Hoy en Bruselas coincidirán sin encontrarse dos Europas: la de la Comisión, que desvelará las medidas del nuevo Plan de Estabilidad, es decir, las nuevas reglas de gobernanza económica; y la de la Confederación de Sindicatos Europeos, que protestará contra el modelo griego de «austeridad», cuyas víctimas son siempre los trabajadores. El pasado lunes, […]
Hoy en Bruselas coincidirán sin encontrarse dos Europas: la de la Comisión, que desvelará las medidas del nuevo Plan de Estabilidad, es decir, las nuevas reglas de gobernanza económica; y la de la Confederación de Sindicatos Europeos, que protestará contra el modelo griego de «austeridad», cuyas víctimas son siempre los trabajadores.
El pasado lunes, los ministros de Economía del Consejo de Europa debatieron en qué habían de consistir esas nuevas normas cuyo fin declarado es evitar que se repita otra crisis monetaria como la de principio de año en Grecia. En una carta fechada el 23 de septiembre, el ministro alemán, Wolfgang Schäuble, adelantaba la receta alemana: endurecimiento de los castigos para los países que sobrepasen el límite de déficit, el máximo de deuda o para aquellos estados miembros con problemas de competitividad; suspensión de los fondos estructurales, de desarrollo rural y de cohesión a los estados miembros que violen las normas presupuestarias; automatización de las sanciones; e incluso suspensión durante un año de los derechos de voto a los países infractores en el Consejo de ministros. La ministra de finanzas francesa Christine Lagarde dijo que los gobiernos, y no únicamente especialistas financieros, deberían tener la última palabra ante este tipo de decisiones: «El destino de un país no puede quedar únicamente en las manos de expertos». Hoy la Comisión discute, pues, hasta qué punto han de ser automáticas las sanciones. Lo que no se discute es que se traducirán en rebajas drásticas de los salarios.
Es por eso por lo que 50 sindicatos procedentes de 30 países esperan reunir a 100.000 trabajadores europeos en Bruselas. De esta crisis, que ya ha costado 23 millones de empleos, no sólo no se saldrá con medidas draconianas contra los salarios, sino que, según afirman los sindicatos, tales decisiones pueden derivar en una recesión que cause más desempleo aún.
Pero hoy se protesta también contra un modelo de gobierno de Europa. El secretario del partido Rifondazione Comunista, Paolo Ferrero, definió lo que ocurrirá hoy en Europa como un «golpe de Estado europeo«. A partir de hoy, los gobiernos nacionales podrán aplicar recortes salvajes escudándose en el automático imperativo europeo del Plan de Estabilidad.
Europa es la excusa perfecta hoy. Si la Comisaria de Justicia condena el racismo del gobierno francés cuando las expulsiones de gitanos, entonces los gobiernos nacionales se unen como una piña contra la intromisión en la soberanía nacional. Ahora bien, si se trata de proponer tijeretazos al Estado social, entonces no son ellos, es Europa la que impone.
Queda claro, pues, que para combatir contra esa socorrida entidad transnacional llamada Europa, excusa aséptica para todo gobierno que desee recortar derechos de los trabajadores, los sindicatos deben intensificar su colaboración y continuar el camino de la manifestación conjunta de hoy en Bruselas.
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