La sociedad danesa parece estar cien años por delante del resto de Europa. Los estudiantes universitarios se sorprenden cuando descubren que en países como España la educación pública sea de pago, acostumbrados a percibir un salario mensual de 530 euros por asistir a la Universidad, a asistir a unas clases donde el profesor actúa como […]
La sociedad danesa parece estar cien años por delante del resto de Europa. Los estudiantes universitarios se sorprenden cuando descubren que en países como España la educación pública sea de pago, acostumbrados a percibir un salario mensual de 530 euros por asistir a la Universidad, a asistir a unas clases donde el profesor actúa como un guía más que como un ponente, y a decidir entre 12 tipos de examen, desde las categorías oral y escrito hasta métodos como el trabajo en grupo. La misma sorpresa que cuando conocen los comparativamente bajos números de afiliación de los sindicatos en España, la media de salarios, el sistema de pensiones, o que esté prohibido beber en la calle.
Sorprende a primera vista que un país como éste se haya convertido en el ojo de la ira del pueblo árabe, expresada en acciones que van desde las protestas diplomáticas hasta el boicot a los productos daneses o la reciente quema de embajadas en Siria y Líbano. Aparentemente, el origen de la discordia se encuentra en la publicación de doce caricaturas de Mahoma por el diario Jyllands Posten el pasado 30 de septiembre.
Para Sven Tarp, profesor universitario en la Escuela de Negocios de Århus, la causa del odio hacia su país tiene otro origen: «Dinamarca, que hace veinte años era conocida por su estado de bienestar, su ayuda humanitaria al tercer mundo y una cierta resistencia a los planes más agresivos de EEUU y la OTAN, se ha transformado poco a poco en un país muy reaccionario. A nivel internacional esto se ha expresado en la subordinación de Dinamarca a la política imperialista de EEUU, y su participación en las agresiones contra Yugoslavia, Afganistán e Iraq».
La liberalización de la política danesa se hace notar en un lento pero progresivo desmantelamiento del Estado del Bienestar. Las listas de espera en los hospitales públicos ascienden a doce meses, mientras el dinero público paga a la sanidad privada para que atienda los casos que la pública no puede abarcar. La inversión en transporte público se recorta cada año. En la educación se hace retroceder a la Renovación Pedagógica, el gobierno de la Universidad se hace presidencialista y con participación del sector privado. Dinamarca no se salva de la ola de privatizaciones que recorre Europa.
UNA DURA POLÍTICA DE INMIGRACIÓN
La mayor consecuencia de la nueva política del gobierno liberal-conservador presidido por el Primer Ministro Anders Fogh Rasmussen es el cierre de puertas a inmigrantes. Dinamarca, que invitó a miles de turcos a cubrir los puestos de trabajo sobrantes en los 60, tiene hoy una de las políticas de inmigración más restrictivas de Europa. Ahora para conseguir la ciudadanía hay que haber residido nueve años en el país, haber trabajado cinco, tener 28 años, poseer 25000 coronas en el banco y tener un profundo conocimiento de la historia y lenguaje de Dinamarca. Irene Clausen, profesora de lengua danesa a inmigrantes, asegura que «se les exige un conocimiento lingüístico y cultural que la mayoría de los daneses no tiene. Un ciudadano danés medio suspendería ese examen. Es muy humillante».
Khaled Mustapha es palestino, llegó a Dinamarca a los 16 años desde un campo de refugiados de Líbano. Hoy, con 31 años, es trabajador social y se dedica a la integración de los niños árabes del distrito de Norrebro, el Lavapiés de Copenhague. Afirma que «las caricaturas como hecho aislado no constituirían ningún problema, pero es que los extranjeros en Dinamarca han sufrido la experiencia de la discriminación. No se habla mucho sobre eso, pero es un problema latente. Se ha hecho imposible conseguir la ciudadanía, se exige un periodo de estancia muy largo, una estabilidad económica que no se puede tener si no se tienen plenos derechos, y un examen que un danés suspendería. Entre otras cosas hay que memorizar la historia de todos los reyes de Dinamarca durante 800 años, aparte de un conocimiento perfecto del idioma, más que lo que se está impartiendo en los centros de Enseñanzas Medias. Los refugiados de Iraq y Afganistán no pueden conseguir un permiso de trabajo, todo se ha restringido enormemente. El mensaje es: que no vengan a Dinamarca. Como consecuencia, se está dividiendo al país entre musulmanes y no musulmanes, y el problema se hace más grande: se divide también entre quienes pretenden proteger a las minorías y quienes se defienden de los musulmanes aislándoles».
Estas palabras se corresponden con lo observado durante la manifestación del III Aniversario de la Guerra de Iraq. Durante el recorrido, decenas de inmigrantes se asomaban a las puertas de sus casas o negocios familiares para mostrar una mezcla de agradecimiento, alivio y sorpresa, al descubrir como la mayoría de los asistentes eran blanquecinos daneses indignados con la política exterior de su Gobierno. En un largo recorrido bajo cero grados desde las embajadas de EEUU e Inglaterra hasta el Parlamento danés, los 3000 participantes hicieron una parada ante la sede de MAERSK, el grupo financiero más importante del país, que posee desde los principales astilleros navales hasta la popular cadena de supermercados Netto, y se encargó del transporte de armas de EEUU a Iraq durante la invasión.
Una de las fuerzas más visibles en esta manifestación era la Alianza Roja y Verde (Enhedslisten), movimiento político creado por el Partido Comunista de Dinamarca, el Partido Socialista Obrero e Izquierda Socialista en 1991. La Alianza Roja y Verde ha llevado un movimiento electoral ascendente desde su fundación, llegando en la actualidad a los 4000 miembros y a 6 diputados de un parlamento de 175, convirtiéndose en el referente parlamentario de todas las fuerzas de la izquierda no socialdemócrata. Dicha organización considera que la solución al conflicto de las caricaturas pasa por «la veloz finalización a la ocupación de Iraq, pasos nuevos y eficientes para asegurar el derecho del pueblo palestino a su propio estado, cambios fundamentales del mercado mundial que permitan que los países más pobres, entre ellos algunos de los países musulmanes, puedan mejorar sus oportunidades para crear un desarrollo económico independiente, y el apoyo al fortalecimiento de la democracia en el mundo árabe y otros países, frente a la tendencia occidental a apoyar regímenes reaccionarios como el de Arabia Saudí.»
En las pasadas elecciones locales de noviembre, Khaled Mustapha fue candidato por la Alianza Roja y Verde por el distrito de Nørrebro. Este viejo barrio, construido durante la industrialización del S. XIX como receptor del reciente proletariado danés, el barrio donde Lenin pasó parte de su exilio, es hoy el mejor exponente de la nueva sociedad danesa: comercios árabes, africanos e incluso latinos se suceden ininterrumpidamente por las calles de Nørrebro. Preguntado por su afiliación a la Alianza, Khaled -creyente musulmán- responde: «lo hago porque creo en el socialismo, creo que es el camino correcto para tener bienestar e igualdad entre toda la gente, Soy musulmán y a la vez socialista, y no tengo problemas de sueño. Somos muchos los hombres y mujeres musulmanes de izquierdas que trabajamos por transformar nuestra propia cultura, como por ejemplo, erradicar el machismo, no nos gusta la poligamia. Los ataques del gobierno sólo nos dificultan la tarea».
A Khaled le preocupa la seguridad de los inmigrantes debido a la ola de racismo que invade el país: «muchos taxistas árabes se dan cuenta de que los clientes no entran en el coche cuando les ven, las tiendas de Shawarma pierden clientes; los inmigrantes están muy inseguros sobre su futuro y el de sus hijos. Los niños en las escuelas ya no quieren volver a casa solos. Muchos quieren irse a Suecia o a Inglaterra, entre ellos jóvenes que quieren hacer un Doctorado. El que no tiene dinero -la mayoría- se tiene que quedar. Es la primera vez que hay este racismo en Dinamarca desde la II Guerra Mundial. La derecha dice que ocasionamos despilfarro al Estado, pero luego a muchos daneses les gusta ir a la tienda a la 1 de la noche, o coger un taxi a cualquier hora, y eso es posible por los inmigrantes. Esos que se queden, dicen, pero sus familias que no vengan. Y ahora con la ampliación de la UE, prefieren que vengan inmigrantes de Europa del Este, y que los árabes nos vayamos».
LAS CARICATURAS DE MAHOMA
En este contexto resulta más comprensible la reacción de los países árabes a las caricaturas de Mahoma. Sven Tarp recuerda que «antes de publicar las caricaturas, fueron mostradas a una serie de expertos que explicaron que efectivamente provocarían ira entre los musulmanes, que se sentirían ofendidos por el modo en que su profeta era mostrado.» No se trata de una publicación cómica, sino de una relación explícita entre la religión islámica y el terrorismo de Al Qaeda, como muestra la viñeta más difundida: Mahoma con un turbante con forma de bomba. El editor en jefe del Jyllands Posten justificó la publicación como una forma de «desafiar el modo en que la libertad de expresión se practica en Dinamarca, pues últimamente está siendo restringida debido a una creciente influencia musulmana».
Ya a principios de octubre cientos de inmigrantes musulmanes exigieron en manifestaciones una disculpa del Jyllands Posten, negada bajo el pretexto del derecho a la libertad de expresión. El 19 de octubre 11 países solicitaron una reunión con el Gobierno danés para discutir la legitimidad de la publicación. El Gobierno se negó a participar en la reunión, decisión duramente criticada por 22 embajadores daneses y por el Ministro de Exteriores, Uffe Elleman-Jensen. El manejo de la crisis por parte del Gobierno también ha sido criticado por la Confederación de Industrias Danesas y el Consejo Danés de Agricultura, por las importantes pérdidas económicas. El director gerente de Grundfos, el productor de más de la mitad de las bombas de agua a nivel mundial, ha declarado que su empresa está considerando trasladar la producción al exterior si el gobierno no cambia su actitud.
Tras los primeros sucesos violentos de febrero, el periódico se disculpó ante los musulmanes ofendidos, pero no por la publicación de las caricaturas ofensivas, pues tal disculpa supondría una «violación de su libertad de expresión». ¿Es el Jylland Posten un periódico antisistema? Ni de lejos.
Según Khaled Mustapha: «la línea editorial de este periódico es muy dura contra los extranjeros y refugiados y defiende la nueva ley de inmigración. Publican a los profesores progubernamentales y meten en el mismo saco a los pacifistas y a Sadam Hussein.»
«El Jylland Posten es uno de los mayores diarios de Dinamarca con una larga tradición de política derechista. En los años 30 fue tristemente famoso por defender posiciones pro-nazis. Tras la II Guerra Mundial evolucionó hacia una postura pro-OTAN. Durante la Guerra de Vietnam fue un gran aliado de Estados Unidos. Hoy es un ardoroso defensor del estado sionista de Israel y la ocupación de Iraq y Afganistán, así como la creciente presión sobre Irán, Siria y otros países independientes. Es considerado como el órgano de expresión no oficial del Partido Liberal, del Primer Ministro Anders Fogh Rasmussen» dice Sven Tarp.
LA EXTREMA DERECHA DANESA
Parece que la rigidez del gobierno es producto de las presiones del Partido Popular Danés (Dansk Folkeparti), elaborador de la nueva Ley de Inmigración, en quien el gobierno liberal-conservador se apoya para hacer el 80% de la legislación. En palabras de Irene Clausen «la política del PPD es echar a los inmigrantes. Les llama animales, enfermos, pide que se vayan de Dinamarca, o que si se quedan estén en silencio».
Respecto a la reacción de los musulmanes, la derecha alude frecuentemente a la doctrina del choque de civilizaciones, de Samuel P. Hungtington, según la cual las identidades culturales y religiosas ocasionan visiones políticas enfrentadas, condenándonos a la guerra entre civilizaciones. En este marco conceptual, la extrema derecha identifica a los musulmanes con valores antidemocráticos, intolerantes y fanáticos religiosos, opuestos a la larga tradición democrática y del Estado del Bienestar danés. Los ataques de unos musulmanes enfurecidos contra la bandera danesa encajan a la perfección en el discurso. Tras los ataques a las embajadas, el PPD subió 5 puntos en intención de voto.
Para Lars Lyndorff, sociólogo, «la política de la extrema derecha se basa en ofrecer una imagen de Dinamarca como un país más progresista de lo que realmente es, como oposición a un supuesto conservadurismo musulmán». Así se entienden estrategias que pueden sorprender a un conservador español, como que el Partido Popular Danés presentara como candidata a Alcaldesa de Copenhague a una ex-actriz porno lesbiana que practicaba rituales sadomasoquistas con su novia disfrazadas de general nazi y prisionera judía respectivamente.
Para Irene Clausen, «el problema comenzó hace diez años, cuando el gobierno del Partido Socialdemócrata empezó a hablar de los inmigrantes como un problema. Se planteó que si los musulmanes querían vivir en Dinamarca, deberían abandonar los valores que no fueran compatibles con la cultura democrática danesa. Desde entonces se ha enfocado a los inmigrantes como enemigos de los valores democráticos».
LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN EN DINAMARCA NO ES PARA TODOS
Sin embargo, la libertad de expresión tampoco está en la agenda del Gobierno liberal. El pasado 24 de febrero la policía deshabilitó la página web del diario comunista Arbejderen («El Trabajador»), por contener un comunicado de un grupo político a favor de las FARC y el FPLP. Acudieron a nuestro host de Internet y le dijeron que si no quitaban el artículo cerrarían la página. La Ley de Responsabilidad Mediática prohíbe acciones policiales de este tipo, pero el Gobierno se niega a hacer declaraciones» dice Birte Jacobsen, Redactora Jefe del periódico.
El comunicado, redactado por la organización Rebelión, fue retirado por la policía de las páginas web de varias organizaciones, incluída la del grupo parlamentario de la Alianza Roja y Verde. La censura policial a Arbejderen, el único periódico comunista de tirada diaria en Dinamarca, se ha realizado ilegalmente, pues además de vulnerar la Constitución de Dinamarca, que prohíbe explícitamente la reintroducción de la censura en el país, infringe la Ley de Responsabilidad Mediática, al hacerse sin siquiera informar a la Directora del medio, como confirma la Asociación de Diarios Daneses.
El ambiente represivo también se hace notar en la Ciudad Libre de Christiania, la base militar que en 1971 fue ocupada por grupos de izquierda y que constituye hoy el corazón de la cultura alternativa en Copenhague. Escuadrones policiales de no menos de veinte agentes recorren diariamente el barrio, interrumpiendo conciertos, pidiendo documentación y buscando hachís. El histórico Café Månefiskeren, uno de los símbolos de Christiania, colocó una pizarra a la puerta del local donde anota los registros policiales para conocimiento público, que pueden alcanzar la decena en un día. A los pocos días de situar el cartel, el Café ha sido clausurado por la policía, como muchos otros locales del barrio ocupado.
Birte Jacobsen ironiza: «nos niegan la libertad de expresión mientras la exigen para el Jylland Posten, un periódico reaccionario y de extrema derecha que ataca a los inmigrantes y a la izquierda, fuertemente conectado a Israel y que pretende cambiar la historia, igualando a los comunistas con los nazis»
Así, la libertad de expresión es instrumentalizada como un pretexto para insultar a la minoría musulmana, y la doctrina del choque de civilizaciones como excusa para justificar su reacción.