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Disturbios e hipocresía en Gran Bretaña

Fuentes: En Lucha/Rebelión

El jueves, 4 de agosto, la policía británica mató a tiros a Mark Duggan, un hombre negro de 29 años, a punto de casarse con la madre de sus tres hijos. La policía dijo que él les había disparado; después se demostró que era mentira. No dieron información alguna a la familia acerca del incidente. […]

El jueves, 4 de agosto, la policía británica mató a tiros a Mark Duggan, un hombre negro de 29 años, a punto de casarse con la madre de sus tres hijos. La policía dijo que él les había disparado; después se demostró que era mentira. No dieron información alguna a la familia acerca del incidente. Familiares y amigos se manifestaron hasta la comisaría de Tottenham el sábado 6 de agosto, exigiendo explicaciones, pero sin obtener resultados.

Aquella noche, Tottenham explotó. Desde entonces, se ha desatado una ola masiva de disturbios. Ha habido muchos de ellos en Gran Bretaña a lo largo de las últimas décadas, pero normalmente sólo en uno o dos sitios. La última vez que pasó algo parecido a lo de ahora fue en el verano de 1981, cuando se quemaron barrios por todo el país.[1]

Sobran motivos

La muerte de Mark Duggan no es un caso aislado; es más bien la gota que colmó el vaso. Entre 1998 y finales del año pasado, 333 personas murieron bajo custodia policial o poco después de ser liberadas, pero ningún oficial ha sido condenado por ello. Las mil muertes sucedidas entre 1967 y 2001 sólo dieron lugar a la condena de un policía.[2]

Muchos, pero no todos, de estos incidentes tienen un componente racial. El racismo de la policía está más que demostrado. Un caso clave fue el del joven negro Stephen Lawrence, que murió a manos de un grupo fascista en 1993, pero cuyos asesinos nunca fueron condenados porque la policía nunca tomó el caso en serio. En 1999, una investigación sobre el caso confirmó la existencia de «racismo institucional» en la policía, e hizo recomendaciones para cambiar la situación.[3]

El paro juvenil no es tan alto en Gran Bretaña como en el Estado español, pero aún así es enorme. El 20% de los jóvenes de 16 a 24 años está en paro. Entre los jóvenes negros, esta cifra asciende a cerca del 50%. En los barrios deprimidos, donde están ocurriendo muchos de los disturbios, ambas cifras serán mucho más altas. Los jóvenes negros en Gran Bretaña no son inmigrantes, muchos son los nietos, o incluso bisnietos, de inmigrantes; nacieron y fueron a la escuela en Gran Bretaña. No se puede atribuir la mayor tasa de paro entre los jóvenes negros a problemas de papeles, a tener titulación extranjera, a problemas con la lengua, etc. Ésta refleja el racismo que sufren tanto dentro del sistema educativo como cuando van a buscar un trabajo.

La desigualdad social ha ido en aumento en Gran Bretaña; los ricos se han hecho más ricos, y los pobres más pobres.

Con la crisis, la situación ha empeorado mucho. El gobierno está recortando los servicios sociales y las prestaciones de las que dependen muchas personas. Recientes cambios en el sistema de prestaciones para vivienda expulsarán a miles de personas de las grandes ciudades; los alquileres son demasiado altos, incluso en los barrios pobres. Estos recortes incluso han afectado a las pocas líneas de comunicación que existían entre las autoridades y los jóvenes. Muchos de los programas para la juventud -con sus educadores sociales a los que los jóvenes conocían y de los que se fiaban- han perdido sus subvenciones y han desaparecido.

Finalmente tenemos el cuadro político global. Por todas partes la gente se queja de que los políticos no nos representan. Un participante en los disturbios de Manchester le dijo a un periodista: «hay mucha frustración y tensión. Ésta es nuestra manera de hacernos oír de la manera más directa posible. La gente ya no se fía del gobierno desde la guerra de Irak.»[4] Una joven en los disturbios, entrevistada por TV3, expresó de manera muy coherente el enfado por la muerte de Mark Duggan, sumado al hartazgo de la corrupción y de los políticos que no se preocupan por la gente.

Se ha destapado un caso flagrante de corrupción empresarial, política y policial en Gran Bretaña en las últimas semanas, entorno al imperio mediático de Rupert Murdoch, uno de los hombres más ricos del mundo. Ahora, varios de sus altos directivos están siendo procesados, pero hasta hace pocos meses, compartían cenas privadas con Tony Blair, luego con David Cameron, y obtenían tratos de favor de sus ministros. Sus conexiones con la policía les permitieron pinchar teléfonos impunemente durante años. Los dos máximos mandos de la policía de Londres han tenido que dimitir.

Son estos políticos, esta policía y los periódicos de Murdoch los que ahora exigen mano dura contra los jóvenes. Por ejemplo, un comentarista en Financial Times, el periódico del gran capital europeo, escribió que «Tim Montgomerie de conservativehome.com, el líder no oficial de las bases del partido conservador, llamó a la policía a ‘cargar con porras contra la chusma: sin el miedo de la policía no puede haber orden’. Él tiene razón.»[5] No consta que haya pedido cargas policiales contra los banqueros o los políticos corruptos. La hipocresía es máxima.

Con el relato de los motivos de los disturbios debe quedar claro que, a pesar de las grandes diferencias entre lo que está ocurriendo en Gran Bretaña y el movimiento 15M, los motivos son casi idénticos.

Esto es lo que explica por qué en los disturbios -igual que en el 15M- no sólo participan jóvenes, ni mucho menos sólo jóvenes negros.[6]

Son respuestas diferentes ante los mismos problemas. Y en ambos casos, el Estado recurre a la represión, la criminalización y, por supuesto, la hipocresía.

No es raza, ni inmigración

En las noticias, oí a una estudiante catalana explicar desde Londres como «100 inmigrantes atacaron la tienda en mi calle». Referencias a la inmigración no son infrecuentes en la cobertura mediática desde el Estado español.

Como ya se ha mencionado, la gran mayoría de jóvenes afrocaribeños en Gran Bretaña no son inmigrantes, sino los descendientes de la inmigración caribeña en las décadas de 1950 y 1960. La inmigración asiática se dio principalmente durante los años 60 y 70; muy pocos inmigrantes pakistaníes estarán en los disturbios, sus hijos y nietos, sí. Pero a pesar de todo este tiempo, la población negra (término que aquí abarca a todos los grupos, incluyendo a gente afrocaribeña, asiática…) sigue sufriendo el racismo. Y como hemos visto, el racismo policial ha sido uno de los detonantes de los actuales disturbios.

Pero, con todo, estos no son «disturbios raciales». La primera noche en Tottenham, se informó que «varios cientos de personas tomaron las calles, reflejando a la población local, de todas las edades, tanto negros como blancos y asiáticos, así como también muchos judíos [ortodoxos].»[7] Informes de los disturbios en otras ciudades revelan lo mismo.[8]

Algunos comentaristas hablarán del fracaso del multiculturalismo, y exigirán un «modelo de integración» centrado en la imposición de una cultura nacional de talla única. Este febrero, David Cameron hizo un discurso muy publicitado precisamente en este sentido. Pero los disturbios no son producto del multiculturalismo, sino del racismo y del capitalismo. Es todo un logro del multiculturalismo que jóvenes de todos los colores estén juntos en la calle, luchando contra la policía. Debemos suponer que políticos como Cameron preferirían que se peleasen entre sí, divididos por «razas».

Existe el peligro de la racialización de los disturbios. En Dalston, un barrio del distrito de Hackney que tiene muchos restaurantes y tiendas turcos, hay informes de que los dueños salieron con bates de béisbol para proteger sus negocios; se podría desencadenar una dinámica peligrosa de conflicto entre «grupos étnicos», aunque es poco probable; muchos jóvenes de origen turco también habrán participado en los disturbios. La cuestión fundamental en estos choques entre jóvenes y tenderos no es racial, sino de clase; entre los que con suerte formarán parte de la clase trabajadora, y los que temen caer desde el peldaño más bajo de la pequeña burguesía.

Fascistas

Han aparecido noticias de que grupos de hombres blancos de 30-40 años en Enfield, en el norte de Londres, cazaban a jóvenes negros o «pakis» (término racista utilizado para los pakistaníes). Efectivamente, los fascistas -tanto del partido electoral, el Britich National Party (BNP), como de la organización hooligan-fascista, la English Defence League («Liga de Defensa de Inglaterra», EDL)- intentan aprovecharse de la situación para fomentar el racismo y ganar adeptos.

Les favorece la imagen de los disturbios creada en los medios, que culpa de ellos a jóvenes criminales, principalmente negros. El hecho de que el gobierno recurra a la mano dura y más policía fortalece su argumento de que la solución a los problemas es un Estado más fuerte, que elimine los derechos democráticos.

Por otro lado, la realidad es que a nivel de la población, Gran Bretaña ha avanzado bastante en la integración racial durante las últimas décadas, gracias en parte a importantes movimientos que han unido a personas de diferentes orígenes, como el amplio movimiento antifascista y el movimiento antiguerra. Existe racismo, por supuesto, pero también es cierto que en las grandes ciudades, muchos jóvenes negros tienen amigos blancos y viceversa. Y hay que repetir las veces que haga falta que los disturbios no son sólo ni principalmente de jóvenes negros.

De todas maneras, el peligro fascista es real. La EDL está movilizándose para ir al este de Londres el 3 de septiembre. Las «acciones» de la EDL siempre son borracheras acompañadas de violencia racista. El movimiento amplio y unitario Unity Against Fascism (www.uaf.org.uk) ha convocado ese mismo día una manifestación para bloquear el paso a los fascistas, con el apoyo de casi todas las fuerzas progresistas de la zona.

Sin duda, muchos de los jóvenes que estos días han participado en los disturbios formarán parte de la movilización antifascista el 3 de septiembre. Incluso es posible que algunos jóvenes blancos que habrían participado en la acción de la EDL, tras pasar estos últimos días luchando contra la policía y saqueando tiendas codo con codo con jóvenes negros, se unan al bando antifascista el 3 de septiembre.

Los problemas con los disturbios

Huelga decir que, como método de lucha, los disturbios dejan mucho que desear. En cualquier movilización importante, la gente tiene una mezcla de motivos para participar y casi nunca se trata de un compromiso exclusivamente político: «van todos mis amigos»; «quizá conozca a un chico o una chica»; «después hay un concierto»; «estoy aburrido, quiero un poco de acción»…

Cuando se trata de un disturbio y de la oportunidad de conseguir las nuevas Nike, o el televisor plano, que se lleva meses deseando, es obvio que el balance cambia, pero las otras motivaciones no desaparecen, ni todo el mundo se vuelve loco y ciegamente codicioso.

Una persona en Hackney vio como «Alguien levantó la persiana de una tienda de sándwiches…Unas personas mayores sentadas delante de una casa vecina dijeron ‘no, no, no’, y aplaudieron cuando los jóvenes enmascarados volvieron a bajar la persiana.»[9] Por supuesto que hay mucha destrucción, pero en general va dirigida contra los negocios, muchos de ellos, no todos, de grandes cadenas; de equipos de estéreo, de móviles, tiendas de apuestas…

También sufren muchos inocentes, a veces de manera intencionada, más típicamente debido al caos. Pero hasta cierto punto, esto pasa en cualquier lucha. Desde los disturbios en los barrios negros de las ciudades de EEUU, que fueron un elemento esencial del movimiento por los derechos civiles en los años 60, pasando por Sudáfrica, hasta las revoluciones árabes de hoy, las sublevaciones espontáneas siempre conllevan un elemento de caos, de violencia irracional.

Muchas voces gritan, «¿pero por qué están destrozando sus propios barrios?». La primera respuesta es que es lo que siempre pasa con los disturbios espontáneos; los ataques contra objetivos más estratégicos suelen llegar con la movilización consciente y organizada; un punto al que volveremos abajo.

La otra respuesta es que los barrios ya estaban destrozados, incluso antes de la última crisis. Hace años que en las principales calles de estos barrios se ven locales cerrados y abandonados; ahora más. Se reducen las ventas, porque la gente local no tiene dinero; ahora con los recortes de pensiones y salarios, menos aún. Los miles de millones de dinero público que reciben los bancos se lo quedan ellos, y niegan créditos a las pequeñas empresas. Y el comercio se pasa cada vez más a los centros comerciales y las grandes empresas que pueden ofrecer los precios más bajos.

Según un informe, se anticipaba el cierre de diez mil comercios en 2011. En cambio, las cadenas de supermercados crecen; Tesco anticipaba abrir 292 nuevas tiendas en 2011.[10] Incluso se da la casualidad de que una de las ciudades que ha vivido disturbios estos días, Bristol, los vivió también durante el pasado abril. El detonante fue la represión policial contra un movimiento vecinal que se oponía a la apertura de una nueva tienda de Tescos, precisamente por su efecto nocivo en el tejido social de los barrios.[11]

De todas maneras, es evidente que los disturbios no son la mejor forma de luchar. Desde mi punto de vista, mejor sería una red de consejos obreros y soviets que se organizasen para derribar el capitalismo e instaurar una nueva sociedad justa y autogestionada desde abajo, pero hay que trabajar con lo que hay.

Las acampadas tampoco son la forma idónea para cambiar el sistema, y el movimiento 15M en general tiene muchas limitaciones y confusiones. Algunos sectores de la izquierda jurásica utilizan estas limitaciones y contradicciones para condenar a todo el 15M como un complot del sistema, «una distracción de la lucha revolucionaria de verdad».

Tanto los disturbios como las acampadas pueden conseguir ciertos logros. Yo viví en Brixton durante 9 años, y el barrio tenía un centro deportivo municipal muy bien equipado; su construcción fue una de las respuestas oficiales a los disturbios de 1981.

En ambos casos, la limitación clave es la de clase; que ni con la desobediencia civil ni con romper escaparates se puede acabar con el sistema. Para ello, hace falta el poder de la clase trabajadora organizada. Esto a su vez, requiere de una izquierda combativa, anticapitalista, mucho más fuerte de la que existe ahora mismo.

La irrupción de un movimiento como los disturbios actuales -igual que ocurrió con las recientes luchas en los banlieus franceses- señala las limitaciones de los movimientos sociales y de la izquierda, que evidentemente no han logrado arraigarse entre esta juventud para que exprese su malestar de forma más productiva.

El fracaso es sobre todo de la izquierda mayoritaria y de los grandes sindicatos. Los disturbios de 1981 llegaron tras dos años del brutal gobierno conservador de Margaret Thatcher, sin una respuesta real de los laboristas ni de la dirección sindical británica. Ahora, Gran Bretaña tiene un gobierno conservador -en alianza con un partido liberal que ha roto todas sus promesas electorales- que impone duros recortes. Ha habido huelgas y manifestaciones, algunas de ellas muy importantes, pero hasta ahora la respuesta ha sido mucho menor y más lenta de lo que hace falta.

Y la izquierda anticapitalista no puede responder simplemente criticando los disturbios por no obedecer la teoría marxista revolucionaria. Debe buscar conectar con la gente joven (y no tan joven) que participa en los disturbios, y como mínimo denunciar los problemas sociales que han provocado el estallido así como oponerse a la represión, que va en aumento (mientras escribo, el primer ministro, David Cameron, acaba de anunciar que autorizará el uso de balas de goma y cañones de agua por primera vez en Gran Bretaña; hace tiempo que se utilizan en el norte de Irlanda).

Más allá de esto, tiene la tarea fundamental de fortalecer las luchas colectivas contra los recortes, así como contra el racismo y el fascismo.

Conclusión: hay que crear una alternativa política

Desde hace tiempo es evidente que en todos los países de Europa, igual que en el mundo árabe, sobran motivos para una explosión social. Si ésta toma la forma de racismo o fascismo, en Europa culpando a los musulmanes (o en Egipto a la minoría oprimida cristiana), hay que oponerse con todas nuestras fuerzas.

Pero si toma la forma de un rechazo y una lucha contra el sistema, aunque sea de forma confusa, hay que apoyarlo. Esto se aplica tanto a Bahrain y Siria, como a Tottenham y los demás barrios de Gran Bretaña.

¿No es la solución idónea? Pues hay que organizarse para presentar soluciones mejores, con más posibilidades de conseguir el cambio que necesitamos, acabando con los abusos que motivaron la sublevación.

Esto implica organizar movimientos sociales, espacios de lucha contra los recortes, contra el racismo, contra los abusos policiales, etc. Pero esto implica, a su vez, organizarse políticamente.

Porque el mundo continuamente, y cada vez más, nos plantea problemas, dilemas, que no tienen una respuesta fácil. Ante los disturbios, dentro de la izquierda y los movimientos sociales, hay quienes corren para condenarlos como violentos, y otros que explican por qué han surgido, y que la culpa la tiene el sistema. Hay un sinfín de ejemplos de momentos en los que surgen debates dentro de nuestros movimientos, básicamente entre la gente más moderada que acepta una parte del discurso del sistema, y los que insistimos en derribar al sistema por completo. Cualquier movimiento sano y plural incluye a ambas sensibilidades. Las ideas más moderadas reciben un refuerzo cada día, cada hora, en cada informativo de la TV o la radio. La gente que queremos un cambio más fundamental debemos organizarnos, tanto para debatir cuál es la mejor estrategia como para reforzar e impulsar las ideas más combativas dentro del conjunto del movimiento.

Antes, la izquierda jurásica decía, «la gente no luchará». Pero lucha. Así que ahora dice «no luchan de la manera correcta». Pero aún así, lucha. La cuestión es si partimos de nuestras diferencias con ellos, o de nuestra rabia compartida contra el sistema. Si partimos de esta rabia, contra el racismo, contra los abusos sociales, contra la desigualdad y la desfachatez de los políticos, encontraremos muchos puntos en común con la gente que lucha «de manera equivocada».

Brixton

Será porque todavía llevo un trozo de Brixton en mi corazón pero dejo las últimas palabras a dos vecinos de mi antiguo barrio, recogidas por un corresponsal de El País.

«Luther, de 60 años, y Leroy, de 50, ven los disturbios con prisma revolucionario. ‘Esto es Brixton; y Brixton tiene una larga historia de luchas por la igualdad de oportunidades, contra la brutalidad de la policía. Es como una olla a presión siempre está a punto de estallar. Llevo aquí cuarenta años y siempre ha sido así, una olla a punto de estallar’, arranca Leroy.

Luther le interrumpe de inmediato. ‘Aquí se cultiva la semilla de la injusticia’, asegura, y pone como prueba la sospechosa muerte de un hombre que vivía muy cerca. La policía dice que se suicidó cuando le iban a detener por un asunto de drogas. Él no se lo cree. ‘Todas esas cosas crean frustración’, concluye.

¿Están las cosas tan mal como hace 30 años, cuando los famosos disturbios de 1981? ‘Sí porque el Gobierno está haciendo todos esos recortes y los jóvenes no tienen oportunidades’, opina Leroy. ‘Los recortes afectan a los centros comunitarios, a los centros en los que los jóvenes pueden aprender algo útil. Los jóvenes de hoy están frustrados, como dice mi amigo. Están hartos’, añade. ‘Todo el mundo está harto y frustrado’, tercia Luther. ‘La gente mayor como nosotros ya no esperamos nada. Pero, ¿qué hacen los jóvenes? Si eres joven, vulnerable y no le importas a nadie, no tienes nada que perder’, asegura. ‘Mi hermano dice que así es el capitalismo. El capitalismo te hace vulnerable, es opresivo’, concluye Leroy.» [12]

David Karvala es militante de En lluita / En lucha y miembro de Unitat Contra el Feixisme i el Racisme

Visitia su blog www.davidkarvala.blogspot.com

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Notas

[1] Ver Chris Harman (1981), ‘The Summer of 1981: a post-riot análisis’, en International Socialism Journal, otoño de 1981. Disponible en http://www.marxists.org/archive/harman/1981/xx/riots.html

[3] BBC, «Q&A: Stephen Lawrence murder», 5/05/2004.

[6] Paul Lewis y James Harkin, ‘Who are the rioters? Young men from poor areas … but that’s not the full story’. The Guardian, 10/08/2011.

http://www.guardian.co.uk/uk/2011/aug/09/london-riots-who-took-part

El artículo explica la gran variedad de participantes. Uno de los autores twittea activamente desde la calle, sigue www.twitter.com/PaulLewis .

[7] Judith Orr, ‘La rabia contra la policía estalla en las calles del norte de Londres’, 7/08/2011. http://www.enlucha.org/site/?q=node/16286

[8] Ver Lewis y Harkin, ‘Who are the rioters?…’.

[10] Local Data Company (2011), Terminal illness or gradual decline? A review of GB shop vacancy in 2010, pág. 8.

[11] Socialist Worker, 30/04/2011.

[12] W. Oppenheimer, ‘Brixton, una olla a punto de reventar’, El País, 09/08/2011. http://www.elpais.com/articulo/internacional/Brixton/olla/punto/reventar/elpepiint/20110809elpepiint_4/Tes

Para más fotos impresionantes de Tottenham: http://jesshurd.com/clients/1108TottenhamRiots/

http://www.enlucha.org/site/?q=node/16295

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.