Rosengård (jardín o parque de rosas) un barrio de la ciudad de Malmö, al sur de Suecia, ha vuelto a los titulares de los períodicos tras el accionar de una decena de jóvenes que protestan contra el cierre de un local cultural donde funcionaba una mezquita. Los títulos de prensa, en una traducción literal sería […]
Rosengård (jardín o parque de rosas) un barrio de la ciudad de Malmö, al sur de Suecia, ha vuelto a los titulares de los períodicos tras el accionar de una decena de jóvenes que protestan contra el cierre de un local cultural donde funcionaba una mezquita.
Los títulos de prensa, en una traducción literal sería «violentos distubios», «revuelta» alertan hasta a los propios habitantes de Malmö, que apenas se enteraron por la prensa de los incidentes en ese barrio habitado mayoritariamente por inmigrantes, muchos de ellos de origen árabe.
Sin embargo, la vida comercial en esa zona seguía a su ritmo normal.
El tenor de los titulares permitía creer que la revuelta de jóvenes árabes en Rosengård tenía las mismas proporciones que la de los estudiantes de Grecia. Sin embargo, la diferente entre u y otro hecho era la misma que su distancia geográfica.
La ausencia de periodistas en la zona -más allá de algún camarófrago o fotógrafo es general-. El diario de la ciudad, el conservador Sydsvenska Dagbladet, usa las declaraciones de un fotógrafo para la crónica de los hechos.
No es la primera vez que la prensa sueca realiza sus crónicas de incidentes basada exclusivamente en las declaraciones de los voceros policiales.
El pasado año, el sindicato de periodista advirtió sobre el hecho en incidentes en la ciudad de Gotemburgo. Entonces también titularon sobre disturbios, rotura de vidrios y lanzamientos de piedras contra la policía en dos barrios de inmigrantes. Sin embargo después se comprobó que todo había sido una falsa alarma. Ningún medio de comunicación se había dignado a enviar un periodista a comprobar los hechos. La palabra de la policía era la única y suficiente prueba, hasta que la propia policía debió admitir que nada de eso había pasado.
Al parecer, la protesta de los jóvenes ha venido a servir con anillo al dedo a los promotores de la xenofobia, a los que promueven el antiislamismo, a respaldar las nuevas medidas de espionaje a los ciudadanos que comenzará a aplicar la Policía de Seguridad (Säpo), al juicio contra una fundación palestina acusada de financiar a Hamas, y de paso, al reclamo de aumento salarial de una de las policías más inefectivas del mundo (97% de los hurtos queda sin aclarar).
El origen de la disputa
En un sótano local arrendado a una empresa privada, una Asociación Cultural Islámica, desarrollaba su trabajo social con los jóvenes y mantenía una mezquita en el lugar. Según algunos investigadores, el centro se identificaba con la interpretación del Islam «salafi», considerada ultra ortodoxo y radical contra todo lo no musulmán.
El pasado mes de octubre, la empresa propietaria del local decidió no renovar el alquiler y solicitó la desocupación del sótano.
La Asociación Cultural Islámica decidió presionar a la empresa para renovar el alquiler ocupando el local el 24 de noviembre, y protestando a través de la prensa. Después de unos días la Asociación Cultural cedió, entregó las llaves del local y se disolvió.
Sin embargo, varios de los jóvenes que sostenía la ocupación desoyeron a sus mayores, crearon su propia asociación y resolvieron mantener la ocupación del local.
El pasado lunes 15 de diciembre, la policía ingresó al local y precedió al desalojo forzoso. No se produjo ningún incidente.
Los jóvenes resolvieron acampar en un jardín frente al edificio, por lo que la policía resolvió tapiar el local con maderas, y finalmente instalar tres contenedores para tapar el acceso al local.
Como en casi todos los barrios segregados del mundo, la presencia policial despierta sospecha e irritación. Al poco tiempo los jóvenes comenzaron a lanzar fuegos artificiales y explosivos de navidad contra los policías. De alli al lanzamiento de piedras y la quema de basura en las calles y algunos contenedores de residuos.
Este Parque de Rosas (Rosengård) está a menos de 15 minutos de bus del centro de la ciudad que en total tiene 220.000 habitantes. Sin embargo, es como una ciudad aislada. Una amplia avenida la atraviesa desde el centro hasta el anillo periférico. Sin tener en cuenta los titulares de prensa, los habitantes de Malmö ignoran la «revuelta».
La policía parece dispuesta a seguir haciendo acto de presencia, y como dijo su vocera, «defender la propiedad privada», y ya está promoviendo el traslado de unidades policíales de las ciudades vecinas para aumentar su presencia en la zona de los incidentes.
Los informes más exagerados señalan la participación de unos 100 jóvenes en los disturbios (lanzamiento de piedras y fuegos artificiales a la policía, quema de basura y hasta ahora de 3 carritos de remolque). Entre estos jóvenes se encontrarían los ex ocupantes del local, huligans y anarquistas, según el diario conservador Sydsvenska Dagbladet que llegó a titular «alianza no sagrada».
La vocera policial se quejó del intenso trabajo que debieron desarrollar para proteger a los bomberos que apagaban los incendios, cortar el tránsito, despejar las calles, y proceder a uno u dos arrestos. En ninguna ocasión se registró un enfrentamiento físico.
Mientras tanto, los responsables de las políticas de integración del gobierno, o las autoridades del gobierno comunal, se han preocupado de interceder o buscar una solución. Una solución tan simple como ofrecer en alquiler otro local en la zona para que prosigan con su mezquita y actividad social.
Los jóvenes quieren un lugar de encuentro y reunión para no tener que estar en la calle en sus horas libres. Sin embargo, las autoridades parecen tener miedo de que en ese local se promueva un islamismo radical.
Siempre Rosengård
No es la primera vez que Rosengård ingresa en los titulares de prensa. Siempre ha coincidido con una campaña más general en la que se promovía el antiislamismo. Cuando los incidentes en los barrios periféricos de París, con decenas de autos quemados, tras la muerte de dos jóvenes perseguidos por la policía, los medios suecos comenzaron a especular en cuanto tiempo más se producirían los mismos incidentes en los barrios periféricos de las tres ciudades más importantes, Estocolmo, Gotemburgo y Malmö.
Entonces se reclamaron políticas reales de integración. Nada sucedió, ni los incidentes ni las políticas de integración. Rosengård sigue siendo una de las partes de la ciudad con mayor índice de desocupación y mayor dependencia de subsidios sociales. La discriminación al barrio se nota hasta en el acto de solicitar trabajo. Establecer Rosengård como lugar de residencia es un elemento negativo. A nivel nacional se considera que los jóvenes que cursaron sus estudios en Rosengård, tienen un acento particular, una especie de idioma sueco especial.
Cuando en todo el mundo islámico se protestó contra las caricaturas de un diario danés que ofendía a Mahoma, la prensa sueca volvió a advertir de la posibilidades de incidentes en Rosengård. Tampoco sucedió nada en esa ocasión.
Casualidades
Sin tratar de adjudicar responsabilidades, llama la atención que estos incidentes coincidan con otros elementos. Esta semana, la fiscalía de Malmö decidió acusar formalmente a la fundación Al-aqsa de origen palestino, con sede en esta ciudad, de financiar el terrorismo. La fiscalía sostiene que la fundación no ayuda a los niños y familias palestinas de Gaza y Cisjordania, sino que financia al Movimiento Hamas. Como Hamas es considerado un grupo terrorista por la Unión Europa, ese financiamiento es ilegal.
Cabe recordar que Hamas fue el partido más votado en las últimas elecciones legislativas palestinas de enero de 2006.
La acusación original partió de la CIA norteamericano hace casi cinco años, y aún no se ha probado nada.
Otra de los hechos concidentes, es la decisión de las autoridades de conceder mayor libertad a la Policía de Seguridad (Säpo) de efectuar un fichaje y relevamiento de presuntos terroristas o colaboradores. Una medida que refuerza la ya discutido ley de espionaje electrónico a todos los habitantes del país.
La acción policial -donde se destaca el «sacrificio» que deben hacer para controlar los incidentes- coincide con un reclamo de aumento salarial de los policías. Hasta ahora el reclamo policial está limitado a una recolección de firmas.