendo en Italia, Portugal, Grecia, España e Irlanda tras el chantaje de la deuda. [9] Francia se está empeñando en esto con la llegada de Sarkozy, si bien no tan llamativamente como Alemania. Gracias una vez más a un político de centro-izquierda, Martin Hirsch, asesor de Sarkozy en su apertura a la «izquierda», Francia experimentará la transformación de la asistencia social (Renta mínima de inserción -RMI-, a 417 € por persona) como máquina de producir working poors (Renta de solidaridad activa – RSA). Con las tecnologías de gobierno de los pobres se experimentan dispositivos de poder y de control para posteriormente extenderlos a toda la sociedad, cosa que no parece interesar ni a la izquierda ni a los sindicatos. La Renta de solidaridad activa comporta la superación de los dualismos fordistas (paro/empleo, salario/ingreso, derecho al trabajo/derecho a la ayuda social, ley/contrato) y organiza su superposición y su concatenación gracias a la figura del working poor. Fija de manera estable el estatuto de un trabajador/asistido al que se le permite acumular salario de actividad y renta de «solidaridad». Esta confusión entre «asalariado» y «asistido», entre trabajo, paro y ayuda social, entre derecho al trabajo y derecho al Welfare, es la condición de la construcción de un gran segmento de mercado de trabajo, que tenga por norma el subempleo y los bajos salarios. La Renta de solidaridad activa marca así el abandono oficial del objetivo del pleno empleo y la institución de políticas de «plena actividad», entendida como una actividad para todos, independientemente de la calidad del empleo. [10]

También la reforma del mercado de trabajo que el gobierno técnico italiano está intentando aprobar se inspira directamente en el modelo alemán. La ministro Fornero, en una carta a la «Stampa» del 4 de marzo lo dice claramente. La traducción de la realidad alemana en la Nueva Lengua con la que se expresa la «governance» es una obra maestra de hipocresía y falsedad: «El ejemplo más reciente de una reforma completa del mercado de trabajo y de los instrumentos de protección social -prescindiendo de la vía recientemente puesta en marcha en España- es ofrecido por las medidas realizadas en Alemania al inicio del decenio actual cuando el país era considerado el «enfermo de Europa», incapaz de crecer y de superar el impacto de la reunificación. Las reformas alemanas han tocado todos los aspectos del mercado de trabajo y del Welfare: mejora de los instrumentos de formación profesional y facilitación del paso de la escuela al trabajo; apoyo a la participación en el mercado de trabajo y la ocupación, también parcial, de los más desfavorecidos; refuerzo de la relación entre tratamiento particulares y la acción efectiva de recualificación y búsqueda de empleo; potenciamiento de la actividad de los centro de empleo; introducción de mayor flexibilidad, ya sea con nuevas tipologías contractuales, ya sea en la negociación entre la empresa y los trabajadores».

Detrás del chantaje de la deuda, el Estado tiene la intención de completar el pasaje, inaugurado en los años ochenta, el del Welfare (derechos y servicios sociales) al Workfare (subordinación de las políticas sociales a la disponibilidad y a la flexibilidad del pleno empleo precario). El giro autoritario del neoliberalismo es acabar con el «modelo social europeo», porque, como afirma Mario Draghi, non podemos permitirnos «mantener a la gente que no trabaja».

En todo cambio de fase económico-política siempre encontramos al Estado al mando de las operaciones. Igual que favoreció e impulso las políticas neoliberales del crédito durante los años 80 y 90, es el Estado al que corresponde la organización de su continuidad en las nuevas formas autoritarias y represivas del pago de la deuda y de la figura del hombre endeudado. Cae así otra ilusión de la izquierda, la que opone a la lógica de la propiedad privada del mercado la lógica de un «publico» estatal. No existe autonomía de lo politico, ni neutralidad del Estado. Sus administraciones actúan sobre la economía en profundidad, la «sociedad» y la subjetividad, como la construcción del mercado de trabajo demuestra de modo paradigmático.

¿Crisis de las finanzas o crisis del capitalismo?

No se trata de demostrar la omnipotencia del capitalismo sino de revelar su debilidad, a medio y largo plazo. Atacando dramáticamente a una gran parte de la población, no por ello las contrareformas estructurales posibilitan ninguna salida a la crisis. Los expertos, los mercados, las agencias de rating y los políticos, no sabiendo ni dónde van ni cómo, detrás del chantaje del déficit presupuestario, persiguen las políticas neoliberales de producción y de intensificación de las diferencias de clase que son el auténtico origen de la crisis.

La maquina capitalista esta atascada no porque no estuviese bien regulada, no porque hubiese excesos o porque los banqueros sean codiciosos (¡otra ilusión de la «izquierda» reguladora!). Todo esto es verdad pero no explica la naturaleza de la crisis actual, que no comenzó con el desastre financiero. Este es más que nada el resultado del fracaso del programa neoliberal (hacer de la empresa el modelo de toda relación social) y de la resistencia que la figura subjetiva ha mostrado a esta pretensión (el capital humano y el empresario de sí mismo). Esta resistencia, anque pasiva, al obstaculizar la realización del programa neoliberal ha trasformado el crédito en deuda. Si el crédito y el dinero expresan su naturaleza común de «deuda», es porque la acumulación está bloqueada, es incapaz de garantizar nuevos beneficios y de producir nuevas formas de sometimiento, no al contrario.

Entre el año 2001 y el 2004, en los EE.UU., el crecimiento del 10% del PIB ha sido posible únicamente porque las medidas para reactivar la actividad han inyectado en la economía un 15,5 puntos del PIB: reducción de los impuestos en 2,5 puntos del PIB, el crédito inmobiliario pasó de 450 a 960 mil de millones (1300 antes de la crisis de 2007), aumento del gasto público de 500 mil millones.

Al inicio del siglo, Alemania se encontraba en idéntica situación. El crecimiento del PIB alemán entre el 2000 y el 2006 fue de 354 mil millones de euros. Pero comparando las cifras de la deuda en el mismo periodo (342 mil millones), no es difícil constatar que el resultado es un «crecimiento cero».

Japón fue el primero en entrar en un «crecimiento cero» acabado en recesión después de la explosión de la burbuja inmobiliaria en los años noventa (y la sucesiva explosión de la deuda per salvaguardar el sistema bancario. Japón revela la naturaleza de la crisis contemporánea mejor que ningún otro país. Las razones del estancamiento modelo neoliberal no hay que buscarlas únicamente en las contradicciones económicas, sin duda existentes, sino también y principalmente lo que Guattari denominaba «crisis de la productividad de subjetividad».

El milagro japonés, que ha sido capaz de forjar una fuerza de trabajo colectiva y una fuerza social «muy integrada al maquinismo» (Guattari), parece girar en el vacío, sumido también, como todos los países desarrollados, en las redes de la deuda y sus modos de subjetivación. El modelo subjetivo «fordista» (empleo de por vida, un tiempo solo dedicado al trabajo, el rol de la familia y su configuración patriarcal, etc… ) se ha agotado, y no se sabe con qué sustituirlo. La crisis de la deuda no es una locura de la especulación, sino el intento de mantener en vida un capitalismo agonizante. El «milagro económico» alemán es una respuesta regresiva y autoritaria al impasse que se está manifestando desde el 2007. Por esta razón Alemania y Europa son tan feroces ye inflexibles con Grecia. No solo en nombre del «I want my money back» (de los acreedores), sino también y principalmente porque la crisis financiera abre una nueva fase política, en la que el capital no cuenta con la promesa de una futura riqueza para todos como en los años ochenta. No dispone de los reclamos a la «libertad» y la «independencia» del capital humano, ni de los de la sociedad de la información o del capitalismo cognitivo. Como diría Marx, solo cuenta con la extensión y la profundización del «plusvalor absoluto», es decir, con una ampliación del tiempo de trabajo, un incremento del trabajo no retribuido y bajos salarios, de los recortes a los servicios, de la precarización de las condiciones de vida y de trabajo, la disminución de la esperanza de vida. La austeridad, los sacrificios, la producción de la figura subjetiva del deudor no representan un momento abominable a superar con un «nuevo crecimiento», sino tecnología de poder, donde solo el autoritarismo, que no tiene ya nada de «liberal», puede garantizar la reproducción. El gobierno del pleno empleo precario y la trampa del pago de la deuda pretende integrar en el sistema político democrático -que desde los años ochenta no funciona sino sobre la representación- el programa de la extrema derecha. La resistencia pasiva que no rechaza el programa neoliberal representa la única esperanza para huir de las «tecnologías de gobierno» de los «gobiernos técnicos» de la deuda. Frente a la bestia de los horrores de los planes de austeridad en Grecia, hay quien debería decir, de un modo u otro, de te fabula narratur!

Es de ti de quién se habla

Berlín, 5 marzo 2012

 

 

 

 

Notas:

[1]  http://uninomade.org/la-svolta-autoritaria-del-neoliberismo-debito-e-austerita/ La versión francesa del sitio:  http://www.cip-idf.org/article.php3?id_article=6023

[2] Nous avons sauvé les gens plutôt que les banques ,  http://www.liberation.fr/economie/01012390907-nous-avons-sauve-les-gens-plutot-que-les-banques (nota del traductor)

 

[3] Las estadísticas señalan un aumento de la pobreza del 12,2% de la población en el 2005 al 15,6% en el 2010. Datos llamativos y especialmente llamativa la progresión, pues la pobreza no disminuye con el «crecimiento», lo que dice mucho sobre la naturaleza del mismo.

 

[4] Trabajar en Europa por un euro a la hora ,  http://periodismohumano.com/economia/trabajar-en-europa-por-un-euro-a-la-hora.html (nota del traductor)

[5] Si respecto al total representan solo el 3%, van en constante aumento. En el 2000 eran solo 416.000, pero en diez años han aumentado en el 58%. En el 2007, el gobierno alemán ha aumentado la edad de jubilación de 65 a 67 años, quando la edad real es de 62,1 años para los hombres y de 61 para las mujeres, lo que comporta una precarización y un descenso del nivel de las prestaciones.

[6] El 11 de enero de 2012, la Oficina Federal de Estadística alemana publica el informe «Sombras y luces del mercado de trabajo», en el que puede leerse: «el número de empleos considerados atípicos -media jornada a menos de veinte horas semanales, incluso la actividad marginal, los empleos temporales e interinos- entre 1991 y 2010 aumentaron en 3,5 millones, mientas el número de activos que tienen un empleo estable ha caído a unos 3,8 millones».

[7] Las últimas estadísticas hablan de 4,1 millones de trabajadores que ganan menos de 7€, 2, 5 millones menos de 6€ y 1,4 millones menos de 5€ brutos a la hora. La mayoría de estos trabajadores son mujeres, jóvenes, personas sin formación e inmigrantes.  http://www.focus.de/finanzen/news/23-prozent-billig-arbeitskraefte-jeder-vierte-deutsche-schafft-fuer-niedriglohn-_aid_723968.html

[8] La socialdemocracia, tras haber abrazado la economía social de mercado (ordoliberalismo)en la postguerra, el 1 de junio de 2003se convierte al neoliberalismo, aprobando la Agenda 2010 con una mayoría del ‘80%. El 15 de junio de 2003 el congreso de Los Verdes adopta con una mayoría cercana al 90% el mismo programa, que prevé también un sistema de pensiones capitalizado, la privatización de los servicios públicos, etc….

 

[9] Europa va a marchas forzadas hacia el modelo americano del libre despido. El gobierno español ha aprovado, el 10 de febrero de 2012, leyes en consonancia con esta lógica: facilitar el despido, reducción de las indemnizaciones y recorte de los salarios. Las indemnizaciones de desempleo pasan de un máximo de 42 mensualidades a 24. Los despidos por razones económicas, limitados a 12 mensualidades, se facilitan. Para despedir por razones económicas, es suficiente que la empresa tres semstres consecutivos de pérdidas, aunque continúe obteniendo beneficios. Tras tres trimestres de pérdidas, las empresas pueden imponer rebajas de salario unilaterales, comportando su rechazo el despido.

 

[10] Con la Renta de solidaridad activa se pasa de una lógica estatutaria e institucional (¡los mismos derechos para todos!) a una lógica contractual y discrecional (para acceder a los derechos el beneficiario debe firmar un contrato preventivo) que, apuntando a situaciones específicas, profundiza la fosa de cualquier política social: la individualización. El contrato de inserción es un híbrido entre «ley» y «contrato» que, según Alain Supiot, no expresa la igualdad y la autonomía de las partes sino la afirmación de una asimetría de poder: «su objeto no es cambiar determinados bienes, ni alcanzar una alianza entre iguales, sino legitimar el ejercicio del poder», visto que la parte contratante, para poder obtener el subsidio, es obligado a firmar. Se pasa de una lógica del derecho del «avente diritto» a una lógica que subordina el subsidio a un a un investimento subjetivo, basado en el «trabajo sobre uno mismo», que implica «estar disponible al subempleo y a los bajos salarios». La Renta de solidaridad activa lleva a cabo una inversión de la lógica de la asistencia social, es decir, una conversión a la «deuda», cerrando de una vez por todas la brecha abierta por la Renta mínima de inserción dentro del derecho a la asistencia social: un subsidio no vinculado al «trabajo» y exento de «contrapartida» directa. La Renta mínima de inserción afirmaba, de algún modo, una deuda de la «nación» con los «más desfavorecidos». La Renta de solidaridad activa, por contra, tiene como objetivo vincular el subsidio el subsidio a un subemplego, a la disponibilidad y a la ocupabilidad a un contrato de inserción. Además de instituir un working poor, le somete al sentido de culpa, porque el trabajador es considerado implícitamente responsable de su propia condición y por tanto en deuda con la sociedad y con el Estado.

Fuente: https://n-1.cc/pg/blog/read/1262653/el-giro-autoritario-del-neoliberalismo-deuda-y-austeridad-el-modelo-alemn-del-pleno-empleo-precario