La dictadura institucional montada desde el 2010 por la Corporación Político-Económica que conduce Leonel Fernández, se tragó e instrumentalizó una parte del PRD; al tiempo de entrampar de mala manera la otra facción (ultra-mayoritaria) del partido blanco, colocándola de hecho al margen de su manipulado «orden jurídico-político» y poniendo de mojiganga a sus maleados dirigentes […]
La dictadura institucional montada desde el 2010 por la Corporación Político-Económica que conduce Leonel Fernández, se tragó e instrumentalizó una parte del PRD; al tiempo de entrampar de mala manera la otra facción (ultra-mayoritaria) del partido blanco, colocándola de hecho al margen de su manipulado «orden jurídico-político» y poniendo de mojiganga a sus maleados dirigentes cada vez que torpemente recurren a las llamadas «instancias legales».
Desde entonces el sector de Miguel Vargas actúa como lo que es: un «Caballo de Troya» manejado empresarialmente y destinado a inutilizar una oposición tradicional que se deja empantanar al mostrarse incapaz de desafiar la dictadura morada y el corrompido orden neoliberal.
Es de tontos/as o de ingenuos, incluso de personas sin miradas largas, pretender que en tales circunstancias esa ruptura – calculada y provocada para producir la inoperancia del PRD como oposición- podría volverse a empatar.
Retrata a la facción de Hipólito y a los llamados «ni-ni» eso de insistir en la reconciliación imposible, empeñándose en el ridículo y logrando solo repetir hasta el hastío el círculo vicioso y viciado; cuando es evidente que el designio de Miguel Vargas, por ataduras ya crónicas, es el desacuerdo; mientras el de la dictadura morada es reconocer y apoyar al cascarón del PRD que ella compró con esos fines. Y en eso se ponen de acuerdo los cohollos leonelistas y danilistas, ambos interesados en liquidar toda oposición.
No olvidemos, además, que se trata de una lumpen-dictadura, con altas cortes y sistemas electorales gansterizados, y a su servicio.
Hipólito, en lugar de desconocer los resultados electorales adulterados por la mafia política morada que decidió imponerse a como diera lugar, pendejamente -o quien sabe por qué tipo de amarres y chantajes- desmovilizó las bases perredeístas para luego conciliar con el danilismo y entrar en la trampa de las «negociaciones» con el «Caballo de Troya»; pasando por alto que la razón pro-leonelista de ese adversario no conduce al entendimiento perredeísta, sino a cuantas rupturas favorezcan al PLD y especialmente a Ladronel, ayudando de paso a la tranquilidad de Danilo y su paquetazo.
Parecido han actuado los/as llamados/as independientes, desgastándose en proponer arreglos en el contexto de una controversia fabricada para que no tenga componte; mientras los beneficiarios de la rentable dictadura morada están clarito en aquello de que solo habrán de reconocer la «legalidad» del PRD de Miguel.
Hasta la hipocresía de uno y de otro se desgastó, exhibiendo una gran indigencia de talento, orgullo y valor… muy propia de las facciones dirigentes de una fuerza política decadente.
Tan decadente como todo el régimen político emanado de un lumpen-capitalismo neoliberal, al que solo le queda prolongar la vida de la dictadura constitucional entronizada, sentenciada a muerte por la rebelde democracia de calle, presente a escala internacional como contrapartida a una crisis sistémica tratada por las elites sociales y políticas con recetas destructivas de la vida en sociedad.
Una dictadura amoratada, incluso cangrenada, sin oposición tradicional y solo des-estabilizable por una oposición masiva de nuevo tipo, parecida a aquellas que estremecieron los cuarteles de Venezuela, las calles de Bolivia y Ecuador, y que hoy conmocionan las grandes urbes de Egipto y Brasil, al transformarse la indignación acumulada en movilización generalizada por el cambio. Algo fuera de todo manual y todo dogma, todavía incipiente, que es preciso profundizar y cualificar.
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