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Amargas reflexiones en el 20 aniversario de la aprobación de una vergonzosa declaración

Día del arrepentimiento ante Rusia

Fuentes: Pravda

Traducido del ruso para Rebelión por Josafat S. Comín

Llevamos ya dos décadas oyendo como diferentes voces liberales nos conminan a arrepentirnos, por los errores históricos cometidos, por la muerte de inocentes, por la lágrima de un niño…Bueno hagámoslo pues. Y más ahora en un día tan señalado. Por designio gubernamental, hace 19 años que este día fue remarcado de forma especial, pero sobre el porqué de su relevancia continúa habiendo debates. Lo que por su puesto es irrefutable es que hace 20 años, el Congreso de diputados populares de la RSFSR aprobó la declaración de soberanía de Rusia. A favor votaron 907 diputados. En contra tan solo 13, mientras que 9 se abstuvieron. ¿No es acaso motivo para el arrepentimiento?

Más que un motivo lo que hay es un ovillo entero, caprichosamente enmarañado, de motivos.

Arrepentimiento por la miopía política.

Y no quiero hoy hablar de los provocadores que empujaron intencionadamente para que se diera ese paso. Voy a hablar solamente de aquellos que no tenían mala intención.

La Declaración de soberanía nacional de Rusia, fue en esencia una provocación, ya que perseguía la destrucción del sistema económico unificado de la URSS. Pero en ese complejo sistema había otra arista: servía como espacio para ese mercado que se estaba formando. Se conoce, que entre los partidarios de la declaración no había ningún defensor del «mercado», como tampoco los había entre los que votaron»por acompañar».

Solo había provocadores y personas políticamente miopes.

Mientras tanto, ese complejo económico unificado (y a su vez, espacio de mercado unificado), era uno de los más eficientes factores del desarrollo económico de Rusia. Precisamente de Rusia, y no sólo de la URSS. A pesar de toda esa palabrería hueca sobre el estancamiento, los mejores indicadores económicos tanto de la URSS como de la RSFSR, se dieron en los años 80: la existencia de ese complejo económico unificado compensaba muchos de los errores e imperfecciones. En cuanto comenzaron a destruirlo, los indicadores se vinieron abajo. En 1990, en comparación con 1985, se extrajo menos petróleo, cayó la producción de todo tipo en el sector químico, textil, en la industria maderera. En el sector de la construcción de maquinaria, 54 de 106 indicadores de indicadores de los distintos tipos de producción se redujeron como consecuencia del debilitamiento de las relaciones entre empresas.

Las consecuencias negativas de la destrucción de ese sistema económico, activadas por esa declaración de soberanía de Rusia, son tan enormes, que hasta la fecha la Federación de Rusia no ha conseguido alcanzar el nivel de 1990 en ninguno de los indicadores económicos. Ni siquiera en esos sectores en los que la mayor parte de la producción se exporta al extranjero.

¿Cómo no arrepentirse por la desconsolada miopía de los que aprobaron la declaración del 12 de junio de 1990? ¿Acaso fueron menos miopes que los que la aplaudieron? ¿Y qué decir de los que hacían bromas insulsas con el tema, sin alzar su voz de protesta?

Arrepentimiento por la traición de esos niños crecidos, a sus padres, abuelos y a muchas, muchas generaciones de antepasados.

Al aceptar esa declaración destruimos la familia de los pueblos soviéticos, dejando huérfana incluso la Gran Victoria sobre la Alemania hitleriana. Y ahora nos indignamos cuando poco a poco nos la van robando. Con aquella declaración, dimos la espalda a muchos miles de tumbas de nuestros padres y abuelos, que dieron sus vidas por la independencia real y la libertad de su país natal. Prácticamente hemos sacado a empujones de las fronteras de Rusia, esas sagradas tumbas. Pero no termina ahí la vergüenza de ese documento traicionero. Desligándonos de la Patria Soviética unida, la declaración abrió las puertas a todas las calumnias que se vertieron sobre ella. Fue tras su aprobación que se multiplicaron los detritus humanos que comenzaron a insultar la memoria de la Victoria, los que soñaban con beber cerveza bávara bajo la bota de la fracasada ocupación fascista. Pero no, la tierra rusa no arde bajo las pisadas de esos desgraciados desalmados.

¿No debemos acaso arrepentirnos por todo esto el 12 de junio?

Arrepentimiento por la traición a nuestro pueblo trabajador.

Esta Declaración de soberanía alumbró el camino del golpe de estado de agosto, ejecutado por la camarilla de Gorbachov y Yeltsin. Dio el pistoletazo de salida para la «terapia de choque», la «voucherización», las privatizaciones y demás crímenes que permitieron a los pícaros nuevos ricos encaramarse al cuello del pueblo trabajador. Como resultado por cada rublo de salario de un trabajador por cuenta ajena, el actual capitalista ruso se embolsa 9’5 rublos de ganancia.

Esta salvaje norma de explotación del trabajo no se conocía ni en el mundo colonial. Como resultado y según los varemos de la OIT, el 30% de los rusos de hoy día viven por debajo del umbral de la pobreza, de los que el 10% más pobre tienen unos ingresos 50 veces inferiores al 10% de las personas que aplaudieron esa infame declaración.

¿Acaso no es motivo suficiente para arrepentirse este 12 de junio?

Arrepentimiento por suplantar el patriotismo por tradiciones y valores ajenos.

La declaración de soberanía de Rusia abrió el camino a un régimen socio-político, que no supo adaptar a sus mercenarios ideales la gran literatura rusa, la pintura, la música, la escultura, la artesanía popular. No siente admiración ni por Púshkin, ni por Gógol, ni por Turgueniev, ni por Tolstoi o Dostoyevski. Les teme porque cada uno de ellos fue reflejo del carácter popular ruso, espejo de la revolución popular rusa. Tampoco trata mejor a los pensadores tártaros Sharif Kamal y Gabdul Tukay, ni al oseta Kosta Jetagurovu, ni al bashkir Mustay Karim, o al avar Rasul Gamzátov. Están extirpando de la cultura nacional a los Nekrásov, Maxim Gorki, Mijail Shólojov, Nikolai Ostrovsky, Vladimir Mayakovski y Alexander Tvardovski…En el país han levantado un nuevo «telón de acero» que separa ahora a los ciudadanos de Rusia de la cultura rusa. Mientras, solo suspiramos, furtivamente, para que no lo adviertan ni se ofendan los que tienen el poder.

Sin embargo a la Rusia «soberana», se le impone la «democracia soberana».

¿Acaso no debemos arrepentirnos por todo esto, en el día de la Declaración de soberanía, este 12 de junio?

Arrepentimiento por renunciar a los sagrados valores humanos de la justicia social, el honor y la dignidad nacional.

No hace mucho conversando con un conocido, profesor, sobre los problemas que nos son cercanos a ambos, como la educación superior y las posibles soluciones, me impactó la naturalidad con la que sentenció:»No me vengas con eso de la igualdad social y la justicia». Y yo que lo consideraba un intelectual ruso…Me equivoqué: el concepto «intelectual ruso» de partida no significaba tanto un título universitario, como un posicionamiento social. Si no de intercesor popular, cuando menos con la obligación de conmoverse. El concepto del honor ya es tal. El académico Trofimuk, podía renunciar a la condecoración concedida por ese inquilino del Kremlin que ordenó cañonear el parlamento.

Sus colegas de ahora son mucho más sumisos. De los políticos prefiero no hablar. Ya incluso niegan que haya existido alguna vez una comunidad tan sorprendente como el pueblo soviético.

No voy a tocar aquí el arrepentimiento por la apostasía del socialismo y del poder popular. No se puede confiar ni exigir que vayan a arrepentirse los «comutantes» y «saltatalanqueras».

El 12 de junio no es ningún «Día de Rusia». Puestos a celebrarlo, sería como «Día del arrepentimiento ante Rusia», pues ella es en primer lugar la que paga por la defección cometida hace 20 años.

En estas dos últimas décadas, Rusia se ha comprimido no solo territorialmente, también en lo humano. Ante ella es que hay que arrepentirse por haberla llevado hasta la extinción. En el siglo XX, el potencial humano de Rusia hasta la aprobación de la declaración del 12 de junio de 1990, crecía incluso en los años de graves sequías. Mientras que en los últimos 20 años, en el país han muerto 16 millones más de los que han nacido.

Hemos fracturado a nuestra Madre Patria. Y debemos arrepentirnos ante ella. Pero no con carantoñas, sino trabajando en su nombre.

Ya sé que hay muchos que no están dispuestos a ofrecer su arrepentimiento ante nuestra querida Rusia en este amargo aniversario. Y no me sorprende. Hace 20 años abrieron las esclusas del estado para la rusofobia y la animadversión hacia el pueblo. Así es como se reproducen los enemigos del pueblo. Es un concepto este que nuestros abuelos y tatarabuelos tomaron prestado a los franceses. Hace medio siglo incluso pareció que era un préstamo perjudicial, inútil. Pero los últimos 20 años nos obligan a que nos replanteemos la historia y nuestro modo de verlo. Resulta que nuestros abuelos y tatarabuelos eran mucho más sabios que nosotros.

Arrepintámonos pues. Precisamente en este 12 de junio, día de la infinita apostasía de Rusia. Pero nos arrepentimos no para seguir avergonzando a nuestro país. Lo hacemos para sacarlo del callejón sin salida en el que está y devolverlo a la vía magna de la historia. Algo imposible de hacer sin socialismo y poder popular.

El verdadero arrepentimiento ante Rusia no es posible sin reconocer esa verdad.

Fuente: http://gazeta-pravda.ru/content/view/4917/34/